Salud
Salud, por todos aquellos que junto a mi en esta mesa de incomprensión y tristeza han de beber, y es que es nuestro deber brindar compañía a aquellos seres que en su agonía no pueden regocijarse de alegría por las penas que en su corazón suelen aparecer.
Y aunque luego no nos puedan reconocer nosotros seguiremos felices por haber pintado con luminosos matices el alma oscurecida de aquél ser.
Y no es cuestión de obedecer, o ser fieles a una causa. Más bien se trata de creer para, a ese sentimiento de deterioro, ponerle pausa.
Somos la alegría de ese ser incomprendido que, a pesar de haber sufrido, cuenta con orgullo sus experiencias. Somos la magia de aquel pequeño introvertido que al sentirse excluido se oculta bajo su supuesta demencia.
Y si algún día te preguntan por este personaje que te habla, diles que no encuentras palabras para describirme pues, para descubrirme, han tardado siglos. Pero a ti, querido amigo, quiero darte la respuesta. Soy la alegría y la tristeza, la indecencia y la pureza, la cordura o la demencia de aquél que en mí es capaz de creer. Y aunque muchos me confundan con alguien con más poder que la realeza, solo soy la energía que habita en el corazón de cada ser. Aquél que sabe amar, aquél que no le da miedo querer.
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