E X T R A I V

La venganza de Evan Ross.

Bea

—¿Quién es el bonito Deian? Tú, claro que tú, bonito.

Mi sobrino de dos años se ríe mostrando los pequeños dientes que tiene. Me encanta esa sonrisa, es de mis favoritas.

Claro, junto a la de Michelle y Bastian, los mellizos hijos de Benjamín y Melanie.

En general, me encantan las sonrisas de mis sobrinos, son tan lindas he inocentes que quisiera guardarlas siempre y protegerlas de todo lo malo.

—Bea, ¿Podrías, por favor, devolverme a mi hijo? —me pide mi hermana, quién no para de darme esa mirada de reclamo que desde hace un rato me dedica.

Abrazo protectora a Deian, quién ríe contra mi pecho, rodeandome como puede con sus cortos bracitos morenos.

—No, vete.

Brie rueda los ojos y suspira frustrada.

—Por favor, Beatríz, desde que llegaste no te has despegado de él, Michelle y Bastian también quieren un poco de tu atención, ¿Sabes?

Busco entre la gente que nos rodea a mi hermano con su esposa, los encuentro junto a mis padres a unos pocos metros de dónde estamos Brie y yo. Mamá y papá parecen hablar de algo y mi hermano y cuñada esperando a que el evento de patinaje inicie. Me fijo después en mi otro par de sobrinos. Ben lleva a Michelle sobre los hombros, ella siempre como una diva con un gran sombrero para protegerse del sol y sus lentes de montura color rosada. Bastian, en cambio, es algo más discreto que su hermana, Melanie lo lleva en brazos y el pequeño tiene su gorra favorita azul con el bordado de un perrito jugando béisbol y también unos lentes a juego de color azul.

Los mellizos parecen aburridos con sus padres, y no es secreto para nadie en mi familia que mis tres sobrinos les gusta estar más conmigo que con sus progenitores, por esa razón Deian no me quiere soltar de su intento de abrazo.

—Necesito a Evan —comento, buscando ahora con la mirada a mi novio. Lo veo venir en compañía de Sam, el hermano menor de mi mejor amigo—. ¡Ross!

Desvía la mirada de Sam en cuanto escucha mi llamado y sonríe en mi dirección. Su sonrisa es otra de mis favoritas, nunca me cansaré de ella.

Luego de decirle algo a Sam, ambos se acercan a nosotras. Evan saluda a mi hermana, quién le devuelve el saludo solo con una sonrisa rápida de labios cerrados para volver a mirarme con reproche.

—Mi hijo, Bea, ahora.

Le hice un gesto para que se esperara.

—Chicos, necesito un favor de ustedes.

—¿Qué favor? —pregunta Sam, metiendo las manos en los bolsillos de la chaqueta de lana gris que lleva encima, gesto que me recordó demasiado a Aidan.

—¿Pueden traerme a Michelle y Bastian? Están allá con Ben y Melanie —señalé con mi pulgar en dirección a mi hermano, Brie me mira indignada—. Así ningún niño está aburrido —le digo a ella.

—¡Bea! —se queja, haciendo reír a Sam y Evan.

—Vamos, Brie, tú lo ves todos los días, yo si acaso unas pocas veces al mes. Aprovecha la paz que te doy al tener a tu hijo conmigo y vete a hacer tus cosas con Dixon.

—¿Qué conmigo? —pregunta el recién llegado, comiendo de una paleta de helado.

Nos mira expectantes a todos, Deian por su parte estira los bracitos para que su padre le dé de su paleta.

—Sabía que no debía de acercarme —se lamenta él, sin tener más opción que darle a probar la paleta a su hijo—. En fin, ¿Qué hablan de mí?

—Llévatela —señalé a Brie—. No para de molestarme con que le dé a Deian.

—¡Mocosa, es mi hijo!

—Oh, vamos, preciosa —le anima Dixon—, tómalo como un descanso.

—Es lo que le vengo diciendo desde hace un rato.

