C U A R E N T A
Maratón 4/4
Bea
¿Nunca han sentido esa sensación de paz después de quitarse un peso de encima?
En plan: «¡Libertad!» y sientes que todo a tu alrededor es más tranquilo porque tú estás más tranquilo. ¿No? Bueno, yo sí sé cómo se siente porque es como me estoy sintiendo ahora.
Han pasado tres días desde que aprobé el examen de italiano. Y, ¡No inventes! ¡Aprobé!
La alegría que sentí al ver la nota que me envió la profesora Fiore fue tan, pero tan inmensa que lo único que pude hacer fue abrazar a Remo y los dos terminamos riéndonos por habernos caído.
Él estaba orgulloso de mí, había aprobado el examen. Todas las tutorías valieron la pena, y no solo me hicieron aprobar el examen, también me hicieron ganar a un buen amigo.
Pero como también siento esta felicidad extrema, está ese sentimiento de incertidumbre y tristeza.
El día en que Evan me pidió encontrarnos en el parque porque él tenía algo «importante» que decirme, me había encontrado con Remo, por esa razón estuvo conmigo en el momento en que recibí la nota. Luego de esa pequeña celebración se tuvo que ir ya que estaba también esperando a alguien muy especial para él.
Muchos se imaginarán que Remo es ese típico italiano: un chico encantador, bromista y romántico en sus momentos. Pero de hecho, Remo es muy diferente a lo que la gente piensa. En un aspecto en específico.
Sí, es un chico encantador, su acento italiano puede enamorar a muchas, (porque no es secreto que varias chicas de la escuela están colgadas por él) Sí, es bromista, su acento italiano lo hace más gracioso. La última no lo sé, puede que sí sea un chico romántico en sus momentos. Pero el aspecto en específico diferente de Remo es que... le gustan los chicos.
Una noticia muy «¡Guao!», lo sé. Muy pocas personas lo saben. Solo unos amigos de confianza de él, obviamente su familia y Lyla y yo. Ambas nos hemos hecho muy amigas de Remo por las tutorías de italiano, aunque no nos lo dijo directamente. Fue más bien un... incidente, es una larga historia.
Esa persona «especial» que él estaba esperando para ver en el parque era un viejo amigo de Italia. Remo es de Toscana, cualquiera que conoce un poco la historia romana, pensaría que es de Roma, (por la cuestión de su nombre) pero la mayoría en la preparatoria son idiotas con cerebro de mamut, (sin ofender a los mamuts) piensan que su nombre viene del remo, como tal la paleta para hacer remar el bote. Son esos que creen que sus bromas son graciosas pero en realidad solo son una estupidez.
Idiotas descerebrados.
En fin, que Remo me habló un poco de él: se llama Ricardo, (aunque él lo llama Rick) y es un año mayor que él y también tiene su misma preferencia sexual. Así que cuando me dijo eso empecé a shippearlos. Remo se había sonrojado como un tomate y resultó adorable verlo así.
Es que es muy tierno todo, ¡No pude evitarlo!
Cuando su cita le escribió que ya se encontraba en el parque, Remo se fue hecho un manojo de nervios. Tal parece que sí le gusta bastante ese chico.
No sé cuánto tiempo esperé a Evan, ¿Media hora? ¿Hora y media? Ya ni lo recuerdo, cuando se hicieron más de las cinco di por sentado que Evan no llegaría, por lo que me fui a casa.
En estos últimos tres días no he sabido mucho de él. Solo por algo que me dijo Aidan: está muy concentrado; «demasiado, diría yo», agregó él, en sus exámenes finales antes de las vacaciones de invierno.
Pero no solo por eso me sentía en la incertidumbre y la tristeza, también porque las pocas veces en que lo he visto en estos días, a actuado de manera... rara conmigo. Como si quisiera evitarme. No estoy segura porque además de mostrarse medio distante, también me sonríe como si todo estuviera bien. Por eso siento incertidumbre. No entiendo a ese chico.
Ahora iba de camino a mi casillero, los pasillos de la preparatoria están todos decorados de Halloween. Mañana viernes es Noche de Brujas y todo el mundo está muy emocionado, yo me incluyo ahí.
