C U A R E N T A Y D O S

Doble actualización, gente bonita, disfrútenlo.

Evan

La vida tiene que estar jodiendome.

—¡Evan, Bea se disfrazó de Addison! ¡Se disfrazó de la novia de Zed! ¡Y tú estás disfrazado de Zed! ¡Están disfrazados de pareja!

Sí, definitivamente la vida me está jodiendo.

Ante la declaración de Ava, pude sentir como el calor llegaba a mis mejillas.

De seguro estoy más rojo que el cabello de Aidan.

No pude decir nada, ni moverme, ¡No hice un carajo! Y con Bea frente a mí, los nervios por la declaración de Ava y por su presencia, son cada vez más fuerte.

—Oye sí, están disfrazados de pareja —convino Sam, observándonos a Bea y a mí.

Joder, Sam, cierra la boca.

Ava sigue dando saltitos emocionada en su lugar haciendo que le brinquen sobre sus hombros las dos coletas sueltas de su cabello ahora de color verde.

Mi hermana había decidido que nos disfrazaríamos como los hermanos de esa película que ella estaba viendo aquella vez: Zombies. Como ella dijo, yo estaba disfrazado de Zed, y ella de la hermanita menor de él: Zoey.

Ahora me retractaba de haberle dado la elección a ella.

Mi hermanita y su mejor amigo pasaron por alto a Bea y a mí. Ella seguía sonrojada y yo debía de estar igual porque en ningún momento dejé de sentir el calor en mis mejillas.

Dios, ¿Por qué? Solo... ¿Por qué?

—Bueno... —intervino Aidan, de seguro teniendo compasión de nosotros—. ¿Por qué mejor no vamos a pedir dulces, chicos? —les pregunta a Ava y Sam.

—¡Dulces! —exclamaron emocionados al unísono, levantando los brazos hacia el cielo.

—¡El que pida más dulces gana! —reta mi hermana y sale corriendo hacia una casa.

—¡Ava! —se queja Sam, aún así la siguió.

—Mejor vamos —dijo Aidan, llevándonos consigo—. ¿No están emocionados? ¡Es Halloween! —agrega para acabar con la incomodidad que obviamente seguía entre Bea y yo.

Tenía muchas preguntas rondando por mi cabeza: ¿Qué hacia ella con nosotros? ¡¿Por qué se disfrazó de Addison?! Y la más importante: ¿Por qué no está con su... novio?

Sí, lo dije. Dolió pero lo dije.

—¡Eh, Sam! ¡Cuidado! —advierte Aidan antes de salir corriendo en dirección a su hermano, que estaba a punto de caer en una broma de otra niños.

Maldición, ahora solo quedamos Bea y yo.

Dios, en serio, ¿Qué fue lo que te hice para merecer esto?

No es que estar a solas con ella es malo. Si no que me duele estar con ella pero no de la forma que tanto quiero. Bea está saliendo con alguien y yo debo aceptar eso, aunque me duela y disguste. Quiero que ella tenga algo bonito con alguien, que sea feliz, y si quiero verla feliz, tengo que olvidarme de lo que siento por ella.

Y estúpidamente me vine a elegir la peor opción de todas: tratarla como la mierda.

Sé que no es una de las mejores decisiones que he tomado, ¿Okey? Pero no pude evitar actuar así. La molestia no es tanto con ella, ni con ese chico Remo.

Es más conmigo mismo, por no haberle dicho ese día en casa de Lyla que me gusta mucho. Ni siquiera me gusta, estoy tan tontamente enamorado de ella. ¡Pero no! Fui un cobarde, no le dije lo que sentía y ahora ella tiene novio.

Mi segundo nombre no debería ser «Deano» debería ser: «Estúpido McIdiota» me sentaría mejor.

Seguíamos caminando en silencio hacia donde están Aidan con Ava y Sam, que ya había sido advertido de la broma que los otros niños querían hacerle.

Ninguno de los dos se atrevía a decir nada, y eso hace las cosas más tensas.

Aún me sigo preguntando, ¿Por qué ella está aquí, con nosotros? ¿No sé supone que debería ir a pedir dulces con ese chico?

Veo de soslayo a Bea, que tiene la vista en suelo y juega con el aire en su boca, moviendolo de un lado a otro.

Suspiro por lo bajo, porque, aún así, sin jugar con nada, se sigue viendo bonita.

