Capítulo XXXV: Tuyo


¡Jodida mierda, London!

Me desarmas con tan solo unas cuantas palabras.

Mentiría si dijera que no deseo joderte hasta que grites mi nombre y arrancarte de tus labios rosas un soy tuya.

-Ven. -Sujeto su mano y la saco del cuarto de baño, en tanto mi buen juicio me lo permita.

¡Mierda!

Mi buen juicio está cansado de ser hielo cuando lo único que hago es consumirme en fuego al tenerla cerca. ¿Qué hago con ella? ¡Hazlo! Enamórate.

Pero ahí es cuando mi capacidad de razonamiento se tensa, porque por muy jodida que parezca la palabra enamórate esa no va conmigo en este momento. No va, porque no es enamórate, sino ama. Amala en la manera en la que solo tú sabes transmitirlo. En esa primitiva forma donde el hombre reclama y deja saber que una mujer es suya.

Cada pisada es un tiempo perdido que pienso recuperar entre sus gemidos La necesito en mi cama, apreciar su cuerpo en toda su magnitud, ser capaz de recorrer cada parte de ella y dejarle en claro que soy suyo. Que puede poseerme, pero ¡maldición! El corazón me late a mil. Y tengo una enorme erección que quiere salir presurosa de mi pantalón por su jodida forma de decirme que me quiere enterrado en su ser.

-Adelante -Señalo la cama.

London me mira de inmediato. Una sonrisa de lado se asoma en su dulce rostro, percatándose del color negro que ahora lo ocupa las sábanas que se deleitarán con nuestro encuentro. Me complace, obedeciéndome. Se tiende sobre la cama seductoramente. Su desnudez me estremece. Esa piel suave y rosada. Sonríe, lascivamente.

Detecto que anhela una replica a su gesto, pero no sonrío. Solo la observo con una mirada penetrante y con una erección tensa que sus ojos captan.

Me despojo con cautela cada prenda que oculta la desnudez de mi piel.
Su mirada se intensifica cuando la última prenda es retirada. Aquella que cubría mi pesada erección.

Me acerco a la cama con la sola intención que a partir de este punto su deseo vuelva a ser mío y que mi posesión sea la única que recuerde cada vez que algo la excite. Voy acariciando sus piernas a medida que voy subiendo sobre su cuerpo y quedando frente a frente, manteniéndome incapaz de controlarme por abrir sus piernas con avidez y penetrarla sin compasión.

¡No!

Ella necesita toda mi atención.

Hasta el más mínimo detalle.

-¿Preparada? -murmuro, antes de que mis labios se posen sobre los suyos.

Despacio, como si estuviera en trance, con la punta de los dedos trazo una línea desde su mandíbula, bajando por el cuello, quedándose entre los senos.

-Sí -reafirma y reclamo su boca.

El fuego se construye entre nosotros en una quemazón lenta y sensual. Cada beso se hace más largo y profundo hasta que nos encontramos completamente fusionados e incapaces de soltar al otro.

Sus pezones rozan mi pecho. No puedo esperar ni un segundo para probarlos. Me deslizo y succiono una de las yemas y la rodeo con una intensidad caliente, húmeda. London gime. Echa hacia atrás la cabeza y se arquea hacia mí, rogándome con en silencio que continuara. Sigo lamiéndola con gozo y a los pocos instantes paso al otro pezón y repito las caricias.

-Random -susurra London.

Bajo por su delineada figura hasta llegar al punto exacto de su placer. Le hago separar las piernas y flexionarla. Tan receptiva ante mi hago tacto. Me hierve la sangre y la necesidad resulta afilada como una cuchilla. No se trata de mí, se trata de ella. Jadea.

Por un momento, solo un momento, soy capaz de mirar. ¡Tan hermoso! ¡Tan dulce! ¡Tan rosa! ¡Tan húmedo!

-Ahora te voy a saborear. -Bajo mi cabeza y la lamo a fondo.

-¡Random!

Alzo la vista. Ella tiene los ojos cerrados y la respiración jadeante; a la vez que se muerde su labio inferior. Atrapa mis cabellera entre sus dedos. Tan jodido y tan suave como puede ser su ave roce en mí me baja la guardia.

-No pares -suplica.

No lo hago. Vuelvo a pasar la lengua por su feminidad, deteniéndome en su majestuoso clítoris, que succiono con gusto.

-Esto es demasiado bueno -jadea, con la respiración en hilo.

-Buena chica. -Muevo la lengua más deprisa y con más fuerza.