Brie vuelve a suspirar, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Vale, te dejaré con Deian —yo festejo—, pero tú tienes que invitarme a comer algo —señala a su prometido.

—Trato hecho —sonríe él—, andando, mi bella, loca y futura esposa.

Cualquiera se hubiera indignado en escuchar un «loca» en unas palabras como esas, excepto Brie, ella solo se rió meneando la cabeza, tomando después la mano de Dixon para irse a comer algo. Deian se muestra feliz de haberse quedado la paleta de sandía de su papá.

Esos dos como padres son una cosa bastante interesante. Mi hermana, que es una persona con una locura sorprendente que no piensa más de dos veces las cosas, a veces incluso ni piensa, se a mostrado como una verdadera madre responsable de su cría. Vale, que han habido altibajos como la vez dónde Deian se cayó de los últimos peldaños de la escalera o también donde casi se corta la manito por estar jugando con tijeras, esos han sido los casos más graves de negligencia por parte de Brie y Dixon, de resto, son unos padres atentos a su pequeño, también bastante amorosos, eso nunca le falta a mi sobrino.

—¿Ustedes por qué siguen aquí? —les pregunto a Evan y Sam—. ¡Vayan por Michelle y Bastian, por favor!

—Vale, vale, mandona —dijo Sam, alejándose con mi novio en busca de mis sobrinos.

Aún no me acostumbro tanto al crecimiento de ese chico. Sí, tiene diez, pero como a cambiado, no solo fisicamente, su personalidad está teniendo la transición de niño a niño más grande, no sé cómo será la de niños más grande a preadolescente.

Veo en dirección a donde están mi hermano y cuñada, ambos se muestran confundidos cuando llegan Evan y Sam a pedirles a los pequeños, hasta que Evan señala en mi dirección, sonrío saludando a mi hermano, eso hace que su expresión se relaje.

No es que Ben aún tenga la reticencia con Evan, quizá un poco sí y solo la hace a un lado por mí y por Melanie, que le pide que no sea tan rudo con él, la cosa es que Ben es un total protector con Michelle y Bastian. En serio, cuando los mellizos tenían apenas unos pocos días de nacidos era casi imposible ver a Benjamín fuera de la habitación de los bebés.

No me imagino lo difícil que le será cuando mis sobrinos ya sean unos adolescentes.

Cuando veo a Evan venir con Michelle en brazos y a Sam tomando de la mano a Bastian, sonrío de inmediato, aunque mi sonrisa va más allá de ver a mis sobrinos, es más el cómo se ve mi novio con la pequeña en sus brazos.

Es una imagen que procuro guardar bien en mi memoria. Evan de por sí se ve guapo haciendo literalmente cualquier cosa, pero con una niña en brazos le da un plus, algo mejor a su imagen. Incluso creo que se me escapó un suspiro bajo.

Sería una mentira decir que a veces no me imaginaba a Evan con un niño, puede que sea precipitado, pero me he hecho muchas imágenes de cómo sería eso, cómo sería verlo en plan de papá sobreprotector, porque sé que él sería de esos padres tan solo mirando cómo es con Ava.

Puede que sí sea precipitado de mi parte hacerme ese tipo de ideas en la cabeza cuando desconozco nuestro futuro, cuando no sé si juntos podamos llegar a tal punto de nuestras vidas, pero me gusta hacerme la idea incluso si es solo una ilusión mía.

Sé que suena masoquista, pero me gusta mantener las esperanzas.

—Me gustaría quedarme a jugar con Michelle y Bastian, pero mamá me debe de estar buscando, los veo después, chicos —se despide Sam, zigzagueando entre la gente para ir en busca de su madre.

Evan se detiene a mi lado para tomar en brazos a Bastian, ambos niños parecen estar cómodos entre sus brazos y se dedican a jugar con los mechones sueltos de su cabellera azabache.

—Veo que es de familia eso de jugar con mi cabello —comenta él, riéndose.

Encojo los hombros, acomodando a Deian contra mi cadera, mi sobrino sigue comiendo gustoso su paleta de sandía.