Yo adoro Halloween, culpen a mis hermanos por eso. Ellos son unos maniaticos con la celebración. En casa son los que se encargan de decorar hasta el último rincón y sus disfraces siempre son los mejores que más de una vez los hizo ganarse el primer lugar en concursos de disfraces de Halloween, y siempre lo hacen en conjunto. En mis dieciséis años de vida nunca he visto a Ben y Brie disfrazados por separado, y dudo que alguna vez lo vea.
Por desgracia, este año no se van a disfrazar. Ben está con los temas de su tesis y el final de su carrera, Brie está con los trámites para inscribirse en la universidad y llena de cursos extra que están en finalización. Por lo que, según mis hermanos, celebrar Halloween este año sería una distracción para sus actividades escolares.
«Es una deshonra. Maldita y bendita universidad» agregó Ben a lo que había dicho.
Luego me enteré que el disfraz grupal de los superhéroes de Marvel estaba descartado porque ya los chicos del equipo de hockey habían elegido el tema, por lo que mis amigos dejaron la idea del disfraz grupal para el siguiente año.
Fue una lástima, ¡Si había conseguido el disfraz ideal! Incluso Brie me estaba ayudando emocionada con todo, ahora tendré que guardar mi disfraz de la Bruja Escarlata para el siguiente año.
Estúpidos chicos del equipo de hockey, ¿No pudieron elegirse a DC?
Iba pensando en una nueva idea para ver de qué me pudo disfrazar mañana mientras voy de camino a mi casillero, pero mis ideas y mis pasos se detiene cuando ven a Evan buscando en algo.
-¿Dónde está? Vamos, sé que lo dejé aquí -escucho su murmuro de súplica sin dejar de buscar en su casillero-. Por favor, venga ya.
Aún no me había notado cuando me acerqué, también quizá porque lo hice muy silenciosa.
-Hola.
Evan deja de buscar entre sus cosa, oigo como despide un suspiro antes de verme.
Físicamente sigue igual, pero hay algo en esos ojos grises... Algo distinto, como que algo... se había apagado.
-Hola.
En su voz algo se apagó también, no está esa nota animada, ni una pequeña sonrisa. Solo un tono soso y desinteresado con una fina línea en sus labios.
-¿Todo bien?
Evan me mira de una manera rara, como si... estuviera viendo algo que no podría tomar. Como uno ve el último cupcake en la mesada y viene tu hermano a tomarlo. No entiendo por qué Evan me ve como el último cupcake, no entiendo porque está tan... desinteresado.
No entiendo a este chico.
-Sí, está todo bien -es su respuesta luego de menear la cabeza y cerrar los ojos.
No le creí en lo absoluto.
-¿Estás seguro? No lo pareces.
Evan sonríe sin gracia.
-Sí, Bea, estoy seguro.
¿Es posible que de un segundo a otro su tono apagado pase a uno gélido?
-Oye, yo solo estoy preocupada por ti. No he sabido nada de ti en tres días. Me dejaste plantada en el parque. ¿Y ahora? Te comportas así. No te entiendo. ¿Qué demonios te pasa?
-¿Qué me pasa? -repite en un murmuro casi amargado-. Te lo dije, no me pasa nada. Estoy bien. No deberías estar preocupada.
-Pero lo estoy -cruzo los brazos sobre mi pecho.
-Yo no te pedí que lo estuvieras.
El cruce de mis brazos se afloja hasta que caen a mis costados. Este no es Evan. Él no es así de cortante y frío. No lo reconozco.
Me tragué las palabras y solo asentí.
-Vale, no te molesto otra vez.
Olvide lo que debía de buscar en mi casillero, me alejé de ahí sintiendo sus grisácea mirada sobre mí, pero no me di la vuelta y él no me llamó por nada.
-
-¡Honguito! ¡Ya encontré el disfraz perfecto para ti! -chilla mi hermana mayor cuando me ve entrar a la sala.
Mamá observa con una sonrisa divertida a Brie, quién se muestra bastante emocionada y energética, como esa vez que tomó tantas bebidas energéticas que estuvo inquieta toda una tarde. Si alguna vez necesitas una consejera para tu disfraz de Halloween o alguien que te ayude en ropa, no dudes en hablar con Briela Ferguson.
