C I N C U E N T A Y C I N C O

Cosas nuevas se avecinan.

La graduación.

El baile.

La universidad.

Muchas cosas más venían. Todas como un tornado que pasa rápidamente y no te das cuenta de los cambios que está causando.

El último día de clases había llegado.

Aún no me creo lo rápido que pasa el tiempo. Los momentos de risas, de cansancio, de bromas, de molestias. Todo eso pasó tan rápido.

Y ahora estamos aquí, en el último día de clases.

Todos los alumnos de la preparatoria iban de aquí allá y de allá acá. Unos decorando el gimnasio que es el lugar donde sería nuestros baile de graduación y otros decorando la tarima que recién se había terminado de armar en el patio.

Aún no me creo que hoy iba a graduarme de la preparatoria.

Es algo tan loco... todas esas noches de insomnio, esos días de cansancio y dónde quería mandar todo al carajo están valiendo la pena hoy.

Estoy... orgulloso de mí.

Joder, ¡Voy a graduarme! ¿Cómo no voy a estar orgulloso de mí mismo? Aún me parece una noticia tremenda, pero... estoy feliz de que este momento haya llegado al fin. Claro que también está ese atisbo de tristeza pero la felicidad por al fin graduarme la opaca solo un poco más.

Estoy feliz, estoy triste, pero ahora más que nada estoy nervioso.

Llevo ya cinco minutos buscando a Bea por toda la preparatoria y no la he encontrado. Le pregunté a Lyla si la había visto y me dijo que no, le pregunté a Ariadna y me dió la misma respuesta que Lyla. A la final le pregunté a mi mejor amigo y me dijo que la última vez que la había visto había sido en la cafetería.

Pero Bea no estaba ahí. Ni en ningún otro lado.

Cuando por fin la encontré, ella estaba absorta viendo como un grupo de alumnos decoran la tarima y otro grupo más acomoda las sillas dónde se sentarían ambos grupos de último año.

Imagino bien lo que debe de estar pensando: «Llegó el día»

En estos últimos meses tratamos de evitar el tema de la universidad. Ninguno de los dos quería pensar en eso, en que nos quedaba poco tiempo. Hemos planeado todo el veranos para pasarla juntos, pero dos meses no serán suficientes, nunca lo serían y aún así, luego de haber pasado tanto tiempo con ella, la extrañaría cuando esté en Holbrook.

Me detuve detrás de Bea.

—¿Estás bien? —le pregunté.

Su mirada seguía al frente, tardó en darme una respuesta:

—Sí, lo estoy —pero su tono delata lo contrario.

Me puse delante de ella, acunando una de sus mejillas con mi mano libre.

—Bea, sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿Verdad? —le dije con delicadeza.

Asintió suspirando.

—No pasa nada, Evan. Solo que... voy a extrañarte mucho cuando te vayas.

—Lo sé. Yo también te voy a extrañar, pero recuerda: hablaremos todos los días por videollamada. Con los chicos vendremos de visita todos los fines de semana. Te prometí que ni la distancia va a acabar con lo que tenemos y así va a ser Bea. A menos que tú...

—No, no —negó rápidamente—. Claro que no. Es decir... sé en lo que quedamos, pero eso no lo hará menos difícil.

—Entiendo —suspiré, bajando mi mano de su mejilla—. Yo...

—Mejor hablemos de otra cosa —me interrumpe—. No querrás estar triste en el día de tu graduación, ¿Verdad?

Sonreí de lado.

—¿La verdad? No.

Ella también sonríe, intentando tomarme de las manos, pero frunce el entrecejo cuando alejo mis manos de las suyas.

—¿Qué tienes...?

Reí, sintiéndome nervioso otra vez.

Paso mi mano por detrás de mí cabeza.

—Puede que sea una pregunta estúpida pero... Beatríz Ferguson, ¿Quisieras ir al baile conmigo?

Abrí la cajita transparente que tengo en manos, en ella hay un ramillete de flores blancas y algunas más pequeñas de color azul.

Bea mira sorprendida el ramillete de flores.

Y dijo, lo que nunca me esperé:

—Evan... gracias, pero... No... Lo siento.

-

Un segundo, ¡Un segundo!

Demos pausa y retrocedamos.

¿Qué dijo?

«Gracias, pero... No... Lo siento»

Me dijo que no...

No sabía si sentir vergüenza o tristeza, quizá un poco de ambas.

Abro y cierro la boca como pez, sorprendido por la respuesta que me había dado Bea, parpadeando sorprendido.

