V E I N T I C U A T R O

Estaciono frente al CallyCafé y apago la música, Ava gruñe en queja pero no agrega nada más.

Juntos bajamos y mi hermana me da su manito, dentro en la cafetería había mucha gente. Más de la que normalmente hay en la semana o días que tengo presentación.

—¿Todas estas personas vienen a verte? —me pregunta Ava sin soltar mi mano.

—No lo creo, enana.

Venga ya, tampoco es que mis presentaciones sean la gran cosa. Solo un entretenimiento de quince minutos a los clientes presentes. No es como si yo fuera un especie de cantante muy famoso que viene especialmente a tocar en esta cafetería.

—¡Hey, bro! —escucho que alguien me llama, busco entre la gente hasta que doy con Aidan y Bea sentados en una mesa más al fondo.

Es tan cursi la forma en que con tan solo verla ya estoy sonriendo.

Este tipo de acciones que ella me genera son tan... tan... ¡Ah! Inexplicables. No puedo creerme a veces que ella con un par de sonrisas y miraditas tiernas es capaz de tener ahí, sin mirar a nadie más, solo centrado en ella.

¿Pero qué mierda fue lo que me hizo para que no pueda dejar de pensar en ella?

—¡Bea! —el grito emocionado de mi hermana me saca de mis pensamientos relacionados con la mencionada. Ava me arrastra consigo hacia la mesa donde están mis amigos.

Estando con ellos Ava abraza a Bea, quién le recibe gustosa y sonriente el abrazo. Observo sin perder esa tonta sonrisa a mí hermanita y a... mi amiga...

Ojalá fuera más que eso.

—Oye, amigo, disimula un poco, ¿Va? —murmura Aidan a mi lado, desvío la mirada de mi hermana y Bea a él.

Si en la llamada Aidan se oía mal, en persona se ve peor.

Esta versión de Aidan me recuerda a las fachas que se carga cuando hay tiempos de exámenes, ojeras bajo sus ojos, expresión de evidente cansancio, ojos rojizos por la falta de sueño y, lo más importante: no es él. No hay bromas, ni las sonrisas que siempre regala, solo un semblante triste y cansado ahora.

Estuve a punto de formular la pregunta que he querido hacerle todo el día, pero Ava exclama:

—¡Aidan! —mi hermana sale de los brazos de Bea y viene a mi mejor amigo, Aidan la carga y la da un abrazo que ella corresponde. No paso por alto cuando Ava le susurra algo a Aidan al oído, quién asiente.

Aún me pregunto qué con ellos dos. Qué es lo que necesita Aidan de mi hermana.

—Hey, chicos, ya volvemos —avisa él que aún tiene a Ava entre sus brazos.

Y sin dejarme preguntarles a dónde iban, se alejaron de la mesa.

Así solo quedamos Bea y yo en la mesa, aún estoy de pie a un lado y ella toma de lo que parece ser un batido de fresa, claro, su fruta favorita. No hay tanto silencio entre nosotros porque alrededor las personas hablan sin parar, aún con eso, de mi parte siento algo de tensión y dudo que Bea también porque ella está muy concentrada en su bebida.

—¿Estás nervioso, Ross? —pregunta, viéndome—. ¿Y qué haces aún de pie? Siéntate.

Antes de acatar su petición, veo entre las personas en busca de Aidan y Ava, no los veo por ningún lado. Algunas personas me saludan con ánimo, les devuelvo el saludo sonriendo.

—Puede que un poco —respondo, sentándome frente a ella.

—¿Y que tocarás hoy? —miro a la castaña ojiverde frente a mí, Bea está guapísima hoy con el pelo en dos coletas altas y su jersey de lana marrón.

En realidad, hay tantas cosas en torno a Bea que no entiendo. No entiendo por qué en la preparatoria siempre hay murmullos hacia ella llamándola «rara» o «niñata», incluso uno que otro un poco cruel. ¿Bea es rara? Sí, tiene gustos poco comunes y esa fue la primera cosa que me pareció interesante de ella. ¿Fea o desarreglada? Demonios, no. No se maquillará a menudo pero eso no le quita que es bonita.

Joder, Bea para mí es totalmente preciosa.

—¿Ross? —me llama otra vez—. Estoy segura que me escuchaste.

—Eh, sí, sí, lo hice, tú... bueno... ¿Qué canción me recomiendas?

Juega con la pajilla de su jugo y piensa viendo a la ventana. Aprovecho ese cambio para ver otra vez entre la gente. Nada de Aidan y Ava. Han de estar aquí, no pudieron salir sin que los haya visto.

—¿Has escuchado San Francisco de 5 Seconds Of Summer? —asentí—. Es una gran canción, además, tu voz tiene cierto parecido a la de Calum Hood, así que te iría bien.

—Oh, gracias por comparar mi voz con la de un summer brother.

Bea se echa a reír y por acción propia mis labios también se curvan hacia arriba.

—Solo te digo que cantas bien, Ross, de hecho, eres muy bueno.

—Gracias, Ferguson.

—Lo de llamar por el apellido es lo mío, no me robes la línea —reclama en broma.

—¿Por qué? —ella me mira confundida—. ¿Por qué siempre soy yo al que solo llamas por su apellido? Por la vida vas llamando a la gente por su nombre y conmigo lo haces en pocas ocasiones.

Bea encoge los hombros.

—No lo sé, solo te llamo con lo primero que se me viene a la mente, lo cual casi siempre es tu apellido. Supongo que es un especie de fetiche, no lo sé.

—Me gusta como te queda —de inmediato, Bea arquea ambas cejas y yo me doy cuenta de lo que dije—. Ah... eh, es decir, ya sabes... Es... es original...

