capítulo 6. el hechizo perfecto

El silencio era tan profundo que la pelirroja juró que podía oír la respiración de Stark a pesar de que este se hallaba al otro lado de la habitación, con los ojos fijos en una ventana desde la cual podía ver el cielo y lo había estado haciendo desde el momento en que llegaron allí, mientras los dos asgardianos simplemente permanecían sentados uno al lado del otro, incapaces de mirar al otro a los ojos ya que ambos estaban demasiado ocupados batallando con sus propios pensamientos. Ambos muy diferentes, cabe mencionar.

Un asgardiano luchaba contra la culpa, ya que sentía que todo lo que estaba ocurriendo era su culpa, y si se hubiera mantenido cerca de su hermano, si se hubiera asegurado de que este estaba bien, o al menos lo hubiera visitado, aunque sea una sola vez en los últimos años, nada de esto estaría pasando, nada de esto sería su culpa. Y el otro... El otro sabía a ciencia cierta que todo lo que estaba sucediendo era su culpa.

—Su mirada estaba tan vacía.

Soltó el hechicero mientras Natasha frotaba una de las tantas heridas que cubrían su cuerpo con una gasa, y a pesar de salir solo como un murmullo, Tony saltó ante la voz de su marido.

—La ira brotaba de cada una de sus palabras, pero no había nada en sus ojos —continuó, sin siquiera inmutarse ante el contacto de otra gasa cubierta de alcohol que Natasha frotó en otra herida abierta—. Simplemente nada.

Natasha suspiró, frotando la misma gasa una vez más—. Es que simplemente no tiene sentido —habló por primera vez, apenas pronunciando sus palabras—. Dijiste que ella sabía quién eras y aún así... ¿simplemente te atacó?

Stephen cerró sus ojos por primera vez después de haber estado mirando al techo durante más tiempo del que podía recordar, pero eso no logró brindarle consuelo, pues la imagen de los furiosos ojos rojos de su hija regresó a su mente.

—Y bien... ¿Qué significa eso? —la pelirroja continuó, entendiendo que nadie estaba dispuesto a hacerlo —¿Le lavaron el cerebro? ¿La controlan mentalmente? ¿La subyugaron químicamente?

—Prueba hechizada.

Escupió Stark en medio del profundo silencio, haciendo que uno de los asgardianos volviera la cabeza hacia el hombre parado en la esquina de la habitación de la misma manera que lo hizo Nat terminando de curar la última de las heridas de Strange.

Había tenido tiempo suficiente para pensar bien en todo lo sucedido: la magia fue lo que inició sus problemas meses atrás, por lo que la respuesta estaba frente a sus narices, o al menos eso pensaba, ya que lo único que necesitó fue ver el desconcierto cubrir sus rostros para darse cuenta de que él era el único que había llegado a lo que ahora pensaba era la conclusión más obvia.

—¿Qué? —una simple sonrisa cubrió su rostro—. En verdad no puedo ser el único que unió esas piezas, lo que creo que deberíamos preguntarnos ahora es cuánto tiempo más vamos a dejar que nos engañe antes de encerrarlo de una vez vez por todas —escupió Stark caminando hacia los asgardianos provocando que uno de ellos se levantara apresurado.

—Detente ahí, Stark —exigió Thor, apenas dejándolo terminar—. Loki está de nuestro lado. Nos advirtió de su llegada, nos ayudó a luchar contra esas criaturas, incluso nos ayudó a capturar a tu hija.

—Oh, ¿lo está? —Stark levantó las cejas—. ¿De verdad lo estás? —miró a Loki—. Porque él es el único que sabe exactamente lo qué está pasando con Wanda y cómo arreglarlo y ha decidido sentarse allí y no decir nada las últimas tres horas, ¿y qué? ¿Se supone que debemos creer que simplemente no puede?

—No puedo —reveló el dios de las travesuras, provocando que su hermano se volviera hacia él en un instante.

—Loki, basta de engaños —suplicó Thor—. Estoy tratando de ayudarte aquí.

—Estoy diciendo la verdad, hermano —Loki finalmente levantó la cabeza para mirarlo—. No puedo —sus ojos se volvieron luego hacia Stark—. Y tú tampoco... ni Mordo... ni nadie —sus palabras fueron suficientes para hacer que el resto frunciera el ceño—. La única persona que puede romper su hechizo... es ella.

