capítulo 9. un muy necesitado descanso
Wanda parpadeó un par de veces sintiendo el brillo de los primeros rayos de sol que se colaban por su ventana posarse sobre sus ojos. No podía creer lo rápido que había llegado la mañana. En su mente, el tiempo se había detenido, o al menos así deseaba que hubiera sido al hallarse recostaba sobre el desnudo pecho del asgardiano.
—Lo lamento.
Soltó la pelirroja, rompiendo con el silencio más largo que ambos habían compartido hasta ese momento. Simplemente habían permanecido recostados juntos durante horas, en donde Wanda no había hecho más que apoyar su cabeza sobre su pecho, escuchando atentamente los latidos de su corazón, a pesar de poder sentirlos dentro de ella, temiendo que se detuvieran en cualquier momento como lo habían hecho cuando se desvaneció a los pies de Mordo. Loki, por otro lado, simplemente se había dedicado a acariciar su espalda, sintiendo la suavidad de su piel bajo el ancho suéter gris que cubría su desnudo cuerpo.
—Shh —le suplicó—. No te disculpes por nada, brujita. No fuiste tú.
Ella suspiró al escuchar esas palabras salir de su boca—. Todos me siguen diciendo eso, pero sé que fui yo —tragó mientras apretaba los ojos, avergonzada de lo que estaba a punto de confesar—. Lo sé porque en el fondo, algunas de las cosas que hice y dije todavía me parecen correctas.
Loki detuvo su mano, sin saber qué decir a continuación—. Tu mente estuvo fracturada durante mucho, mucho tiempo. Tenías sentimientos y pensamientos que no eran los tuyos, así que imagino que es bastante comprensible que tengas estas dudas sobre ti. Pero ahora sé que eres tú, tu verdadera yo, y apuesto a que ellos también lo saben. Todos ellos.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —Wanda preguntó entre dientes—. No me conocías antes.
—Pero te conozco ahora —no pudo evitar sonreír—. Y sé que no puedes soportar ver sufrir a las personas que amas y así es como sé que eres tú ahora. Porque tan pronto como rompiste el hechizo acabaste con él y con todo su ejército. Tú hiciste eso.
Wanda suspiró esta vez—. Pero eso no significa que se terminó.
Ciertamente no lo hacía, y Loki era muy consciente de ello—. Lo importante es que ahora estás en casa y eres libre de él. Eres tú misma otra vez y no puedo esperar a conocer a esta versión de ti.
Wanda sonrió, una sonrisa real, la primera en mucho tiempo, sin embargo, apenas duró más de un par de segundos, antes de que la misma angustia cubriera su rostro una vez más—. En verdad pensé te había perdido.
Loki la tomó por la barbilla con su brazo libre, obligando a Wanda a levantar la cabeza, haciendo que sus miradas se encontraran por primera vez luego de largas horas y juró ver brillar sus ojos bajo un rayo de sol. Realmente no se había dado cuenta de lo verdes que eran sus ojos hasta ese momento.
—Lamento haberte hecho sufrir tanto, pero no se me ocurrió otra forma de liberarte de su hechizo. Créeme, lo intenté muchas veces.
Ella se lamió los labios, apartando levemente su mirada de él—. ¿Estabas allí cuando lo hizo?"
Suspiró, antes de asentir—. Sí.
—¿Sabías que eso me convertiría en la persona que fui?
—No —no dudó esta vez—. No sabía con qué mentiras te llenaría, pero cuando lo hice, me arrepentí de inmediato. Ellos te aman. Realmente lo hacen y nunca te hicieron nada, no como él te dijo.
—Lo sé —murmuró, mirándolo a los ojos nuevamente—. Vi lo preocupados que estaban que les dije la verdad —continuó mientras se apartaba de él, tomando asiento para mirarlo cara a cara—. Les dije que te amaba.
Loki levantó las cejas ante la confesión de Wanda—. Está bien —murmuró, tratando de procesar sus palabras—. Preguntaría cómo lo tomaron, pero estoy seguro de que me puedo dar una buena idea.
