CAPÍTULO 1

Odiaba este lugar, todo era un verdadero asco; el personal no se cansaba de sonreír y eso me provocaba ganas de vomitar; todos trataban de aparentar que eran felices, aunque era más que obvio lo miserables que se sentían y cuanto detestaban trabajar en un lugar como este, aunque...

¿Quién podía culparlos?

Esta cárcel era como estar en el infierno; aunque tenía que retractarme, el infierno sin duda sería más agradable; por lo menos allí me divertiría un poco más; no tenía muy claro cómo debería de llamar a este pintoresco lugar; ¿Hospital mental? ¿Hospital psiquiátrico judicial? ¿Cárcel? O como me había dicho una enfermera, mi nuevo Hogar; pero no me quedaría para averiguarlo.

Llevaba dos semanas encerrado, en completo aislamiento, mientras me administraban la medicación a la fuerza; pero ahora por fin me encontraba en la habitación que ocuparía durante mi estadía en este lugar, la cual, de acuerdo a los médicos, era por tiempo indefinido.

De acuerdo a lo que me habían dicho, este centro era especial para personas como yo y no se referían solo a mi trastorno, sino a mi extremadamente peligrosa conducta; ya que este centro, además de ser un psiquiátrico, era una prisión que encerraba a lo peor que esta sociedad tenía para ofrecer y yo encajaba a la perfección con ese perfil.

Eché la cabeza hacia atrás con frustración; realmente odiaba estar aquí; odiaba que quisieran mandarme a terapia, como si eso pudiera resolver todos los problemas, odiaba la medicación que lo único que conseguía era mantenerme dopado para que no causara problemas; detestaba estar encerrado y odiaba que quisieran controlarme como si fuera un maldito títere al que podían manejar a su antojo; pero no tenía más opción que ceder y fingir que aceptaba todas sus medidas, por lo menos si pensaban que estaba colaborando, me dejarían en paz para que pudiera planear a gusto como iba a escapar de esta prisión.

Lo primero que necesitaba era controlar a los guardias de este lugar, o por lo menos a los suficientes para que mi estadía no fuera tan detestable y para eso, necesitaba dinero, mucho dinero, el cual, si poseía, pero para acceder a él, necesitaba hacer un par de llamadas, lo cual generaba un nuevo problema; ¿De dónde rayos iba a sacar un celular?

Tendría que robarlo de algún médico, ya que los guardias no me dejarían acercarme lo suficiente; pero todos en este lugar conocían de lo que yo era capaz, así que estaba jodido, ninguno bajaría la guardia en mi presencia y me sería verdaderamente difícil conseguir lo que necesitaba; al menos que yo no fuera el que lo consiguiera.

Mi cerebro estaba trabajando en un plan y si en algo era bueno, era en hacer planes para conseguir justo que quería; por el momento no contaba con casi nada; cuando llegué a este lugar me dieron dos trajes azules completamente deprimentes y un pequeño kit de aseo personal que solo contaba con lo básico, así que no tenía nada para intercambiar ni nada para defenderme; pero no necesitaba nada de eso, conmigo era más que suficiente para mantenerlos a todos a raya; después de todo, siempre me habían dicho que yo era un monstruo y en este lugar, tendría que ser el peor para sobrevivir.

Tocaron la puerta y uno de los guardias llegó para llevarme a Dios sabe dónde; respiré tratando de comportarme y sin poner resistencia, dejé que me sacara de la habitación y me guiara a través de los largos y oscuros pasillos que destacaban en este hospital; hasta que al final nos detuvimos frente a una puerta gris, la cual no tardó en abrirse; así que sin más demora entré a la habitación y tomé asiento.

-        Es un gusto conocerte – dijo una mujer algo vieja que me sonreía – Soy la doctora Madison Carter, seré la encargada de llevar tu caso junto con otros colegas

-        ¿Así que eres la loquera que se encargará de mí? – dije sin preocuparme en ocultar mi desagrado

-        Seré tu Psicóloga – aclaró con amabilidad - espero que podamos trabajar de la mejor manera para desarrollar un plan que se adecue a ti y puedas llevar una mejor calidad de vida

-        Mi vida es perfecta, no necesito ningún estúpido plan

-        Solo quiero ayudarte, ya verás como con las sesiones te sentirás mucho mejor y podrás dejar atrás toda la conducta problemática

¿Quién se creía que era esta doctora?

