Espejismo de doble efecto
—Ahora lo entiendo bien. Aquellas últimas palabras que creí que escribiría en mi vida. Bueno si estas lo fueran tampoco me quejaría de que no entendieras esto, querido amigo que ves este programa . Ya que esta es la nota que dejé escrita con mi sangre en aquel lugar. Aún recuerdo las horas interminables que pasé en ese sitio y siendo sincero nunca lo olvidaría. Creo que fue una de las peores experiencias que he vivido y a su vez la única emocionante que he tenido, así que desde ahora la contaré—. Decía el que se había presentado como el señor Nakamura Sato que por cierto estaba viendo una foto que no la mostró ni la explicó, pero dijo que la explicaría luego y comenzaron los comerciales.
Mientras tanto yo me encuentro en mi cama sin poder encontrar el control remoto. Ay, como odio este tipo de programas, creo que es de esos que son como documentales de asesinatos o cosas así, ¿acaso no hay nada mejor que contar? Este, prefiero ver cualquier película. Seguro que ella entró a mi cuarto, porque mi tv es más grande —Emilia ¿Por qué te gusta ver este tipo de cosas? Tú sabes que llego cansado del trabajo—, reclamé para mí, porque seguro que ya se durmió y murmuré: —seguro sabes que no quiero ver extranjeros contando su vida, no ve hermana —. Creo que eso ya lo experimenté hoy, cuando un señor francés, una italiana y una pareja homo de un ruso y un chino me contaron en cada ronda sobre los lugares a los que fueron antes de venir a La Paz.
Pero, bueno en todo caso, creo que me pagan bien. Así que, recorrer largas distancias con extranjeros, no es un problema, pero tener que hablarles... es complicado y nunca falta alguien que muestre fotos de sus familias o su casa y me mire estoico, como si tuviera que envidiarlos.
—Bueno, como estamos de vagos y no me dejas levantar, creo que seguiré viendo esto, total se está poniendo interesante—Le dije a Batuque, que ya se había acurrucado encima de mis piernas. —Creo que, si fueras un gato o una cría, serias menos pesado, pero me gustas tal y como eres—. Mientras tanto que acariciaba su mullido pelo, me fijé que en la tv el señor Sato estaba contando lo que le pasó a medida que se iban mostrando algunos montajes del hecho. Bueno, por su acento y tono de voz, da entender que no es un doblaje.
[Me sentía adolorido. Estaba tirado en el suelo, con los ojos cerrados, Me ardía el cuerpo como si me hubiera puesto alcohol en alguna herida. Todavía no quería abrir mis ojos, pero sentía escozor en el rostro. Debo admitir que aquel momento pensé que talvez me morí, por golpearme la cabeza o algo así, ya que mis recuerdos eran difusos y creía que podría haberme reencarnado en algún lugar de fantasía con mis memorias de la vida anterior, como en aquellos mangas que tanto leían mis amigos en la escuela]
—Bueno me interesa lo que cuenta, pero parece poco creíble para mí. Bueno, sigamos viendo—, le digo a Batuque y recuerdo que debería darle menos comida. Pesas mucho.
[Abrí los ojos con brusquedad. Se sentía horrible y los cerré de nuevo mientras sentía un fuerte dolor de cabeza y cercioré que no estaba en mi habitación. El cielo celeste que noté cuando volví a mirar. Hacia arder mis ojos y por alguna razón se sentía un frio que penetraba los huesos. No entendía muy bien la situación, pero puedo confirmar mi reencarnación, pero ¿Por qué estoy en un lugar tan extraño?]
Oye, ni yo lo entiendo, pero siento como que también estoy adolorido y con frio. Talvez porque ya estamos por San Juan, la noche más fría.—Batuque por favor calienta a tu amo y mejor amigo—. Hasta mientras se acurruca más sobre mí. Eres muy pesado, demasiado.
[—No, no es... hielo, creo...— Me respondí con la voz agitada, que pareció amplificarse por alguna razón. No importaba hacia donde moviera mis ojos, mi campo de visión estaba obstruido hacia ambos lados; jadeaba tanto que apenas pude tomar impulso para sentarme. Era como un desierto, de esos sin arena, sin hielo, sin vida; tan blanco que daba la impresión de estar lleno de la infinita nada.]
[Me toqué por todas partes con mis manos que me ardían. No estaba con una ropa normal, tampoco podía diferenciar que tipo de vestimenta era esa, podría decir a simple vista que no era mi suéter y mis jeans de siempre. Era ropa extraña que no recordaba haber visto antes, te hacía parecer musculoso, además de eso era dorada. Tenía hilos que colgaban de los lados. Definitivamente no era una armadura o algo parecido. Aun así, era difícil pararse con eso que tenía una extraña falda que coincidía los círculos pesados que rodeaban este traje uniforme. Por suerte logré pararme. Luego traté de humedecer mis labios que estaban tan agrietados como el suelo en el que me hallaba y me di cuenta que llevaba una máscara de metal puesta en la cabeza Digo, realmente la tenía encajada en mi cabeza. Esta daba una sensación de metal arrugado y apenas tenía orificios para respirar. Incluso pensé que era como un citripio.]
[Comencé a caminar para pedir ayuda o agua. Mientras daba pasos cortos por el peso del traje que me hacía tambalear mientras cojeaba por el dolor en las piernas. Entonces mientras trataba de caminar ya había pasado un largo rato creo y entonces en ese momento un fuerte dolor se extendió en mis sienes y me derrumbé ahí. Mientras que en eso de que aún me mantenía consiente. Me corté la palma de mi mano derecha con alguna parte del traje y escribí con sangre que chorreaba como tinta, lo que se me vino a la mente. Por suerte, no me desmayé por la adrenalina del momento y me volví a levantar. Mientras continuaba caminando y presionaba la herida con la otra mano.]