—No creo que lo hayan pensado demasiado. Están más preocupados por encontrar a Mordo y cómo detenerlo. Pero eso era antes, cuando todos pensábamos que te estabas muerto, pero ahora que has vuelto, yo...
—No —escupió, sin siquiera dejarla terminar mientras se sentaba también, acercándose a su rostro—. No puedes decirles que estoy vivo.
—¿De qué hablas? —Wanda frunció el ceño.
—Lo estuve pensando estos últimos días y creo que es mejor si todos siguen pensando que estoy muerto.
—No entiendo.
—Los dos sabemos que Mordo todavía podría estar suelto por ahí, y si lo está, ciertamente está planeando una manera de volver a ti. Él creyendo que estoy muerto podría ser nuestra única ventaja.
—Pero... —negó Wanda, desconcertada ante el pedido de Loki—. No quiero mentirles.
—Yo sé que no y créeme, me siento terrible pidiéndote que lo hagas, pero tú y yo sabemos mejor que nadie lo peligroso que puede ser, y no quiero que te pase nada malo, brujita. No podría soportar perderte —confesó, tomando su mano y acercándola a él.
—Entonces... ¿eso qué significa? —preguntó tímidamente—. ¿Me volverás a dejar?
Loki dibujó una pequeña sonrisa en su rostro—. No, brujita, no te dejaré otra vez. Siempre estaré aquí para ti, es solo que... —se rió entre dientes, sintiéndose un poco avergonzado de su pedido—. Sólo será por un tiempo, ¿sí?
Wanda no pudo evitar agachar la mirada, todavía tratando de entender cómo podía Loki pedirle que hiciera algo así, sabiendo cuánto odiaba mentir ahora, ahora que sabía que sus padres le habían estado mintiendo desde el principio, pero una parte de ella también sabía que si él le estaba pidiendo que lo hiciera, a pesar de saber aquello, entonces debía tener razón.
Nadie más que ellos dos sabía el verdadero alcance de la locura de Mordo y hasta dónde llegaría para conseguir lo que quería.
Y Loki lo conocía aún mejor. Habían pasado años y años juntos, así que si él pensaba que mantenerlo en secreto era su mejor oportunidad para terminar con todo para siempre, entonces eso es lo que iban a hacer.
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Peter bufó al dar un paso en el último escalón de las escaleras hacia el pasillo del segundo piso de su casa. Era tarde y comenzaba a arrepentirse de haberse quedado hasta tarde en el laboratorio de su tío Bruce cuando tenía toneladas de tareas acumuladas por terminar, pero eso era una de las últimas cosas que le preocupaban en ese momento.
—Mier...
No pudo evitar exclamar sobresaltado al momento en que abrió la puerta de su habitación encontrándose con su pelirroja hermana sentada sobre su cama.
—Perdón, no quise asustarte —se disculpó, arrepintiéndose inmediatamente de cerrar la puerta una vez que entró a su habitación buscándolo—. Supuse que llegarías a casa pronto que decidí esperar aquí.
Peter tragó, sintiendo su corazón latir tan rápido que juró que se le saldría del pecho en cualquier momento—. No pasa nada —sus palabras apenas sonaron, mientras se aferraba con más fuerza a su mochila.
Ella jadeó. Ya era bastante malo que pudiera sentir lo aterrorizado que estaba de ella desde el momento en que la había visto, pero ver que ni siquiera era capaz de ocultárselo hizo que su corazón se estrujara. Su hermanito era la última persona en el mundo que podía soportar que tuviera miedo de ella.
—Lamento no haber venido antes —continuó, haciendo todo lo posible por seguir mirándolo a los ojos—. No estaba bien, pero no podía soportar más sin disculparme contigo... por todo —sus ojos cristalizaron a pesar de que hizo todo lo posible por contener las lágrimas—. Puede que papás ya te lo hayan dicho, pero quería que supieras de mí que recuerdo todo lo que hice y dije. Y que la persona que era entonces, no se arrepentía de nada —se atragantó con sus palabras mientras las primeras lágrimas brotaban de sus ojos. Simplemente no pudo aguantar más, no después de ver la misma mirada que vio en él el día que estuvo dentro de esa celda de cristal—. Pero esa ya no soy yo. Y lamento en serio haberte mentido, haberte lastimado, haberte hecho verme como lo hiciste. Y también quería que supieras que conocerte es uno de los mejores recuerdos que tengo... porque eres mi hermanito.
