[19] Los secretos no son buenos
Era el día que Ink, después de varios meses, invitara al moreno a su casa.
Quería aprovechar que ese día su pareja estaba de buen humor tras el trabajo para mimarle mucho en la soledad de su hogar.
Vivía con sus padres pero casi nadie estaba en casa, el albino era siempre de salir y ahora que Error estaba en su vida, casi ni tocaba ese lugar.
Error conoció a sus suegros y se sintió bien al saber que el lugar era limpio cual como esperaba y rogaba, daba buena impresión de los padres de su pareja, y justificaba más uno de los puntos que amaba de Ink.
Su forma de limpiar.
Aún así, cuando entraron a la habitación del mayor, Error no pudo evitar ver aquella puerta llena de manchas de colores, contrastaba por completo en la habitación blanca.
— ¡Error, no entres! —Se interpuso el albino poniéndose entre el menor y el umbral, sonrió nervioso, posando sus manos en el pecho adverso para que no se resistiera.
— ¿Por qué? ¿Es algún terrible secreto? —Preguntó Crayon, ahora deseoso de ver su interior.
— No, pero, quiero evitar que lo mires por hoy, a la próxima, ¿Sí?
El azabache suspiró, solo porque estaba de buen humor aceptó, Ink tomó sus mejillas para besar su boca con un sonoro beso.
— Eres el mejor.
Ink agradeció su poca insistencia.
Se pusieron ropa para dormir pero el de manchas en su cuerpo cerró la habitación con pestillo para tener más privacidad.
— Mis padres suelen ser muy invasivos, es lo mejor.
— Eres un adulto ¿Y te vigilan?
— De ellos saqué la curiosidad. —Se encogió de hombros.
— En fin, ven aquí, déjame trenzar tu cabello.
En todo ese tiempo, el albino había decidido por dejarse el cabello más largo, a Error no le molestaba, pese tuviera un aire más femenino, que estuviera bien peinado era lo que importaba.
Ink rió bajito y rápidamente se sentó entre las piernas ajenas sobre la cama, dándole la espalda, en ese momento estaba usando una remera que le había robado a Error hace unas semanas.
Charlaron de varias cosas, ambos tranquilos, Error muy a gusto de que todo oliera bien y tuviera cierto orden, pero igual le picaba la curiosidad saber lo que había allí dentro.
Cuando terminó de trenzar su blanco y limpio cabello, vio su nuca desnuda, bastante tentado, deslizó sus labios por la zona, el mayor se encogió de hombros, soltando un resuello por lo inesperado.
— ¡Casi me paras el corazón! —Se quejó, ladeando la cabeza.
— Pero bien que te estás dejando ahora.
— Es que se siente rico. —Rió.
Error rodó los ojos, besó su nuca un par de veces y lo abrazó para acostarse junto a él, se durmieron al poco tiempo.
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