-Es de una película que vimos hoy con los sobrinos de Dixon -él es su novio-. El estilo de la protagonista me pareció tan... -hace un gesto raro con las manos, cómo si estuviera buscando la palabra perfecta pero no la encontrase-. Interesante, gótico y dark pero te quedaría bien.
Arqueo una ceja a mi hermana con una sola pregunta, «¿Gótico y dark?»
No es que me niegue a probar cosas nuevas, normalmente mi hermana me usa de maniquí para sus prendas y tal, pero el estilo dark sé que no va conmigo. Me considero más de colores que de la ausencia de ellos.
-No lo sé, Brie... Negro y yo... no vamos de la mano.
-¡Oh, vamos, Bea! -anima ella-. ¡Te quedará genial, lo sé! -estira la mano hacia mí alzando el pulgar-. Tengo ojo para estas cosas, confía en mí.
-Y lo hago, pero... -miro a mamá, quién solo nos ve divertida-. Oye, ayúdame.
Ella se encoge de hombros.
-Confía en Briela, Beatríz -mamá, por alguna razón, le gusta más llamarnos por nuestros nombres completos que los clásicos diminutivos-. Ella te conoce y sabe lo que te va bien.
-¿Ves? ¡Vamos a la tienda antes de que cierren!
Largo un suspiro cansado, lo que hace que mi hermana me dirija su mirada de «¿Todo okey?». No todo está «okey», estoy cansada de estudiar y de presentar exámenes y no entiendo a Evan ni nada de lo que le pasa.
-Ve tú, Brie. Estoy agotada.
-¿Segura? Porque parece que...
-Estoy presentando exámenes finales antes de las vacaciones de invierno, eso es y parece. Ve tú, me conoces y confío en tu criterio, y si dices que me quedará bien, pues adelante.
Mi hermana comparte una mirada con mi mamá, sé que ambas se preguntan qué de verdad me pasa.
-Vale, iré antes de que se haga más tarde.
Y dicho esto, tomó su bolso que está en el mueble de la sala de estar y salió de la casa, dónde ahora quedamos mamá y yo.
Mi mamá palmea el asiento libre junto a ella, indicando que vaya a su lado, lo cual hago. Dejo mi mochila en el sofá individual y voy con mi mamá, quién pasa su brazo sobre mis hombros y me acurruca a su costado. Mamá huele bien, a galletas. Este momento me recuerda a otros tantos de mi infancia, ella y yo viendo películas, jugando a las princesas, cuando no podía dormir y me dejaba acostarme con ella y con papá.
Incluso momentos de más de ahora, cuando estuvo conmigo luego de la cirugía por peritonitis cuando tenía doce, las madrugadas dónde me ayudaba a terminar mi tarea porque fui irresponsable todo el fin de semana y entre tantos más. Ella siempre ha estado ahí.
-¿Qué pasa, cielo? -pregunta en un murmuro, su pulgar dando caricias a mi brazo.
-Es que... no me gusta los exámenes -respondo bajo-. Los odio.
-Sé que la escuela te tiene llena de tantas cosas, pero hay algo más, te conozco, Beatríz, eres mi niña, sé cuándo ocultas algo.
Resoplo pensando en si decirle a mamá. Le tengo bastante confianza, desde siempre fue mi mamá y mejor amiga, pero... sigue siendo mi mamá y hablarle de chicos a tus padres es rarito.
-¿Recuerdas a Evan? -mamá afirma-. Bueno... hoy a actuado un poco... raro conmigo. Él no es así, lo conozco bien, y hoy no era él.
-¿Y eso te molesta?
-Me confunde -corrijo-. Te lo dije, Evan no es cortante conmigo, es bastante amigable y simpático, cuando suele sacar su lado «Iceberg» se disculpa luego, pero hoy... no. Me preocupé por él los últimos tres días y lo único que hizo fue decirme «Yo no te pedí que lo estuvieras» y se sintió feo, mamá.
Parece meditar mis palabras sin dejar de dar caricias con su pulgar. Yo solo espero ahí, a su lado, sintiéndome otra vez como si tuviera nueve años y estoy viendo una película con mi mamá mientras que mis hermanos eran los que se mataban en la preparatoria.
Extraño esos tiempos.