Ay, tierra, tragame.

Bea me mira unos largos segundos en los que solo quiero hacerme chiquito en mi lugar, hasta que esa sonrisa de dientes completos parece y que hace que sus ojos se vuelvan más pequeños. Por unos mini segundos aprecio bastante su sonrisa.

En serio que esta chica me tiene bastante mal.

—Sí, vale, entendí —responde sin abandonar su bonita sonrisa—. Hum, Ross, creo que...

Bea señala detrás de mí y yo giro a ver a la chica de cabello rizado color chocolate que mueve sus brazos en el aire para llamar la atención de alguien. Cuando mi mirada conecta con sus ojos caramelo, esos gestos cambian a unos más de «¡Ven acá!». Vuelvo a ver a Bea, que termina de tomar su batido.

—A llegado la hora de irme —aviso, levantándome—. Nos vemos al rato.

—¡Suerte! —alza la voz para que pueda escucharla, antes de llegar con Verónica le agradezco la suerte con una sonrisa ligera.

Llego junto a Vero quién me guía al escenario, ahí fue donde pude encontrar al fin hermanita junto con Aidan y un niño pelirrojo rizado como mi mejor amigo, de ojos claros y pecas sobre sus pómulos y el puente de su nariz, parece tener la misma edad que Ava.

—Dame un momento, ¿Vale? —le digo a Verónica.

—Solo apresúrate —me pide, yendo detrás de escena.

Voy a la mesa donde están ellos, Ava habla con el niño y Aidan sentado a un lado de ellos, centrado en su móvil.

—Con que aquí estaban —digo, deteniendome junto a Aidan.

—Hey, ¿Pasaste un buen momento a solas con tu enamorada? —bromea él, lo que le hace ganarse una mirada de mi parte.

Idiota, ahora entiendo por qué se fueron de la mesa.

Paso la mirada al par de niños a su lado, que siguen hablando sin verme. Me centro más en el niño con el que habla mi hermana, tardo un poco en ubicarlo entre mis recuerdos.

—¿Sam? —mi pregunta sale más en un murmuro, por lo que el hermanito de Aidan no me escucha—. ¿Qué hace Sam aquí? No se supone que... —al mirar a Aidan, esa expresión triste que se trae es peor.

Entonces lo entendí, su comportamiento ahora y en la llamada de esta mañana, la falta de de carisma de siempre. El conocer de años a Aidan hizo que entendiera bien todo, que todo tuviera sentido.

—¿Cuándo fue que...?

Hay un suspiro triste y entrecortado de su parte.

—Viernes en la noche, después del partido —recordé cuando ví a Aidan hablando por teléfono aquella noche—. Fue un... accidente de tránsito a las afueras de la ciudad —desvía su mirada al suelo.

—Lo siento mucho, Aidan.

—Aún... aún no me lo creo —murmura, incrédulo, apagado.

—Tú... ¿Cómo estás? —pregunto con cuidado.

Aidan es ese tipo de personas que se guarda todo, pero en serio que todo. Ignora sus problemas, actúa como si nada estuviera mal y explota en algún punto cuando ya no puede más. Aidan cree que molesta a otros por contar sus cosas personales, que por esa razón no dice nada. En realidad lo que a mí molesta de eso, es que crea que molesta a los demás solo por decir como se siente. ¡Es mi condenado mejor amigo! ¿Cómo cree que me va a molesta el que hable conmigo de sus problemas? Aidan me apoyó muchas veces con todo lo que pasó con mi madre, no voy a dejarlo solo así de lado.

Sé que su padre no fue el mejor del mundo, le fue infiel a su madre con lo que todos creíamos era su «entrenadora personal», pidió la custodia compartida de Sam y solo dejaba las visitas para el fin de semana. Aidan desde que pasó eso tenía un resentimiento con su papá, pero ahora... ahora se ve genuinamente triste.

—Era mi papá, amigo, era mi papá el de ese accidente y es mi papá el que está muerto ahora —aún sigue esa nota apagada en su voz, sus ojos se vuelven brillosos—. Me siento horrible ahora por todas las veces que le dije que lo odiaba.

—No te menosprecies, Aidan, tuviste... razones. Sé que es difícil ahora, pero podrás aceptarlo de a poco —él me regala una sonrisa triste.

—Sam aún está muy deprimido —mira a su hermanito, que hacía gestos con las manos mientras le cuenta algo Ava—. Todos lo estamos.

—Hey, amigo, sabes que estoy aquí, ¿Cierto? —vuelve su vista a mí y asiente—. Ahora me toca apoyarte a ti.

Hace el amago de una sonrisa, pero solo es una mueca triste, menea la cabeza, desordenado algunos de sus cabellos rojos.

—Basta, no quiero hablar más de esto.

—Vale, está bien —Aidan asiente, más tranquilo. Veo al escenario, de dónde me llama insistente Verónica—. Me tengo que ir, ¿Cuidas a Ava?

—Es lo que he estado haciendo todo este tiempo —responde con obviedad—. Ve a cantar como Ed Sheeran.

—¡Eh, que yo no soy el pelirrojo! —alzo la voz para que me escuche, Aidan solo sonríe y se una a la conversación de nuestros hermanos.

Antes de empezar a afinar mi guitarra, mi móvil suena en uno de los bolsillos de mi chaqueta, cuando lo saco noto que es un mensaje reciente:

Bea

¡Suerte!

¡Lo harás genial Evan!

Te estaré animando.

Sonrío como tonto a la pantalla de mi móvil, apreciando demasiado esos mensajes de la chica que me gusta demasiado.

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