—Es algo inevitable, Ross.

—Ya lo veo.

Cambio la mirada a la pista de patinaje que aún sigue vacía, no podía seguir mirando mucho a Evan con mis dos sobrinos en brazos, es una vista en extremo tierna.

—¿Cuándo empieza la competencia? Hace ya un rato que anunciaron el inicio.

—Los niños deben de estar preparándose, supongo —comenta, frunciendo el ceño—. Capaz y empiece pronto.

—¿Hablaste con Aidan? —le doy una mirada rápida de soslayo.

—Sí... estaba con Hazel —Evan sigue buscando entre la gente—. Venían del ensayo de su nueva obra.

—Ya quiero ver esa presentación —admito. Si bien yo no soy muy fan del romance, me gusta ver las obras románticas en las que a actuado mi mejor amigo, es la única manera en que las puedo soportar—. Aidan y Hazel como protagonistas en una obra romántica es algo que necesito ver.

—Créeme, yo también —se echa una rápida risa—. Mira, allá vienen.

Veo a donde él señala con un gesto de su cabeza, tiene razón, los niños que participarían en esta competencia de patinaje se aproximan a la pista. Son al menos unos diez niños, y entre todos, distingo el casco verde agua de Ava, la hermana menor de Evan.

No sé mucho de lo que va esta competencia, lo único que Evan me explicó es que Ava era participante y que quería que lo acompañara a venir, y claro, cuando se lo conté a mi familia se sumaron para venir a apoyar a Ava y capaz pasar un sábado diferente.

El público empieza a aplaudir emocionado, algunos adultos chillan el nombre de los que deben de ser sus hijos y a lo lejos escucho como exclaman y animan a Ava, no solo son mis suegros quienes apoyan a su hija, sino también sus amigos: Sam y el par de castaños: Astrea y Liam, mi familia no queda excluida.

Los Ferguson habían pasado el suficiente tiempo juntos como para tomarle mucho cariño a la hermana menor de Evan, estoy segura que papá la quiere más a ella que a su propio yerno.

No me sorprendería, la verdad.

—¿De qué va la competencia, Ross?

—Roller dance, baile sobre ruedas —explica al ver mi cara—. Ava lleva meses practicando para esto.

En los parlantes instalados en cada extremo de la pista empiezan a sonar diferentes canciones, esas en su mayoría siendo de películas animadas como Tarzan, Hércules, Lluvia De Hamburguesas, La Sirenita entre otras más que no supe reconocer.

Cada niño participante hacía su coreografía al compás de su canción, algunas eran bastante animadas y, a mi parecer, bastante complicadas. Admiro a esos niños que son capaces de hacer esos bailes increíbles estando sobre ruedas.

Cuando fue el turno de Ava, hubieron muchos gritos de ánimos, tanto por parte de sus padres como de los míos, sus amigos, mis hermanos, Evan, incluso mis sobrinos aún en nuestros brazos aplaudieron con sus pequeñas manitos aún sin entender el por qué lo hacían.

—¡Tú puedes, Ava! —exclama Evan con emoción.

—¡Puedes Ava! —chilló Deian con los alrededores de la boca húmedos por terminar su paleta.

Evan sonrió ante los ánimos de mi sobrino.

Empezó a sonar Play My Music, una de las canciones que cantan los Jonas Brothers en la película Camp Rock, con ese ritmo movido y animado, además de la gran letra, la coreografía de Ava se ve acompañada por aplausos de todo el público. La pequeña Ross sonríe emocionada de tener tanto apoyo y sigue con su coreografía.

Si a los demás niños los admiro por saber bailar sobre ruedas, a Ava Ross definitivamente la alabo. Esa niña sabe lo que hace, sabe bailar de una forma increíble y con pasos que de seguro si los hago yo termino besando el suelo.

Para cuándo termina, su pecho sube y baja, su rostro brilla por el sudor pero no pierde su enorme sonrisa. Todo el público aplaude y vitorea a ella.