Yo no necesitaba ningún tratamiento, no quería ninguna sesión de terapia y sin duda no quería dejar mi conducta problemática, como la había llamado ella; yo era quien era y estaba orgulloso de eso; no necesitaba cambiar y no iba a permitir que nadie me cambiara.

-        Junto a mis colegas estuvimos revisando tu expediente

-        Muy interesante ¿no? – dije recargándome en el asiento

-        Es bastante extenso teniendo en cuenta tu edad – aseguró y sonreí – Has pasado por varios centros y has recibido una medicación variada, pero no has tenido constancia con los tratamientos, puedo saber la razón – preguntó con demasiada amabilidad

-        No me interesa, así de simple – acepté encogiendo los hombros

-        Bueno, espero que puedas cambiar de opinión; la medicación y las sesiones de psicoterapia te ayudarán a llevar una vida más estable lo cual sería beneficioso para ti ¿no lo crees? ¿Debes de tener algún sueño o aspiración?

Si tan solo ella supiera que mi aspiración era salir de este lugar para recuperar los negocios que me habían sido arrebatados y volver a posicionarme como la persona más peligrosa de esta ciudad y de otras.

Yo no quería una vida estable o "normal" como la que muchas personas tenían; para mí la normalidad era el peligro, eran los negocios arriesgados; para mí lo normal era que la gente me temiera y bajara la cabeza cada vez que yo estaba presente; esa era la vida que yo quería y ninguno de sus estúpidos discursos sobre sueños y alegrías conseguiría hacerme cambiar de opinión.

-        Tendremos sesiones personales tres veces a la semana y dos veces a la semana tendrás sesiones grupales; este es tu horario y el reglamento – dijo entregándome dos hojas – Si sigues las reglas, todo irá excelente; espero que logres ver la oportunidad que este centro te ofrece; queremos ayudarte a mejorar para que puedas reinsertarte en la sociedad y ser una persona de bien – dijo terminando con su discurso – Nos veremos mañana, ten un lindo día

-        Igual usted – dije fingiendo una sonrisa y saliendo de esa oficina con el guardia que volvía a guiarme hacia mi habitación

Si antes odiaba este lugar, ahora mi odio había crecido hasta alcanzar niveles extremos; ¿Por qué la gente siempre insistía en cambiar a los demás? ¿Por qué no podían dejarnos ser y ya?

Si alguien no entraba en sus parámetros de normalidad siempre intentaban cambiarlo, no se cansaban de decir que ellos tenían razón y los demás estábamos equivocados, pero esa no era la verdad; ellos creían tener razón, porque la sociedad así lo había impuesto; pero su normalidad para mí era la cosa más extraña y anormal del mundo.

¿Por qué querría alguien vivir una vida monótona y aburrida? ¿Por qué alguien querría ser perfecto y encajar en una sociedad en la que hicieras lo que hicieras siempre te rechazarían? ¿Por qué alguien querría vivir una vida siendo exactamente igual que los demás?

Tal vez yo tenía una enfermedad mental o un trastorno, como quisieran llamarlo, pero tenerlo no era la parte difícil; lo difícil era que la gente siempre quisiera que me comportara como si no lo tuviera.

Durante toda mi vida cada persona a mi alrededor había intentado cambiarme; mis padres biológicos, las personas que me cuidaban en la casa hogar, mis padres adoptivos, los que consideraba mis amigos; cada uno de ellos siempre intento que yo fuera una persona diferente; más amable, más tranquilo, sin un comportamiento agresivo; todos intentaron convertirme en alguien que yo no podía ni quería ser, pero al final me opuse a todos ellos y volvería a hacerlo las veces que fuera necesarias.

