CAPÍTULO 23
LOGAN
Los días habían pasado demasiado rápido y había llegado el momento en que nuestro plan se pondría en marcha; durante estos días, Ivy y yo habíamos entrenado sin descanso y tenía que aceptar que ella había demostrado ser muy buena para esto.
Ivy era ágil y veloz; compensaba su falta de fuerza con otras habilidades que la convertían en una oponente formidable; ahora ya no caía fácilmente e incluso llegaba a dificultarme mucho las cosas cada vez que peleábamos; además, su puntería había mejorado mucho y se podría decir que era casi perfecta.
Había sido duro con ella y aunque nunca escuché una queja de su parte, si fui testigo de hematomas y heridas que manchaban su pálida piel; fueron horas y horas de arduo entrenamiento, la vi caer, la vi sangrar y cerrar los ojos en un intento de mitigar el dolor, pero al final, todo ese esfuerzo valió la pena, y no solo porque ahora ya sabía defenderse, sino porque al aprender todo lo que yo le había enseñado, dejó de sentirse como una víctima y empezó a verse a si misma como lo que en realidad era...
"Un peligro para sus enemigos"
Sin embargo, no todo había mejorado, porque, aunque Ivy se esforzaba por aparentar que se sentía bien, las pesadillas que la despertaban por la noche seguían presentes y podíamos escucharla caminar por el apartamento sin poder volver a dormirse.
Cada noche era lo mismo; Ivy conseguía dormir un par de horas y luego despertaba sobresaltada; algunas veces escuchaba a Enzo hablar con ella en la madrugada en un intento de disipar los recuerdos de su mente y otras noches cuando yo tampoco podía dormir, ambos nos quedábamos en la terraza en silencio o conversando de algún tema muy lejano a nuestros pensamientos.
Hasta cierto punto, podía entender a Ivy, porque al igual que ella, tenía mis propios demonios atormentándome; podía comprender lo mucho que le costaba conciliar el sueño porque a mi me ocurría lo mismo, pero durante el día era preferible mostrarse fuerte e impasible; durante el día era mejor no mostrar cuanto era que nuestros recuerdos nos afectaban.
Así que, si bien parte de Ivy seguía herida por todo lo que había tenido que vivir, la parte de ella que sentía rabia e ira, se había fortalecido convirtiéndola en la persona que, en mi opinión, siempre debió ser.
Ella había dejado de lado todo el miedo y la culpa, reemplazándolos por una sed de venganza que yo conocía a la perfección y aunque Enzo no estaba cien por ciento de acuerdo con este cambio, tampoco había puesto ninguna objeción, porque, así como yo, él sabía que, si Ivy quería sobrevivir, no podían existir dudas y que tendría que hacer cosas de las que no habría marcha atrás.
Pero ella no era como yo, eso lo había dejado claro; porque a pesar de todo lo que había vivido y de la sangre en sus manos, ella seguía viendo el mundo de una forma en la que yo nunca había podido verlo y aunque nunca lo admitiría en voz alta, eso era lo que más llamaba mi atención; esa luz en sus ojos aun cuando todo a su alrededor no era más que oscuridad.
Aunque por momentos, especialmente después de una de sus pesadillas, sus ojos se oscurecían con tristeza y un destello de dolor recorría su rostro; pero pronto su estado de ánimo volvía a cambiar convirtiendo su expresión en alegría, rabia o locura.
Ya me había acostumbrado a sus repentinos cambios de humor y a sus explosiones de ira, alegría o tristeza e incluso Ivy había conseguido sacarme una que otra risa con sus comentarios y gestos; pero tenía que aceptar que seguirle el paso era realmente difícil, pero como a mí, el disparar, lanzar cuchillos y golpear cosas la ayudaba mucho a mantenerse en calma, lo cual era positivo para los dos.
Durante estos días casi no habíamos discutido e inclusive se podría decir que comenzábamos a llevarnos relativamente bien; Ivy era una explosión de emociones y si algo la caracterizaba era la euforia, aunque no siempre eso era algo bueno, porque parte de esa euforia iba acompañada de una gran impulsividad que tarde o temprano la metería en problemas, aunque yo no era quien para hablar de impulsividad, porque esa característica también se me podría atribuir y en cuanto a los problemas, sin lugar a dudas eran parte de mi vida y no dejarían de serlo nunca.
- ¿Ya todo está listo? – pregunté cuando Enzo se acercó
- Mmm... casi – respondió y fruncí el ceño
- ¿Qué significa eso? – cuestioné molesto
- Bueno... pues...
- ¡Habla! – ordené al ver que no decía nada
- Todo ya está listo, pero... cualquier cosa podría salir mal...
- ¿Con todo te refieres a...?
- Nuestros hombres infiltrados, listo; control sobre la vigilancia externa, listo...
- ¿Y Ivy? – pregunté interrumpiéndolo
- Está terminando de arreglarse; pero ya conoce todo sobre el lugar y sobre los Mcklagen, así que, en mi opinión, está bien preparada.
- Como dijiste, cualquier cosa podría salir mal...
- Sabrá enfrentar lo que venga
- ¿Tan seguro estás?