[Recordé una parte de los hechos que me habían llevado hacia lo que nombré como desierto del blanco pentágono. Estaba en mi memoria antigua que yo era un japonés que sabía inglés y español. Por alguna razón me llevaba bien con los extranjeros en mi universidad. Había llegado a un país llamado Bolivia acompañado por un grupo de estudio para la extracción del litio. Yo vine de colado con mis tres amigos que había conocido en el club de cultura popular del campus en Tokio. Mis amigos eran bolivianos. Uno era Jacinto Alvares era de mi edad, paceño, tenía 20 años. Estaba becado en ingeniería metalúrgica igual que los otros dos que eran mis menores por un año se llamaban Juan y Matilde Fernández mellizos muy amables que vivieron separados la mayor parte de su vida en Beni y Sucre por problemas familiares.]
¡¿Qué es esto?! ¿Dónde estoy? ¡¿Quiénes son esos?! Solo recuerdo haber estado en mi casa con Batuque. ¿Emilia es tu culpa, enana maldita?... qué diablos es esta voz que me mueve y no me deja pensar bien... ¿Es mi cuerpo? Este lugar lo conozco es... Traté de decir, pero me hice espuma como la sirenita mientras recordaba que esa versión yo no la conocía.
Ahora, no sabría explicar en qué momento me habría desmayado, pero siguiendo el anterior proceso traté de levantarme de nuevo, pero el suelo ya no estaba seco. Estaba húmedo, mi cuerpo también lo estaba. Me pareció que ya había pasado otro día. Mi mano estaba mejor hasta cierto punto. Tampoco parecía infectada. Me senté en la superficie un tanto inundada y mientras veía mi mano noté que podía ver el reflejo distorsionado del traje y la máscara que llevaba puesto, La máscara era negra tenia una figura extraña. Parecía un viejo con barba blanca y un sombrero dorado como el traje. Se notaba algo en el suelo y miré a mi alrededor me quedé paralizado por la vista extraña que se pintó ante mis ojos, es majestuosa aquella vista y comencé a teorizar las más lúcidas locuras. En mi mente estaba que, por ahí me había muerto y me había reencarnado en algún ser ancestral que residía en un lugar que un día era desértico y blanco y al otro era un espejo errado que movía la realidad y ponía el cielo y la tierra de cabeza. Luego de hacerme creer mis descabelladas teorías. Hice lo posible para pararme y poder caminar en el cielo. No pude, ya que me resbalé y caí a lo que yo pensaba que sería un vacío interminable, pero solo sentí un fuerte dolor de cabeza.
Voces conocidas me llamaban a la lejanía. Luego abrí los ojos con pesadez y los vi eran mis amigos. Matilde y Juan con los ojos llorosos. Me di cuenta que estaba en una ambulancia, lo noté por el sonido. —Ellos reconocieron tus garabatos. No seas malo y dales las gracias cuando puedas hablar. Siendo sincero yo pensé que era una broma, pero el paramédico nos dijo que hubieses muerto de hipotermia si pasabas la noche a 20 grados bajo cero en el salar. Sato-San—, decía Felipe con una voz serena en mi idioma.
Después, pasaron los días y les conté a todos lo que había vista. Bueno, no me había muerto y reencarnado en algo majestuoso y sabio. Todo pasó porque estábamos atascados en Oruro porque justo era carnavales cuando llegamos. Y Bueno yo tenía más razones de turismo ya que estaba estudiando para ser arquitecto, quería ver las construcciones antiguas e ir a las aguas termales que me contaron que hay por ahí, antes de ver el litio y como no quería esperar me fui por mi cuenta. Luego un grupo me invitó a aprender Morenada. Hasta ahí todo estaba bien. Luego me pusieron un traje de moreno tomamos mucho y me dejaron en la mañana en medio de un lugar llamado salar de Uyuni. Aquel lugar donde tuve mi más grande aventura. Decía el señor Sato Nakamura a las cámaras de ID en los tres idiomas con los que había escrito lo de la foto que sostenía. Había puesto que ya no sabía cuál era la verdad, y que quería salir de esa nada.
Como otro dato adjunto a la grabación de este documental se puede decir que el actor que fue enviado al salar de Uyuni para hacer el papel de Sato Nakamura murió de hipotermia después de la grabación por irse a explorar el lugar. Eso es lo que veo después de despertarme por el ruido de los ladridos de Batuke que quería ir a comer. Ya eran las tres de la mañana, había pasado una hora. Entonces siento punzadas en la mano derecha y un dolor tremendo en todo mi cuerpo.
—Bueno, quizás me estoy resfriando—digo a Batuke que me lame la mano derecha mientras pasan los créditos del programa y una voz tipo loquendo dice casi al final "Gracias por disfrutar de la experiencia"...
Notas
Esa fue una de las cuantas veces que jugamos con los pensamientos de algunos desconocidos mi amigo y yo que hackeamos la red del programa. Por ahí tú seas el siguiente, ladrón. O quizás ya lo viviste.
Habían mucha gente confundida además de esa persona, solo que ese tipo fue uno de los pocos que pudo relatar fielmente lo que vio. Eso fue en otro documental...
Una cosa más, en los noticieros la comunidad de creyentes en los alienígenas dijo que era una honda de radio de un planeta lejano. Otro grupo lo atribuyó a los reptilianos. Y como todo lo que tiene que ver con seres no humanos es negado por las masas que se hacen las racionales, pronto fue olvidado. Ya que Incluso un grupo dijeron que era una de las profecías apostólicas de quién sabe dónde. Otros lo atribuyeron a propaganda de ID y para colmo lo confirmaron.
Como siempre, ser tercermundista es lo mejor.
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