Los ojos de Peter también cristalizaron, mientras una sonrisa apenas perceptible se dibujo en su rostro, lo que provocó que Wanda imitara su acción, sintiendo una indescriptible sensación de alivio apoderarse de ella al sentir que su agarre se aflojaba y su corazón comenzaba a latir más lentamente.
—Y-Yo creo que tengo que disculparme también. Siento que debí haber ido contigo antes, es sólo que yo... yo, estaba un poco...
—Lo sé —lo interrumpió, sintiendo lo difícil que era para él decir esas palabras en voz alta—. No es necesario. Yo entiendo. Sólo quiero dejar todo atrás.
Su sonrisa no pudo evitar crecer ante las palabras de su hermana—. A mí también me gustaría eso.
Wanda sonrió también mientras Peter se despojó de su mochila dejándola en el suelo junto a la puerta, para caminar tímidamente hacia ella, tomando asiento a su lado y por primera vez percibiendo realmente lo rojo que se había tornado su cabello.
—Entonces, ¿te sientes mejor?
—Sí, eso creo —ella no dudó en responder—. Estaré bien, lo prometo —Él asintió ante su respuesta—. ¿Y qué me dices de ti?
Peter dejó escapar una bocanada de aire—. Estoy bien, sí, todo está bien, ya sabes, clases y esas cosas.
—Que bueno —se mordió el labio, recordando lo tierno que se ponía cuando estaba nervioso—. Así que... ahora tienes poderes, ¿no?
La sonrisa de Peter se borró al escuchar la pregunta de su hermana. Ella le había dicho que recordaba todo, pero él pensó que no recordaría algo sin importancia para ella—. Sí.
—¿Puedo verlos?
Preguntó, haciendo que Peter tragara con dificultad. Era la primera vez que alguien le pedía eso, pues Wanda era la única persona que lo sabía.
Se puso de pie después de mirar a su alrededor por un momento, siendo seguido cuidadosamente por los ojos de su hermana, y suspiró profundamente antes de dar un salto que lo hizo agarrarse al techo con la punta de sus dedos sin esfuerzo, haciendo que Wanda abriera los ojos de par en par.
—Wow —no pudo evitar reír mientras él se bajaba y se volvía a sentar a su lado—. ¿Y eso cómo pasó?
Miró hacia abajo por un momento, haciendo que Wanda percibiera aquel cambio repentino en sus emociones—. Cuando no estabas, papás estaban demasiado ocupados buscándote que no tenían tiempo para otra cosa. El tío Bruce me pidió que lo ayudara en su laboratorio de investigación, y una noche decidí quedarme hasta tarde, después de que todos se habían ido, porque todo era mejor que venir aquí. Y de una forma u otra, uno de los sujetos de prueba se escapó y me mordió, y lo siguiente que sé es que podía arrastrarme en las paredes y levantar autobuses y esas cosas.
—Bueno, definitivamente tienes una historia que contar —respondió Wanda y ambos no pudieron evitar reírse.
—¿Y tú? ¿Cómo obtuviste tus poderes?
—Pues, resulta que podría haber nacido con ellos, pero dos hechiceros me secuestraron y me apuntaron con un cetro alienígena del que una gema cósmica se fracturó en un millón de pedazos y los despertó.
—De acuerdo. Tú ganas —Wanda se rió de nuevo ante el rostro de desconcierto de Peter.
—Y... ¿ya tienes algún nombre genial?
—Sí —sonrió un poco orgulloso—. Y he estado trabajando en una telaraña todo este último mes.
—¿En serio?
—Sí, déjame te muestro —pidió mientras corría hacia su mochila para sacar un dispositivo y dárselo a su hermana—. Es mucha física y química, y todavía no logro averiguar cómo aumentar la resistencia sin...