El disfraz de Addison le queda demasiado bien; el pantalón de tiro alto con el cinturón tejido y la camiseta manga corta marrón bajo el chaleco sin mangas morado y lo que parece ser piel sintética. El pelo lo lleva en un moño suelto con parte de su cabello cayendo sobre su espalda. Lo más increíble de todo es que Bea se a maquillado, y lo mejor, es que ese maquillaje le queda tan malditamente perfecto.

Creo que Bea no suele maquillarse seguido porque si lo hace, cualquier chica a su lado solo sería... tan simple como le suelen decir a ella.

Sigo también sorprendido por las ironías o casualidades que puede tener la vida, en serio. Justamente Ava y yo nos disfrazamos de Zed y Zoey, y Bea se tuvo que disfrazar de Addison, genial.

Afrodita busca venganza por no haberle dicho a Bea lo que sentía.

—Te ves bien... —comenta ella, aún con la mirada en el suelo.

No respondí nada. No por los momentos.

—Tú también te ves bien... —le dije, de seguro unos minutos después de haber escuchado su cumplido.

Volvimos a sumirnos en el silencio.

Cuando estaba tomando aire para decir algo, un grito detrás de nosotros llamó nuestra atención, haciéndonos girar al mismo tiempo. El mismo movimiento hizo que chocaramos los hombros, y juro que sentí un cosquilleo por ese tacto. El primero después de muchos días.

Ninguno de los dos se detuvo a disculparse con el otro.

Cuando nos giramos, vimos venir a Lyla con Andy a su lado.

—¡Hey, hola! —saluda animadamente Lyla, ese acento colombiano mucho más marcado.

—¿Qué hay? —saluda Andy.

Reparé en sus disfraces: Lyla va con un vestido verde claro que le llega por la mitad de los muslos, que están cubiertos por mallas blancas y de zapatos lleva unas zapatillas, como esas las que usan las bailarinas de ballet, solo que esas también son de color verde con un pompón blanco en las puntas. Lleva el pelo castaño-anaranjado en una chongo en lo alto de su cabeza con mechones que le caen libremente sobre la cara. También tiene una especie de... ¿Alas? Que se le ven las puntas blancas desde donde estoy.

Resumiendo cuentas: se a disfrazado de Tinkerbell.

Lo que me sorprendió es que Andy no va disfrazado de pareja con ella. Lleva un conjunto que pudo ser casual en cualquier día: vaqueros desgastados con unas zapatillas deportivas, una camiseta anaranjada de mangas cortas junto con un chaleco negro sin mangas. La camiseta ponía «Camp Half-Blood» curvados sobre un caballo alado: un pegaso. Debajo decía «Long Island Sound» también tiene una vaina colgada al cinturón dónde se ve una empuñadura marrón.

—¿De qué estás disfrazado? —le pregunto con el entrecejo fruncido.

—Oye, es de mala educación preguntar eso —regaña Lyla—. Pero sí, Andy, ¿De qué chuchas te disfrazaste?

—De Luke —responde él, casual.

—¿Ah? —balbuceamos las chicas y yo al mismo tiempo.

Andy se ríe, girándose y quitándose el chaleco para dejarnos ver los que decía la parte de atrás de la camiseta: «Son of Hermes» debajo tenía uno de esos símbolos de medicina, el comercio y otras cosas. Una vara con dos serpientes enroscadas, ¿Cómo se llama? Un caduceo. Más abajo decía «Cabin 11»

—Eso no explica nada, Andy —dijo Lyla cuando su novio se giró para vernos otra vez.

—Estoy disfrazado de Luke Castellan, un semidiós hijo de Hermes de unos libros que mi hermana estaba leyendo no hace mucho. Me pareció adecuado porque el personaje también era rubio de ojos azules —explica—. Además, es que no encontré el disfraz de Terrance, Ly —le dijo a su novia, quién solo suspira.

—Bien, entiendo —Lyla se puso de frente a nosotros, dejando a Andy un poco más atrás de ella. El último nos dijo a mí y a Bea sin emitir sonido y meneando la cabeza «Mentira»

Aguanté la risa apretando los labios.

—¿Y Aidan? -inquiere Lyla.

—Por... —Bea escanea la calle, buscando a nuestro amigo—... Allá.

Señala en dirección a donde está Aidan, quién pide dulces con Ava y Sam.

Mi mejor amigo es un empedernido con los dulces. En serio, se vuelve otro niño cuando Halloween llega. No sé quién pueda ser peor, si Aidan o Ava y Sam.

Y por la sonrisa que se carga mi mejor amigo, estoy seguro que él es el peor de los tres.

