II
Loki se integró a la familia a finales del verano, tiempo propicio para instruirlo y darle responsabilidades en la casa antes de que la escuela empezara. No hablaba mucho con Hela, ella era severa y actuaba más como una maestra, sin adornos cariñosos de lo que sería una madre. Siempre pendiente de lo que hacía, pidiéndole que limpiara bien la mesa o que revisara el fuego del horno cada tanto. Loki tenía experiencia, en la antigua casa, antes del orfanato, había sido tratado como criado, pero Hela tenía la necesidad de vigilar cada uno de sus movimientos, como si esperara por el momento en el que pudiera confirmar que había sido un error aceptarlo. Aun así, Loki se esforzaba, quería demostrar que no sería ninguna carga para ellos.
Con Thor era otra cosa. Después de varias travesuras que le hizo al rubio, como servirle té con sal —Thor se carcajeó por la buena broma. Hela lo recriminó como si hubiera intentado envenenarlo—, esconderse en la paja y asustarlo, y entre otras, Loki dio por perdonado al mayor, entendiendo también que engañarlo en un principio lo hizo con la buena fe de conservarlo. Había tenido razón, los dos se iban a llevar muy bien. Jugando más que trabajar en la granja, montado los caballos cuando Thor los cepillaba, alimentando las gallinas como si de una tarea de los dioses se tratara. El mundo sonreía con él. Bueno, o eso se podría suponer.
— ¿Qué es tan divertido? —Fandral, un niño de doce años que trabajaba en la granja por ciertas monedas, se sentía amenazado por la adquisición de los hermanos Odison.
El azabache, feliz mientras leía un libro, tuvo que levantarse del bulto de paja que le servía de colchón para que el rubio pudiese completar su tarea de juntarlo con el otro montón. Con el tomo bajo el brazo, se hizo a un lado y sacudió sus pantalones nuevos, confeccionados por Hela con una tela oscura que tenía guardada. Portaba una camisa de manga larga que le había pertenecido a Thor en su adolescencia y que, fajada, le daba un aire gracioso y principesco. Ropa provisional, ya que ese mismo día Thor salió a la ciudad con las tallas de Loki para conseguirle un atuendo apropiado e impoluto de uso diario, además de zapatos nuevos y botas que no estuvieran apretadas.
— Este libro —dijo Loki, tan relajado como nunca antes se le había visto—. Llevaba tiempo releyendo los mismos, este lo encontré en la casa y me alegra leer cosas nuevas.
— No creo que haya mucha diversión en eso.
— Entonces nunca has leído un libro —se indignó de que alguien osase decir eso.
Listo para defender su pasión, el silencio seguido le indicó una decantación lejos de una simple opinión.
— ¿No sabes leer? —inquirió Loki, ahora con el libro contra el pecho y el corazón encogido por su desconsideración.
— Si supiera leer y escribir no estaría aquí trabajando —dijo Fandral, dejando el rastrillo con el que maniobraba a un lado.
Esto bastó para que Loki intentara resarcir la tensión entre ellos. Buscó algo filoso, fue a la pared del granero en donde empezó a grabar en la madera todo el abecedario. Le enseñó a Fandral qué letras componían su nombre y después hizo lo mismo con el suyo. Sus dos nombres quedaron grabados en un tablón.
Fandral dejó de estar tan malhumorado cuando Loki se tomó su tiempo para enseñarle. Este último había conseguido su primer amigo.
Más tarde, el azabache entró corriendo a la casa, con un tema de conversación que quizá podría agradar a Hela. No obstante, la mayor tenía una visita. Al detenerse en la puerta, agitado por la carrera, poco se dio cuenta de que su cabello estaba en desorden y las ropas con una que otra brizna de paja adheridas. Desde que sus miradas se cruzaron supo que estaba condenado a ser juzgado.
— No hay duda de que no te eligieron por tu aspecto —el hombre calvo y algo regordete fue enfático al hacérselo saber a Loki—. Este niño es terriblemente flaco y feo, Hela, ¿de verdad van a conservarlo?