-Cielo, te preocupas por Evan, ¿Cierto? Mucho -asentí contra su pecho-. Te a dolido el cómo te trató -volví a asentir-. Mi niña, ¿Te gusta Evan?
Juro que mi corazón dió un vuelco asustado, ¡Lo juro!
-Eh... -balbuceo, tratando de no alzar la cabeza-. ¿Qué pasa si digo que sí?
Mamá se echa a reír suavemente.
-Absolutamente nada, Beatríz. Enamorarse no está mal, es parte de la vida. Nunca he tenido problema contigo y con los muchachos, lo sabes -recordé a Perce, mamá siempre era muy amigable con él. Papá... sí, es otra historia-. El que te guste Evan no me molesta.
-Bueno... pues sí, me gusta, pero él... -suspiro-. Yo a él no.
-¿Por qué lo dices?
-Le he oído decirle a Aidan que le «llama la atención una chica» y pues cuando le pregunté a Aidan me dijo que «la conozco muy bien» y a la única persona que conozco muy bien es a...
-Ti misma, Beatríz -interrumpe mamá.
-Lyla, mamá -corrijo, alejándome de su abrazo-. A Evan le gusta Lyla.
Mamá tiene el ceño fruncido.
-¿Supones eso por lo que te dijo Aidan?
-Pues... sí, tiene sentido.
Ella menea la cabeza, suspirando cansada.
-Heredaste la falta de razonamiento de tu padre -¿Eh?-. Lo único que te puedo decir, cielo, es que abras los ojos, te puedes sorprender con lo que tienes frente a tus narices. Ahora, ve a cambiarte, tienes tareas que hacer, ¿No?
-Sí...
-Ve, te llamaré para que bajes a cenar más tarde.
Pero... ¿Qué?
-¿Okey?
Recojo mis cosas, totalmente confundida y subo las escaleras a mi habitación. ¿Razonamiento de papá? ¿Lo que tengo frente a mis narices? ¿Qué demonios?
En mi habitación dejo mi mochila sobre mi cama y me cambio a mi pijama sin importarme qué son casi las cuatro de la tarde, no volveré a salir por hoy. Saco lo que necesito de la mochila y lo dejo sobre mi escritorio, donde tomo asiento y enciendo la vieja laptop de Brie que por desgracia me dejaron a mí.
Sigo sin entender eso de que los hermanos menores debemos de heredar las cosas sin utilidad de los hermanos mayores. Es como arrimarnos la basura a nosotros.
Claro que la laptop no es tan mala, su servidor es viejo pero bueno, además de que puedo hacer buenos trabajos en digital aquí, así que tiene un punto a su favor. Lo que se lo quita es que la pantalla tiene manchas negras en una de las esquinas, lo que no me deja ver lo que hay de ese lado y que varias de las teclas fundamentales se han dañado o ya no forman parte del teclado.
Gracias por darle hasta al cansancio, Brie.
Busco entre las imágenes el dibujo que había guardado hace unos días, el que es perfecto para la portada de mi trabajo de astronomía. Busco mis lápices y colores y empiezo a dibujar la portada, el trabajo en sí ya lo tengo hecho, por lo que puedo entretenerme haciendo la portada: planetas, estrellas y un astronauta debajo del nombre del proyecto.
Esta siempre será mi parte favorita de hacer trabajos escritos.
Estaba terminando de conectar los anillos de Saturno cuando la laptop empieza a sonar con uno de esos tonos viejos, veo a la pantalla, dónde aparece la opción de aceptar o negar la videollamada entrante.
Cuando veo el usuario, sonrío y acepto la llamada.
-¡Bombón! -saluda del otro lado, mostrando su carismática sonrisa.
-¡Hola! -sonrío emocionada también, hace meses que no hablamos.
-Vaya, tanto tiempo sin hablar, ¡Estás cambiada!
-Por favor, Perce, exageras.
Él se echa a reír, haciendo que los hoyuelos se le formen en ambas mejillas.
