Capítulo 5:
Habían pasado alrededor de una semana desde que Scott había traído a la otra chica. En un principio dudaba si seguía viva porque muchas veces subía cubierto de sangre pero no había vuelto a verla ni oírla. Había empezado a notar que me costaba menos mover las piernas y que el dolor había disminuido al apoyar los pies. Los tobillos empezaban a mejorar y yo trataba de acelerar el proceso evitando moverlos muchos y apretando los vendajes para que el pie se moviera lo menos posible. No era médico pero tal vez en un mes más podría andar. Había empezado a tratar de hacer algunos ejercicios con los tobillos y los pies muy lentamente y sin forzarlos pero aún no me atrevía a apoyar el peso. Habría pasado tan solo un mes desde que me los había roto y sentía que aún era muy pronto.
La puerta se abrió de golpe y Scott entró con una sonrisa. Me alegró que fuera una de las de chico amable y no psicópata sádico.
- Vamos a jugar a otro juego.
Suspiré. Siempre que jugabamos alguno de sus juegos intentaba sonsacarme información de mi pasado y yo lo evitaba lo máximo posible.
- Esta mañana estabas recibiendo muchas llamadas. Teniendo en cuenta que a ti nadie te llama he sentido curiosidad y he cogido. Resulta que es la mujer que te alquila el piso que quería saber cuando pagarías este mes.
Mierda.
- He sentido mucha curiosidad por saber donde vivías y me he tomado la libertad de decir que soy tu novio y que yo me pasaría después de las clases a coger tus cosas para que te vinieras conmigo.
Repito: ¡Mierda! Le veo salir un momento y volver con una caja.
- No tenías muchas cosas asi que no he tenido problemas en traerlo. Tengo tu ropa así que luego te traeré algo. Pero lo interesante está aquí - dijo golpeando la tapa de la caja.
La abrió y empezó a sacar cosas. Mi ordenador, mi cámara, unos libros, un cuaderno, un album de fotos y un marco con una foto rota.
- ¿Por dónde empezar? ¿Qué tal si eliges tú?
Niego repetidamente con la cabeza.
- Venga. No seas agufiestas - se ríe.
- No quiero jugar. No me gustan tus juegos.
- Bueno. Entonces elijo yo.
Coge el marco y saca la foto cuyo borde irregular da a entender que la raje.
- Una foto tuya con una mujer. Y rota. ¿Quién es?
- Nadie.
Suspiró molesto.
- ¿Quieres que busque un incentivo para motivarte a hablar?
- Tú mismo dijiste que no querías hacerme daño.
- Y no quiero. Pero si me obligas...
Le fulminé con la mirada y como respuesta el sonrió.
- Es mi tía.
- ¿La que te crió?
Asentí.
- Dijiste que te llevabas mal con ellos.
Me encogí de hombros.
- Supongo entonces que el que falta es tu tío.
Asentí.
- Si le quitaste de la foto supongo que él era el que abusaba de ti.
Apreté los puños con fuerza.
- No responder también es una respuesta.
- Esa respuesta ya la sabías. Mi silencio no sirve de nada.
- ¿Cómo abusó de tí?
- ¿Por qué eres un psicópata? - ignoré su pregunta haciendo yo otra para él.
Puede que él intentase obtener información pero no era el único. Todo lo que puediese aprender de él me vendría bien.
- No, no, no. Sin insultar. Además, yo soy quien hace las preguntas.
Dejó el marco y cogió el cuaderno. Después de ojearlo un poco lo dejó en el suelo.
- Esperaba un diario - dijo con un puchero.
- Eso es para las niñas de 13 años.
El cuaderno solo era una mezcla entre agenda y notas. Añadía todas las ofertas de trabajo, las sesiones que hacía, opiniones, teléfonos... lo siguiente que cogió fue el álbum de fotos. Ahí guardaba las imágenes que más me gustaban.
- Vaya. Julia me había dicho que tenías talento pero no pensé que tanto.
Fue una por una observando las fotos y cuando terminó lo dejó a un lado.
- ¿Por qué te gusta la fotografía?
Le miré pero no respondí.
- Sigo esperando.
- Te responderé cuando te ganes mi confianza.
Hizo el amago de hablar pero sabía lo que diría así que le interrumpí.
- No intentes amenazarme. No cambiará nada.
Sonrió aunque también parecía algo molesto. Cogió la cámara y miró las fotos. Aún seguía la última sesión que había hecho a la exposición de arte abstracto. También estaba la foto de Julia que habían utilizado para sus carteles de búsqueda.
- Si te portas bien te la devolveré.
Por último cogió el ordenador y abrió la tapa.
- No tengo nada interesante.
- Eso lo determinaré yo.
- Suelo guardar las fotos y clasificarlas. También tengo los documentos y artículos que escribo. Y una agenda digitalizada. No hay nada interesante.
Después de echar un breve vistazo se dio por vencido.
- ¿Cuánto te importa tu cámara?
A modo de respuesta me encogí de hombros. Era mentir pero no quería que él lo supiera. Esa cámara fue un regalo de Julia que me permitió empezar como fotógrafa. Podía comprarme otra pero tampoco tenía dinero para ello. Además ahora que había perdido a mi amiga era lo único que me quedaba de ella.
- Vamos a ver si es más importante que tus secretos. Si me cuentas la historia de tu tío te devolveré la cámara. Sino me desharé de ella.
Una punzada atravesó mi corazón. Quería recuperarla pero ni loca le contaría a este psicópata una parte tan privada de mi vida.
- Ya veo... - murmuró.
Se puso en pie y estrelló la camára contra el suelo. El objetivo se quebró en mil pedazos y varias partes de la cámara salieron volando por los aires.
- ¡No! - grité.
De nada sirvió. La cámara estaba destrozada. Sentí las lágrimas amenazar con salir.
- No me gusta cuando no juegas - murmuró Scott.
Podía notar por su voz y su aspecto que se había enfadado. Se acercó a mí como un depredador a su presa. Traté de alejarme pero mi espalda se topó con la pared. Cuando llegó hasta mí se colocó de cuclillas frente a mí.
- ¿Por qué no juegas? - preguntó dando un puñetazo a la pared demasiado cerca de mi cabeza.
Me sobresalté y un grito salió de mis labios.
- No te imaginas la de cosas que quiero hacerte ahora - susurró entre dientes.
Aparté la mirada y noté el aliento de Scott en mi cuello. Un cosquilleó me recorrió el cuerpo. Una mezcla de sensaciones, unas agradables y otras de terror, me recorrienron de arriba a abajo. Scott se separó y como cada vez que se enfadaba, bajó al sótano aunque esta vez subió más rápido que las demás y con menos sangre. Había caminado hasta la cámara y me había arrodillado a recoger los pedazos. Scott se llevó todo, la caja y las cosas y cada pedazo de la cámara. Cuando volvió llevaba una bolsa de deporte que bajó al sótano y que subió cargada. Ahí iba el cuerpo sin vida de la desconocida posiblemente hecho pedazos. En parte me sentí culpable, aunque yo no había ocasionado que Scott fuera un psicópata. Vomité debido al olor y a la imágen de aquella pobre chica que mi mente no podía borrar. Me quedé allí tirada. Scott no tardó en volver. Limpió el cuarto y me encerró allí.
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