Capítulo 4:

Cuando desperté seguía en la misma posición. Aún era de noche y Scott acariciaba mi pelo con suavidad. Giré la cabeza en dirección a la puerta. Al otro lado oía los golpes y los gritos de la chica.
- Me alegro de que estés despierta - murmuró Scott rodeándome con sus brazos.
En aquel abrazo me sentí extraña pero no podía evitar pensar que era agradable.
- Pagará por esto.
Sabía que de sus víctimas yo era distinta, me trataba de diferente forma pero no alcanzaba a entender por qué. Intenté preguntarle pero me dolía la garganta. Scott se puso en pie y me dejo al pie de la escalera. Abrió la puerta del cuarto y agarró a la chica del pelo. La arrastró hacia mí y la obligó a quedarse de rodillas.
- Discúlpate - dijo Scott con tono tranquilo.
- ¡Estás loco! Irás a la cárcel por esto - gritó ella.
- Discúlpate - insistió Scott.
- ¡No pienso disculparme con esta zorra!
Esta vez Scott le dio una patada y tiró de su pelo para que me mirara.
- Venga. No me hagas repetirlo - le susurró.
- Lo siento - murmuró a penas sin aliento.
- Eso está mejor.
La arrastró de vuelta a la habitación y la tiró al suelo. Abrió el armario y levantó la caja que cubría el sótano. La chica intentó levantarse pero Scott la volvió a agarrar y la empujó escaleras abajo. No pude oír nada más. No sé cuanto tiempo pasó pero finalmente me moví. Ya había decidido que hasta no poder andar no tenía oportunidad de escapar, así que me dirigí al baño. Encendí la ducha y sin quitarme la ropa me metí en la bañera. Dejé que el agua caliente y el vapor me despejaran. Abrí de nuevo los ojos cuando oí que Scott cerraba la puerta. Miré hacia el pasillo y le vi asomarse cubierto de sangre. Me miró ladeando la cabeza y se acercó a mí. Sin decir palabra se metió en la bañera y se sentó frente a mí. El agua comenzó a teñirse de rojo.
- Has empapado la ropa - me regañó.
- Lo siento - murmuré.
Traté de encogerme, como si quisiera hacerme más pequeña, apartarme. Se inclinó hacia mí e instintivamente traté de apartarme. Se tumbó, apoyando su cabeza en mi abdomen y teniendo cuiado de de no apoyarse en mis piernas. Se quedó dormido y aunque su cuerpo me daba calor, la ropa mojada empezó a hacerme tiritar. Llego un punto en que no fui capaz de contener un estornudo. Había tratado de no despertarle pero ante ese leve movimiento, abrió los ojos.
- Deberíamos salir, antes de que te pongas mala - dijo incorporándose.
Cerró la corriente de agua y me envolvió con una toalla.
- Enseguida vengo - susurró dándome una suave beso en la frente.
Eran momentos y acciones como esta las que me dejaban completamente descolocada. No entendía mucho de psicología pero algo me decía, que al igual que a mí, nadie le había mostrado mucho cariño. La diferencia era que yo no había acabado asesinando a gente. Cuando volvió, me dejó ropa limpia y cerró la puerta del baño. Me vestí y cuando terminé, traté de abrir la puerta del baño. No había puesto el pestillo. Scott apareció en la puerta de la cocina y se acercó a mí con una sonrisa. Me cogió en brazos y me sentó en la silla.
- Estoy haciendo algo de cena. Con tanto alboroto hoy no has comido nada, debes tener hambre.
- Gracias - murmuré.
El olor hacía que me doliera la tripa, no podía esperar el momento de echarme algo a la boca. Sirvió unas tajadas de pollo a la plancha en un plato y se sentó a la mesa. Empezó a cortarlo y con el tenedor pinchó un cacho que acercó a mi boca.
- Puedo comer sola - le dije.
- Lo sé. Pero vamos a jugar a un juego. Come - insistió.
Le hice caso y me comí el trozo del tenedor. Pinchó otro pero esta vez no me lo acercó.
- Voy a hacerte unas preguntas. Si respondes con sinceridad podrás comer.
- ¿Y si no respondo?
- No cenarás.
- ¿Vas a matarme de hambre entonces?
- Venga. Será divertido.
- Lo dudo.
- Dime. ¿Naciste aquí?
- No.
Me acercó de nuevo el tenedor.
- ¿De dónde eres entonces?
- Darens.
- Eso está lejos.
- Lo sé.
De nuevo me dio un cacho.
- ¿Vivías con tus padres?
- No.
- Cuéntame algo más.
- Eso no venía incluido en la pregunta.
Suspiró y me dio otro cacho.
- ¿Con quién creciste?
- Mis tíos.
- ¿Qué les paso a tus padres?
- Murieron.
- ¿Cómo?
- Accidente de tráfico. Y van 3 preguntas.
Con una sonrisa me dio los tres cachos que quedaban de la primera pechuga de pollo.
- ¿Qué tal te llevabas con tus tíos?
- Mal.
Me dio de comer un cacho más pero no me gustaba por donde iba la conversación.
- ¿Por qué?
- No es de tu incumbencia.
- ¿Fue uno de ellos dos el que abuso de ti?
- Quiero cambiar de tema.
- Vaya, vaya. Así que me estoy acercando.
- ¿Por qué te importa? Solo soy un juguete más del que te librarás cuando te aburras.
- Tú eres diferente.
- ¿Entonces me dejarás libre algún día?
- Sabes que no puedo.
- Entonces soy como todas las demás.
- No digas eso. Ninguna antes había pisado el baño ni había dormido arriba. Y he hecho con todas lo que me ha venido en gana. Eres diferente.
- ¿Por qué?
Agarró mi muñeca y me obligó a mostrar las cicatrices.
- Tu estás rota, como yo - murmuró.
- ¿Tú? ¿Por qué? - pregunté en un susurro.
- No voy a contarte mi historia si tú no me cuentas la tuya.
Aparté la mano y la escondí debajo de la mesa.
- Puedes terminar de cenar - me dijo mientras se ponía en pie.
Se marchó de la cocina y yo me acerqué el plato. Le vi subir las escaleras. Cuando terminé de cenar, pensé en llevar el plato al fregadero pero no tenía la silla de ruedas. Intentando no hacer ruido, me bajé al suelo y coloqué las cosas sobre la silla que arrastré hasta la encimera. Me volví a sentar y lavé el plato y los cubiertos. Cuando terminé, me quedé a esperar a Scott. Miré la puerta que daba al pequeño jardín trasero y pensé en acercarme. Si la dejaba abierta de costumbre tal vez podía salir por ahí... en cuanto volviera a andar. Escuché atentamente. No oía nada. ¿Qué estaría haciendo? Si bajaba y me pillaba me llevaría un castigo. Bajé al suelo y me arrastré hacia la puerta. Baje el manillar lo suficiente para comprobar si estaba abierta. Y en efecto lo estaba. Volví todo lo rápido que pude a la silla y me senté de nuevo. Scott bajó poco después con el pelo húmedo y ropa limpia.
- ¿Todavía sigues ahí? - me preguntó con una sonrisa.
Asentí ligeramente.
- Bajaba a lavar los platos pero veo que lo has hecho tú. Bueno... es hora de volver a la cama.
Me cogió en brazos y me llevó a la habitación. Oí que cerraba por fuera y me tumbé mirando el armario que ocultaba la trampilla. ¿La habría matado?

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