Capítulo XXIX: Hogar


Sé que debe preguntarse a dónde diablos la llevaré. Aun así, no insiste en saber el lugar. Hacemos una que otra parada en las gasolineras para abastecer el carro, para que London haga sus necesidades y comprar algo con qué alimentarnos. Todo el trayecto es pesado para dirigirnos a nuestro destino.

El lugar de mi niñez.

Mi hogar.

Llego a los Ángeles para dirigirme hasta la base privada para aviones ejecutivos. London se encuentra dormida lo que hace que aproveche la oportunidad para ir antes al banco y realizar la transacción necesaria para abrir la cuenta de mi herencia por completo. No hay vuelta atrás. La firma se realiza y se cerciora uno que otro papel terminando por tener el control absoluto de toda mi fortuna.

Al salir del banco e ir al carro me encuentro con la sorpresa de London despierta y despeinada. Ha sido egoísta de mi parte no pagar un hotel para descansar, pero entre más rápido llegue a mi destino, será mejor.

—¿Llegamos? —pregunta desorientada.

—No, pero falta poco para llegar —le aseguro.

Me acomodo en el asiento y emprendo mi marcha.

—Tengo hambre —suelta London.

Suspiro por mi descuido, pero como estoy cerca de la aerolínea la aliento a que espere un par de minutos.

—Déjame llegar a la aerolínea y comerás todo lo que quieras.

Recoge sus piernas en el asiento y cruza sus brazos por encima de ella haciendo pucheros.

—No demoramos, ¿verdad?

—No.

Conduzco rápido y en cuestión de pocos minutos llegamos. Solicito un avión privado. Es cuestión que diga mi apellido para que las puertas del lugar sean abiertas y accesibles. Subo junto al avión con London, cansado y agotado por el viaje largo en auto, pero vale la pena por estar aquí tranquilo a lado de ella. La miro y veo cómo observa el interior fascinada.

—Es increíble que viajemos en este avión —dice, alegre.

Es como una niña recibiendo un regalo que anhelaba, pero que se le hacía difícil creer que lo podría recibir. Me acomodo en uno de los asientos que están en las ventanillas.

—Siéntate que pronto partiremos. —Me mira y asiente.

Se sienta frente a mi asiento donde nos separa una mesa práctica, pero elegante.

—Tengo hambre —dice sin más.

Me preparo para llamar a una de las azafatas. Sin embargo, el camarero del avión aparece al instante como si estuviera atento a nuestra conversación y haya escuchado la palabra hambre haciendo que eso sea un llamado de atención para él.

—Señor, desea ordenar algo. —Asiento y entrega de inmediato a cada uno la carta de menú que lleva en sus manos—. En la carta podrán encontrar todo el menú a disposición para ustedes.

Observo que hay desde un desayuno básico hasta lo más refinados. Pido uno básico compuesto por panqueques, jugo de limón y un plato de cereal. London sonríe, porque ha de pensar quién pide algo como eso cuando tiene a disposición mejores platos.

Ella ordena un plato de filete miñon, smoothie de mora y ensalada caprese. Me sorprende su gran apetito y no es de más, porque ahora se alimenta por dos.

Dos.

Son dos las personas que debo proteger y lo haré con mi vida.

—Muy bien, en un momento traeré sus pedidos. —Se retira el camarero.

Mientras esperamos, el avión empieza a ponerse en marcha. No hago otra cosa que observar a London mirando por la ventanilla. Sonrío al imaginar su cara de sorpresa cuando lleguemos a mi hogar.

Busco mi celular y marco a Frank para saber cómo está.

Al primer timbre contesta.

—Hermano, cómo ha ido todo —me adelanto en decir.

—Mal.

Siento su dolor a través de su voz.

—Lo siento, amigo, por dejarte cuando me necesitabas.

—No, sé que debes proteger a tu familia.

De pronto, hay un silencio.

¿Familia? ¿Frank sabía del embarazo de London?

