S E I S
—Something big, I feel it happening out of my control. Pushing, pulling and it's grabbing me feel it in my bones —cantaba a murmuro Something Big de Shawn Mendes mientras caminaba por los desolados pasillo de la preparatoria en dirección a mi castigo.
Tras dar varios giros en las esquinas de los pasillos, llego al fin a la biblioteca, dónde saludo a la bibliotecaria a cargo: Liliana, una mujer alta y agradable con lentes de pasta que siempre se está acomodando sobre el tabique. Ella me devolvió el saludo con una sonrisa para después indicarme el área a dónde tenía que ir con otro par de chicas castigadas.
Tuve que subir la pequeña escalera de caracol que hay en el salón para llegar al segundo piso, casi a la llegada de mi destino, escuché una conversación en tonos bajos de un par de voces femeninas.
—... Oh, lo siento tanto —dijo una de las chicas—. Pero, ¡Hey! Mira el lado bueno, él llegó en el momento justo. Ese tipo fue todo un maldito —hay un marcado acento en su forma de hablar—. Créeme, si yo estaba ahí, con unos cuantos golpes no habría sido suficiente.
Hay una risita corta y suave de la otra chica, un sonido que conozco tan bien por la forma en que me deja sin aire y con un suspiro encantado atrapado en la garganta.
—Gracias, Ly. Pero no quisiera que estuvieras en la cárcel por mi culpa.
—Oye, habría sido todo un honor. Eres mi enana mejor amiga, haría lo que sea por ti como tú por mí —termino de subir las escaleras y me encuentro con el par de chicas abrazándose.
Aclaré mi garganta, muy incómodo, para hacerme notar.
Después del abrazo, la chica menuda me mira con sus ojos verde oliva que desde un tiempo para acá no me he podido sacar de la cabeza.
—Oh, hola —sonríe nerviosa—. Guao, no me imaginé que el otro chico al que castigarían serías tú —la otra chica se ríe.
—¿Cómo que no lo imaginaste? —le frunzo el ceño, fingiendo indignación—. Soy todo un chico malo —me cruzo de brazos y hago un asentimiento con mi cabeza que las hace reír.
—Sí, ya veo —comenta la chica del acento, riendo y negando divertida con la cabeza. Se acerca a mí, extendiendo su mano—. ¿Qué tal? Soy Lyla.
Hum... se me hacía... extrañamente familiar.
—Evan.
No podía quitarle la mirada de encima, de verdad se me hace muy familiar. ¿Dónde la había visto antes?
—¿Qué? ¿Qué tengo? —suelta el agarre de nuestras manos y es su turno de mirarme con una ceja castaña-anaranjada alzada.
—Es que... me pareces un poco familiar —acentúa su ceja alzada—. ¿Eres amiga de alguno de los chicos del equipo de hockey? —le pregunto al recordar que la he visto en varios de los entrenamientos.
—Ah, sí —deja ir unas risitas—, soy la novia de Andy.
La novia de Andy.
«Bueno, me complace anunciar que este sujeto de aquí, tiene novia» fueron las palabras de mi amigo hace unos cuatro meses. En su momento lo creí una broma, es decir, ¿Andy? ¿Andy Guillén, el idiota que era incapaz de mantener una relación... con novia? Además de que nunca nos habló de ella antes, creer que ese sujeto estaba en una relación parecía más irreal que real.
Hasta que empezamos a notar los cambios de humor, ¡Hasta de responsabilidad! Incluso su enorme ego se desinfló, la chica seguía siendo un misterio para nosotros porque Andy «quería mantener algo de privacidad» (aunque sospecho que se debe a que Aidan en una ocasión comentó lo guapa que le parecía Lyla) pero ella estaba ahí en todo momento, en los entrenamientos o juegos. Siempre la taché como una de las raritas que van a ver los entrenamientos, pero no me esperaba que ella fuera la imposible novia de mi amigo.
—Vaya —balbuceé, haciéndola reír.
—Sí, todos dicen eso.
—No nos culpes, sigue siendo increíble —comentó Bea por allá atrás, a lo que asentí.
—Honestamente, creí que tú solo eras un invento de su imaginación.
—Oh, yo en su momento también lo creí.
Luego de esa charla, dejé mi mochila junto a las de las chicas y juntos empezamos a acomodar la primera sección de libros en ese estante.
