T R E I N T A

—No sabes lo bien que me hace escuchar eso, pensé que me odiabas —admito, riendo nervioso.

—Tranquilo, no te odiaría ni en mil años; eres mi amigo —golpe directo a mi estómago—. Hagamos como si eso nunca pasó, ¿Si?

Asentí, medio dudoso. No quería hacer eso, tampoco lo iba a hacer.

—Está bien —le doy un leve apretón a su mano que aún sostiene la mía.

Puedo decir que me siento mejor, que ya no tengo esa vocecita jodiendo en mi cabeza. Estaba casi todo en orden y eso me hace sentir más aliviado.

—¿Vamos a la cafetería? —propongo después de unos segundos en silencio.

—Claro, me estoy muriendo de hambre.

Volvemos al pasillo lleno de estudiantes. De camino a la cafetería, noté por el rabillo del ojos como unas cuantas chicas veían hacia nosotros, específicamente, ven hacia mí.

—Diablos, me siento violado justo ahora —murmuro a Bea.

Ella se rió.

—Consecuencias de ser increíblemente guapo.

—¿Crees que soy guapo? —inquiero con tono bromista. A Bea se le tiñen las mejillas de rojo y algunos balbuceos tontos salen de su boca.

—Ah, bueno.... es que... es que... es... lo que todo dicen...

—Eso es lo que todos dicen, ¿Y tú? ¿Qué opinas al respecto? —ella sigue muy sonrojada.

En serio que hacerla sonrojar es tan fácil y es algo que me sigue gustando tanto.

—Bueno yo... yo pienso que... Bueno... que tú —pasa saliva visiblemente y luego humedece sus labios rosas—. Que sí eres muy lindo —murmura, bajito, me sorprende que la haya escuchado.

—Créeme, para mí tu opinión es la más importante —las palabras salen por sí solas. Bea me ve confundida—. Je, ya sabes porque, eres... eres mi amiga.

Mentiras, puras y tontas mentiras que ni yo me trago.

Sonríe de lado.

—Claro, porque somos amigos.

—Yyy... ¿Ya has pensado en qué disfraz usarás para Halloween? —pregunto antes de que el silencio haga paso.

Halloween sería en unas pocas semanas. Cada año desde que conozco a Bea, Aidan, ella y yo elegimos un tema para disfrazarnos, siempre es divertido la hora de la elección y el resultado final. Espero que este año hagamos la tradición.

—En realidad, no —responde—. He estado concentrada en otras cosas. Tengo un par de exámenes en unos días, no quiero reprobar.

—Guao, me sorprendes, ¿La gran Beatríz Ferguson no a pensado su disfraz de Halloween? Esto no se ve todos los años.

—Después de los exámenes pensaré en eso —encoge los hombros—. ¿Y tú? ¿Ya has pensado en algún disfraz?

—Lo hemos estado pensando. Andy y Lyla también se unieron este año para disfrazarnos en grupo.

Hace unos días Andy nos propuso disfrazarnos en grupo junto con Lyla, Aidan y yo aceptamos sin problema. Desde hace un tiempo mi mejor amigo a tenido ideas de disfraces para grupos grandes y que Andy le haya propuesto unirsenos este año, lo animó aún más con ese tema.

—Me alegra que te caiga bien Lyla —comenta Bea sonríendo—. Es una gran chica, está loca, pero es buena gente.

Me río asintiendo a eso.

—Sí, ya me he dado cuenta de ello.

—¿Qué han pensado con los chicos? —Bea se acomoda la mochila al hombro.

—Bueno... —empecé, recordando los temas que propusieron mis amigos—. Andy propuso de robots, Aidan de superhéroes —Bea murmura un «obvio»—. Y Lyla de... —cierro un momento los ojos, recordando cuál fue el tema que propuso ella—. Recuerdo que tiene que ver algo con hadas...

Sí, ella propuso algo con una temática de hadas.

