[33] Palabras de alguien inesperado
La primera vez que había llegado a la sesión, se sintió muy insatisfecho, quería encontrar respuestas de inmediato y tener que partir diciendo datos de él lo sacaban de quicio, además, el psicólogo que le había tocado era un total cascarrabias.
Un jovenzuelo quizás recién entrando a trabajar, ojos grandes y azules pero con unas largas cicatrices cruzando su ojo derecho, quizás había sido herido por un animal de garras grandes y afiladas, aún así su nombre provocaba que aquel temor desapareciese, Raspberry. Al principio creyó que era una absurda broma, pero aquel enano sí que tenía carácter, haciendo que obedeciera, a regañadientes.
Era la tercera sesión y no veía ningún resultado, se sentía igual, no veía cambios en su comportamiento.
— Hey, Morocha, ¿Qué tal el chocolate que Geno había comprado para mí?
— El chocolate de esta casa es mío desde antes que llegaras, idiota. —Respondió de mala gana por aquel apodo, Reaper era el peor proponiendo sobrenombres, rogaba que si tenían un hijo, Geno le pusiera nombre.
— Se convirtió también en mío desde que Genito se casó conmigo. —Contraatacó, victorioso.
Suspiró desganado, dejando que Reaper se sentara a su lado, sucesivamente prendió la televisión, Geno era el único que estaba trabajando aquel día.
— Sabes, yo conozco alguien que también fue al psicólogo contra voluntad.
— ¿Tú?
— ¡Já! Yo estoy sanito, la persona se llamaba Night, tenía trastorno explosivo, ehh, intermitente, sí, eso. Así que imagínate lo furioso que estaba cada vez que salía de la terapia, hacía rabietas impresionantes. Haha.
Error le quedó mirando alzando una ceja, más que nada porque ese llamado Nightmare lo conocía y no lo recordaba como el de parientes asiáticos le describía.
— Yo conozco a ese hombre, es irascible pero... ¿Un trastorno?
— Seh, como oyes. Poco a poco mejoró, y ahora ya no tira los vasos al suelo, no grita barbaridades cada vez que se frustraba, es la magia de la terapia.
El mayor palmeó su hombro con amabilidad, aprovechando que había captado la completa atención del azabache.
— Así que anímate, ahora verás que todo es agobiante, pero después notarás lo que te sucede y actuarás, pero piensa, no lo haces por Ink, lo estás haciendo por ti. —Y le guiñó un ojo.
Con ello le entregó otra barra de chocolate para decir que se iba a bañar, que si Geno llegaba le esperaría en la bañera; Error no pudo ni quejarse de sus vulgaridades, pues el discurso de algún modo lo había motivado.
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