Reveló Loki, haciendo que Natasha se levantara para mirarlo cruzando de brazos. La magia no era exactamente su fuerte, pero creía que había tenido suficiente experiencia con ella en la última década, lo suficiente como para saber que las palabras de Loki no sonaban creíbles: siempre había una manera.

—¿Qué quieres decir?

Loki suspiró—. Mordo le lanzó un hechizo paradójico: hizo que los mirara como sus enemigos, y luego le dijo la verdad... —se volvió hacia Tony—. Que la trajeron para arrebatarle sus poderes...

—Nosotros no le hicimos nada —se apresuró a aclarar Tony, con la misma firmeza que Stephen había usado más temprano.

Loki entrecerró los ojos, todavía le costaba creer que esa parte fuera del todo cierta, así que simplemente continuó—. También se aseguró de aclarar que nadie más que ella podría romper ese hechizo, y ahora ella los ve como sus enemigos, por lo tanto...

—Se convierte en un bucle sin fin —intervino finalmente Stephen, sentándose en la mesa en la que había estado recostado hasta entonces, captando la atención de todos.

—Un hechizo paradójico —afirmó Loki en un tono suave.

—El hechizo perfecto.

Stephen respondió y el asgardiano simplemente asintió, haciendo que el hecho de que su hija hubiera intentado matarlo horas atrás se volviera algo insignificante ahora.

—¿Y bien? ¿No podemos hacer nada y ya? —preguntó Natasha, todavía con de brazos cruzados.

—No —respondió Stephen sin más—. Es solo que... no es tan sencillo y... —sus ojos se posaron brevemente en Tony, de lo cual se arrepintió al instante, haciéndolo detenerse de un segundo a otro. Una mirada le bastó para percibir la preocupación en él—. Lo importante es que ya está con nosotros y... encontraremos la manera —hizo lo posible por dibujar una sonrisa en su rostro—. Quizá lo que necesitamos ahora es recordarle quién es ella.

Natasha asintió suavemente haciendo que Stephen exhalara aliviado, pensando que sus palabras habían logrado darles algún tipo de consuelo, tal vez incluso a Tony quien había perdido todo rastro de expresión de su rostro, causando que el hechicero se volviera hacia Loki, la única persona en el lugar que entendía exactamente la gravedad de la situación, pues a pesar de asegurarles que encontrarían una manera, simplemente no la había.

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Los ojos de Loki se abrieron de par en par al dar un paso dentro de la celda, haciendo que las puertas de vidrio se cerraran detrás de él, y no pudo evitar mirar hacia arriba para escanear cada detalle de esta, sintiendo un inmediato deja-vu y la ironía de la situación, al ser esta vez el que se hallaba al otro lado de la cápsula de contención que se encontraba en el centro de la celda, no como quince años atrás.

Sin embargo, los innumerables avances que parecía tener aquella prisión de cristal no tenían importancia para él, ya que lo único que sus ojos pudieron vislumbrar fue a la joven sentada en aquella banca de plástico anclada a uno de los muros de cristal, con la mirada fija en el suelo.

Dio un paso más hacia la cápsula de cristal, ya que no pudo sentir nada: ni un cosquilleo, ni un susurro, ni siquiera un toque, nada de lo que solía sentir las pocas veces que había dejado que la brujita leyera su mente, una cosa que estaba seguro ella intentaría hacer tan pronto como se acercara lo suficiente a ella, pero el desconcierto por aquello rápidamente fue reemplazado por otro al tomar ese paso, haciendo que sus ojos observaran las marcas en cada pared de la cápsula, algo que inmediatamente respondió a sus preguntas: runas.

Y eso sí logró impresionar al dios.

—Lamento que las cosas tuvieran que ser así —finalmente habló, casi en un susurro—. Lamento haberte mentido, brujita —continuó al Wanda permanecer inmóvil—. Ojalá las cosas pudieran haber sido diferentes, pero lo importante es que ya estás en casa. Estás a salvo. Y estarás bien.

—Me dijiste lo mismo meses atrás —respondió Wanda, levantando la cabeza—. ¿Qué vez se supone que debo creerte?

Loki suspiró—. Sé que tu mente está confundida en este momento...