Gran ignominia no merecía menos. Rojo de ira, Loki fue a plantarse frente al señor de sonrisa aceitosa y sibilina.
— ¿Cómo se atreve a llamarme flaco y feo? ¡Usted es maleducado y un ser sin sentimientos!
— ¡Loki! —regañó Hela.
El señor Skurge buscó en la mirada de la mujer con indignación. Jamás había esperado que un niño reaccionara así, ni tampoco Hela, pero ésta ya había aprendido que Loki era una caja de sorpresas.
— ¿Cómo se atreve a decir tales cosas sobre mí? —prosiguió Loki— ¿Le gustaría que le dijeran que usted es gordo y torpe, sin ningún pelo en la cabeza? ¡No me importa si hiero sus sentimientos al decirlo! Espero así sea.
Entonces, dicho lo dicho, el menor corrió escaleras arriba, provocando que Hela viera en él a un futuro actor, pues jamás en su vida había presenciado tanto drama, además, de tanta verdad.
— Nunca había visto un carácter semejante —declaró el hombre—. No envidio la tarea de criar eso.
— No debiste hablar así, Skurge —Hela se retomó severa.
— ¿Estás defendiéndolo?
— Claro que no, pero no estabas en la posición de decírselo. A él no le han enseñado lo que está bien o no, debemos ser indulgentes.
Sin tener el derecho, Skurge sintió una falta de respeto hacia su persona.
— Bien, ya veo que los delicados sentimientos de un huérfano, criado quien sabe dónde, deben considerarse antes que los míos. Buenas tardes, Hela, espero vaya a visitarme cuando guste, porque no espere venga yo de nuevo a esta casa.
Y se marchó, dejando a la presente con un agrio sabor de boca. Criar a un niño conllevaba más de lo que hubiera deseado, y por el momento, una tarea tediosa. Lo único agradable era mandarle y decirle cómo hacer las cosas, disfrutar de él haciéndolo bien, sin embargo, si se salía de control, no quería tomar la responsabilidad de corregir, no quería poner mano dura sobre él.
Tuvo que subir a encontrar a Loki en su habitación.
— Eso fue irrespetuoso. El señor Skurge es mi amigo y el carnicero del pueblo, ¿puedes pensar en la fama que te creará al dispersar lo dicho a todo aquel que le vaya a comprar? Dirán que eres un niño malcriado y grotesco, ¿eso quieres?
— Que digan lo que quieran, ya me han lastimado lo suficiente —repuso con la voz apagada en la almohada que le cubría la cabeza.
— Tienes que ir a disculparte —exigió Hela, sin ninguna intención de consolarlo. El muchacho tarde o temprano tendría que aprender a lidiar con ese tipo de personas, y hacerse fuerte en el proceso sin perder los valores que ella ya veía en él pero que igual intentaba reforzar.
— No lo haré.
— En ese caso no saldrás de tu habitación hasta que tengas lista una disculpa para el señor Skurge.
— Bien, supongo tendré que quedarme aquí para siempre.
No iba a disculparse, iba en contra de sus principios. Él merecía una disculpa, no ese calvo y grosero señor. Tenían que comprenderlo, jamás podría llegar frente a su presencia a pedir su perdón, primero preferiría seguir insultándolo a rendirse. Hela no iba a entenderlo, los adultos siempre tienen la razón, los niños no. Oh, esas ideas eran tan erróneas, que en cuanto más lo pensaba, Loki más se sentía impotente y enojado. No iba a dar disculpas, punto.
Cuando Thor llegó de la ciudad, Hela lo puso al tanto de lo sucedido.
— Ha hecho bien, alguien tenía que decírselo a Skurge; eso le pasa por fisgón y entrometido.
— Thor Odison, no puedo creer que digas eso. Con esa actitud harás que, efectivamente, Loki se convierta en un niño malcriado. No deberías apoyar sus insolencias.
— Bueno, no —aclaró—. Castigarlo está bien, pero procura no ser dura con él. Le vas... le vas a dar algo de cenar, ¿verdad?