Al otro de la pantalla está Perce, mi ex novio que se fue a Memphis a inicios del años por el trabajo de su padre. Perce es un chico bastante lindo, cabello rizado color caoba, ojos avellana rasgados, tez colorada natural, pero ahora incluso parece más quemado de lo normal, tiene unas pobladas cejas castañas y un rostro jovial. Recuerdo bien que más que gustarme por su buen físico, su personalidad divertida fue lo que llamó mi atención. También el que casi siempre, incluso antes de llegar a ser algo, fue mi compañero de bromas a mis amigos.
El haber terminado fue difícil porque ese chico sí que me gustó y lo quise bastante, aunque no hasta el punto de llegar a amarlo. Supongo que sí pude haber sentido algo así de intenso por él, pero la vida y el trabajo de su papá no nos dió la oportunidad de cruzar la línea.
Fue difícil los primeros meses, pero con la compañía de Aidan, Lyla, Andy he incluso de Evan, pude pasar la tristeza de la ruptura y terminar como buena amiga de mi ex.
Después de todo, antes de ser novios fuimos amigos, y su amistad es algo que no quisiera perder.
-No exagero, Bea, en serio estás cambiada. La última vez que te ví, eras más blanca que ahora -le doy una mirada ofendida-. Pero, ¡Hey! No te ves mal, sigues siendo linda.
Ruedo los ojos meneando la cabeza. Los halagos nunca los dejará.
-Igual tú también estás más quemado -él asiente-. ¿Mucha práctica de fútbol?
-Como no tienes idea -resopla y apoya su cabeza de su mano-. El entrenador nos está sacando el alma en esos entrenamientos.
-Pobre -hago una mueca-. Pero fuera de los entrenamientos, ¿Cómo estás?
-Oh, fuera de eso estoy muy bien, la verdad. Aunque aún sigo extrañando Ciudad Nevada, a mis viejos amigos, a ti también. Ya no tendremos algo más que una amistad, pero extraño hacer bromas contigo.
-Sí, tan épicas como ponerle chinches al asiento del profesor de física -Perce se ríe-. O llenar los cajones del escritorio de la profesora de ciencias con espuma de afeitar.
Él ya estaba riéndose a carcajadas por nuestras viejas travesuras.
-Ah, que buenos tiempos. Que tremendos castigos nos dieron también.
-Secretamente estoy segura que a los profesores les agradó el que te hayas ido.
-Claro que les dió gusto, así ya no estarían juntos los rebeldes de noveno grado -tiene un punto-. Pero en fin, ¿Tú qué tal? Veo por ahí hojas sueltas y libros, ¿Tiempo de exámenes?
Recojo mis piernas y las subo a la silla, resoplando.
-De las peores épocas del año.
-Ni me digas.
-Ahora estaba haciendo un trabajo de astronomía, hasta que llamaste.
-Oh... bueno, ¿Quieres que te llame más tarde?
-Nah', tranquilo, ya me dolía la mano de tanto dibujar. ¿Qué tal Memphis? ¿Y las chicas?
Perce rueda los ojos sonriendo, una sonrisa que me dirigía todo el tiempo como si quisiera decirme «No tienes remedio, chismosa»
-Sigues siendo bastante entrometida -encojo los hombros-. Pero bueno, Memphis va bien, es genial aquí, la gente es cool y el edificio donde vivimos tiene una piscina en el techo, así que no me quejo. Las chicas... -ladea la cabeza de un lado a otro, gesto suyo que demuestra su indecisión.
-Oye, sabes que puedes decirmelo. Somos amigos, ¿No?
-Sí, lo sé, pero la cosa no es contigo, es con ella -arqueo una ceja-. Me gusta esta chica, pero ella es... difícil de tratar.
-¿Difícil de tratar?
-Desconfiada, cree que solo quiero liarme sexualmente con ella -sí, él no tiene problema con hablar del tema-. Tú me conoces y sabes que no soy así, nunca te puse una mano encima sin tu consentimiento. Ella de verdad me gusta y no quiero solo un acostón, de verdad que quiero algo serio.
Algo que también me gustó de el: la sinceridad con la que puede expresar lo que siente.
-¿Y por qué no solo le dices la verdad?
-¡Lo he hecho! ¡No me cree! Está totalmente traumatizada por el idiota del piso de arriba. La tomó solo como una apuesta y ahora cree que todos los chicos del edificio somos así.
-Vaya, eso es un fuerte caso de meterlos a todos en un saco.