—Es todo lo contrario en realidad —rió entre dientes—. Nunca había visto las cosas tan claras en mi vida como ahora —una sonrisa se dibujó en su rostro—. Solía ​​pensar que se preocupaban por mí. Incluso les creía cuando decían que me amaban, pero ahora sé que lo único que querían era controlarme y ahora que ya no pueden hacerlo más me encerraron mientras traman una manera de quitarme lo que me pertenece. De arrebatarme mis poderes.

—No. No crees eso ni por un segundo. Esas son sólo mentiras que él te metió en la cabeza, junto con un hechizo que te llenó de esta rabia, de este dolor, de este deseo de venganza que no es tuyo —gritó desesperado.

—Eso no es cierto —respondió ella, levantándose en un rápido movimiento que hizo que todos los guardias que rodeaban la cápsula levantaran sus armas no letales.

—Lo es, brujita —respondió, apenas inmutándose ante el movimiento repentino de los guardias—. Y en el fondo lo sabes. Sabes que te aman. Sabes que se preocupan por ti más que por nada en el mundo...

—No...

—Sí —escupió, dando otro paso más hacia la cápsula, sintiendo a los guardias apuntarles con sus armas—. Sabes exactamente quién eres: eres Wanda Stark. Eres la hija de un hechicero y un hombre volador de metal —Wanda fue quien se acercó al cristal esta vez—. Y eres la Bruja Escarlata. El mito. La portadora de magia más poderosa del planeta. Un ser que no está destinado a ser domado, controlado, y mucho menos por un midgardiano insignificante que no es lo suficientemente poderoso como para pelear su propia pelea, que te arrebató de tu hogar, tu familia y tu vida, y te llenó de mentiras para que lastimaras a las personas que te salvaron de pudrirte en un frío orfanato en ruinas en un país que está al borde de ser borrado del mapa por su guerra sin sentido, la misma guerra que mató a tus padres y hermano, ¡así que despierta de una vez!

La mandíbula de Wanda se apretó una vez que el tono del asgardiano comenzó a elevarse, pero justo cuando gritó la última palabra, sus puños –que habían estado cerrados todo ese tiempo– se abrieron revelando sus palmas de donde emergieron dos vagos rayos rojos que pronto se desvanecieron, un acción que demostró al asgardiano que sus palabras habían logrado llenar de ira a la brujita, tanta rabia que fue capaz de exhibir una escasa muestra de su magia incluso a través de las runas.

Simplemente no la suficiente para romper el hechizo.

—Eres como ellos —dijo Wanda, respirando temblorosamente—. Pero ya no dejaré que me manipules más. Ya no dejaré que me sigas mintiendo...

—Y no pienso hacerlo más —se apresuró a responder—. Por eso todo lo que te dije ahora no es más que la verdad —continuó mientras daba un paso más, parándose justo frente al cristal—. No quiero mentirte nunca más.

Wanda tragó sintiendo sus ojos posarse fijamente en los de ella, y a pesar de las runas o el cristal de tres pulgadas a prueba de balas que se interponía entre los dos, juró que pudo sentir los latidos de su corazón casi como si estuvieran sobre ella, algo que hizo que la ira, mezclada con una gran impotencia la consumiera provocando que simplemente girara para caminar lejos de él sin mirar atrás.

Loki suspiró, posando su mano sobre el cristal, siendo lo más cercano que podía a tocar su suave piel—. No me rendiré contigo, brujita. Te lo prometo.

Susurró, sin obtener respuesta de su parte, ni un movimiento, ni un suspiro, nada. Pero eso no lo iba a detener, no le había dicho nada más que la verdad y estaba dispuesto a hacer todo lo que hiciera falta para hacer que aquella pequeña y entusiasta Wanda que había conocido meses atrás volviera al cuerpo del monstruo que Mordo había creado.

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Tony sacudió suavemente el plato que sostenía en sus manos para deshacerse del exceso de agua antes de poner este en el lavavajillas y tomar otro del fregadero, mientras Stephen simplemente se hallaba sentado detrás de la barra, analizando cada movimiento de su marido.

—Has estado bastante callado desde que llegamos a casa —soltó Strange entre el silencio, mientras Tony ponía otro dentro del lavavajillas.

—Simplemente estoy batallando con la idea de que nuestra hija volvió después de siete meses y parece que no podemos estar felices por eso —respondió Tony, agarrando un vaso ahora, sin molestarse en mirarlo.