Wanda simplemente sonrió al escuchar a su hermano comenzar a hablar de ciencia sin parar. No entendía nada de lo que le decía, pero podía oírlo hablar para siempre, con la misma ligereza y pasión que tenía.
Pero lo que no sabía, pues había conseguido apagar su mente por primera vez desde que había llegado a casa, era que ella no era la única que sonreía al escuchar hablar a Peter, ya que, escondido detrás de la pared, Tony se encontraba escuchando la conversación de sus hijos, o al menos la última parte, y escuchar sus risas era como música para sus oídos.
Habían estado demasiado concentrados en encontrar una solución a un problema que ni siquiera estaban seguros de que fuera real, que no habían tenido un momento para apreciar el hecho de que después de los siete meses más largos de sus vidas, su hija realmente estaba de vuelta, viva e ilesa, y tal vez ya era hora de que lo hicieran.
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Strange no pudo evitar girarse al momento en que la puerta se abrió, mirando a Tony por un instante antes de volverse mientras que este pasó junto a él, directo a la sala de su habitación, quitándose su suéter para tirarlo a uno de los sofás, antes de detenerse frente a las grandes ventanas de cristal que conducían a su balcón.
—Pensé que habíamos acordado que el trabajo no cruzaría esa puerta —soltó Tony después de un largo silencio, lo que provocó que Stephen suspirara con pesadez.
—Sí, pues, eso fue antes de que un hechicero desquiciado secuestrara a nuestra hija, la mantuviera cautiva Dios sabe dónde durante siete meses y la hechizara para que pudiera matarnos por una razón que aún no sabemos, y además de eso, aún queda posibilidad de que todavía esté planeando una manera de volver a ella —dijo, pasando otra página del libro que estaba leyendo—. Yo digo que es más que suficiente para solo considerarlo trabajo.
Tony dejó escapar una bocanada de aire, antes de mirar a la luna una última vez para volverse hacia su esposo sentado en el escritorio de su habitación, con una pila de libros rodeándolo.
—Y creo que logré un gran avance hoy —continuó pasando a la página siguiente—. Hoy comencé con la colección de Oshtur y habla sobre un libro de Vish...
—Wanda finalmente salió de su habitación —exclamó Tony, sin dejar que Strange terminara su oración y en cambio, haciéndolo girar mientras se acercaba a él—. Vengo de verla a ella y a Peter hablar. Estaban riendo —continuó, sin poder ocultar una sonrisa—. ¿Recuerdas cuando él era pequeño y ella solía sacarlo a escondidas de su habitación en medio de la noche para comer dulces y ver películas totalmente inapropiadas? —se rió ante aquel recuerdo, escondiendo las manos en los bolsillos mientras detenía sus pasos—. Podíamos oír sus risas hasta nuestra habitación, pero nunca les dijimos nada.
Stephen exhaló mientras apartaba la mirada de su marido, cerrando el libro frente a él—. ¿Qué quieres decirme exactamente?
—Creo que tenemos que parar.
Dijo, haciendo que Stephen frunciera el ceño mientras se levantaba de su asiento para mirar a Tony, desconcertado por su pedido. Él, que fue el primero en llevar aquel terrible pensamiento a sus mentes.
—¿Cómo?
—No para siempre, sólo por un tiempo —se apresuró a aclarar Tony.
Stephen negó, atónito—. ¿Estás loco?
—No, solo pensé las cosas con claridad, quiero decir, está de vuelta —rió irónicamente—. Nuestra hija lleva cuatro días de regreso y apenas hemos hablado con ella, tú apenas has estado aquí, carajo, ¡ni siquiera la he abrazado! —gritó, tapándose la boca con la mano antes de respirar profundamente—. Hemos estado demasiado concentrados en todo lo demás que no nos hemos dado un momento para apreciar el hecho de que ella está justo al otro lado del pasillo, en duelo y aterrorizada y sola, y que, ¿acaso va a ser así para siempre? ¿Nunca estaremos en paz porque le tenemos demasiado miedo a alguien que ni siquiera sabemos si todavía está vivo?
