T R E I N T A Y C U A T R O
Evan
Cierro los ojos y tomo una respiración, el aroma de flores y árboles llega a mis pulmones. El cantar de los pájaros, el sonido de la corriente del agua del lago y las personas suenan en mis oídos.
Abro los ojos otra vez, dos metros lejos de mí está la laguna de agua cristalina, la luz haciendo ese bonito efecto cuando choca contra el agua. Veo los patos bebés seguir en una línea perfecta a su madre.
Estar aquí siempre me a ayudado a relajarme, es como la tranquilidad en el auditorio de la preparatoria, o pasar el rato con los perros del refugio, solo que aquí tengo otras cosas que el silencio o compañía canina no pueden brindarme. El canto de los ruiseñores en sus nidos en lo alto de los árboles me gusta, el aroma que desprendían los árboles: sabia y madera fresca. Me gusta más esto.
Estaba sentado con mis brazos apoyados de mis rodillas. A lo lejos puedo ver a las parejas en las bicicletas acuáticas, sonriéndose el uno al otro. Suspiro pensando en su sonrisa, sintiéndome mal.
Irme así sin más de la cafetería estuvo mal. Solo que... empezaba a sentirme asfixiado y presionado por sus preguntas, el ruido de los demás alumnos hablando y los propios en mi cabeza. Necesitaba esto: esta tranquilidad.
«¿No quieres... hablar de ello?»
Su pregunta resuena en mi cabeza una vez más, haciendo que desordene mi cabello frustrado y masajee mis sienes. ¿Que si quería hablarlo? ¡Joder, era lo que quería! Pero ese nudo repentino en mi garganta no dejó que soltara todo lo que se acumulaba dentro de mí.
Y lo más valiente que pude hacer fue huir de ella.
Aún no puedo evitar pensar en mil cosas terribles si le digo lo que siento por ella y eso me frustra demasiado. Es como una impotencia que siento, tantas veces y oportunidades que tengo para decirle las cosas y mi propia mente solo necesita un segundo para imaginar un escenario terrible y hacerme perder los ánimos.
Además, también está lo de mamá... ¿Bea podría considerar todo lo que tengo... un defecto?
Tallé mis ojos frustrado.
—¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago? —me pregunto en voz alta, gruñendo frustrado.
—Dejar de hablar en voz alta sería un buen comienzo —sugiere una segunda voz que viene de mi lado derecho.
Giré la cabeza para encontrarme con un tipo alto y de complexión delgada, pelo negro ondulado y revuelto, como si no supiera lo que es un peine o se llevaran muy mal, de tez clara, ojos almendrados marrones claros bajo unos lentes de pasta de montura negra, me da una mirada curiosa pero también entretenida. Aparenta unos veinti tantos, no pasa de los veinticinco.
—Sería un buen comienzo —agrega el sujeto.
Fruncí el entrecejo.
—¿Qué?
—Te preguntabas qué hacer, ¿No? Bueno, dejar de hablar solo en público sería un buen comienzo. Estoy casi seguro de que asustaste a un par de niños —comenta lo último en un tono bromista.
Yo aún lo miraba confundido.
—Ya, era una broma —aclara.
—¿Vale?
—Hablando en serio, sé que es raro que un adulto desconocido te pregunte esto, pero, ¿Estás bien, chico?
Me quedé en silencio, viendo a la nada.
¿Estoy bien?
Ni siquiera debía de preguntarmelo. Claro que no lo estoy.
Yo me sentía tan... tan... Ya ni siquiera sé cómo rayos me siento.
—En realidad, no lo sé —murmuro.
Aquel tipo ladea una sonrisa tomando asiento en el pasto a una distancia prudente de mí.
—Entiendo, tienes esa mirada —comenta riendo.
—¿esa mirada?
—Así es, la mirada que dice «no sé qué hacer con lo que siento»
Aquello me sacó una sonrisa.
—Sí, creo que es esa mirada.
Me mira sobre su hombro con los ojos marrones curiosos. Los lentes le dan un toque más interesante a su mirada.
—¿Problemas amorosos?
—¿Es un problema? —me cuestioné en voz alta, viendo al frente—. Creo que sí lo es.
—Supongo que... no sabes qué hacer por lo que sientes por alguien, ¿no es así?
Medito su pregunta.
¿No sé qué hacer con lo que siento por Bea?
No, no tengo ni idea.
Asentí lentamente, respondiendo su pregunta.
—Así es.
—Comprendo —enuncia—. Es... algo muy loco, ¿No? Sentir algo muy fuerte hacia alguien y que ese mismo sentimiento te aterre. Es algo rarísimo.
Suspiro procesando sus palabras. Sí, es algo muy loco y una actitud muy bipolar.
Él sigue hablando:
—Es curioso como creemos que el negarte a lo que sientes por esa persona funcionará de algún modo. ¿Sabes? Solo enrolla las cosas, te lastimas y lastimas a esa otra persona.