—Voy a hacer todo lo que esté en mis manos para ayudarla —Strange no dudó en responder.

—Sí —musitó Tony—. Te escuché antes.

Stephen dejó caer su cabeza, no sólo sabía que no había manera de engañar a Tony, sino que también sabía que ocultarle la verdad sólo le hacía pensar en lo peor, sólo lo preocupaba más: exactamente lo opuesto de lo que quería. Suspiró, antes de finalmente ponerse de pie y caminar hacia Tony, quien ni siquiera se molestó en levantar la mirada hasta que Stephen tomó sus manos al llegar a su lado, tomando una toalla para ayudarlo a secarlas.

—Lo siento, es sólo que... no quiero que te preocupes —musitó, luchando por mirarlo a los ojos. 

—He vivido preocupado durante los últimos meses y que me ocultes cosas solo lo empeora.

Strange suspiró—. Mi magia no es capaz de conjurar un hechizo paradójico, por lo tanto no sé una manera de romperlo, y puedo pensar en cientos de formas, pero al final, puede que sea tal como dijo Loki... y ella puede ser la única capaz de romperlo.

—Así que en verdad confiamos en él, ¿no? —Tony no pudo evitar jadear en busca de aire.

—Como dije antes: lo importante es que la tenemos de vuelta. Y que ella está bien. Y... encontraré una manera, lo prometo, ahora mismo sólo necesitamos...

Un repentino portazo hizo que Stephen se detuviera, al mismo tiempo que el sonido de unos pisotones acercándose a la cocina irrumpieron en medio del silencio, pero todo lo que Stephen pudo hacer fue parpadear antes de que la voz de Peter se hiciera escuchar—. ¡Papá! ¡Papá!

Tony se apartó de Stephen justo cuando Peter entró a la cocina, haciendo que ambos hombres posaran sus miradas sobre su hijo con total desconcierto.

—¿Por qué no me dijeron que Wanda había vuelto?

Escupió, haciendo que Tony se volviera a su marido quien tragó saliva volviendo su mirada a él por un instante antes de regresar a su hijo, quien los miraba con clara angustia que poco a poco se fue tornando en furia al no obtener respuesta de sus padres.

—¿Quien... quién te dijo? —cuestionó Tony, apenas siendo capaz de articular las palabras.

—El tío Bruce, pero, ¿por qué no responden mi pregunta? ¿Por qué no me lo dijeron? ¿Dónde está? ¿Dónde puedo...

—Peter, Peter —suplicó Stephen, interrumpiendo a su hijo mientras acortaba distancia con él—. Sentimos no haberte dicho, es solo que tu hermana no está bien en este momento y...

—No me importa, quiero verla.

—Eso no es posible.

—¿De qué hablas? —exclamó Peter sin poder creer lo que sus oídos escuchaban—. Es mi hermana y hace casi ocho meses que se la llevaron, quiero verla, quiero...

—Cariño —dijo Stephen en un suave tono, tomando a Peter por el rostro y provocando que se detuviera—. La persona que se llevó a tu hermana le puso un hechizo que perturbó su cabeza y ahora ella nos ve como sus enemigos, y le enseñó a usar magia también, así que ahora mismo ella es peligrosa y debemos mantenerla contenida hasta que encontremos una manera de romper con ese hechizo.

Stephen soltó el rostro de Peter llevando sus manos a sus hombros al terminar su explicación, observando como el chico batallaba con sus pensamientos, tanto que sus ojos se cristalizaron una vez que volvió su mirada a la de su padre.

—Sólo quiero verla —suplicó en un hilo de voz, mientras dos lágrimas brotaban de sus ojos—. Por favor.

Stephen se volvió hacia Tony, quien apretó su mandíbula en un intento por contener las lágrimas que ahora cubrían sus ojos, antes de volverse hacia su hijo—. Te prometemos que lo harás... pronto.

—¡No! —soltó Peter, apartándose bruscamente de su padre—. ¡Quiero verla ahora!

—Tu padre ya te dijo que eso no va a suceder —intervino Tony acortando distancia con ambos, con un tono firme a pesar de que una lágrima logró escapar de sus ojos.

—¡¿Pero por qué?! —levantó la voz—. Los últimos siete meses me he despertado todas las mañanas pensando que ella se había ido, que-que nunca la volvería a ver y ahora que regresó, no pensaban decirme nada y ahora no me dejan verla...

