Capítulo 4

Desde aquella ocasión no podía dejar de pensar en el señor Milo Antares, era un hombre que enamoraba con esos zafiros que lo mantenían al borde de la locura.
También las hormonas en su cuerpo pedían a gritos atención.

A sus padres cada vez los notaba más distantes, su madre no salía de la iglesia y Camus por consiguiente pasaba su tiempo en el trabajo.

Hyoga había alcanzado la mayoría de edad y ahora podía decidir por si mismo. Incluso en aquellas pláticas que ha tenido con Milo le ha explicado que sus preferencias sexuales no eran ningún pecado e incluso tenía que seguir trabajando con su propia confianza  para no dejarse llevar por lo que digan los demás, en especial sus padres.

Nuevamente esperaba su turno en la sala del consultorio, mientras jugaba nervioso con sus dedos.
Era el último en la agenda de citas, se había dado cuenta porqué la joven que atendía la recepción estaba terminando de colocar los expedientes en el estante de la recepción.

— Puedes pasar Hyoga — La voz de Milo interrumpió sus pensamientos, dio un ligero brinquito y se llevó sus manos a su pecho.

Nervioso tomó sus cosas y entró al consultorio, desde aquel día que se quedó a su lado haciéndole compañía no había tenido el valor de mirarlo a los ojos.

— Buenas tardes Hyoga — Saludó Milo extendiendo su mano para invitarlo a tomar asiento.

El joven de cabellos rubios se sentó frente al psicólogo y dejó a un lado de la silla su mochila.

— Lluviosas tardes señor Milo.

De manera repentina entró la joven recepcionista interrumpiendo aquella plática entre el psicólogo y su paciente.

— Señor Antares, me paso a retirar... Mi pareja ya llegó por mí.

— Descuida Shoko puedes retirarte, me saludas a Seiya.

Milo movió su mano al aire para despedirse de su joven recepcionista, mientras que Shoko cerró lentamente la puerta para evitar no hacer mucho ruido.

Entonces...
Eso quería decir una cosa y es que nuevamente estaban completamente solos.

— Y bien Hyoga, dime que avance has tenido con tus padres ¿Ya cambiaron de parecer?

Comenzó Milo a indagarlo mientras cruzaba sus dedos y recargaba su mentón sobre sus manos, estar de esta manera le permitía analizar su comportamiento... Lo notaba muy nervioso porqué no dejaba de jugar con sus dedos.

— No, mi madre sigue en la iglesia con sus ideas y mi padre casi no me habla. Me dijo que a la otra me presentará a una mujer que sea capaz de demostrarme que estoy mal.

Milo alzó una ceja, ese tal Camus Acuario parecía muy decidido hacer lo que fuera con tal de que su hijo se vuelva totalmente heterosexual.
Ser homosexual no significa que sea una enfermedad que se debe de curar, más bien necesitaba darse cuenta que el amor puede provenir de diferente forma.

— Lo malo es que tus padres no se dan cuenta que en la actualidad, debemos ser más abiertos, que hay familias donde el hombre y la mujer son la base como pareja heterosexual, pero también deben de entender que así mismo dentro de nuestros círculos familiares hay parejas conformadas por dos hombres ó bien dos mujeres y está bien, siempre y cuando exista respeto ante todo y al parecer tu padre quiere imponerse a sus ideales.

Hyoga ni siquiera tuvo el valor de verlo de frente, solamente movió su cabeza asintiendo y dejó que Milo prosiguiera con esa charla.

— Además, de eso te noto muy nervioso.

En ese momento Milo se levantó de su silla y de manera tortuosa se fue retirando la chaqueta de cuero que traía puesta.
Hyoga levantó la mirada, se quedó atónito ante lo que sus ojos veían. Sus manos comenzaron a sudar aún más e inútilmente trataba de tranquilizar su respiración, sus latidos lo delataban en ese momento.

Milo se dio cuenta de ello, su paciente no estaba prestando atención porqué su mirada se enfocaba en su cuerpo.
Sonrió ladino al darse cuenta de su descubrimiento.

— ¿Cúanto tiempo llevas en abstinencia? — Cuestionó en un tono suave, mientras dejaba su chaqueta sobre la silla giratoria.

Hyoga tragó grueso ante esa pregunta...
No sabía como decirle que sus intentos fallidos de estar con Shun terminaban con unos ligeros roces y besos que se quedaban ahí porqué era un inexperto en el mundo del sexo.

— Yo...

Al darse  cuenta de lo que pasaba, Milo sonrió de lado y se fue quitando lentamente su camisa de manera tortuosa para su paciente.

— No suelo hacer esto con mis pacientes pero eres un joven que apenas y descubre los placeres de la vida. Debes saber que hay personas que les gusta disfrutar de una sexualidad plena sin compromisos de por medio y esto "Tampoco es malo"  — Exclamó haciendo énfasis por la situación en la que lo mantenían sus padres  — Los encuentros casuales te ayudan a conocerte más, a saber que te gusta, tomas un poco más de experiencia y hasta quizá — Se acercó al oído de su paciente para susurrar — Si lo pones en practica hasta dejes cansadito a tu pareja.

Cuando terminó de decir esto mordió levemente el cuello de su paciente, Hyoga se asombró ante la cercanía de Milo; estaba despertando sensaciones múltiples en todo su cuerpo que viajaban por toda su espina dorsal.

— Entonces... ¿No es malo?

— No cuando ambas partes están de acuerdo, si uno no quiere y tu lo obligas se llama violación. Debes saber con quien siempre y cuando te cuides — En ese momento sacó un preservativo del bolsillo de su chaqueta negra y se lo mostró.

— Pero...

— Te he estado analizando desde que nos vimos en mi casa... Es natural que quieran un poco de atención y te puedo ayudar con eso, siempre y cuando estés de acuerdo.

Bien dicen que los psicólogos pueden leer los movimientos de las personas y les revela un poco más de su personalidad.
Hyoga quería de una vez por todas calmar aquellas ganas que queman su piel porqué desde hace mucho tiempo ansiaba algo así.

— Y bien... ¿Cuál es tu respuesta? — Cuestionó Milo justo en el momento que su camisa  cayó en el suelo dejando ver su perfecto abdomen marcado con una ligera capa de sudor en su piel morena.

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