[8] Boca manchada

Quizás su aroma realmente lo había dejado colgado a aquel moreno, pero a cada charla, más sentía emoción cada vez que llegaba, sus ropas anchas pero formales, siempre limpio, con el cabello reluciente y una expresión seria que más de una vez se le escapaba una sonrisa al estirar sus comisuras.

Llevaban dos meses, el tiempo había pasado más rápido y ahora sentía que tenía un motivo más de quedarse en ese local: podía ver a Error, pues pese tenía todo el afán de pedirle su número, no quería que su amistad se desarrollara en escrito, cosas de ser muy de piel.

Sus divagaciones provocaron que su acompañante soltara una risa, haciendo que el albino parpadeara varias veces hasta captar que se había perdido nuevamente en la nada.

— Por las estrellas, Ink, te pareces a mi hermano distrayéndote a cada segundo. ¿Me vas a contar de una vez lo que te pasa? O me iré y tú pagarás las papas fritas.

— ¡No seas tan cruel! Solo estoy muy pensativo. —Suspiró, pero de tal forma que el rubio que estaba enfrente suyo alzara una ceja sin creérselo.

— ¿Eh? ¿Pensativo? Me imagino en tu próximo intento de conseguir un mejor trabajo.

— Ni loco dejaré mi empleo.

El joven frente al albino se extrañó mucho más, sacó un par de papas y posteriormente sonrió indicándole con una papita.

— ¿Es que será que Ink se volvió a obsesionar con el aroma de la ropa de gente que no conoce?

El susodicho tuvo un leve rubor, por ser verdad en cierta parte, frunció el ceño.

— Stave, pesado. Esta vez, es diferente. 

— ¿Ah, sí?

— Sep, su aroma es de lo mejor pero a él no le gusta, y además, es cliente habitual, lleva como ocho semanas asistiendo a la lavandería.

— ¿Por qué estás tan seguro que es diferente? Será que visita el lugar una vez a la semana...

— ¿Celoso de que mi crush me dé atención y el tuyo no?

El de pecas abultó su labio inferior formando un puchero, tomó un sorbo de bebida, Ink en victoria, sacó varias papas a la vez y las untó en las salsas, ensuciándose un poco la boca.

— Lo vas a espantar si te mira comiendo así. 

— ¿Por qué?

— Venga, seamos serios con tu tema. ¿Cuántas veces va a la lavandería?

— Día por medio.

— Entonces pueden haber dos motivos, no tiene con qué lavar y es tonto porque con la plata con cual paga fácilmente puede juntar para su propia lavadora, o segundo, es un amante de lo limpio.

— Lo segundo, recuerdo que me mencionó que es primera vez que encuentra un lugar que cumpla sus exigencias. ¿Y a qué viene seguir con el tema?

— Pues si es tan tiquismiquis con la ropa, ¿Por qué no lo será con la higiene personal? —Preguntó el rubio estirándose para limpiarle con algo de dureza la comisura del mayor— Suponiendo que te gusta, no creo que mantengas la buena impresión si no te cuidas un poco.

— ¿Para qué tener una guía de citas si te tengo a ti? —Rió Ink— Gracias, es buen consejo, pero no quiero mentirle en mi forma de ser, ¡Así no funciona!

— No digo que no seas tú, solo que corrijas lo que es malo, siempre que comemos alguna comida rápida quedas con toda la boca manchada, soy seis años menor que tú y te debo andar limpiando. 

— Pff. Okay, voy a mantener mi higiene reluciente, pero no quiero adelantar las cosas, él apenas preguntó mi nombre hace poco.

— ¿Qué qué? —Alzó una ceja nuevamente— Yo creía que decir los nombres era lo primero que uno hace al conversar con alguien.

— Él dijo su nombre la primera vez, yo no le dije jamás el mío.

— Diría que dejes de ser tonto como consejo, pero eso jamás se te quitará...

— Tenme fe, amigo mío. Haré lo mejor posible para que mis encantos lo enamoren tanto como a mí me tiene enamorado.

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