—¡Esa es mi hermana! —exclama Evan a toda voz.

Lo miro a él, su rostro brillante totalmente encantado del baile de su hermana, aún con mis sobrinos en brazos hace el intento de que ellos le den ánimos a Ava, y sonríe aún más cuando lo consigue.

Si es así de tierno, ¿Cómo no puedo hacerme las ideas de un futuro Evan Ross siendo papá?

-

—Gracias, Evan —le sonríe Melanie, tomando con cuidado a la muy dormida Michelle.

—Que fácil se han dormido —opina Ben, él con Bastian, el niño tan dormido como su hermana.

—Agotarlos es el secreto.

Melanie ríe, acomodando el cabello castaño oscuro de la niña.

—Bueno, gracias por agotar a nuestros hijos —alza otra vez la vista a nosotros—. Adiós, chicos, tengan un lindo viaje mañana —con esas palabras de despedida, Melanie entró a la casa.

—Y cuidado —agrega Ben—. Hablamos luego, honguito —me abraza con cuidado de nos despertar a su hijo—. Cuida de mi hermana, Ross.

—Como siempre, claro que sí.

—Ya, vete, Ben.

—Yo también te quiero, Bea —dijo, subiendo la escalinata para entrar.

—Vamos, te acompaño a casa.

Emprendimos camino a mi casa en el coche de Evan, hablando de la competencia de hoy y también que mañana tendríamos que volver a Holbrook.

—A veces se hace bastante tentativo quedarse —comento, acariciando distraídamente los nudillos de su mano que mantiene sobre mi pierna—. Ben y Brie lo ven como broma, pero en serio siento que pierdo tiempo con mis sobrinos. Hablar por videollamada nunca será igual a que poder abrazarlos en persona.

—No lo es, Bea, nosotros mismos lo vivimos.

Suspiré recordando su primer semestre en la universidad, para mí era mi último año de preparatoria, Evan estaba en Holbrook, a cinco horas de distancia, visitaba la ciudad escasas veces porque sus clases lo consumían, siempre estaban los mensajes, las largas llamadas y videollamadas, pero nunca se sentía igual de bien a cuando venía de visita y podía abrazarlo y tocarlo realmente.

—Tienes razón —murmuro—. ¿Por qué Ciudad Nevada no tiene universidad? Las cosas habrían sido más fáciles.

Evan se echa a reír.

—No lo sé, Bea, supongo que no lo pensaron.

—Idiotas —mascullo cruzando los brazos. Es un poco tonto molestarse por algo así, pero igual siguen siendo idiotas los fundadores de la ciudad.

Evan como respuesta da un pellizco a mi muslo que me hace saltar en mi asiento.

—¡Hey!

—Calma, fiera —igual le doy un manotazo a su mano, y aunque se queja, aún no la aparta—, mira, ya llegamos.

Estaciona su auto frente a mi casa, las luces del pórtico y la sala están encendidas al igual que la de la vieja habitación de Brie en el piso de arriba, seguramente mi hermana se quedaría en casa por esta noche.

—Te paso buscando a eso de las nueve, ¿Vale?

—Vale, te esperaré —suelto el cinturón de seguridad y estoy dispuesta a bajar de su auto, solo que su mano aún en mi muslo no se aparta—. Oye, Ross, te devuelvo tu mano.

—¿No te olvidas de algo, Pulgarcita? —arquea una de sus cejas azabaches.

Me hago la pensativa aunque sé perfectamente a lo que se refiere.

Termino meneando la cabeza.

—No, no olvido nada.

—¿Segura?

—Segurísima.

Evan me mira con los ojos entrecerrados y yo oculto muy mal mis ganas de reírme.

—Eres una mala mentirosa, Pulgarcita.

Como ni siquiera pude haber abierto la puerta y Evan es mucho más rápido que yo, fue capaz de alzarme hasta tenerme sentada sobre su regazo. No pregunten cómo fue que no me golpeé la cabeza con el techo del coche, ni como no golpeé con mis rodillas las palancas de velocidades, solo no lo sé.