Ella se arquea. Sus caderas moviéndose vertiginosamente adelante y atrás. La devoro, la penetro aún más con la lengua. Finalmente, London grita. No de dolor, no de miedo. Mi chica lo hace de placer, y yo él único responsable de ello.

La beso de regreso. Lamo su entrepierna, su vientre, los surcos de sus senos, su cuello hasta tenerla de vuelta a mí. Posicionado frente a su cuerpo y una sola barrera que nos separa. Mi fortaleza por no penetrarla hasta que me lo permita.

Estoy ahí agitado, mirándola recuperarse. Sonriendo cuando sus ojos se conectan con los míos. Tan transparente y aferrados a una timidez engañosa, porque mi chica sabe cómo tenerme rendido a sus pies. Con una mirada de querer más, muerdo mi labio. Y me rindo totalmente a su poder sobre mí cuando dice:

-Penétrame.

Suspiro.

-Te quiero, London. -Se tensa-. Jodidamente nunca olvides esas palabras.

Incapaz de dejarla decir algo, se apresuro a posicionarme mi miembro en su entrada húmeda deseosa de ser llenada y la penetro. La penetro en el ahogado grito vacío que suelta, el gemido que arrastra y los jadeos que no paran.

Sí, maldita sea.

La penetro y me aferro a ella con la timidez de una primera vez y el miedo de una última.

-Random, yo... -escucho su agitación cerca de mi oído, rozando sus labios en el.

-Sshh... sshh... -Muevo mi rostro hacia un lado para ubicar un dedo en sus labios y bloquee cual palabra que está desesperada por decir, porque no quiero escuchar nada más que solo una-. ¿Eres mía, London? Responde.

Y vuelvo a empujar dentro aún más profundo en su apretado interior.

-Sí -gime.

Doy estocadas pausadas y fuertes, dejando un espacio de tortura entre su deseo y el mío de escucharla decir por completo soy tuya.

-Sí, ¿qué?

Me detengo.

Escucho una protesta por lo bajo de sus labios. Retrocedo para verla a los ojos. Con mi mirada lo incito como diciendo vamos dilo.

-Soy tuya, Random -Sus ojos fijos en el mío, sin que nada desvíe este precioso momento. Vamos, London. Déjame grabar esto en mi memoria. Al ver que no me mueve en su interior y que sigo mirándola, entonces grita-: Maldición, Random. Soy tuya, ¡Jodidamente soy tuya!

Ella arquea las caderas para salirle a mi encuentro y me abandona todo pensamiento racional. Pierdo el control, olvido quién era, lo olvido todo excepto la necesidad de llenar a mi chica, no, no... lleno a mi mujer con todo lo que tengo. La embisto una y otra vez, tal y como desea.

Le agarro las caderas con tanta fuerza que probablemente le saldrían moretones, pero no puedo detenerme. Salvaje, irracional, fiero, soy todo por ella.

-Random -London ya no jadea, grita-. No pares, no pares, no se te ocurra parar.

Mía.

Mía.

Mía.

-Mía -grito.

Es algo me llena, me desconcierta, me atrapa, a nadie la he reclamado como a ella. Mi otro yo reclamó a una en su pasado, pero mi ahora la reclama a ella. Algo se vuelve diferente.

Y es entonces cuando la palabra «mía» se borra y otra ocupa su lugar, otra palabra más fuerte y mucho más necesaria. «Tuyo». Quiero pertenecerle, ser suyo. Ser todo lo que London ha soñado, cumplir todos los deseos que ha tenido.

-Random -gime.

«Tuyo».

Debería haberlo previsto; debería haber sabido lo que ella empezaba a significar, pero mi resistencia me había cegado. Ahora, reducido a su ser más bajo, estoy vulnerable, funcionando a un nivel visceral.

Ella es mía y yo soy de ella.

Le separo más las piernas y mis embestidas se hacen más profundas. Deslizo la mano para acariciarla hasta donde soy capaz de recordar que puede haber tacto. Pero tan fuerte como puedo ser también soy tan vulnerable cuando la siento estremecerse con anticipación y sus paredes interiores estrujan mi miembro haciendo que no pueda más. Ella se pierde en su placer y yo lo hago de su mano. Juntos. Terminando en su interior y ella lo recepta con anhelo.

Estoy jodido.

Me tiene en sus manos.

Y puede destruirme si quiere.

-Random...

«Tuyo».

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*No soy de amores diabéticos así que, preparensen, porque esto está por terminar. 🔥

¿Alguien escucho la canción de ZAYN-Dusk till dawn? Bueno, es una jodida buenísima.

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