—Así es —lo cortó Tony en un tono duro—. No lo haremos —Peter frunció el ceño a su padre—. Porque en este momento, tu hermana no es quien crees que es, y no dudamos que ella podría lastimarte y no vamos a permitir que eso suceda. No te vamos a poner en riesgo, así que, hasta que hallemos una manera de curarla, no vas a verla y no vamos a discutir eso.

Peter apretó la mandíbula volviéndose hacía Stephen, quien siguió mirando a su hijo con la misma firmeza desde el momento en que había entrado en la habitación, haciéndole entender que no iba a hacerle cambiar de opinión esta vez, que no conseguiría ponerlo de su lado, así que el chico simplemente se volvió hacia Tony, regalándole una dura mirada antes de girarse y finalmente salir furioso de la cocina.

Tony exhaló con alivio al no tener más rastro de su hijo, causando que Stephen posara su mano sobre su brazo para acariciar este, sabiendo lo duro que fue para él haberle hablado de esa manera, haber sido tan duro cómo lo fue cuando sabía perfectamente lo mucho que había sufrido en todo ese tiempo, lo mucho que se había culpado de no haber podido protegerla como se los había prometido, pero aún lidiaban con la idea de que podían perder para siempre a uno de sus hijos y no estaban dispuestos a perder al otro.

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Las puertas de cristal se cerraron tan pronto como dio un paso dentro de la prisión de vidrio, haciendo que Peter se volviera un tanto sobresaltado antes de regresar su mirada al frente, mirando arriba, abajo y alrededor, analizando cada detalle con mucha más cautela que el asgardiano la noche anterior, ya que a pesar de haber vivido a sólo unos cuantos kilómetros del Complejo de los Vengadores durante los últimos siete años, él apenas conocía el edificio, y mucho menos las áreas de seguridad de alto nivel como en la que había puesto pie ahora, donde una gruesa jaula de cristal se hallaba al centro de otra jaula de cristal custodiada por una decena de agentes que permanecían inmóviles, con los ojos fijos sobre lo que contenía aquella impenetrable celda: su hermana.

Dio un tímido paso hacia el cristal al mismo tiempo que la joven giró su cuerpo para observar a su visitante más reciente, pero tan solo le bastó mirar al joven para incorporarse en la fría banca en la que hasta ese entonces había permanecido acostada, permitiendo que Peter finalmente la mirara bien: piel pálida, labios secos, ojeras, cabello desordenado que ahora parecía ser rojizo... Nada como el recuerdo que tenía de ella la última vez que la había visto, lo único que permanecía igual era ese par de esmeraldas que apenas y podía ver bajo ese par de hinchados párpados que ahora lo miraban de vuelta.

—No creía que te dejaran verme —dijo ella al permanecer él callado, simplemente observándola.

—N-No lo hicieron —respondió, con los ojos aún bien abiertos—. No saben que estoy aquí.

Reveló, causando que Wanda dibujara una sonrisa en su rostro que hizo que un escalofrío recorriera la columna de Peter, algo que su rostro le reveló a ella, él siempre había sido tan transparente como el cristal que se interponía entre ellos.

—¿Y por qué lo estás? —preguntó, finalmente levantándose para caminar más cerca de él—. ¿Papis no te advirtieron lo peligrosa que soy? —escupió en un tono sarcástico, lo que le hizo sentir a él una sensación desagradable en el estómago: quizá lucía y hablaba como su hermana, pero comenzaba a creerle a sus padres cuando le dijeron que ella ya no era quien él conocía.

—Sólo quería verte porque te extrañaba —musitó para tragar, mostrando su más que evidente angustia—. Te he extrañado todos los días durante los últimos siete meses —dio un tímido paso hacia ella—. Y no tienes idea de lo feliz que me sentí cuando escuché que habías vuelto –no pudo evitar sonreír—. Sólo desearía que las cosas pudieran ser diferentes. En verdad desearía poder abrazarte.

—Estás mejor lejos de mí, créeme —respondió ella, dando un paso atrás—. No soy la persona que conocías.