—¿Sabías lo de mi hijo? —cuestiono, y a su vez London me mira con sorpresa.

Ella se lo ha mencionado a él antes.

Fuerzo una sonrisa para que sepa que todo está bien.

—Sí, pero no me correspondía a mí decírtelo.

—Entiendo.

—Estoy a punto de salir para el entierro de mi padre.

—Te mando mis fuerzas desde acá.

—No te preocupes, además acabo de saber que tendré a mi cargo toda la maldita vida oscura de mi padre.

Me parte por dentro saber eso, cuando Frank detesta el mundo oscuro que llevaba a cargo su padre y del cual es el máximo dueño. Agradezco al camarero que aparece con los platos distrayendo a London de mi llamada. Así que, aprovecho ese momento para hablar en un tono de voz bajo y aclarar una duda.

—Y Dean, ¿ya lo atraparon? —Es inevitable no preguntarle por el sujeto en cuestión, porque necesito saber si todavía nuestras vidas corren peligro.

—No.

—Me lo imaginaba.

—El desgraciado ha sacado su dinero de su banco y cancelado sus cuentas. —Aprieto el teléfono en frustración—. No conocemos su paradero.

—Está bien, hablamos en otro momento.

Cuelga y apago el celular.

Cojo el vaso con el jugo de naranja y tomo un sorbo largo. Como el resto de mi desayuno al igual que London que disfruta cada bocado que se lleva a la boca. No sé en qué momento llego a quedarme dormido, porque para cuando despierto estamos arribando al lugar que es mi primer hogar.

Escucho que aseguren sus cinturones y me preocupo primero en acercarme al asiento de London para asegurar el suyo ya que está dormida. Acaricio su rostro con delicadeza asegurándome de no despertarla en el proceso. Vuelvo a mi asiento y aseguro el mío.

Al tocar suelo el avión una pérdida de pista hace despertar a London un poco asustada por lo ocurrido, mirándome con impaciencia.

—Tranquila, estamos bien. —Intento calmarla con mis palabras desde mi asiento.

—¿Llegamos?

Asiento.

—¿Dónde estamos?

—Mira por la ventanilla —respondo su duda con una sonrisa.

Lo hace, mira y abre su boca en asombro para después sonreír.

—Estamos cerca de una playa, ¿es así? Lo digo por las palmeras que rodean el sitio, porque hay muchas —habla sin parar, dejándola casi sin aliento.

Me alegra de verla feliz.

Aparece una azafata pelirroja y de cuerpo curvilíneo a avisarnos que podemos bajar del avión cuando desee. Asiento. Dudo por unos instantes y pienso si ha sido una buena idea volver a este lugar. Pero ver la genuina sonrisa de London, me dice que hice lo correcto.

—Vamos, es momento de enseñarte el lugar donde nací. —Se vuelve hacia mí de manera expectante. No espera más y se desabrocha el cinturón con dificultad para lograr tomar mi mano y salir del avión.

La brisa choca contra nuestra piel. Es reconfortante y cálida a la vez. Se puede oler el mar tan cerca. Estoy aquí... He llegado.

—¿Dónde estamos? Por favor, dime, estoy impaciente por saber —suplica, agitando mi brazo y observando su alrededor.

Empiezo a reír por su creciente desesperación. Sé que si sigo con mis rodeos, es capaz de tirarme por las escaleras del avión.

—Esto, mi vida, es Hawaii.

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*Capítulo III de la maratón de hoy.

*Bueno aquí viene mi sorpresa: En pocos días empiezo a subir el libro de Frank donde sabrán cosas que vacías que se dejaron acá en este libro. Y lo otro es que estaba pensando en dejar hasta este capítulo este libro. ¡OPINIONES Y SUGERENCIAS! PLEASE!

*Estaba de viaje, nuevamente, pero ahora estaré más presente, porque se me acabaron las vacaciones. Estaré sin vida social XD 

*Los re quiero, adoro, estimo... ustedes como ya saben me roban sonrisas como no se imaginan.

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