Capítulo XVI: Noticias
—Señorita —escucho una voz femenina de edad hablando cerca de mí—. Señorita, haga el favor de pagar su celular.
Abro mis parpados enseguida, porque capto el sonido de mi celular llenando el pasillo. Me incorporo de mi asiento y me encojo de hombros con el fin de excusarme con la señora de tez morena que viste uniforme de enfermera.
—Lo siento —digo, mientras pongo en modo vibrador mi móvil.
Al hacerlo, me doy cuenta de que tengo varias llamadas perdidas de Olivia y, al mismo tiempo, veo la hora en cual me he despertado.
01:00 a.m.
Miro por todos lados y está vacío, silencioso y hasta algo tenebroso. Debía ser, porque es el piso de terapia intensiva. Además de que es casi de madrugada.
—Así está mejor —dice la enfermera, dándome la espalda para irse de largo por el pasillo.
No he sabido nada de Random desde que lo entraron directo a quirófano. Horas esperando saber una respuesta de su estado de salud, pero nada. No sé en qué momento me había dejado atrapar por el cansancio. En el instante en que me dispongo a levantarme, veo venir por el pasillo, en dirección hacia mí, a unos de los doctores que atendió con urgencia a Random.
—¿Familiar del joven Random herido de bala? —pregunta, mirándome seriamente. Se acomoda un poco sus lentes que refleja sus pronunciadas ojeras. Debe ser de los que trabaja casi las veinticuatro horas en un hospital. Su edad avanzada y calvicie denota que no le debe de quedar mucho por retirarse.
—Sí. —Me apresuro en decir.
—Antes de ponerla al tanto de la situación, necesito que me ayude con una firma. —Extiende su carpeta hacia mí donde hay una hoja que figura la constancia de pago por su atención y estancia en el lugar.
Miro al doctor con recelo, pues al parecer eso es lo primero que le importa a él, en vez de informar primero sobre la salud de su paciente.
—No tengo pluma —le informo.
Busca entre los bolsillos de su bata de médico y saca una.
—Tenga, aquí tengo una.
La tomo.
Ubico nuevamente la atención al papel y lo firmo sin más. No puedo esperar por saber de Random, y un estúpido papel de pago no me lo impedirá. Extiendo la carpeta y la pluma hacia el doctor quien lo recibe con una sonrisa.
—Por favor, necesito verlo. —Mi desesperación en mi tono de voz es palpable.
—Señorita, el paciente ha sobrevivido a la intervención quirúrgica. —Respiro de alivio al escuchar aquello.
—¿Puedo verlo? —Sonrío con la emoción que se regurgita en mi corazón.
Sin embargo, en el rostro del doctor hay una cierta ligereza de preocupación. Si en un instante mi corazón se encontraba al tope de felicidad, ahora cae al suelo siendo presa del pánico.
—¿Qué ocurre? —Cuestiono rápidamente.
—El paciente ha caído en un estado de coma.
—¡¿Qué?! —Llevo mis manos a mi cabeza, sentándome en mi asiento.
¿Cómo ha podido pasar eso?
Todo debe ser una maldita pesadilla.
No puedo evitar que mis lágrimas se apresuren a aparecer. Siento una opresión en mi pecho que se vuelve intensa a cada segundo.
—¿En qué habitación está? —pregunto, incapaz de alzar mi vista para mirar al doctor.
—Por ahora, no puede pasar a verlo —hace una pausa—. En cuanto se traslade el paciente a su habitación será avisada para que pueda realizar la visita correspondiente.
Un amargo dolor está prendido de mí. Limpio mis lágrimas, porque debo ser fuerte; no solo por mí, sino por él.
—Por cierto, señorita. —Alzo mi mirada hacia el doctor—. Hay un par de policías que necesitan hacerle preguntas por lo ocurrido.
Asiento.
¿Y ahora qué diré?
Me meteré en problemas si denuncio a Dean.
¿Qué puedo hacer?
Y si digo que solo lo encontré tirado en el apartamento. No lo creerían, porque daría a pensar que habría pasado un buen tiempo y, claro, para eso Random estuviera muerto; no vivo como ahora.
Bueno, casi vivo.
¿Tal vez sea mejor decir la verdad?
Sin terminar mi cuestionamiento, aparecen dos hombres uno joven con uniforme policial y otro adulto con una pinta semiformal. El doctor asiente en forma de saludo hacia ellos y desaparece por el pasillo.