Yo no iba a ser alguien más solo para complacer a una sociedad que lo único que había hecho era arrojarme a un lado y tratarme como si fuera algo desechable; no me importaban sus opiniones, no me importaba ser juzgado una y otra vez, si algo tenía claro era que siempre sería fiel a mí mismo; mentir o mentirme no era de mi agrado, yo me aceptaba tal y como era, con todos los problemas que venían con eso y la mía era la única opinión que realmente importaba.

Me tiré sobre la cama y comencé a revisar el horario que me había dado esa doctora; las sesiones personales duraban una hora y media, pero las sesiones en grupo duraban tres horas; ¿Qué mierda íbamos a hacer durante tres largas horas?

Además de las sesiones, se suponía que tenía que participar en los trabajos y actividades que se daban en este lugar y ni siquiera se me permitía decidir qué era lo que quería hacer durante mi encierro; aunque no me sorprendía, habían elegido las actividades más sosas y tranquilas para evitar que yo me involucrara en algún problema o conflicto.

Resoplé cansado y dejé las hojas sobre la pequeña cómoda que había al lado de la cama; esta habitación era realmente deprimente; las paredes eran de un color azul grisáceo y lo único que había era la cama, la cómoda y un muy pequeño armario; en una de las paredes había una ventana diminuta por la cual a las justas lograba entrar algo de luz, sin ninguna duda todo era un asco.

De verdad necesitaba un trago en este momento o algo más que lograra animarme; los medicamentos que me daban para controlarme siempre lo suprimían todo, si bien se suponía que servían para estabilizar mi estado de ánimo y así evitar que tuviera algún episodio o arrebato violento, la verdad era que siempre me dejaban vacío y detestaba esa sensación.

Era como si todo simplemente desapareciera, como si me encontrara volando en un mundo diferente y odiaba sentirme así; yo prefería la realidad, aunque fuera cruda y dolorosa; la realidad era lo único que había y era preferible aceptarla que fingir que todo era un sueño.

Además, los medicamentos siempre me dejaban agotado y lo único que me provocaban eran unas ganas inmensas de dormir; pero no podía permitirme hacerlo; ahora lo más importante era concentrarme y pensar.

Era extraño pensar que hace muy poco me encontraba en una situación completamente diferente; hace muy poco lo tenía todo; tenía a mis amigos, tenía mis negocios que con cada día iban produciéndome más y más dinero; tenía al mundo a mis pies y luego todo simplemente se derrumbó, como una frágil torre de naipes.

Y todo eso ocurrió porque ella había aparecido en nuestras vidas; Lía Bramson, la pequeña niña que nunca vi como mi rival, la pequeña niña que creí tonta y superficial, pero que me había demostrado que era todo lo contrario.

Ella fue una oponente digna y tenía mi respeto por eso; nunca la creí capaz de enfrentarme, nunca imaginé que se aliaría con mis peores enemigos ni que se pondría en contra de Aspen, pero me sorprendió el descubrir de lo que ella era capaz.

No era ninguna princesita tonta a la cual podían manipular y ese fue mi gran error, creer que yo era superior y ella era solo era una niña dispuesta a hacer todo lo que le pidiera con tal de mantener a salvo a Aspen; pero ahora tenía que admitir que ella era una chica fuerte y peligrosa, cuyo mayor error había sido enamorarse.

El amor era un sentimiento que no tenía sentido para mí; el dar la vida por alguien más, el sentir que todo tu mundo iniciaba y terminaba con esa persona; todo eso para mí resultaba ilógico e insulso; el amor lo único que traía era problemas.

La idea o concepción del amor, era solo una cruel farsa creada para que las personas se sintieran mejor al pensar que alguien más lo daría todo por ellos; pero el amor solo eran mentiras, era traición; el amor era dolor, era darle a alguien todo el poder para destruirnos y eso para mí, no tenía sentido.

¿Para qué enamorarse si después igual terminarías con el corazón roto? ¿Para que confiar en alguien que acabaría traicionándote? ¿Por qué creer en una persona que lo más probable es que te mienta? ¿Por qué poner a alguien antes que a ti mismo?