—Lo sé —asintió—. Papás me dijeron que ahora usas magia... debe ser muy genial —suspiró, todavía sonriendo, provocando que Wanda se diera cuenta que todavía le ocultaban cosas, tal como siempre lo hacían—. Yo tampoco soy la misma persona que era el año pasado —continuó al no obtener respuesta de su parte—. Pasaron muchas cosas estos meses y... —miró a su alrededor, sintiendo que su corazón comenzó a latir con más intensidad: nunca había dicho lo que estaba a punto de decir en voz alta—. Yo también tengo poderes ahora.

La castaña no pudo evitar fruncir ante la confesión del chico, confundida de cómo, cuándo o porqué aquello había sucedido, pues a pesar de verlo de manera diferente, una parte de ella aún podía ver a aquel pequeño que solía escabullirse a su habitación en el medio de la noche cuando estaba asustado.

—La verdad son increíbles —sonrió orgulloso—. Ojalá pudiera mostrártelos, pero sé que papás pronto encontrarán una manera de curarte para que puedas salir de aquí, para que puedas volver a casa, para que todo pueda volver a la normalidad...

Wanda rió entre dientes, haciendo que su sonrisa se desvaneciera un poco—. Volver a la normalidad —exclamó en tono burlón, solo confundiendo a Peter—. Nunca me dejarán salir de aquí, no importa cuánto conspiren, saben que no pueden vencerme así que me dejaran aquí encerrada por el resto de la vida porque nunca se arriesgarían a eso... porque no les importo.

—Eso no es cierto —respondió, apenas dejándola terminar—. Ellos se preocupan por ti porque eres su hija. Porque los vi. No hubo un minuto del día desde que te fuiste en el que no te estuvieran buscando, intentando traerte a casa, porque se preocupan por ti —dio otro paso más hacia el cristal—. Porque te aman.

—Eso no es cierto.

—Claro que lo hacen —escupió—. Porque son nuestros papás.

—¡No lo son! —levantó la voz—. Ellos no son nuestros padres. No nos aman. Ni siquiera les importamos. La única razón por la que nos adoptaron fue para poder lidiar con su culpa, para que ellos pudieran ser los héroes, los salvadores, los maravillosos hombres que salvaron a los pobres huérfanos, dos huérfanos que ahora mismo estarían con sus padres, su verdadera familia. Ellos son la razón por la que tus padres están muertos. Su arrogancia los hizo experimentar con cosas que se les escapaban de las manos y ahora tus padres están muertos, ¿y todo para qué? ¿Para crear armas? Armas para dominar a países pequeños como el mío que estaban en guerra porque su compañía decidió vender armas a las personas equivocadas hace treinta años, una guerra que terminó matando a mis padres y a mi verdadero hermano, así que que ellos nos acogieran no fue más que su forma desesperada de saldar todas sus deudas, los últimos trece años, tu vida entera no fue más que una mentira. No nos aman, nuestra familia perfecta no fue real, nada de lo que pasó fue real.

Escupió Wanda, con tanta rabia que el chico retrocedió sobresaltado, sintiendo sus ojos cristalizarse al escuchar a aquel monstruo en el cuerpo de su hermana decir aquellas cosas horrorosas, aquellas cosas que él sabía no eran más que mentiras.

—Eso no es cierto —finalmente se armó de valor para hablar—. Todo lo que pasó fue real. Lo sé porque lo recuerdo todo, como esa vez que extrañabas tanto a Pietro que papá te llevó hasta Sokovia en el medio de la noche para que pudieras visitar su tumba, o el hecho de los últimos ocho años hayamos vivido aquí a pesar de que papá quería que nos fuéramos lejos y todo porque no querías estar lejos de tía Nat, lo recuerdo todo... y sé tú también lo haces. Sé que es real porque conocerte es el primer recuerdo que tengo —bajó la cabeza en un intento de ocultar una sonrisa—. Estábamos todos en la zona de aterrizaje, el tío Rhodey me estaba cargando y tan pronto como el quinjet aterrizó me bajó y corrí hacia él, porque sabía que eso significaba que papás habían vuelto a casa, fue entonces que papás y tú salieron. Ni siquiera te vi, todo lo que hice fue correr hacia papá y él me cargó y me abrazó como si no me hubiera visto en meses, mientras tú te quedaste atrás, tomando de la mano a papá. Papá me bajó y fue entonces que te vi: asustada, nerviosa y un poco confundida, con un suéter rojo y botas muy sucias y aún así... me sonreíste y eso me hizo recordar lo que me habían dicho papás antes de irse, y que eras mi hermana...

