[4] Esclavos gratis

Quinta vez que volvía a esa lavandería, y recién en ese momento, Error supo que se volvería cliente habitual, no podía creer que por fin un local pudiera cumplir sus exigencias al pie de la letra sin tener que decirlo. Estaba maravillado, debía admitirlo. 

Aún así, recién en esa quinta visita, correspondió la charla que aquel joven albino le ofrecía, ahora que lo pensaba, no sabía su nombre, ¿Era necesario igualmente?

— Si hubieran lavadoras para uso libre, habrían más clientes. —Comentó mientras el de cabello blanco, pero amarrado en una coleta, preparaba el aparato para pagar con tarjeta.

— Yo solo soy un trabajador aquí, este local es muy pequeño pero la magia ocurre detrás de la pared tras mío.

— ¿Tienen un esclavo que lava la ropa?

— ¿Esclavo? —Preguntó, soltando una risa divertida por aquel humor, le entregó el recibo, suponía que hasta ahí quedaba la charla— No creo que a usted le gustaría que un esclavo le esté lavando su ropa.

— Error, me llamo Error. —Corrigió, a veces le gustaba que le trataran con respeto, se sentía como alguien superior, pues claro, era perfecto, pero en ese momento, el adverso no era inferior a él, a menos que...— ¿Y tú? ¿También eres un esclavo o solo atiendes clientes?

— ¿Tercera opción?

—Ninguna.

— Diablos. Pues también soy un esclavo.

El azabache estiró una de sus comisuras y frunció el entrecejo, sin creerse que el adverso no tuviera vergüenza de decir tales cosas, él ni de broma se degrinaría de esa forma.

— Entonces, adiós, esclavo.

— ¡Oye, no seas así!

Pero Error se fue.

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