Me dijo que no...

Segundos después, la sorpresa fue cambiada a la vergüenza, y a esa vergüenza se le sumó un sonrojo a mis mejillas.

Aún no me lo creía.

Ella... Bea... mi novia... me dijo que no...

Quería que me tragara la tierra.

¿Hice algo mal para merecer esta venganza de Afrodita? Porque no me parece nada justo esto cuando no he hecho algo mal.

—Yo... he... Bueno... —balbuceo cosas sin sentido alguno.

Entonces la expresión de Bea cambió y agregó a su oración de hace segundos:

—¡No es por lo que tú crees! —dijo, moviendo las manos para recalcar lo que dice—. En serio que no es por lo que estás pensando.

—Entonces... ¿P-por qué?

Bea inhala aire, como si estuviera tomando el oxígeno necesario para hacer una larga explicación:

—Evan, me encantaría ir al baile contigo. En serio. Pero no puedo. Literalmente lo tengo prohibido.

Fruncí el entrecejo.

—¿Cómo que lo tienes «prohibido»?

—Los de cuarto año no podemos asistir al baile de los de último. Es una regla o algo. No sé. Solo sé que ninguno de los dos grupos de cuarto podemos ir a su baile.

—¿Pero por qué?

—Yo que sé, ¿Quizá porque nuestro baile es el año entrante? Quizá no quieren que tengamos dos bailes o algo así. ¡No lo sé!

—¿Y qué con los que tenemos novias en cuarto?

Bea resopla frustrada.

—No lo sé, es injusto.

Asentí de acuerdo a ese argumento. Es muy injusto para los chicos de último año que teníamos novias en el los grupos de cuarto año, y en mi clase son unos cuantos.

—Pero entonces... no podrás ir al baile conmigo —dije.

Bea asintió con la cabeza, torciendo los labios.

—No, si voy me meteré en problemas con el director y tú también. No quiero que eso pase. No en el día de tu graduación.

Ahora yo resoplé. Es una situación frustrante.

Hubo silencio entre nosotros por unos segundos. No sé qué está pensando Bea, pero yo ya estoy ideando un plan para que ella venga al baile conmigo. No quería ir con alguien más que no fuera ella. Quería ir al baile de graduación con mi novia, no con otra chica. Y faltar no era una opción porque Bea no me lo permitiría.

Una idea se prendió en mi mente.

—Hablaré con el director —dije en voz alta.

—¿Qué?

—Hablaré con el director para que deje ir a nuestro baile a los chicos de cuarto año.

—Evan, no cometas una locura, te meterás en problema. No es necesario, en serio. Tú disfruta de tu baile.

—No lo disfrutaré si tú no estás ahí, Bea. Andy irá con Lyla. Aidan irá con Briana y la mayoría de mis compañeros tienen una pareja o algún amigo con quién ir. Significa que estaré solo.

»Hablaré tranquilamente con el director y lo convenceré para que deje que los alumnos de cuarto vayan al baile.

Ella suspira, dándome una mirada cansina.

—No me harás caso, ¿verdad?

Negué con la cabeza, sonriendo como niño.

—Nop.

—¿En serio harías eso solo para que vaya contigo al baile?

Mi sonrisa se ladeó. Acaricié su mejilla.

—Haría cualquier cosa por ti.

Dejé un beso en la coronilla de sus labios y me alejé de ella, yendo hacia la oficina del director.

-

—No.

Puse cara de ofendido, ¡Ni siquiera lo pensó!

—Pero...

—No, Evan.

—Pero, señor director...

—Es mi respuesta definitiva.

Me levanté de golpe de la silla.

—¡Vamos! ¡Mis argumentos son muy buenos, señor! Los alumnos de cuarto también merecen celebrar el baile. Ellos también pasaron por un año que estuvo de la mierda.

—Lenguaje, Evan -pidió.

—Bien, bien. Escúcheme: ellos también merecen celebrar lo que han logrado.

—Ellos no se están graduando.

—¡Pero egresaron a último año! Eso es motivo suficiente para celebrar, señor. Nosotros celebramos que nos graduamos. Ellos que pasaron. Es lo justo.

—¿Y los alumnos de séptimo a noveno grado? ¿Qué pasa con ellos?

—Venga ya, señor director. En ellos no piensan sino hasta que están en cuarto. Por favor, tiene que permitir que los alumnos de cuarto vayan a nuestro baile.

El director suspira.

—Debe de haber otras razones ante esta petición, Evan. ¿Cuáles son las verdaderas?