Mis piernas tiemblan de miedo.
—Buenas noches, señorita. —Extiende su mano el policía sin uniforme.
Me levanto y correspondo el saludo.
En mis adentros, puedo percatarme que siente mi miedo debido a una media sonrisa fingida que asoma en su rostro. Tal vez ha encontrado un cervatillo al cual poner en cautiverio y ese soy yo. El otro policía solo asiente en mi dirección.
—Mi nombre es Ross Warren, soy detective y vengo a hacerle unas preguntas por lo sucedido. —Mira a su compañero y dice—: Mi compañero Ed.
El joven policía, de ojos grises y facciones finas, asiente.
Al parecer omite hablar, porque el superior al mando es el detective Ross y es quien estoy segura me va interrogar sin piedad. Él saca una pluma y una pequeña libreta de su bolsillo con la que empieza a tomar apuntes.
—Dígame, señorita. —Alza una ceja como si esperara a que le dijera algo, pero estoy muda. Al ver que no digo nada, dice—: Su nombre.
Empiezo a tronar mis dedos como símbolo de nerviosismo, y él lo capta.
No puedo mentir.
No como la vez que le había dicho a Frank que mi nombre era Rachel solo porque no me gustaba flirtear con extraños, ya que había aprendido mi lección con Random.
No jugar con chicos extraños.
Y quién diría que ahora estoy aquí parada frente a ley a punto de dar una explicación a algo que le ha sucedido a él y que ahorita eso me tiene el corazón en trizas.
—Mi nombre es London —digo temblorosa.
—Su apellido.
—Hart.
—Muy bien, Srta. London Hart. —Se le escapa un bostezo involuntario—. Hemos sabido que el paciente por el cual usted está aquí ha recibido una herida de bala de corto alcance en el pecho.
Miro expectante.
No me atrevo a asentir, porque siento un juego de palabras de parte de él cuando me ha dado el dato de que la herida ha sido a corto alcance. Sí lo sabía, pero gracias a Olivia por sus conocimientos médicos. Tal vez, si asentía me podría hundir en mi declaración.
—Estuvimos en el lugar del hecho, pero una chica de nombre Olivia, al parecer su compañera de cuarto, nos ha mencionado que ella no podría hablar del asunto, porque es a usted a quien le compete decirnos los detalles. Así que, ha tomado su derecho al voto de silencio. —Sus labios forman una línea recta dejando ver una corta sonrisa—. Y bien qué puede decirnos.
No sé si agradecerle a Olivia por dejarme todo el peso de la ley a mí, y no hundirnos con detalles que puedan perjudicarnos, o simplemente volverme aún más nerviosa por aquello.
Sin embargo, no puedo decir la verdad. Si saben que fue Dean quién disparo, sabrán el por qué, sabrán que estoy comprada por él, sabrán el negocio oculto del padre de Frank... y todo, absolutamente todo, me sentenciaría hacia una muerte segura.
Respiro hondo.
Miro al detective, maduro y con facciones marcadas de unos treinta años, sus ojos oscuros me analizan, pero no es impedimento para que hable con tal seguridad que no tenga dudas de mi palabra. Segura, seductora y audaz, son las palabras que me repito mentalmente, porque son las únicas que me ayudan a sobrevivir.
—Cuando llegué con mi nueva compañera de cuarto al condominio, escuchamos un disparo, al principio creímos que era un sonido distorsionado por la fuerte lluvia, pero al dirigirnos al apartamento vi que estaba tirado Random cerca de la puerta del suyo. Me acerqué y vi que estaba herido, desangrándose. —El recuerdo de lo que en verdad había pasado me hace llorar. Así que, con dificultad, digo—: Olivia llamó a emergencias, mientras venía la ambulancia ella ayudó con primeros auxilios. Al parecer eso ha ayudado a Random a sobrevivir.
Limpio mis lágrimas.
Las detesto por dejar en evidencia mi dolor.
—¿Entonces no vio quién disparo? —Me mira fijamente, esperando una equivocación de mi parte.
—No —suelto, segura. A pesar de que es una vil mentira.
—Se puede decir que quien realizo el disparo pudo esconderse en algún apartamento del condominio antes de ser visto por ustedes.
Me encojo de hombros. —No lo sé.
El detective deja de tomar apuntes.
—Bien, tengo lo necesario por ahora. —Guarda su libreta y pluma—. Estaremos en contacto por el caso.