Stephen dejó caer la cabeza y juntó las manos. Él, al igual que Tony, se sentía horrible por no estar ahí para su hija, por dejarla completamente sola con todos esos espantosos sentimientos y pensamientos, pero la realidad es que apenas y podía mirarla, temiendo ver esa misma rabia acumulada en esos dulces ojos verdes.
—No podemos.
—Sí que podemos —respondió Tony apresurado, acercándose un paso más a su esposo, pudiendo sentir su cálido aliento en su rostro—. Después de todo lo que hemos pasado podemos, diablos, deberíamos, quiero decir, su cumpleaños es la próxima semana. Lo hemos celebrado todos los años desde que la trajimos a casa, no podemos dejar que este sea el primero que no lo hagamos. Ella se lo merece. Nosotros lo merecemos.
—Es demasiado arriesgado —murmuró Stephen en el rostro de Tony.
—Despertarse cada mañana ya es un riesgo —musitó Tony también, posando su mano en el hombro de Stephen conduciéndola suavemente por la parte posterior de su brazo, acariciando cuidadosamente su piel con las puntas de sus dedos, hasta que se detuvo, tomándolo por la cintura y apegándolo a él, lo suficiente para que Stephen pudiera sentir los latidos de su corazón—. Nada perdemos con vivir un poco en el proceso —susurró, lamiéndose los labios mientras levantaba su otra mano para tomar su cuello—. Creo que todos merecemos un pequeño descanso.
Sonrió, entrecerrando los ojos, haciendo que Stephen se mordiera el labio antes de inclinarse apoyando su frente sobre la suya y cerrando los ojos al sentir la mano de Tony viajar por debajo de su cintura.
Pensaba que era una terrible idea bajar la guardia. Eso era exactamente lo que Mordo quería que hicieran, pensaba, pero jamás había estado más de acuerdo con Tony que en ese momento. Él estaba en lo correcto. Se lo merecían. Su hija realmente estaba de vuelta y merecían estar felices por ello. Todos merecían ser felices. Aunque sea por un momento.
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Tony no pudo evitar levantar la mirada de su copa mientras se servía el champán, echando un vistazo a la escena que se hallaba al otro lado de los ventanales de cristal que conducían a la terraza de su casa, donde se celebraba la fiesta de cumpleaños de su hija, y no pudo evitar sonreír al verla reír con un par de sus amigos, una risa que juró que podía escuchar como una melodía en sus oídos incluso cuando todas las ventanas se hallaban cerradas.
Volvió a colocar el champán en el hielo, tomando las dos copas de la barra y caminando de regreso al salón, siendo recibido por risas mientras se acercaba al sofá donde estaba sentado su marido, entregándole una de las copas a la pelirroja que estaba a su lado, antes de tomar asiento junto a Stephen.
—No es tan malo, créanme.
Stephen terminó su frase provocando más risas en la habitación, mientras Tony simplemente sonrió, girando su cabeza para mirar a su hija una vez más, acción que Maria Hill notó, siguiendo sus ojos para mirar a la joven con una cola de caballo y un hermoso vestido negro que reía despreocupada con sus amigas.
—Ya parece ser ella misma —soltó María cuando las risas se silenciaron, haciendo que Tony se volviera hacia ella, ocultando una culpable sonrisa mientras tomaba un sorbo de su champán.
—Sí, está mejor —respondió Stephen, devolviéndole la sonrisa a la mujer de cabello oscuro.
—¿Y cuál es la historia oficial? —intervino Rhodey, llamando la atención de todos.
Stephen agachó la mirada ocultando una traviesa sonrisa, mientras que Tony no pudo evitar reír—. Eh... ella y yo tuvimos una gran pelea y ella se fue y terminó en Brasil. Fiestas increíbles y destinos exóticos, así que, muy probablemente lo que habría pasado al final.
Tony tomó otro sorbo mientras Natasha sacudió la cabeza antes de reírse de él, al mismo tiempo que Bruce Banner se quitaba las gafas girándose para mirar a la pelirroja que estaba afuera.