Todos nacemos y morimos solos, ¿Por qué no habríamos de disfrutar la vida y pensar en nosotros mismos? ¿De qué sirve pensar en alguien más que al final también se pondrá primero?

Los humanos somos seres egoístas; creemos en el amor, porque deseamos que alguien nos ame tanto como nos amamos a nosotros mismos; queremos a alguien a nuestro lado que nos recuerde constantemente nuestras mejores cualidades y que nos haga sentir bien con quienes somos; deseamos amor por razones egoístas, porque eso es lo que somos.

Los cuentos donde la princesa y el príncipe viven felices para siempre, eran solo eso, historias que se les cuenta a los niños para hacerlos creer en la felicidad y el amor, pero ninguna era real; si nos ponemos a pensar por un segundo, existen más canciones que hablan de un corazón roto, que las que hablan de un amor igual al felices para siempre; porque todas las relaciones mueren, no importa si son de amistad o amor, al final todo se acaba y volvemos a quedarnos solos; solo que esta vez, nos sentimos aun peor.

Escuché la puerta abrirse y simplemente me quedé acostado respirando lentamente; el guardia me indicó que era la hora de la comida, así que solté el aire que me quedaba y me incorporé para seguirlo hasta el comedor.

La habitación era realmente grande y había varias mesas de metal; dos enfermeros cuidaban la puerta y lo primero que hicieron antes de dejarme entrar, fue entregarme los medicamentos que tenía que tomar y se quedaron observándome hasta que finalmente los tomé; me acerqué hacia las personas que hacían una fila esperando recibir su comida y después de una eternidad, por fin fue mi turno.

La comida lucía terrible, tanto como este lugar; pero no iba a ponerme a reclamar nada, así que solo caminé hacia la mesa más alejada y me senté con cansancio; podía sentir varias miradas sobre mí, pero realmente no me importaba lo suficiente para girarme a ver quiénes me observaban.

Comí todo con lentitud y cuarenta minutos después, dejé mi bandeja junto a las demás y me acerqué a un guardia para saber si podía ir a algún lugar donde pudiera tener algo de tranquilidad; él me guio hacia otra habitación donde había tan solo unos cuantos muebles, pero por lo menos no había ninguna persona.

Me senté en uno de los sofás que estaba pegado contra la pared, cerré los ojos y disfruté del silencio; necesitaba algo de paz para que mi cerebro pudiera maquinar mi siguiente movimiento.

Necesitaba encontrar a alguien capaz de robarle un celular a alguno de los guardias o médicos; pero necesitaba encontrar a la persona indicada, que diera un aspecto calmado e inofensivo, pero que no fuera lo que aparentaba.

Escuché unos pasos en la habitación, pero no abrí los ojos, por lo menos no hasta que sentí una mirada penetrante observándome y suspirando dirigí la mirada hacia la persona que estaba sentada frente a mí en otro sofá.

Se trataba de una chica de cabello marrón oscuro y unos profundos ojos verdes; era bastante guapa, pero eso no fue lo que llamó mi atención, sino algo extraño que desprendía su mirada y que por alguna razón fuera de entendimiento, me obligó a dejar de mirarla, pero ella continuaba observándome fijamente lo cual comenzó a molestarme.

-        ¿Qué quieres? – le pregunté, pero no respondió - ¿Qué mierda quieres? - repetí ahora más fuerte y otra vez el silencio fue mi única respuesta - Loca - dije y me levanté para irme

-        No estoy loca - dijo y me giré

-        Así que si sabes hablar - solté y ella volvió a callarse - no sé porque pierdo mi tiempo; claramente si estás loca

-        No estoy loca - repitió

-        Estas aquí, por si no lo sabes es un hospital para locos

-        Tú también estás aquí

-        Yo nunca negué que estuviera loco – dije y ella sonrió

Me di la vuelta y me marché de la habitación; esa chica me había provocado escalofríos; la forma como había sonreído había sido espeluznante, pero al mismo tiempo, había sido magnética; tal vez había encontrado a la persona ideal para lo que necesitaba, pero tendría que asegurarme.

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