Yo solo estoy ahí, escuchándolo hablar. Hay algo en él que lo hace llevarse mi completa atención, quizá sea la tranquilidad con la que habla o el que irradia cierta confianza, como un buen viejo amigo.
—Si sientes algo por alguien, negar la intensidad de esos sentimientos solo te hará sentirte mal contigo mismo.
»Todo de ti te delatará. Y sonará estúpidamente cursi, pero la fuerza con la que el corazón manifiesta las emociones es increíble.
Proceso lo que habla, pensando varios segundo en todo lo que me a dicho, asimilando sus palabras con las que una vez Ernesto me dijo. Así que, suspirando, decidí hablar de mi problema:
—Me gusta un chica —reí sin ganas—. ¿Qué cosas digo? Ella de verdad me encanta. Pero tengo miedo de que... solo vea fallos, errores, o el clásico, para ella yo solo sea un amigo.
»Ella se a vuelto tan importante para mí que perderla sería... un golpe bajo. Quiero con tantas ganas decirle todo lo que siento, pero hay una parte de mí que solo se imagina terribles escenarios y al final no digo nada. Es una ansiedad y miedo terrible.
—Mira... —dejó las palabras en el aire.
—Evan.
—Mira, Evan, entiendo bien como es tener una mente pesimista —vale, que es sorprendente lo que a logrado empatizar conmigo—. Me recuerdas a mi hermano, él también tiene una ansiedad como la tuya, ¿Crearse terribles escenarios? En menos de un segundo, ¿Culparse por todo? En solo una fracción de segundo lo hace.
—Pues que su hermano y yo nos llevaríamos muy bien.
Él se echa a reír, sus ojos volviéndose más pequeños y mostrando unas marcas al sonreír como las mías bajo ellos.
—Te diré lo que una vez le dije a él; tienes heridas que aún no han sanado, heridas que te mantienen limitado, son las grietas en ti por dónde se va tu escencia, tu luz. Y puede que esas heridas sean imaginarias, pero la luz que pierdes sí es real y recuperarla no es fácil, no la dejes ir.
Mis ojos viajan a mis muñecas colgando sobre mis rodillas, las pulceras como siempre cubriendo las cicatrices. Mis grietas son tan reales como la escencia y luz que se fueron a través de ellas.
Amago una sonrisa sin ánimos.
—No es fácil —admito en un murmuro—. Superar las cosas, nunca a sido y dudo que lo sea.
—Nadie a dicho lo contrario —dijo él—. Cómo todos pensamos diferente, también superamos. Tenemos un reloj dentro que tiene un segundo, un minuto, una hora, un día y un mes programado, esperando que llegue solo para activarse y ahí te darás cuenta que, lo que una vez dolió, empezará a ser más ameno, más llevadero hasta el punto de por fin haberlo aceptado.
Me quedo en silencio un largo rato, pensando, procesando y asimilando todas sus palabras. Estoy seguro que Ernesto sentiría envidia de este tipo. Guardo en mis memorias cada una de las cosas que dijo porque tiene razón, demasiada razón. La fuerza con que el corazón manifiesta las emociones es tan fuerte como cuando la mente expresa en tu cuerpo el cómo se siente.
Espero que ese reloj dentro de mí se active pronto porque quiero que lo de mamá deje de doler, quiero que lo que pasó quede en el pasado, quiero que la cruel voz en mi cabeza se quede en un mudo permanente, quiero tener el valor suficiente para decirle a Bea que estoy enamorado de ella.
Pero quiero también aprender a qué todo eso deje de dolerme ahora. Dicen que el tiempo cura las heridas, lo hace si nosotros ponemos de nuestra parte, y los últimos siete años no he hecho más que mandar todo al fondo de mi cabeza.
—¿Algún consejo que pueda darme? —pregunto, viéndolo.
—¿Más de los que te he dado ahora? —bromea, haciéndonos reír—. Decirle la verdad a esa chica, correr el riesgo, salir de tu zona de confort.
—Mi mejor amigo me a dicho lo mismo muchas veces.
—Entonces, hazle caso, corre el riesgo —anima—. Te lo sugiero porque además de verlo, lo he vivido, Evan. Sé lo que es estar aterrado por algo tan intenso, y sé lo que es estar feliz por ese mismo sentimiento.
—¿Y valió... realmente la pena?
Esboza una sonrisa que parece más para él mismo, su mirada fija en el lago.
—Claro que valió la pena, lo valió todo —se levanta del pasto y yo hice lo mismo—. Evan, no dejes que lo que pasó en tu pasado pueda arruinar la oportunidad de volver a ser feliz que te da la vida en el presente.
»Como diría mi mejor amiga: lograste sanar y reconstruirte a pesar de todo, no dejes que las dudas y miedos pasados te afecten en tu ahora.
Asentí a él, sonriendo de labios cerrados.
—Gracias, en serio. Me a sido de bastante ayuda —nos damos un apretón de manos.