—Dios, que rápido pasa el tiempo —suspiró—. No puedo creer que ya tenga veintitrés —mencionó mientras Stephen colocaba su brazo alrededor de Tony—. Todavía recuerdo cuando llegó aquí. Tenía el acento más tierno del mundo.
—Solía decir "cumprar" en vez de comprar —rió María.
—Lo recuerdo —soltó Rhodey, riéndose también—. Recuerdo cuando me dijo de la vez que la llevaron a "cumprar" a Milán antes de su primer día de clases —tanto Tony como Stephen rieron.
—Consintiéndola desde el principio —dijo Bruce para tomar un sorbo de su cerveza.
—Oh, eso no fue nada —habló Natasha por primera vez—. Una vez se escapó de la escuela con sus amigas para ir a un concierto o lo que sea y, ¿sabes cuál fue su castigo? ¡Sin teléfono por una semana! —reveló causando las risas del resto.
—Oh oh, y la primera vez que se emborrachó, cancelaron su viaje de verano con sus amigos, pero en lugar de eso la llevaron a ese crucero, dios, ni siquiera tenía dieciséis años —agregó María, haciendo que Tony rodara los ojos antes de reír, sintiendo sus mejillas sonrojarse.
—Son una causa pérdida —exclamó Bruce en tono burlón, haciendo que todos rieran una vez más, pero justo cuando las risas se silenciaron, María volvió su mirada al exterior, observando a la joven reír una vez más.
—Parece muy feliz —dijo sonriendo a la pareja—. Cielos, no puedo ni imaginar lo aliviados que están.
Tony volvió a girar la cabeza, haciendo contacto visual con su hija por primera vez, quien simplemente le sonrió—. Sí, eso parece —giró de vuelta para mirar a la pelirroja sentada a su lado—. Tal vez no estaba tan enamorada como creías.
Nat simplemente levantó los hombros sonriéndole. Quizás Tony tenía razón. Definitivamente no era la misma chica que lloraba por el hombre que decía amar hace una semana. Parecía tan feliz, tan despreocupada, tan libre, tan parecida a la Wanda que conocía, la pequeña que amaba con todo su corazón.
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Wanda no pudo evitar reír al terminar de leer la última tarjeta de cumpleaños que le había regalado una de sus amigas. No podía creer lo insegura que estuvo al momento en que sus padres le sugirieron la idea de organizarle una fiesta de cumpleaños. Realmente había pasado un tiempo desde la última vez que había visto a sus amigos, algunos de los cuales conocía desde la secundaria, y algo sobre estar allí con ellos, que no tenían ni idea de lo que le había pasado en los últimos meses, ni de nada de lo que había hecho, o la persona en la que se había convertido, realmente la había hecho sentirse viva de nuevo. Verdaderamente viva.
Pero justo cuando cerró la tarjeta, arrojándola nuevamente dentro de la bolsa de regalo, el dios de las travesuras apareció en su habitación provocando que Wanda dibujara una repentina sonrisa en su rostro. Ya se había acostumbrado a que él se manifestara de esa manera todas las noches que ya no la sobresaltara, al contrario, pasaba todos los días esperando ansiosamente a que llegara después de que todos se dormían, el único momento en el que estaban seguros de que nadie los descubriría.
Sin embargo, la boca del asgardiano no pudo evitar abrirse al observar fijamente a su amada, algo que hizo sonrojar a la pelirroja—. Vaya, qué forma de hacerme arrepentirme de no haber estado en tu fiesta, si hubiera tenido la oportunidad de verte toda la noche en ese vestido —ella simplemente rió soltándose el cabello—. Y bien, ¿qué tal estuvo?
—Realmente fue increíble. Pasé toda la noche hablando de lo maravillosas que eran las playas de Brasil y de cómo viajé por todo el país con una pareja que conocí en un bar —rió entre dientes mientras caminaba hacia el asiento junto a la ventana de su habitación—. Resulta que soy muy buena mintiendo —su sonrisa se desvaneció levemente mientras miraba hacia abajo—. No sé, me hizo sentir como si las cosas volvieran a ser normales. Fue lindo.