—¿De hadas? —repite Bea—. ¡Oh! ¿De Tinkerbell?

—Esa misma. Aún no nos ponemos de acuerdo, pero sé que el suyo los chicos no lo aceptarán.

Ella se ríe asintiendo. No por tener algo contra Tinkerbell, pero ni de coña me pongo mallas.

—Siempre a querido disfrazarse de Tinkerbell, esas son sus películas favoritas.

—Tiene mucho sentido, ¿Cuál crees tú qué deberíamos disfrazarnos?

Ella tomó su mentón, pensando en las opciones, torciendo también los labios.

—Creo que la opción de Aidan es la mejor, los chicos no querrán vestirse con mallas, ¿O sí? —niego de inmediato con la cabe—. Y el de Andy... no creo que los disfraces sean muy cómodos.

—Buen punto. Entonces, creo que los súper héroes ganan. Habrá que esperar que dicen los chicos.

—Así es.

Antes de ir a la cafetería, hacemos una parada en la biblioteca, al parecer Bea sí tenía que buscar unos libros. Y yo que pensaba que era una excusa para evadirme.

—¿Qué disfraz de super héroe me quedaría bien? —le pregunto a Bea, que intenta alcanzar un libro en una de las repisas de arriba, pero ella es muy pequeña y por eso tiene que andar dando saltos para alcanzarlo—. Déjame ayudarte —voy con ella y tomo el libro que intenta alcanzar.

—Gracias —sonríe en agradecimiento—. Y para responder a tu pregunta... —deja las palabras en el aire mientras va a otro estante buscando un libro más—. No lo sé, ¿Cuáles opciones has pensado?

—No he pensado en ninguna, si te soy sincero —ella menea la cabeza, divertida. Se acerca a mí pidiéndome que le sostenga los libros que ya a tomado. La ayudo y ella vuelve a buscar otros más, ¿Pero pues cuántos libros necesita?

Se agacha buscando en la parte baja del estante.

—¿Qué tal del Capitán América? —sugiere, viendo los títulos de los libros y poniéndolos en su lugar otra vez.

—Mmmm, no. Si hacemos la temática de súper héroes, de seguro Aidan elegirá ese.

—Tienes razón... ¿Qué tal...? Hum, ¿Iron Man? —me echa un vistazo rápido, antes de volver a buscar.

—No quiero estar incómodo toda la noche con un disfraz que de seguro tendrá plástico —hago una mueca, me siento incómodo de tan solo pensarlo.

—Okey... ¿Thor?

—No me creo digno de cargar el Mjolnir, y ser rubio es lo de Andy, no lo mío. Me gusta mi color.

—Okey... —resopla pesando—. ¿Qué tal
Star-Lord?

Lo pensé un momento, Peter Quill es uno de mis super héroes favoritos de todos. Mis películas favoritas de Marvel son la de los Guardianes de la Galaxia. Y sin duda, Star-Lord era mi favorito de los guardianes. Además, su gusto musical es increíble.

—Vale, me gusta. Me disfrazaré de Star-Lord.

—Te verás genial como un devastador, Ross.

Bea toma un último par de libros que pintan ser de álgebra y ciencias, avisa que ya tiene todo lo necesario y juntos bajamos de la segunda plata de la biblioteca. En su mostrador, como siempre, está Liliana, que le firma el permiso de retirada a Bea y le da un plazo de tres semanas para devolver los libros que se está llevando.

—¿Y tú? ¿Aún no piensas en ninguno? —le pregunto cuando en esta ocasión sí vamos hacia la cafetería.

—No, pero ya se me ocurrirá algo —responde guardando los libros en su mochila—. Ahora, mejor vamos a almorzar; en serio me muero de hambre.

Le abro la puerta de la cafetería, dónde en nuestra mesa de siempre está Aidan en compañía de Andy y Lyla, pareciendo discutir algo entre ellos. Bea y yo compramos nuestros almuerzos antes de ir con nuestros amigos.