-

«Bolsa de repuesto»

Fue lo primero que me dijo mi hermana antes de salir de la casa.

«¡Hay que llevar una bolsa de repuesto!» había pedido con tono insistente y no me quedó más opción que llevar yo una canasta para meter dulces con forma de calabaza.

Debo admitir que me sentí ridículo.

Yo no soy tan obsesionado como Aidan, me gusta el Halloween, disfrazarme, acompañar a Ava a pedir dulces, pero de ahí no pasa. No soy como mi mejor amigo que se suma al grupo de niños para que le den un puñado de dulces.

Yo solo me conformo con acompañar a Ava.

Es lo que yo considero cool en esta celebración. Ver a Ava emocionada es adorable y más cuando está disfrazada. Soy feliz si mi hermana la está pasando bien.

Volviendo con el tema de «la bolsa de repuesto» es porque Ava tiene un extraño plan con Sam para pedir más dulces de los que nunca han pedido.

No sé en qué momento pasó, pero ya tenían sus dos canastillas llenas de dulces. Y conste aclarar que eran canastillas grandes.

Cuando mi hermana me la pasó, quedé sorprendido por la cantidad de caramelos, frituras, chocolates, paletas y todos los dulces que te puedas imaginar que había en su canasta. Y ni hablar de la de Sam con Aidan.

Andy, Lyla, Bea y yo vamos caminando tranquilos un poco más atrás de los chicos. Andy se burla y bromea de la insana obsesión de Aidan hacia los dulces pero él no le hace caso y sigue pidiendo dulces con nuestros hermanos. De vez en cuando se le sumaba Bea, sé que a ella también le gusta mucho el Halloween, pero no creo que tanto como a Aidan.

—¿Y llevas una espada ahí? —le pregunté a Andy cuando solo somos nosotros, Lyla y Bea se han ido con los chicos ya que estábamos en Knight street, la calle que según Aidan, dan los mejores dulces.

—¿Cuenta un trozo de cartón mal hecho como espada? —cuestiona él, sarcástico.

—Si deja a alguien inconsciente, supongo que sí.

—¿Y tú de qué estás disfrazado?

Arqueo ambas cejas.

—¿No es obvio?

—¿Un zombie? —pregunta entre una risa—. Así no son los zombies.

—Así son los zombies de Disney —le corrijo.

Andy se ríe.

—Dioses, ¿Quién eligió el disfraz? ¿Ava?

—Sí, fue ella. No me juzgues, ¿Vale? No tenía creatividad para pensar.

Andy carcajea, su risa se escucha en media calle.

A eso de las nueve treinta de la noche, nos fuimos al parque que está repleto de personas. También habían decorado aquí de Halloween. Nada terrorífico, claro. Solo algunos esqueletos, fantasmas que se iluminan, telarañas en los postes de luz con arañas gigantes y lápidas funerarias enterradas en el césped.

Con mis amigos vamos por el sendero hacia el estanque, lugar donde nos quedamos y sentamos en la grava. No quiero estar aquí, quiero protestar pero me resisto. Los chicos de seguro me preguntarán el por qué y no sería capaz de responderles con la verdad. No podría decir que fue aquí dónde ví a Bea con Remo y no sentirme un cobarde por no haberle dicho ese día en la casa de Lyla lo que sentía.

Así que, haciendo amago de las pocas ganas que me traigo, me tragué mis protestas y me senté en el césped junto a Ava.

El lugar que antes tanto me gustaba, ahora solo lo odio.

Ironías de la vida tenían que ser.

Bea está sentada frente a mí, habíamos formado un círculo y en medio Aidan, Sam y Ava echaron todos sus dulces. Una costumbre que teníamos Bea, Aidan y yo cuando antes pedimos dulces: ir al parque un rato, disfrutar el aire libre y comer entre risas las golosinas que habíamos conseguido.

Ahora espero sea una tradición de nuestros hermano.

Ella observa con una sonrisa como los pequeños niños ríen y sonríen emocionados al ver el montón de dulces que han conseguido.

Me gusta verla sonreír así. Su sonrisa es... lo más bonito que alguna vez pude haber visto. Es sincera, dulce pero simple, como toda ella lo es.

Y siendo así, es la persona más increíble que algún vez pude llegar a conocer.

No solo soy capaz de recordar cuando la ví aquí con Remo, también recuerdo la charla que tuve con aquel tipo de apellido de agente súper secreto. Me animó a decirle lo que siento a la chica que me gusta y yo fui un cobarde que lo retrasó demasiado tiempo.

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