Capítulo 1

Odiaba la vida tan estricta que su madre le daba, era una auténtica fanática religiosa y sin mencionar que para sus padres las relaciones homosexuales eran cosa del demonio y hasta quizá una enfermedad mental que debería desaparecer de una buena vez.

¿Cómo se habían dado cuenta?

Natassia y Camus lo esperaban con suma paciencia afuera de su escuela y esto Hyoga no lo sabía en absoluto.
Llevaba una bonita relación con Shun, su adorable tierna pareja que movía todos sus sentidos tan solo con una dócil mirada del joven de cabellos verdes.

Como era costumbre, los dos salían de la escuela tomados de la mano entre risas y una que otra caricia tierna entre ellos dos.

— ¡Explícame esto Hyoga!

Aquella voz hizo estremecer al joven de cabellos rubios, era Camus quien lo miraba fijamente con un toque de molestia, aunque trataba de mantener sus impulsos de reprenderlo ante sus demás compañeros, ganas no le faltaban por querer darle un buen castigo y un sermón del cual por días no se hablarían.

— Yo...

Titubeó nervioso el joven de cabellos rubios, intentó armarse de valor y colocó detrás de su espalda a Shun quien se sentía nervioso por el mal momento que estaban pasando.

— ¡Esto es inaudito... Estás castigado y te irás hacer servicio a la iglesia! — Contestó su progenitora con un nudo en la garganta, jamás se hubiera imaginado que su hijo, su más preciado retoño le saliera con esas cosas del diablo.

Hyoga no tuvo tiempo de despedirse de Shun, Camus lo tomó del brazo con rudeza y se lo llevó hasta el auto dejando a Shun muy confundido y hasta culpable por lo que había pasado.

Aquella tarde fue todo un dolor de cabeza para Hyoga, reclamos y malos tratos se ganaba porqué simplemente les dijo la verdad.
Era homosexual y aunque su madre por más que lo intentaba hacer entrar en razón no lograba cambiarle sus ideales a su único hijo.

— Lo tendrás que llevar al psicólogo Camus  — Sugirió Natassia levantando las blancas sábanas de su cama para poder acostarse y procurar descansar después del mal día que pasó por su hijo.

— Mañana salgo temprano del trabajo, te prometo que haré lo posible por buscar ayuda para nuestro hijo... No puede ser posible que ahora me salga que le gustan los hombres, eso no es lo correcto.

Camus dejó escapar un suspiro muy molesto, se acomodó en su lado izquierdo de la cama y apagó la luz de la lámpara para poder descansar.
Si algo tenía Camus es que jamás abrazaba a su pareja en las noches para dormir, ambos simplemente se daban la espalda.

Al día siguiente, Camus comenzó a buscar en su computadora portátil recomendaciones de psicólogos cerca de su entorno.
De preferencia necesitaba uno que fuera hombre para que así pudiera darle a Hyoga un punto de vista por parte de un masculino y este le hiciera ver su error.

Después de una extenuante búsqueda por el navegador, logró encontrar la dirección y el contacto de uno que le llamó su total atención.

— El señor Milo Antares  — Susurró Camus sin darle mucha importancia.

Rápidamente tomó una hoja del escritorio y una pluma para anotar la dirección así como el número de su consultorio. Esta tarde llevaría a su hijo a terapia de una vez por todas.



El joven de cabellos rubios se encontraba en su habitación con la mirada perdida en ese techo aburrido de su habitación.
Le habían quitado su celular y su computadora portátil como castigo y sobre todo que esto sirviera para que notara su error.

No tenía nada interesante en su cuarto más que algunos libros que tomaba prestado de la biblioteca. Perderse en ese mundo de la lectura lo ayudaría a olvidar aquellos problemas que lo agobian.

Había transcurrido una hora, no le permitían salir a menos que se tratara de la hora de los alimentos y su reloj que colgaba en la pared marcaba las ocho de la noche en punto.

El llamado de Natassia no se hizo esperar, de manera inmediata le gritó a su hijo que bajara para cenar, sin embargo él no estaba de ánimos.

Con mucha pesadez se levantó de su cama, se colocó sus pantuflas, se dio una última mirada en el espejo para poder acomodarse sus alborotados cabellos y salió de su habitación arrastrando los pies al caminar.

Al llegar al comedor, con el primero que se encontró fue con su padre Camus quien leía el periódico que le llegaba diario a su casa.
Su progenitor siempre había sido así de serio y muy correcto, pero se había dado cuenta que desde hace algunos años atrás sus padres estaban muy distantes.

No los veía darse alguna caricia, ni mucho menos que los dos se tomaran de las manos, un beso ó un abrazo.
Todo cambió desde que su mamá se había unido a un grupo selecto de la religión, era el tipo de personas que veía a los demás como pecadores, personas no merecedoras del cielo.

— Ya era hora de que vinieras a cenar.

Esa voz era la de Natassia entrando  con un charola en sus manos mientras la colocaba sobre la mesa.

Camus dejó a un lado su periódico y alzó aquella mirada  fría e imponente en los zafiros de su hijo.

— Ya tengo la solución para ti Hyoga.

Sin dirigirle la mirada a Camus, tomó la silla para poder sentarse pero Natassia lo interrumpió.

— Espero que consideres ir a la iglesia para que puedas confesar ese gran pecado tuyo.

Hyoga rodó los ojos con molestia y sin hacerle mucho caso a su progenitora tomó su lugar en el comedor.

— Tengo la dirección de un psicólogo que podrá ayudarte con ese problema que tienes, mañana sin falta te llevaré.

Hyoga dirigió su mirada a Camus, no mostraba ni una mueca de molesta, lo notaba firme y sereno como siempre. Aunque esa idea le agradaba aún más, porqué no tendría que estar dando sus motivos de culpa frente algún miembro de la religión.
  
— Fue idea de tu madre, así que saliendo de la escuela te llevaré a tu primera sesión.

Después de decirle esto tomó su humeante y aromática taza de café para darle el primer sorbo.

— Será buena idea cambiarlo de escuela — Sugirió Natassia tomando asiento junto con ellos en la mesa.

— Ya casi cumple la mayoría de edad, no le veo el caso — Contestó Camus sin preocupación alguna.

— ¡Pero seguirá con aquel jovencito que lo lleva por el camino del mal! — Exclamó desesperada.

Camus dejó la taza sobre la mesa y dio un golpe sobre ese mismo mueble asustando a Hyoga con esa reacción.

— ¡Eso no lo decides tú! Aquí soy yo el que paga los gastos de la escuela y de esta casa. Por un simple capricho tuyo no mandaré a Hyoga a otra escuela, nuestra economía no alcanza para eso.

Y esa era la aburrida y tediosa vida de Hyoga, un hogar donde todo se volvía un infierno sólo porqué sus padres no aceptaban sus ideales y preferencias.
En mayor proporción Natassia.

Ahora solo le quedaba tomar sus alimentos y subir a su recámara a cenar sin los gritos de sus progenitores.
Mañana sería otro día y una visita al psicólogo que su padre le había conseguido.

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Buenas noches personitas bellas, nueva historia corta como la de Sensaciones 😁 igual así de pocos capítulos, esta ocasión no les digo cuantos porque luego me salen más pero estaré subiendo esto constantemente antes de que sea octubre porqué ahí si estaré ocupada con el kinktober 😁
DayanaUS

Fue quien me dio esta idea.
Espero que les guste les mando un abrazo, los quiero 💖💖💖


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