- La has entrenado bien, además, es tan testaruda como tú, así que es poco probable que alguien consiga detenerla
- Eso sí, es obstinada y difícil...
- ¿Me parece o hablan sobre mí? – escuchamos y ambos nos giramos hacia ella
Ivy usaba un vestido corto y brillante que se pegaba por completo a su figura; su cabello estaba recogido en una cola alta que le brindaba un aire más maduro y en el momento en que giró, pude notar el profundo escote que adornaba su espalda. No quedaba rastro de aquella chica desaliñada que había conocido en el psiquiátrico, pero esa mirada penetrante e inquisidora que llamó mi atención al conocernos, si que seguía presente y tal vez era su rasgo más distintivo, aunque algo que había comenzado a interesarme, también era su sonrisa y la forma como todo en ella adquiría cierto brillo cada vez que las comisuras de sus labios se elevaban.
Mucho en ella había cambiado en la última semana y aun no estaba completamente seguro si eso era bueno o malo, pero solo el tiempo podría decirlo; en los últimos días, la había visto sonreír con más frecuencia, especialmente cuando lograba darme algún golpe y, a decir verdad, su alegría era contagiosa.
- ¿Y...? ¿Qué les parece? – preguntó sonriéndonos
- ¡Espectacular! – exclamó Enzo logrando que su sonrisa se hiciera más grande
- ¿Y tú que opinas? – preguntó mirándome y honestamente me había dejado sin palabras
- Te ves bien – dije al fin y su mirada se agudizó
- ¿Solo bien? – cuestionó y Enzo dio un gran suspiro mirándome como si acabara de cometer un gran error
- Te ves muy bien – volví a decir y ella rodó los ojos
- Iré a ver si el auto que te llevará está listo – dijo Enzo y después de besar la mejilla de Ivy, salió del apartamento, no sin antes dirigirme una mirada como exigiendo que dijera algo más
- ¿Estás enojada? – pregunté al ver que se alejaba
- ¡No! – exclamó, aunque su mirada decía todo lo contrario
- Pareces enojada
- A veces eres un verdadero idiota
- Como dije, enojada
- ¡Muy idiota!
- Te veías mejor en silencio – dije y automáticamente su mirada de odio se intensificó
- Tu nunca te ves mejor
- Agresiva, bonito toque
- ¿Por qué eres así? – cuestionó
- ¿A que te refieres?
- Estoy a punto de ir y arriesgar mi vida, al menos podrías intentar ser un poco más amable
- Nadie te obligó a ir y yo no soy amable – respondí y contra todo pronóstico, ella rio
- Tienes razón, soy una idiota por pensar que podrías serlo – Ivy suspiró y por alguna extraña razón, sujeté su brazo impidiendo que se marchara
- Te ves hermosa – solté de pronto captando su atención
- ¿Qué? – murmuró confundida
- Muy bella – añadí mirándola fijamente a los ojos y creí distinguir un leve sonrojo teñir sus mejillas
- Gracias – susurró sonriendo
- Querías que fuera amable – dije restándole importancia a mis palabras – Es un intento
- Un buen intento – respondió y sin poder evitarlo, también sonreí
Tal vez era el hecho de pasar tanto tiempo con ella cada día o quizá algo estaba cambiando en mi interior, pero toda la brusquedad y la ira que antes formaba parte de cada segundo de cada día de mi vida, ahora se sentía menos pesado y de cierta forma, me sentía mucho mejor que antes; aunque esa nueva sensación también me preocupaba, porque en este trabajo, sentir, era un problema y uno del que precisamente ahora no podía hacerme cargo.
- Bueno, es suficiente – anuncié apartándome, pero Ivy continuó siguiendo mis movimientos con la mirada
- ¿Por qué siempre estas a la defensiva? – cuestionó
- No estoy a la defensiva – contrataqué
- Por supuesto que sí – afirmó y la miré con dureza – Lo sé porque yo también suelo estarlo
- No estoy a la defensiva, simplemente es mi forma de ser
- No puedo creer eso
- Si quieres o no creerlo, es tu problema
- Logan... - murmuró, pero antes de que pudiera continuar con lo que quería decir, la puerta se abrió revelándonos a Enzo que parecía estar revisando algo en su celular
- Parece que los Mcklagen aun no han llegado a la fiesta, pero me avisaran en el preciso momento en que lleguen al lugar... - Enzo levantó la cabeza en ese momento y nos miró a ambos realmente confundido.
Enzo me conocía muy bien, así que por mi expresión y mi comportamiento el tenía más que claro que algo había sucedido; además, por alguna extraña razón, Enzo se había vuelto muy cercano a Ivy, así que al verla a ella, notó de inmediato que había interrumpido lo que sea que estaba pasando, pero justo ahora lo que menos necesitábamos era un interrogatorio o una discusión, así que carraspeé rompiendo el silencio y me acerqué a Enzo para preguntarle que había sucedido con el auto y solo hizo basta eso para que las cosas volvieran a la normalidad.