—No puede ser.

La repentina voz de Wanda hizo que Peter volviera a levantar la cabeza solo para encontrarla terriblemente angustiada, con lágrimas cubriendo sus ojos y su corazón latiendo tan apresuradamente que todo su cuerpo temblaba.

—¿Qué he hecho? —musitó para sí misma—. ¿Qué he... Yo... —levantó la cabeza nuevamente encontrando los ojos de Peter—. Necesito salir de aquí —continuó mirando a todas partes—. Peter, tienes que ayudarme, necesito salir de aquí, papás están en peligro —explicó acercándose lo más que pudo al cristal—. Por favor, lo recuerdo. Ahora lo recuerdo. Me acuerdo de todo y necesito ayudarlos —Peter la miraba totalmente desconcertado, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas—. Por favor Peter —le suplicó—. La persona que me secuestró está viniendo, este siempre ha sido su plan y soy la única que puede detenerlo, ¡por favor, necesitas ayudarme, por favor!

Suplicó sollozando, pegando sus manos contra el cristal, solo haciendo que el corazón de Peter latiera aún más rápido que el de ella, no podía soportar ver a su hermana tan angustiada, nunca antes lo había hecho y lo único que quería era que se detuviera.

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Y mientras los dos jóvenes Stark-Strange luchaban con sus propias abrumadoras emociones, algunos niveles arriba de ellos, tres Vengadores y su antiguo enemigo luchaban con las suyas, adentrándose a su cuarta hora y volviendo una vez más a la misma conclusión, logrando que la pequeña pizca de esperanza que todavía tenía Stark incluso después de lo que su marido le había dicho la noche anterior, comenzara a esfumarse.

Todo aquello a la vez las puertas metálicas del ascensor que conducía a los pisos inferiores se abrió, permitiendo a Natasha Romanoff caminar fuera de este con la cabeza en alto, aferrándose con más fuerza al pequeño dulce envuelto en una envoltura naranja que llevaba escondido en su mano izquierda, el que sabía era el favorito de Wanda, aún podía recordar la cara que puso la primera vez que lo probó.

Sin embargo, todo lo que bastó para que borrara la sonrisa que se había dibujado en su rostro ante aquel recuerdo, fue girar a la derecha después de caminar por el largo pasillo, dándose cuenta de que la peculiar tranquilidad que percibía en ese momento se debía a algo en particular, la misma razón por la que se encontró sola en el lugar donde se suponía que se hallaban más de una decena de agentes.

—Me estás j...

Ni siquiera tuvo que dar un paso hacia la plataforma metálica que separaba la celda de cristal del lugar, tan solo le bastó con mirar la entrada vacía en donde se suponía que agentes de seguridad custodiaban el acceso, algo que le había parecido una exageración de parte de Stephen pero que ahora se daba cuenta no había sido suficiente.

—Tony, Wanda se ha ido.

La voz de Natasha irrumpió a través del sistema de comunicaciones directamente en la sala de conferencias donde los cuatro hombres habían pasado las últimas horas, haciendo que Tony corriera hacia el borde de la mesa para activar la suya, con un repentino ceño fruncido.

—¿Qué quieres decir con que se ha ido? —preguntó apresurado.

—No está en su celda.

—No, eso es imposible, nos alertarían de una brecha, además, hay al menos veinte agentes en ese piso, nos dirían si algo...

—Tony, no hay nadie aquí.

—No, es imposible, la única manera de que las alarmas no se disparen es si alguien...

Se detuvo, volviéndose en un instante hacia el hombre que permanecía sentado detrás de él, quien lo miró con el mismo desconcierto y en cuanto sus miradas se encontraron, ambos palidecieron al saber que ambos estaban pensando exactamente lo mismo, y sin perder un solo segundo, Stephen se puso de pie en un abrir y cerrar de ojos justo al momento en que la alarma de todo el edificio se disparó.

Y fue entonces que supo que no solo debía asimilar la idea de que uno de sus hijos estaba en peligro, sino que ahora ambos lo estaban.

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¿Mordo tendrá razón? ¿No se atreverían a lastimar a su hija, incluso si esa fuera la única forma de salvar a su hijo?

Créditos a @wandasmercy en Instagram.

-valeequi.

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