Cada vez que regresaba, se perdía un poco más.

Podía sentirlo, cada vez que moría y Zoe la traía de vuelta. Era un vacío que se acrecentaba hasta dejarla por completo sin nada, un enorme cascarón hueco y despropósito, y el único sentimiento que quedaba, como si todo lo demás simplemente se hubiera ido corriendo y abandonado, era la venganza.

Podía sentirlo.
 
Y no era la única: estaba segura que Rakan también podía notarlo. Mientras se aferraba desesperadamente a lo poco que quedaba, al eco lejano y sensación perdida de lo que no había perdido aún: leves sonrisas, brillos efímeros en los ojos. Ternura intermitente al ver a su compañero.

Todo, todo perdido, abandonado, olvidado.

Cada vez que volvía era un poco menos Xayah.

Incluso perdió el dolor de perderse a sí misma, hasta que todo lo que quedó fueron miradas frías en ojos que parecían los de un pez: vacíos, sin una razón de ser; odio y venganza, y el anhelo lejano de… ¿qué?

Ya ni siquiera recordaba todo lo que era, todo lo que había perdido.

No se recordaba a sí misma.

Ya no era Xayah.

❝ Perdóname, Rakan ❞