—Tienes mucha fuerza para tu propio bien —digo, poniendo mis manos sobre sus hombros.

Evan se ríe dejando detrás de mi oreja un mechón suelto, luego instala sus manos sobre mi cintura.

—O puede que tú seas muy ligera.

—¿No se supone que me venías a traer a mi casa? Ahora estoy aprisionada en tu coche.

—¿Cambio de planes? —sonríe con falsa inocencia.

Una demasiado falsa, de inocente no tiene nada.

—Me he negado y lo seguiré haciendo, Evan, ¡Estamos frente a mi casa, marrano!

En cambio a ofenderse, Evan suelta una fuerte carcajada que incluso le saca un par de lágrimas de la risa.

—¿Quién usa ahora el término «marrano»? Es tan anticuado.

—Tu novia lo usa, idiota, y te denomina así porque estás actuando como un marrano.

—Bea, yo nunca te dije nada, tú estás suponiendo cosas.

—Te conozco estúpidamente bien, Evan, casi creo que puedo leerte la mente.

—¿Ah, si? Entonces, ¿Qué estoy pensando ahora?

Sus bonitos ojos grises no se apartan de los míos, sus manos aún sobre mi cintura se cuelan bajo la sobrecamisa y la camiseta para dar caricias suaves a mi piel con sus pulgares.

—Piensas en... —la voz se me va, de mi boca en vez de palabras, sale un suspiro lento y entrecortado cuando sus manos suben por mi torso—, en...

—Yo sé en qué estás pensando tú —su voz se vuelve un murmuro ronco.

—¿Si? —me trago el jadeo en cuanto siento sus dedos toquetear por encima del brassier con una lentitud tortuosa.

—Quieres que te toque —su rostro se acerca más al mío, cuando creo que me va a besar, desvía sus labios a mi mejilla, su aliento me da cosquillas—: que te bese, que cambiaste de idea.

¿Cómo no cambiar de idea si me está tocando? ¡No soy de palo, dioses!

—Seguimos frente a mi casa, Ross —es la excusa que doy con mi voz ya bastante jadeante—. En cualquier momento...

—Tienes razón —mi respiración ya es un caos y la suya empezaba a ir por el mismo camino—. Así que solo lo dejaré para otro momento.

Debo admitir que eso me indignó bastante.

—¿Qué?

Evan deja de repartir cortos besos entre mi mejilla y el lóbulo de mi oreja para verme sonriente, sus manos saliendo de debajo de mi camiseta. Todo dentro de mí pedía su atención y él solo repentinamente dejó de dársela.

—Para otro momento, estamos frente a tu casa.

—Pero...

—No es lindo que te dejen con las ganas, ¿Verdad?

Ahí fue que recordé aquella noche en que me había quedado a dormir en el apartamento que él comparte con Aidan en la residencia del campus, nuestro mejor amigo estaba de fiestas, Lyla en el apartamento que compartimos había encendido inciensos raros que se trajo de su última visita de Colombia, habían dejado un aroma extraño en el lugar y me había causado un terrible dolor de cabeza que no soporté.

Esa noche me quedé con Evan, luego de que el dolor de cabeza se me había pasado, vimos algunas películas, recuerdo que él había empezado con las cosquillas, luego le sumó los besos, y al final habíamos terminado tumbados en el sofá.

Sexualmente nunca había sido tan atrevida, pero esa noche se sintió diferente no solo porque era yo la de arriba, sino también por lo que un beso o un movimiento mío podían ocasionar en Evan, la mirada lujuriosa que me dedicaba me hizo entender que, por una vez, yo tenía el control de la situación.

Y qué bien me la jugué.

Si bien pudo haber sido una noche bastante intensa, yo estaba cansada, el aroma raro de los inciensos aún lo tenía en la nariz y temía que Aidan llegara ebrio en cualquier momento a arruinarlo todo.