-Ni me lo digas -Perce resopla y talla frustrado su rostro-. Pero mejor no hablemos de ella, que ya bastante frustrado me tiene, ¿Qué hay de ti? ¿Algún nuevo interés amoroso?
Dudo un momento de si decirlo que sí hay un nuevo interés amoroso. Sé que puedo confiar en Perce y decirle estas cosas, pero es igual de raro como contarle a tus padres. Además... puede que antes Evan y él no se hayan llevado tan bien como yo quise que se hubieran llevado.
Al final, termino suspirando resignada.
-Sí, también hay un nuevo interés amoroso por mi parte -Perce pone su cara de «prosigue, me interesa». Me llama chismosa a mí y él es igual-. ¿Te acuerdas de... Evan?
Frunce el ceño.
-¿Ross o McCartney?
-¿McCartney? ¿Quién demonios es Evan McCartney?
-El chico que estaba en séptimo, el del aparato dental.
Por más que intenté ubicarlo, no lo hacía. Conozco a un solo Evan y ese es Evan Ross.
-No, no hablo de ese Evan, hablo de Ross.
-Oh, sí, idiota de ojos grises.
-¡Que no es idiota! -lo miro mal, debería dejar eso ya.
-Bombón, sé porque lo digo, déjame.
La fase de Perce que me saca de quicio: su necedad.
-En fin, estoy hablando de Ross. Y bueno, puede que él...
-Espera, ¡¿Te gusta Ross?!
-¿Si?
-¡No inventes, Bea! -exclama, acercándose más a la pantalla-. ¡El destino le vino jugando a su favor!
-¿Qué?
Perce hace varios gestos con sus manos, como descartando lo anterior dicho.
-¿Cómo fue que te empezó a gustar? ¡Es literalmente todo lo contrario a ti!
-Bueno... -doy vueltas a un marcador negro sobre la hoja-. Solo pasó y ya.
Por la pantalla veo como Perce se echa con un resoplido sobre el apoyo del sofá donde está sentado.
-Que loco, te gusta Evan Ross.
-Sí, bueno, igual la cosa no es como que muy correspondida -me mira curioso-. Evan me gusta. Yo no le gusto.
Por alguna razón, Perce se echa a reír y con bastantes ganas.
-¿Por qué...?
-¡No le gustas a Ross! -exclama entre risas-. ¡Claro, como no!
No entiendo qué con él.
Estuve a punto de volver a preguntar el por qué de su risa cuando, al mismo tiempo, mi celular suena, anunciando la llegada de un mensaje y de su lado, suena el timbre en su sala.
-Ah, ha sido lindo hablar, Bea -se limpia una lágrima de risa-. Quizá te llame en estos días, ahora tengo que ir a abrir la puerta, mis padres no están, no vaya a ser que sea importante.
-Vale, igual yo debo seguir con el estudio -sacudo mi mano-. Adiós, Perce.
-Adiós, Bea, ¡Y, hey, date cuenta, amiga! -es lo último que dice antes de colgar la llamada.
¿Darme cuenta? ¿Darme cuenta de qué? ¿De que él está loco? Eso lo sé desde hace años.
Tomé mi celular y enciendo la pantalla, dónde aparece el nombre de su contacto y un simple:
Hola.
¿En serio? ¿Pero qué demonios con él? ¡Me trató horrible en clases! ¿Y viene con su muy casual «hola»? ¡Pues no, Ross!
¿Qué?
Su respuesta solo tardó segundos en llegar:
¿Qué haces?
Yo: ¿Te importa? Hoy en clases no parecía que te importara mucho.
Por un pequeñísimo momento, me siento mal de ser así con él. Luego me doy una cachetada mental, yo también puedo tener mis momentos de bipolaridad.
Sé que fui tonto, lo siento.
Yo: Fuiste un gilipollas, Ross.
Ross: Sí, tienes razón. Fui un jodido gilipollas. En verdad, lo siento.
No acepto su «lo siento» porque de verdad no lo sentía tan sincero. Lo sentía más como... a Evan intentando disculparse para no sentirse tan mierda, y eso no es una disculpa sincera.
Yo: Tengo que irme, Evan.
Su respuesta tardó un poco más de tiempo en llegar.
Adiós, Bea.
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