—¡Qué va! Para eso estamos los extraños —sonríe simpático, amigable. En serio que es como un viejo amigo que tienes años sin ver, no entiendo cómo puede ser así.
—Una pregunta más —él asintió—. ¿Lo haría una vez más? —me mira confundido—. Repetir su historia, ¿Realmente lo vale como para repetirla?
Una amplia sonrisa se asoma en sus labios, antes de poder darme una respuesta, el llamado de alguien detrás de mí lo interrumpe pero también lo hace sonreír aún más, si eso es posible.
—¡Wyle!
Giré para ver venir a nosotros una mujer. También tiene pinta de veinti tantos, cabello castaño muy claro y un extraño mechón blanco al costado izquierdo de su cara, tez colorada y estatura media.
—Viviría mi historia una y otra vez si es ella la que está conmigo —responde mi pregunta anterior, sin dejar de ver con una sonrisa a la mujer que se acerca.
Cuando estuvo con nosotros pude ver qué sus ojos azules tienen unas cuantas motas de color verde, que además del mechón blanco tiene varios reflejos del mismo color, una capa de varias pecas sobre sus pómulos y el puente de su nariz resaltan también en conjunto con un vientre crecido de quizá unos cinco meses.
—¡Hey! —saluda algo agotada, llevando sus manos a sus caderas y espirando—. ¡Vaya! Sí que es difícil salir de las garras de esos vendedores ambulantes.
Dejo ir una risa porque sí tiene razón. Veo al tipo a mi lado, el tal «Wyle», en su mirada hay un nuevo brillo, uno de adoración y de claro amor hacia la mujer a nuestro lado. Me pregunto si yo tengo la misma mirada cuando miro a Bea.
Él sale de su trance con ella y me mira, posicionándose a su lado.
—Evan, ella es Mónica, mi esposa —su sonrisa creció al decirlo—. Y este pequeño de aquí —lleva su mano al vientre de Mónica—. Es Drew Wyle —la mujer le sonríe.
Ambos de verdad parecen muy enamorados el uno del otro.
Mónica deja de ver a su esposo para verme a mí con sus ojos azules verdosos, regalandome una sonrisa amable.
—Es un gusto, Evan.
—El gusto es mío —le devuelvo el gesto.
—Espero que mi consejo te sirva, eh. Si esa chica que te gusta es la indicada, mandar todo al demonio valdrá la pena —me reí al ver cómo Mónica le daba un leve golpe divertido en el brazo.
—Creo que me será de mucha ayuda. De verdad, gracias —dije.
—Ya te lo dije, para eso estamos los extraños —encoge los hombros sonriendo, en serio que es bastante simpático y amigable.
—Dave, es momento de irnos —le avisa Mónica.
—Fue un gusto, Evan —estrecha su mano a mí.
—Lo mismo digo... Eh, ¿Wyle? —correspondo al estrechón de manos, la pareja se ríe.
—Ese es mi apellido, pero a ella le gusta llamarme así —veo como Mónica encoge los hombros, soltamos nuestras manos—. Dave Wyle, a sido un placer, Evan...
—Evan Ross, también a sido un gusto, Dave.
Antes de irse con su esposa, gira sobre sus pies a mí.
—Hey, no lo olvides: lograste sanar y reconstruirte a pesar de todo, no dejes que dudas y miedos pasados te afecten en tu ahora.
Y con eso dicho, se dió la vuelta y fue con su esposa, ambos yéndose por el sendero orillado junto al lago. Los veo juguetear entre sí para que luego él la abrazara por la cintura. Sí que se ven como una verdadera pareja feliz. Por la adoración en los ojos de Dave, se nota claramente que él de verdad está enamorado de ella.
¿Así me veré yo también cuando miro a Bea?
No dejo de pensar en sus palabras, en lo bien que sirvieron a mi caos interior y en qué fueron un gran alivio.
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Nota de la autora:
¡Brinca, salta, chilla, grita y festeja si sabes quiénes son Mónica y Dave!
No hagas nada de eso sí no sabes quiénes son.
Me ha encantado poner esa aparición de los chicos de Un Amor ¿De Verdad O Mentira? Y que aún me cuesta aceptar que ya no están.
Bien, aquí dejemos los gritos de: ¡¡Mónica embarazada de cinco meses!! WTF??!!
Y aquí dejemos amor y cumplidos para Dave porque le dió un buen consejo a Evan.
Y aquí, su amor por mí, (si es que lo tienen) por darles ese vistazo de mis locos chicos.
Y por si se lo preguntan, el bebito de Mónica es un chico, por eso se llama Drew. Y con él tendré sorpresas luego... *frota sus manos maliciosamente y suelta una risa malvada* Me amarán, ya verán.
Nos leeremos pronto.
Besos y abrazos con confusión de Evan, buen consejo de Dave y de Mónica con Drew en su vientre.
MJ.
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