—Le seré sincero: uno, no me parece justo que ellos no vayan al baile cuando son el grupo que más se esfuerza en la decoración del lugar. Dos, yo... tengo... Mi novia está en cuarto, señor. Y en serio me gustaría disfrutar de mi baile escolar con ella.

—Tus razones son buenas, Evan. Pero aún así... ¿De dónde sacaremos más chaperones para el baile? Los que tenemos son solo los de último año. Además, el baile es esta noche, ¿Crees que dos grupos de alumnos cada uno con más de veinte estudiantes conseguirán en diez horas la vestimenta ideal para un baile?

—Primero: podría no perder más tiempo y dar el comunicado de que esos grupos irán al baile —dije, señalando su micrófono—. Así todos tendrán tiempo y se conseguirán más chaperones. Segundo: cuando la gente quiere algo lo consigue rápido, créame. Y los alumnos de cuarto se mueren por ir al baile.

»Por favor, señor director —ya no me importa suplicar—. Le di mis razones, ahora usted debe una respuesta, y que sea positiva, por favor.

Y como si quisiera darle suspenso a la situación, se quedó callado por lo que para mí fueron los dos minutos más largos de mi vida.

El director suspira cansado, acabando con el suspenso y dijo:

—Espero que esa persistencia tuya te ayude a conseguir grandes cosas, Evan Ross.

—¿Eso quiere decir que...?

—Sí, aprobaré tu solicitud: los alumnos de cuarto año podrán ir al baile de graduación de esta noche. A celebrar...

—Que egresaron a último año.

El director asintió.

—Espero no arrepentirme —escuché que murmuró entre dientes antes de encender el micrófono que tenía en su escritorio y esparcir la noticia por toda la preparatoria Jefferson.

Cuando salí del salón de Registro de la preparatoria, el director ya iba culminando con su discurso, uno que en realidad no fue muy largo:

—Así que, a los alumnos de cuarto año, a petición de un estudiante, se les estará permitido asistir al baile de graduación, ¡Para celebrar su agresión a último año! —aclaró rápidamente—. Así que, prepárense, porque esta noche será su primer baile. Que pasen todos buenos días.

Y en los pasillos ya todos vitorean emocionados, felices y más emociones positivas. Vi como algunos de mis compañeros sorprendieron a sus novias de cuarto, dándoles un abrazo por atrás y alzándolas del suelo entre risas y vueltas.

¿Ven? Todos querían que los de cuarto vayan al baile. No solo me convenía a mí, sino a todos los chicos de último año.

Vi a Bea, que en su cara se refleja la sorpresa, la felicidad y la confusión. Todas esas emociones juntas. Y cuando me notó, vino corriendo hacia mí y yo no dudé en envolverla en un abrazo y alzarla de suelo.

De verdad que quería mucho a Bea. A mí novia. A mí Pulgarcita.

—Lo hiciste —susurró en mi oído, aún abrazándome.

—Lo hice.

Ella se separó de mí y yo la deposité otra vez en el suelo. Tenía la más grande sonrisa de todas.

—Eres el mejor novio del mundo entero, Evan Ross.

Yo le devolví la sonrisa.

—Haría lo que sea por tí, Bea. Todo por mi Pulgarcita.

Y sin más, la besé. Besé esos dulces labios con sabor a fresas, unos labios que me encantan besar.

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Nota de la autora:

DIOS, DAME UN EVAN ROSS.

Okey, no, mejor dejo las mayúsculas, que siento que les grito.

¿Quién más quiere un chico como este en sus vidas? ¡Todas lo merecemos! Cuando lo estaba escribiendo esas escenas así no las planeé exactamente, solo me salieron porque sí sabía que sería algo que Evan haría por Bea.

El idiota Ross es taaaan, te amo, chequeto.

Bueno, una de las últimas actualizaciones de esta historia en el mes de septiembre, y perdón por no actualizar la semana pasada, ya dije las razones en la nota de la autora de Changes... y los que son de aquellas aguas y también están aquí, ya sabrán.

¡Falta solo tres capítulos + el epílogo para decirle bye, bye a Evan y Bea! No sé cómo me sentará eso, pero sé que estaré bien con darles su cierre porque significa que los veremos en diferentes momentos de la saga Loved (no sé si sea eso un spoiler) así que aunque no los veremos más como protagonistas, no significa que no los veremos más.

Vale, mucha palabrería.

Nos leeremos más pronto de lo que creen, gente.

Besos y abrazos con orgullo y mucho amor hacia Evan.

MJ.

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