La sonrisa de Loki también se borró. Mucho se arrepentía de no haber podido encontrar una manera de detener a Mordo que tuvo que llegar hasta el punto de alejarla de su hogar, su familia, sus amigos y su vida por tanto tiempo. Pero también sabía que si las cosas no hubieran sido así, ella nunca se habría enamorado de él y algo de eso le hacía cuestionarse día y noche si algo tan bello como lo suyo era verdaderamente producto de una causalidad y no de cómo el universo había escrito sus historias.
—Y veo que ya me estabas esperando —mencionó, observando los dos cupcakes frente a Wanda, provocando que la pelirroja sonriera de nuevo mientras él imitaba su acción.
—Cuando era pequeña, en Sokovia, éramos muy pobres que no podíamos hacer fiestas y nuestros padres no podían darnos regalos. Pero aún así mis padres hacían todo lo posible para que nuestro cumpleaños fuera especial, así que mi mamá solía hornear dos pasteles. Uno para mí... —dijo mientras colocaba una vela en cada uno de los cupcakes—. Y uno para Pietro —miró a Loki por un momento—. El azúcar era muy cara y mi papá solía trabajar turnos extra para comprar lo suficiente para los dos —aclaró mientras encendía una de las velas—. Prendíamos las velas a medianoche y nos quedamos despiertos toda la noche viendo la televisión —continuó mientras encendía la otra vela—. Nos hacían olvidar por un momento que todo a nuestro alrededor era malo.
Loki suspiró, dibujando una sonrisa en su rostro ante el recuerdo que vino a su mente—. Mi madre también hizo todo lo posible para hacerme sentir especial en mis cumpleaños cuando era pequeño, digo, era un príncipe y solía tener grandes celebraciones cada año, pero nada en realidad era para mí, solo... cosas que eran como debían ser —habló, caminando hacia Wanda y deteniéndose frente a ella—. Pero ella solía hacer pequeños actos de magia para mí. Nuevos trucos cada año. Y así pasaba todos los años aprendiéndolos, perfeccionándolos, hasta que llegaba el año siguiente y podía aprender otros nuevos.
Wanda le sonrió a Loki, extendiendo su mano hacia él, la cual él tomó, sentándose frente a ella. Ella ya sabía que ambos compartían la misma historia. Y como Loki le había dicho muchas veces, la vida no había sido fácil para ninguno de los dos. Y ciertamente no lo era ahora, pero estaban juntos, y Loki pensó que esa era su manera de pelear contra eso.
—Ambos tuvimos suerte. Fuimos rescatados por gente buena. Y aquí estamos ahora.
Wanda asintió, antes de suspirar mientras agachaba la mirada—. Bueno, ya es más de medianoche —dijo antes de cerrar los ojos e inclinarse para soplar las dos velas frente a ella—. Všechno najlepšie k rođendan brat.
Loki siguió cada uno de sus movimientos. La sonrisa que cubría su rostro era algo que nunca antes había visto, tan pura, tan ligera, la sonrisa más hermosa que había visto en toda su vida.
—Lamento muchísimo haberme perdido tu fiesta de cumpleaños —soltó llamando su atención—. Pero tengo un regalo para ti.
—¿En serio? —no pudo evitar reír—. ¿Qué es?
—Yo.
Wanda rió, provocando que Loki imitara su acción, antes de inclinarse hacia ella, haciendo que sus frentes se posaran sobre la otra, mientras ambos cerraban los ojos.
—Te amo, brujita.
Murmuró en sus labios, haciendo que ella se inclinara para unir sus labios en un dulce beso.
Wanda pensó que no había mejor manera de acabar con su noche. Definitivamente no fue el mejor año de su vida, pero conocer a Loki fue suficiente para compensar todas las cosas malas que habían sucedido. Realmente nunca había sentido lo que sentía por él. No era sólo amor. Había estado enamorada antes y sabía que no era eso. Algo acerca de estar con él se sentía como estar en casa.
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No todo es peleas y sufrimiento por aquí.
Ahora, de vuelta a la programación regular...
-valeequi.
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