Por lo que no pasó nada más que besos y caricias, sé que Evan estuvo bastante indignado un tiempo que lo haya dejado colgado, pero creí que lo había dejado pasar porque... bueno, ya han sido varias las ocasiones y él no había tomado venganza.

Pero veo que esperaba el momento indicado.

—Eres un idiota, Ross.

Mi novio se ríe, dejando una rápida presión de sus labios sobre los míos, ¡Incluso me iba a negar un beso!

—Ya ves que no es lindo, Pulgarcita.

—Sí, pues, pues... ¡Que no soy la única que se queda con las ganas aquí!

Evan encoge los hombros relajado.

—Yo tengo mis métodos y una buena mano izquierda.

Ah.

—No me caes bien, marrano —bajo de su regazo para volver al asiento de acompañante y, al fin, bajar de su coche.

No me doy la vuelta y ni me despido como siempre, estoy molesta, excitada y siento mucho odio hacia mi novio.

—¡Hey, Pulgarcita! —giro molesta hacia Evan, quien había bajado la ventanilla del lado de acompañante—. ¡Quiero que pienses en mí si te tocas esta noche!

Casi todo el calor en mi cuerpo se centra en mi rostro, Evan carcajea con muchas ganas al ver mi reacción. ¡Será imbécil!

—¡Lárgate!

—Vale, vale, ¡Yo también te amo, Bea! —con eso dicho, sube la ventanilla de su coche y desaparece en la vuelta a la esquina de la calle.

Cuando entro a casa, en la sala me encuentro a Brie sentada en el suelo, parecía dibujar bocetos sobre la mesita de centro.

—Hola, Brie —saludo a mi hermana quitándome la sobrecamisa.

—Oh, hola, Bea, al fin te decides a pasar —me mira con sus ojos idénticos a los de papá, ojos que Deian heredó.

Mi respiración se corta de golpe, aclaro mi garganta.

—¿Qué dices? Si apenas llego.

—Claro, Beatríz —vuelve a sus bocetos sonriendo pícara. Ay, no—. ¿Sabes? Yo también tuve diecinueve, también un novio a esa edad.

—Brie, cállate, ¿Vale?

—Cuídense tú y Evan, honguito —exclama cuando me ve subiendo las escaleras.

—¡Lalalalala, no te oigo! —corro hasta mi habitación aún tapándome los oídos. No tendría esa conversación con ella, ya fue suficientemente incómoda con mis papás.

En mi cuarto tomo una toalla, busco mi pijama y me doy un baño con el agua más fría de todas. Necesito relajarme de lo de hace rato.

Evan cobró venganza, pero yo buscaría una revancha.

——————————————

Nota de la autora:

¡Sorpresa, sorpresa, aquí les traigo otro extra!

¿Por qué el extra? Porque hoy es once de agosto, (media noche ya en Venezuela) y este día tiene una celebración especial y es...

¡¡El cumpleaños de Bea!!

En una línea del epílogo Evan dice que le regaló un collar a Bea en su cumpleaños de agosto, no se especificó una fecha pero yo la tenía como hoy, once de agosto. Así que, ¡Felicidades, Pulgarcita!

Les tenía este extra guardado desde hace un par de meses, es uno de los últimos que publicaré hasta nuevo aviso. Aún tengo unas ideas, pero por ahora lo dejaremos hasta aquí. ¿En qué tiempo se narra? En los días que Evan y Bea se fueron a Ciudad Nevada por la competición de patinaje de Ava, esa misma que se narra en Solo Me Importas Tú, aquí tenemos lo que pasó ese día entre esos dos.

Y ese final, ¿Quién los viera, eh? Ustedes ahí todo cachondos, ¡Respetos!

En fin, gente bonita, espero lo hayan disfrutado. Deseemosle un bonito cumpleaños a Bea, ¿Cuántos? Ni idea, pero hoy es su cumple pero son ustedes quienes reciben el regalo.

Para finaliza, ¡Feliz cumpleaños, Beatríz!

Besos y abrazos con cumpleaños de Bea, cachondeo y canciones de Disney.

MJ.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top