-
—¡Evan, ten cuidado! —exclamó Bea.
—¡Lo siento! ¡Esta posición es incómoda!
—¡Por favor, deja de moverte! ¡Para mí esto también es incómodo!
-—¡Más rápido, por favor! —pidió Lyla.
—Un poco más a la izquierda —me muevo a ese lado—. ¡Solo un poco más!
—¡Rápido! —exigió Lyla, impaciente—. Estamos yendo insoportablemente lentos, ¡Llevamos veinte minutos en esto, chicos!
—Oye, no es mi culpa que Bea tenga la misma estatura que Pulgarcita —me quejo, recibiendo un golpe en la cabeza por parte de Bea casi al instante—. ¡Auch!
—Solo muévete un poco más, un poco más —se estira para alcanzar—. ¡Al fin!
—¡Gracias! —Lyla suspira, aliviada.
—Ahora bájame, creo que tu altura me está dando vértigo.
Me agacho para que Bea baje de mis hombros, ¡Al fin! Es un total alivio para ella y uno aún más grande para mí. Beatríz será chiquita, pero sí que pesa. Durante la última hora, con ella y con Lyla hemos estado organizando esta sección desordena de la biblioteca, Lyla estuvo acomodando los libros de matemáticas en la repisa de abajo, mientras que Bea y yo los de historia hispanoamericana de la repisa alta de arriba, lugar que Bea no lograba alcanzar ni siquiera encima de mis hombros.
En serio que esa chica es, sin dudar, la personificación de Pulgarcita.
En cuanto terminamos con nuestro castigo, salimos juntos de la biblioteca, no sin antes firmar que cumplimos con nuestra tarea con Liliana y despedirnos de ella. Nos fuimos a la cafetería donde seguramente encontraríamos a Aidan.
—¿Nos vemos más tarde en tu casa? —preguntó Lyla a Bea.
—Claro, te esperaré.
—Vale, iré a eso de las cinco, ¡Adiós, Bea! ¡También adiós para ti, Evan! —se despide Lyla, yéndose a una mesa donde estaban otras chicas estudiando.
Bea y yo nos despedimos de ella con gestos de nuestras manos.
—Ella es un poco... enérgica —comenté.
Bea sonrió, asintiendo.
—De toda la vida.
Llegamos a la mesa donde acostumbramos a comer, ahí encontramos a Aidan en compañía de alguien que no conocíamos: una chica de cabello negro ondulado, morena aunque no tanto como Bea, más bien como Aidan: algo trigueño. Ojos rasgados color café, de estatura media y complexión delgada. Hablaba con Aidan de un tema que los tiene sonriendo a ambos.
—Hola —saludamos al mismo tiempo al llegar a la mesa.
—Hey, chicos —nos responde Aidan, sonriendo—. Amigos, déjenme presentarles a Briana, es nueva aquí. Hoy es su primer día.
—¡Bienvenida! —dijo Bea.
—Es un gusto, soy Evan —digo, sonriéndole amable, sé cómo se siente el primer día en un lugar nuevo.
—Yo soy Beatríz, pero todos me dicen Bea.
—Bueno, ya su amigo me presentó —no pasa desapercibido el acento remarcado francés en su voz—. Soy Briana Duquet.
—¿Eres de Francia? —le pregunta Bea, a lo que ella asintió—. ¿De París?
—No, no. Soy de Marsella, es una ciudad puerto del sur de Francia.
—Mi madre es de ahí —ese comentario salió involuntario de mi boca, aunque también me trajo recuerdos de las veces en que mamá me contaba de pequeño de su ciudad natal—. Esto... me han dicho que es muy lindo.
Los ojos de Briana brillaron de emoción, la misma emoción que recuerdo en los ojos de mamá.
—Así es, ¿Has ido?
—No, no, mi... mi madre de pequeño siempre me hablaba de su ciudad natal. Nunca he ido.
—Lástima, deberías decirle que te lleve algún día, es una ciudad muy hermosa —intento sonreír pero lo mejor que me sale es una mueca.
—Eh, bueno, ¿Qué tal si almorzamos, amigos? —sugiere Bea, cortando con la reciente incomodidad.
Bea no sabe nada de lo que pasó en mi familia, así que no es que haya interrumpido por mí, lo hizo para evitarse la incomodidad. Ella odia los silencios y situaciones incómodas, cada vez que se presenta alguna, suele decir algo gracioso o cambia el tema, como justo ahora.