Ambos se retiran del sitio, me vuelvo a sentar y trato de respirar pausadamente con tal de soltar todo el aire que comprimía por el nerviosismo. Saco mi celular de mi bolsillo y realizo una llamada a Frank, pero no contesta. Así que, llamo a Olivia.
—¿Estás bien? —dice, antes de poder ser yo quien hable.
—Sí.
—Unos policías han venido, pero...
—Lo sé —la interrumpo—. Gracias por no decir nada, cuando vaya al apartamento te cuento todo.
—¿Cómo está el chico? —Su voz tiene un tono cauteloso.
Me quedo en silencio.
Las palabras estado de coma resuenan una y otra vez en mi cabeza. Él no puede dejarme, no así, tal vez, debería estar agradeciendo a Dios por dejarlo vivo, pero me mata saber que está en ese estado.
—¿Estás ahí? —cuestiona Olivia, al otro lado de la línea.
Entre las lágrimas que vuelven a aparecer le informo lo que me ha mencionado el médico.
—Está en estado de coma, Olivia. —Mi corazón se oprime.
—Lo siento —suelta en voz baja.
—No, no... —intervengo—. Debería de agradecerte a ti por ayudarme a salvarle la vida.
Miro al techo y suspiro.
—Ya verás que él saldrá de eso —comenta jovialmente—. Si no mal recuerdo vi que tenía músculos así que, fuerte debe ser.
Me roba una sonrisa como su conclusión. Escucho unos pasos acercarse por el pasillo y miro al doctor acercarse. Me levanto de un respingón, porque sé que debe traer noticias. Lo malo que no sé si serán positivas o negativas.
—Olivia, te dejo, pero cuida de los apartamentos no dejes que nadie se acerque a ellos. —El doctor se para frente a mí, lo cual me incomoda, pero a pesar de eso termino por decirle a Olivia algo más—. Si ves algo raro, me llamas o grita por ayuda.
—No te preocupes que sé defenderme.
—Entonces, hasta pronto. —Cuelgo.
Guardo mi móvil.
Antes de que el doctor se le ocurra hablar, me adelanto en hacerlo.
—¿Malas noticias? —pregunto resignada.
—Ya puede pasar a verlo.
Suelto un suspiro de alegría y mis ojos se humedecen ante tal noticia.
—¿En qué habitación está?
—Sígame. —El doctor me da la espalda y se dirige por el pasillo.
Lo sigo hasta que llegamos a una puerta. Él la abre y justo ahí veo, entre intravenosas y un respirador artificial, el cuerpo de Random.
Dios.
—Su estado es reversible —me informa el doctor, mientras camino lentamente hacia estar cerca de Random—. Sin embargo, es improbable determinar en qué tiempo despertara. Puede ser mañana, en una semana, un mes, un...
—No diga más, doctor —lo interrumpo.
No quiero saber de algo que me causa dolor. Sé que despertara pronto, lo quiero conmigo y aunque suene un poco egoísta, Dios sabe que con Random, después de Astrid, mi vida tenía una razón para sonreír.
—Bueno, me retiro —anuncia el doctor.
Lo escucho salir y cerrar la puerta a su paso.
Toco superficialmente la mano de Random, porque no deseo lastimarlo. Aunque suene algo estúpido, pero verlo así me hace sentir lo frágil que puede ser. Tomo la silla que está en una esquina de la habitación y la ubico cerca para estar al lado del hombre que me tiene entre lágrimas.
—Eran mejor las lágrimas que provocabas en mí por tu falta de tacto en tu forma de ser que las que estás provocándome ahora por lo frágil que te ves —susurro en dolor.
*Después de aquí sacaran conclusiones. Espero acierten, pero lo que viene es fuerte.
*Saben que me he dado cuenta que este segunda parte de Random tiene más votos que la primera jajaja ¿Qué cosas no? jajaja Por lo mismo, agradezco por su apoyo a todos los que leen de incognito, a los que leen y votan, a los que leen, votan y comentan... y sobre todo a los que me escriben para saber cómo estoy y cosas así. ¡Mil gracias!
*¡Eih! Espero que su San Valentín haya sido estupendo. Bueno yo me la he pasado viendo películas de romance -ya sé caí como estúpida- llorando con cada escena romántica. ¡Vale que soy masoquista! jajaja ¡ah! también, comí dulces. ¡Qué patético! Justificación: Estoy soltera.
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