— ¿Entonces me dirás tu secreto?

— Oh Error, estás muy mal si crees que te lo diré.

— ¿Mh? —Alzó una ceja— ¿Y por qué no me lo quieres decir?

— Porque si lo hago, ya no necesitarás de mis servicios y no nos veremos más seguido. 

Error había elegido una banca con respaldo en aquella plaza, Ink tenía casi todo su cuerpo al costado del más macizo, casi acurrucado. El moreno por su parte acariciaba su mano, siendo un meloso de primera, cosa que lo distraía de su ansiedad de estar sentado en espacios públicos.

— Ink, Ink. —Negó con la cabeza— El economista soy yo. Pese yo supiera hacerlo, gastaría mucho más tiempo del que tú usas para hacer lo mismo, te doy aquel trabajo a ti con un intercambio equivalente y yo puedo dedicarme a otras cosas.

— Dejas a mis manos tus preciadas prendas.

— En buenas manos. —Se encogió de hombros— Además, te pago para que lo hagas y a cambio me das las mejores ropas limpias, aunque no superas a mi hermano.

— ¿Es que mi cuñado también es lavandero?

— Ink, no es necesario ser lavandero para saber limpiar ropa. ¿Es que no sabías cuando empezaste a trabajar?

— Ehehe... Pues no, empecé a experimentar.

— Ya entiendo por qué ese local tiene tan pocas visitas, las espantaste. 

— ¡No seas malo! 

Error rió malvadamente e hizo gesto para levantarse de aquel banco, Ink aprovechó para robarle un beso, y tomados de la mano, siguieron caminando.