—¿Por qué discuten? —pregunta ella, dejando la bandeja con su almuerzo junto a la de Aidan, yo me senté del lado izquierdo de mi amigo.

—¿Ustedes ya están bien? —nos pregunta Lyla.

Bea y yo compartimos una mirada junto con una sonrisa ladina.

—Todo está bien —responde ella, sonriéndome.

—Entonces... —rompo el contacto visual, no quería quedarme hipnotizado por sus bonitos ojos—. ¿Cuál es la razón de la disputa? —alterno la vista entre Andy, Lyla y Aidan.

—Estamos eligiendo el tema del disfraz grupal —responde Aidan.

—Oh, hablando de eso &Bea abre su jugo de manzana en cartón—. Nosotros creemos que es mejor el tema de súper héroes.

—¡No!

—¡Sí!

Exclaman nuestros amigos al unísono. Bea y yo nos reímos al ver las caras de Andy y Lyla.

—¡Esto es traición por parte de mi mejor amiga! —exclama Lyla, Bea solo encoge los hombros, culpable.

—¡En sus caras! —restriega Aidan—. Sabía que mis mejores amigos no me fallarían.

_Lo siento, chicos, pero el tema de Robots no es el mejor y, Lyla, aquí nadie quiere usar mallas.

Lyla solo me sacó la lengua. ¡Qué infantil!

—Bien, respeto la decisión —Andy alza ambas manos—. Mi disfraz será de... —piensa—, Star-Lord.

—Lo siento, amigo, ese ya me perteneces —digo, comiendo de mi manzana.

Andy resopla y piensa otra vez.

—Vale... seré... Winter Soldier.

—Te sentaría bien —dijo Bea—. ¿Y tú, Ly?

—No lo sé, ¿Cuáles son mis opciones?

Bea parece pensarlo mientras come de sus mini panqueques, de seguro estará pensando en todas las super heroínas de su universo cinematográfico favorito.

—Bueno, tienes entre opciones a Black Widow, también a la Capitana Marvel. A Scarlet Witch, Gamora, Mantis y Nebula. Uh, The Wasp y Valkiria son otras.

—Mmmm, creo que me quedo con la Valkiria —declara Lyla—. Tú y Brie me ayudarán con el disfraz, ¿no?

—Claro, no tenemos opción.

Empezamos a almorzar y hablar de cualquier cosa. Aidan nos cuenta de esas bromas suyas que nos hacen reír a todos. Mi mejor amigo se ve mejor, ya no está tan deprimido como ese día en el CallyCafé. Supongo que a de estar superando la muerte de su padre, o al menos, aceptándola.

—Como me encantaría seguir escuchando tus bromas, Ai, pero tengo estudio antes de mi clase y prefiero no perderlo —Bea se levanta de la mesa tomando su bandeja con las sobras de su almuerzo—. Nos vemos después de clases.

Se despide de todos con una sonrisa y un gesto de su mano. Le devolví el gesto, viéndola irse por la puerta contraria.

—¡Maldición, no! —la exclamación de Andy hace que deje de mirar por dónde se fue Bea, Aidan come de su almuerzo con una estúpida sonrisa pícara.

Debo de disimular más cuando me pasan estas cosas cuando estoy cerca de Aidan, el idiota se da cuenta de todo.

—¿Qué pasa? —le pregunta Lyla, confundida.

—Creo que tendremos que cambiar nuestro tema de disfraces.

—¿Qué? ¿Por qué? —interroga Aidan, frunciendo el ceño.

—Al parecer, los chicos del equipo de hockey ya habían elegido ese tema; incluso ya tienen sus disfraces. Así que si no queremos ser copias, es mejor elegir otro tema.

—¡Hadas!

—¡No!

Lyla nos mira mal murmurando un «idiotas»

—Fue el mejor tema que elegimos —Aidan resopla—. Y ahora no se me ocurre un tema grupal... y no, Lyla, no nos disfrazaremos de hadas.