Hablamos un rato hasta que Aidan llevó a Briana a recorrer la preparatoria, quedando solos en la mesa Bea y yo. Sentía un revoloteo nervioso en el estómago, algo que no me pasa con ninguna chica, ¡Ni con ninguna persona! Ella es la única que me hace sentir ansioso y emocionado de tenerla cerca y ni siquiera se da cuenta.
—¿Evan? —meneo la cabeza, prestándole atención—. ¿Vamos a clases? El almuerzo casi acaba —miro alrededor y veo las demás mesas vacías y como los demás estudiantes van dejando la cafetería.
—Vamos —tomo mi mochila y salimos del lugar hacia el pasillo.
—¿Está todo bien? —inquiere al cabo de unos segundos. Asentí—. ¿Qué fue eso de allá?
—No fue nada, Bea —me mira, dudosa—. En serio, solo fue una tontería, nada más.
—Vale... está bien —aunque por su tono sabía que no estaba del todo convencida.
Llegamos al salón de cuarto curso, año en el que Bea va, a diferencia de Aidan o Andy, Bea es un año menor que nosotros, por lo que es más probable que no la vea hasta la salida de clases.
—Nos vemos luego —la veo entrar a su salón y sonreírle a varios de sus compañeros. Que suertudos, ya quisiera yo estar en su mismo año.
Espera, ¡No! No seas idiota.
Ya en mi salón podía sentir las miradas de varias chicas. No importa dónde me siente, si en los asientos de adelante, los del medio o atrás con los chicos que tienen costras de baba en los labios, siempre me tendrán puesta sus miradas encima y eso me incómoda. Antes de que la clase diera inicio, saqué mi libreta de apuntes. No para apuntes escolares, sino para ideas o datos necesarios para así no olvidarlos.
Estaba haciendo trazos sin sentido en un dibujo con aún menos sentido, cuando a mi mente llegó la bonita sonrisa de Bea he imaginé ese dulce aroma a fresas que la caracteriza. Mis labios por sí solo sonrieron y mi mano empezó a hacer trazos, ahora con más sentido que los anteriores. No soy un experto dibujante, sé cosas básicas porque las he aprendido por la misma chica que se mantiene instante en mi cabeza.
—¿Y esa sonrisa? —me sobresalto en mi asiento al escuchar la voz de Aidan a mi lado—. Eh, ¿Qué dibujas? —intenta espiar pero soy más rápido cerrando la libreta.
—Nada interesante —mi mejor amigo me mira con ojos entrecerrados cuando guardo el cuaderno en mi mochila—. ¿También está en nuestra clase? —le pregunté, viendo a Briana sentada en unos asientos más adelante.
—Tiene nuestra edad, es obvio que esté aquí.
Poco tiempo después llegó el profesor de matemáticas, empezando a anotar números, letras y fórmulas que para mi cerebro no tenían mucho sentido. Tantos números y letras, ¿Pero desde cuándo en las matemáticas se usan letras? Después de mil súplicas internas y algunas murmuradas, la clase acaba y unas horas más tarde, el día de escuela por hoy.
Mi mejor amigo me llevó a casa y qué sorpresa me llevé al ver a esa persona en la sala.
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Nota de la autora:
Oh... ¿Qué habrá sido eso que vio Evan? ¡Lo descubrirán en el próximo capítulo!
Guao, que lindo es volver por aquí.
Bueno, voy a ser rápida:
Cómo ya sabrán, (o no) ayer terminé de publicar mi otro libro: Un Amor ¿De Verdad O Mentira? Ya está listo y gracias a eso ¡Por fin! Tendremos con normalidad la historia de Evan y Bea.
¿Están emocionados por adentrarse en este nuevo mundo? Primera historia mía que ven con personajes adolescentes. ¡Esto es tan emocionante!
Oh: y vayan a ver la última parte de Un Amor ¿De Verdad O Mentira? Se llevarán una agradable sorpresa.
Bueno, ahora sí: sean bienvenidos a Loco Enamorado. ¡Espero les guste! Y se llevarán unas cuantas sorpresillas por aquí. *se frota malvada las manos* MUAHAHA.
¡Nos veremos muy pronto!
Besos y abrazos, MJ.
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