- Espera en el auto hasta que te demos la señal y después sigue el plan ¿ok? – preguntó Enzo y Ivy asintió
- No tienes por qué preocuparte tanto, todo saldrá bien – respondió con una sonrisa que consiguió tranquilizar a Enzo, pero no logró hacer lo mismo por mi
Conocía perfectamente a los Mcklagen y si ellos llegaban a descubrirla, las cosas se pondrían realmente feas y ese era un riesgo muy alto que por más que Ivy aseguraba entender, honestamente era imposible que lo hiciera.
Los Mcklagen eran verdaderamente peligrosos, en especial para alguien como ella y por más que ahora Alexis Mcklagen se encontrara fuera de la ecuación, el peligro seguía ahí; aunque quien más me preocupaba era Peter Mcklagen, el mayor de los tres, porque conocía de primera mano las técnicas que utilizaba para torturar a quienes le estorbaban y en contraste con sus hermanos, Peter estaba dispuesto a cualquier cosa por obtener lo que quería y no le importaba destruir a quien estuviera en su camino con tal de obtenerlo; en eso nosotros éramos similares y ese era el problema; porque si Peter Mcklagen llegaba a sentir la mínima sospecha, Ivy estaría perdida y aunque eso no debía de importarme, la verdad era que si lo hacía.
- Bueno... debo irme – murmuró y solo entonces reaccioné
- Ten cuidado y has lo que sea necesario – respondí y ella asintió siguiendo a Enzo hasta el auto
Nosotros esperaríamos en el apartamento, conectados directamente con nuestros hombres en el lugar y podríamos verlo todo, aunque si algo llegaba a ocurrir, no podríamos hacer nada y eso era una mierda.
Una vez que Enzo regresó terminamos de acomodar todo sobre la mesa y esperamos en silencio hasta que recibimos el aviso de que los Mcklagen ya se encontraban dentro del lugar e inmediatamente transmitimos el mensaje a Ivy dándole el visto bueno para que pudiera ingresar.
Algunos de nuestros hombres custodiaban los alrededores del club Allegiant y estaban preparados para absolutamente todo; otro grupo se encontraba cuidando el edificio donde nosotros nos encontrábamos y en caso de ser necesario, teníamos todo preparado para salir de este lugar y volver a desaparecer, pero francamente esperaba no tener que llegar a eso.
- ¿Podrías dejar de moverte? – cuestionó Enzo sacándome de mis pensamientos y lo miré confundido - ¡Ella te preocupa! – exclamó de pronto y la expresión de confusión de mi rostro cambió abruptamente por una de desagrado.
- ¡¿Te volviste loco?! – pregunté alterado
- Ella te importa – repitió y rodee los ojos
- No me importa
- No es malo que te preocupes por ella; en realidad, me parece excelente
- ¡Quieres callarte! – grité sintiendo la vena de mi cuello palpitar
- ¿Cuál es el problema?
- No hay problema, solo ves cosas donde no las hay
- Entre los dos solo hay uno que no ve las cosas con claridad – refutó consiguiendo que mi mal humor empeorara
- Solo cállate – pedí haciendo uso de la poca paciencia que me quedaba
- ¡No! – exclamó sorprendiéndome – No voy a quedarme callado y dejar que mandes todo a la mierda; no es malo que ella te importe o que te interese su seguridad; ¡no es malo que te intereses por alguien más que no eres tú mismo!
- Realmente me conmueves – respondí con desdén – pero por si no te has dado cuenta, no tenemos tiempo para toda esta charla emotiva, así que agéndala para otro día
- Eres un idiota
- Dime algo nuevo
- Por más que lo niegues, sabes que tengo razón – dijo y con eso dimos por terminada nuestra conversación regresando al silencio absoluto
Las palabras de Enzo se repetían en mi cabeza y francamente no sabía que pensar; era cierto que la seguridad de Ivy me importaba, lo cual de por si ya era un problema, porque la verdad era que yo no podía preocuparme por nadie y mucho menos por esa loca chica que estaba igual o más dañada que yo; pero la verdad era que ella había comenzado a importarme y eso me colocaba en una posición en la cual no quería estar.
Nunca antes había experimentado algo como esto y no tenía idea como proceder, pero algo me decía que tenía que tomar distancia antes de que fuera demasiado tarde, porque francamente Ivy era como una tormenta a punto de convertirse en un huracán y lo que menos necesitaba ahora era un maldito huracán que arrasara con todo lo que tanto me costó levantar; pero por más loco que se escuchara, cada vez me sentía más atraído hacia ese caótico huracán y realmente deseaba llegar hasta el centro de todo ese caos.
La forma como se enfrentaba a mí sin retroceder ni inmutarse; la forma mordaz con la que me respondía y como en solo un instante podía cambiar de una actitud agresiva a una dulce; la forma como sus ojos parecían brillar y luego oscurecerse me resultaba sumamente fascinante, pero lo que más me atraía era esa locura suya que parecía ir tan bien con la mía.
Ella había despertado algo en mí que creía extinto, pero por más que esa sensación cálida en el pecho fuera agradable, tenía que obligarla a morir; porque en la vida que había elegido, que alguien te importara, era el peor error que podías cometer.
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