—No iba a decir eso, estúpido. Iba a proponer que nos disfracemos por separado. No falta nada para Halloween y con el tiempo que nos tomará en elegir un buen tema que a los cinco nos guste se nos acabará. Y ni digamos cuánto tiempo nos tomará en conseguirlos. Mejor será disfrazarnos el año entrante, ¿Qué dicen? —nos mira a todos, esperando una respuesta.

—Yo creo que Ly tiene razón —apoya Andy—. Tardaremos mucho en elegir un buen tema, si con este tardamos en decidirnos una semana, no me quiero imaginar con otro. Y también está la cuestión de cuánto tiempo tardaremos en conseguirlos. Ya saben que las tiendas de quedan sin disfraces en estos tiempos de la noche a la mañana.

Aidan resopla otra vez, cruzando enfurruñado los brazos.

—Me cuesta admitirlo, pero ella tiene razón. Será mejor dejarlo para el año entrante.

—Vale, por mí bien, pero hay que avisarle a Bea.

—Yo le digo —dijo Aidan—. Bueno, creo que ahora debo pensar en otro disfraz.

—Ya somos dos.

Lo que quedó del almuerzo Lyla se la pasó convenciendo a Andy para que se disfrazaran de las benditas hadas de Tinkerbell, y él, como su blandengue novio, accedió por la insistencia de ella. Al parecer se disfrazarán de Tink y Terrance. Ya quiero que sea Halloween, quiero ver a Andy en mallas. Tendré algo por lo que burlarme el resto de nuestras vidas.

Se me ocurrió la idea de que a Ava le gustaría disfrazarse conmigo, así que cuando llegue a casa le propondré la idea. Aidan no tardó mucho en elegir un nuevo disfraz, pero el suyo también contará con su hermano y Bea, no me quiso decir cuál era sólo dijo «mi cabello y el del personaje, son iguales»

Tremenda pista que tengo en manos, amigo.

Nos despedimos de Lyla, y con Aidan y Andy nos fuimos a nuestra siguiente clase, con él compartimos una sola clase. El rubio también está en último año, pero no en nuestra misma sección. Al igual que su novia, Lyla está en último año pero en la misma sección que Andy. Bea es la menor de nuestro grupo por un año. No me quiero ni imaginar cómo la pasará cuando nosotros nos vayamos a la universidad.

Y pensando en universidad, ya deberíamos ir considerando opciones. Ciudad Nevada no cuenta con universidades locales, por lo que los estudiantes de bachiller deben de elegir sus estudios universitarios en las ciudades más cercanas o en otro estado. Papá me a comentado un par de veces que en Holbrook hay una universidad increíble que tiene una gran facultad para la carrera que quiero estudiar.

Me agrada la idea y a la vez no, Holbrook está a tan solo cinco horas y es la única ciudad cerca que cuenta con grandes universidad, (el pueblo a una hora y media no cuenta, que conste) no quiero estar tan lejos de mi familia, extrañaría demasiado a mi hermana, a papá, a mis tíos.

Supongo que no tengo muchas opciones para elegir.

-

Como el profesor de mi última clase del día no asistió por problemas familiares, según la secretaria del director, nos dejaron salir una hora mas temprano, algo que nos viene bien a todos.

Me despido de Aidan con un simple gesto de dos dedos y subo al coche. Estos días no han sido buenos ni malos, pero sé que una visita al lugar me subirá bastante los ánimos.

Sigo recto por Tower avenue escuchando On Top Of The World de Imagine Dragons, una de mis tantas favoritas de esa banda. Escuchar esa canción cuando tuve aquel ataque depresivo a los quince años me animaba un poco porque sí creía todo lo que la canción decía: podía estar en la cima del mundo, podía hacer cualquier cosa. Desde esa vez, es mi canción favorita número uno de todas.