— ¿Desde cuándo piensas que puedo matar de hambre a alguien para que se porte bien? —fue su turno de indignarse—. Ten, llévale la comida, y de paso hablas con él. Desde que Loki llegó tengo la impresión de que voy a envejecer antes de tiempo.
Thor tomó la bandeja y rió, encaminándose por las escaleras, mirando antes de subir la caja en la traía la ropa nueva de Loki y en la que lo quería ver enfundado. Tendría que esperar a que el menor cumpliera el castigo para poder dársela, y esperaba fuera pronto porque ya lo quería ver bien vestido y con el lindo chaleco de lana que veía usaría Loki para ir a la escuela cuando las clases retornaran.
Sea cual sea la conversación que Thor tuvo con Loki, la siguiente mañana Hela se llevó la sorpresa de verlo salir de su encierro decidido a disculparse. Su castigo se estaba torciendo, el niño no debía porqué estar tan radiante y ligero.
— No sé qué le hayas metido a la cabeza, Thor, pero si hace alguna desfachatez frente a Skurge te juro que al volver te castigaré a ti también.
Thor la despidió en la mesa con una sonrisa mientras se zampaba alegremente una rodaja de pan con mermelada.
El azabache caminaba demasiado aprisa que Hela tuvo que estar insistiendo en que le esperara ya que era la única que le podía indicar donde residía el señor Skurge. Al llegar, a este último lo encontraron a un lado de su casa, regando las flores. Hela no pudo observar de inmediato la expresión afligida que Loki puso cuando de un periquete se puso de rodillas frente al carnicero.
— Nunca podré expresar toda mi pena, no, ni aunque usara todo el diccionario —imploró Loki, y Hela casi suelta la primera carcajada en años. Estaba claro, el niño recurrió a su espíritu teatral para salirse de esa. Si tonto no era, ese muchacho nació para embaucador, un completo manipulador—. Soy un niño muy malo e ingrato, merezco ser castigado. Usted solo dijo nada más que la verdad y estuvo mal que me enojara. Soy flaco y feo, yo mismo lo reconozco. Lo que yo le dije a usted también era verdad, pero no debí haberlo dicho. Perdóneme, se lo suplico, de otra forma no sé cómo hallaré la paz.
Skurge, que no era tan perspicaz, no vio nada del engaño. Ese modo de disculpa le sentó tan bien que Loki dejó de parecerle un niño grotesco y tomó sus acciones como lo que eran: la equivocación de cualquier ser humano.
— Levántate, niño, por supuesto que te perdono. Después de todo, soy alguien muy franco, que aunque es bueno, muchos otros lo consideran como algo duro. Igual yo te pido una disculpa.
Antes de que Loki pudiera actuar la dicha de ser eximido de su pecado, Hela jaló al niño para que se parase y lo mandó a recolectar palitos o piedras, o cualquier cosa que haría un niño promedio en la localidad boscosa y de praderas que los rodeaba.
— Menudo niño, eh.
— Espero no me hayas malinterpretado ayer. Entiende que este muchacho es ahora una prioridad, Thor y yo hacemos cuanto podemos para que tenga una vida normal.
Y tras conversar un poco con su amigo, retornó con Loki, quien cargaba un ramo de lilas que había ido a recolectar. Creyó que eso fue algo muy de niñas, pero igual no le dijo nada, debido a que seguía disfrutando por dentro al recordar la actuación de este. No olvidó hablar con él poco antes de llegar a la casa.
— ¿Te hemos enseñado que está bien mentir?
— No, sé que está mal. Pero Thor apoyó mi idea de que no debía dar disculpas si no las sentía. Y no quería ser castigado cuando sé que el señor Skurge debía ser el primero en disculparse. Además, se vio encantado de que lo hiciera, no veo dónde está el problema. Recibí un perdón de su parte y ya no tengo nada en contra suyo. Prácticamente cumplí con lo que debía.
Hela no supo cómo responder a ese razonamiento. Pensándolo bien, su actitud no se encontraba ajena, pero dudada que inculcar el engaño como tal fuera correcto para un niño, así que dijo:
— Bueno, siempre y cuando recuerdes que debes ser honesto con lo que sientes.
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