Giro a la izquierdo con dirección a Ashland street y aparco unos metros más adelante frente a un edificio chato con un gran jardín de entrada donde en una valla de concreto ponía «Refugio Para Tu Mejor Amigo»

Otra vez estoy de vuelta al refugio animal que tantas sonrisas me sacó hace dos años.

Salgo del coche y me encamino a la entrada de cristal, adentro el olor a shampoo de perro fue lo primero que olí, luego llegaron los sonidos de todos los animales que residen en el lugar.

El refugio es bastante lindo y acogedor, el lobby de entrada es un espacio con paredes pintadas en azul oscuro con un piso de cerámica marrón. Al fondo hay un mostrador donde están apilados papeles de distintos documentos y una chica mayor que yo por cuatro años habla por teléfono con ánimo, como cada vez que venía acá.

Los pasillos a las distintas áreas están a cada lado, uno frente a otro. El izquierdo es el que lleva a las habitaciones de revisiones, sala de rayos X, el quirófano y dónde duermen los animales. El izquierdo lleva a la zona de recreación, el parque para perros y el patio.

Me acerco al mostrador donde la chica con el pelo ondulado y pintado de un gris morado me da la espalda, aún siguiendo con su llamada.

Aclaro mi garganta para llamar su atención.

—Lena, espera un segundo, que al... —cuando se gira a verme y nota que soy yo quien interrumpe su llamada, deja ir un sonoro grito que lastimó a mis pobres tímpanos—. ¡Linda, hablamos más tarde! —avisa a la chica del otro lado y cuelga la llamada.

Tara rodea el mostrador y viene hacia mí a darme el más fuerte abrazo de todos, casi me deja sin aire.

—¡Evan, que lindo verte de nuevo! —aún entre sus brazos, Tara nos mueve de un lado a otro.

—A mí también me alegra verte, Tara —digo, correspondiendo a su abrazo—. Sigues teniendo grandes cuerdas vocales.

Ella se aleja de mí, riendo. Tara es una chica muy linda, cabello ondulado color gris morado, ojos almendrados marrones, bronceada natural y tan atlética y alta como la recuerdo, incluso su sonrisa amistosa sigue siendo la misma de hace años.

A Tara la conocí la primera que vine aquí, hace dos años ya, era de sus primeros días cuando llegué aquella tarde con la cara más amargada de todas. Me guió por el refugio y me presentó a todas las mascotas que viven ahí, luego de una tarde de juegos con los perros, me fui con un ánimo que no tenía desde meses antes y con las ganas de volver al siguiente día.

Ella fue la que me hizo entender que estar aquí puede ayudarme bastante.

—Dios, te extrañé tanto, vampiro —el apodo es malo, sí, pero así me llama ella por lo pálido que soy y lo escuálido que era a los quince—. Estás tan cambiado a la última vez que te ví.

—Vine en enero, Tara —digo, alejándome.

—Sí, pero en enero aún yo estaba de vacaciones, los doctores me dijeron que te pasaste por aquí.

—Sí, vine en una visita improvisada.

Tara da dos pasos atrás y pasea sus ojos por todo mi cuerpo, haciéndome sentir algo incómodo pero igual me río. Ella siempre es así de rara, supongo que a de ser por ella el que al conocer y convivir más a menudo con las locuras de Lyla no se me hizo tan extraño.

—Te pusiste atlético, creciste más —me da unos toques en las costillas que me causan cosquillas—. Estás bien cachas, Evan, si fuera hetero ya te habría tomado.

La broma no me incomodó tanto como la primera vez que la hizo, Tara le va al otro bando y siempre suele hacer ese tipo de comentarios. Con el tiempo, te vas acostumbrando.

—Lastima, ya quisiera yo —he incluso, se las sigues.

—Ah, en serio te extrañé, me encantan tus visitas.

—Pues aquí estoy, vine a pasar una tarde jugando con perros, me hace falta.

Ella sonríe a plenitud, mostrando los brackets metálicos con ligas azules.

—Pues andando, mi querido vampiro.

-

Antes de irnos al patio, dónde Tara me aseguró que están los animales, pide a uno de sus compañeros enfermeros que le cubran en la recepción. Así ambos nos encaminas al patio hablando y poniéndonos al día de nuestras cosas.

—Muchos han sido adoptados, solo quedan algunos mayores que conociste hace dos años —Tara abre la puerta bajando el pomo, afuera el ruido de los ladridos y shampoo de perro es mucho más intenso.

El Refugio Para Tu Mejor Amigo recibe todos los animales que puede albergar, esos en su mayoría siendo perros, otro porcentaje son los gatos que solo pocos se animan a salir al patio y también roedores como conejos, chinchillas, cobayas o hamsters. Aunque esos últimos tienen más un área especial para ellos dentro del edificio.

En el patio hay al menos unos quince perros, todos de distintas razas, tamaños y colores y todos me dan ganas de abrazarlos. Hay unos cuantos empleados que reconozco como los domadores, quienes le lanzan pelotas, les muestran trucos y les dan premios. Lo genial de este lugar es que entrenan a los animales y así ellos pueden salir parte del día y no estar siempre encerrados en jaulas.

—Mira, allá está T.J —señala Tara al tipo de su misma edad castaño ceniza que le lanza una pelota de tenis a un doberman—. ¡T.J!

Él se gira cuando escucha que alguien pronuncia su apodo, nos nota de inmediato en la entrada y sonríe saludandome, acercándose luego con el doberman siguiéndole el paso.

—Pero miren quien a vuelto —T.J me rodea el cuello y desordena el pelo como un molesto hermano mayor—. El pequeño Evan viene de visita después de meses de olvido.

Vale, que soy alto para tener diecisiete años (gracias, familia Ross) pero T.J me llama «pequeño» porque mi 1,80 no es nada comparado con su casi dos metros. Él es jugador de básquet, así que explica demasiado bien porque es un maldito rascacielos.

—Basta, suéltame, idiota —le pido entre risas, saliendo de su aprisionamiento a la fuerza, casi caigo de trasero.

—Bromeo, Evan, la verdad que hiciste falta por aquí los últimos meses —vuelve a lanzar la pelota de tenis, el doberman va tras ella enseguida.

—Quise visitar muchas veces, pero bueno, clases, entrenamiento y... ejem, otras cosas.

—Uh, otras cosas —Tara sonríe maliciosa—. ¿Qué cotilleos tiene la vida de Evan Ross en estos momentos?

Ambos me miran expectantes, T.J y Tara me caen bien, son amigos a los que les tengo confianza y es algo raro porque yo no soy de dársela a todo el mundo, pero ellos se la ganaron por como siempre fueron conmigo, incluso siendo un quinceañero amargado, triste y de vez en cuando llorón, siempre fueron amables y no me trataron con especial cuidado, siempre fui uno más de ellos y eso es lo que tanto quería: ser tratado con normalidad.

Aún así, vine aquí a pasar con los perros, no a cotillearles mi vida.

—Estoy seguro de que vine a jugar con los perros, así que... —aprovecho y tomo la pelota que el doberman le trae a T.J—. Iré a hacer eso, ¡Hablamos luego!

Escucho sus quejas mientras me alejo para ir con los otros perros, solo sería un retraso, porque antes de irme, esos dos me harán hablar sí o sí.

—Tú no me harás hablar de mi patética vida privada, ¿Verdad, amigo?

El doberman, que en su placa pone Ibby, (uh) solo ladra.

—Que eres niña, ay —vuelve a ladrar—. Bueno, Ibby, vamos a jugar.

Le lanzo la pelota y ella corre detrás, atrapandola en el aire de un brinco. De inmediato mis labios dibujan una sonrisa.

Sí, me gusta estar aquí.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top