Capítulo 3:
Los días eran monótonos. Había pasado otra semana y siempre lo mismo. Por la mañana me traía un zumo y se marchaba. Volvía por la tarde y cenabamos pronto. Me hacía cocinar y limpiar. Primero comía él y cuando había terminado me cedía el turno y observaba. En ocasiones le oía salir por la noche y a veces volvía con alguna chica. La habitación tenía un par de pequeños tragaluces por los que entraba bastante luz por lo que al principio pude contar los días. Me dejaba usar el baño una vez cada dos días y en ocasiones compraba comida en vez de mandarme hacerla. Las piernas contibuban amoratadas e hinchadas y no podía apoyarlas sin sentir millones de agujas clavándose en mi piel. Escapar ahora mismo no era una opción. Si me portaba bien y no hacía nada, Scott me sonreía con dulzura y me trataba bien. En alguna ocasión si se me caía algo o si me chocaba con el marco de una puerta al intentar salir con la silla, se enfada y me gritaba. Solía tirarme al suelo y me daba alguna que otra patada mientras a gritos me insultaba. Aunque mi vida no hubiese sido para tirar cohetes, la echaba de menos. Echaba de menos a mi mejor amiga y echaba de menos hacer fotos.
Una noche, cuando ya habían pasado unas dos semanas y poco, me desperté al darme la vuelta y hacerme daño en una pierna. Scott estaba allí. Me incorporé lentamente pero no pareció notarlo. ¿Estaba dormido? Miré la puerta de la habitación: abierta de par en par casi parecía una invitación. ¿Pero a dónde iría? En el mejor de los casos podría arrastrarme (porque la silla haría ruido) sin despertarle al abrir la puerta principal (para lo cual necesitaba llaves) y continuar arrastrándome por la calle hasta encontrar a alguien. Era más probable que Scott se despertara antes del amanecer y que me encontrara antes de que pasara el primer bus, y gritar no era una alternativa porque con el barrio medio vacío era casi imposible que alguien me escuchara a tiempo. Bajé de la cama al suelo y me acerqué a él. Tenía la cabeza apoyada en la pared ligeramente echada hacia atrás por lo que sus labios estaban entreabiertos. Sacudí la cabeza intentando deshacerme de la idea de que era realmente atractivo.
- Scott - le llamé en un susurro.
Si conseguía ganarme su confianza tal vez me dejaría salir con él y si mis piernas se recuperaban podría correr en busca de ayuda. O tal vez había visto muchas pelis. La cuestión era ganarme su confianza.
- Scott - repetí zarandeándole.
Pareció despertarse y se quedó mirándome. Su mirada se paseó por mi cuerpo y después se dirigió a la puerta.
- Mierda - dijo poniéndose en pie.
- No te preocupes. Con las piernas así no tengo a donde ir y mucho menos en mitad de la noche.
Se quedó mirándome como si lo que acababa de decir fuera una tontería y se apoyó en el marco de la puerta mientras masajeaba su sien. Me arrastré de vuelta a la cama cuando noté como me levantaba del suelo. Me dejó en la cama y se dispuso a marcharse cuando le llamé.
- ¿Por qué estabas aquí? - le pregunté.
Aunque se había detenido a escucharme, no me contestó y al salir cerró con pestillo. Esperé a la mañana siguiente pero no vino a traerme el desayuno. Tampoco le oí marcharse. Me quedé en la cama hasta que aburrida y muerta de hambre me senté en el mismo sitio que él por la noche. Tras no haber pegado ojo desde ese momento no tardé en caer rendida. Me desperté, algo desorientada y lo primero que vi fueron los ojos de Scott.
- Irónico. Cómo se ha dado la vuelta la situación - me dijo sin perder la sonrisa.
- ¿Ahora te tengo yo a ti secuestrado?
- Esa es una palabra muy fea.
- Retenido en contra de tu coluntad. Secuestrado - le contesté.
- Vete entonces. Si tantas ganas tienes.
Miré la puerta. Estaba abierta. Había gato encerrado. No me iba a dejar irme así como así pero ¿por qué me ofrecía aquello?
- Venga a que esperas.
- No me vas a dejar irme. Si lo intento me harás daño - le dije.
- ¿Por qué me parece que tú ya has jugado a esto?
¡¿Jugado?! Le fulminé con la mirada. Varios recuerdos volvieron a mi mente pero preferí ignorarlos.
- ¡Así que sí! - respondió emocionado.
- No exactamente - respondí.
- Los detalles no importan. ¿Quién fue?
- Nadie - respondí apartando la mirada.
- Mentir es malo.
- Secuestrar también.
Se rió.
- Sabía que serías mejor compañía que Julia.
Se puso de cuclillas frente a mí, con un pie a cada lada de mis piernas. Paseó sus dedos por mi mejilla. A parte de las piernas era la única que seguía herida, de aquella vez que me golpeó con la tabla de la cocina aún me quedaba una sombra amarillenta.
- No quiero hacerte daño.
Parecía algo perdido y en cuanto se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta sacudió la cabeza como queriendo borrarlo. Me daba miedo preguntar el por qué.
- El problema es que lo necesito - añadió, esta vez con una sonrisa macabra.
Seguí sin decir nada. Solo le sostuve la mirada, aquellos ojos avellanas.
- También me gustaría hacerte otras cosas - susurró acercándose a mi oído.
Un escalofrío me recorrió la espalda como un jarro de agua fría.
- Sin embargo, escucha atentamente. No te tocaré de esa manera hasta que tú me lo pidas - continuó susurrando mientras paseaba sus dedos por mi muslo.
Me estremecí bajo sus palabras y su tacto.
- Hasta entonces tendré que buscar a otra que me pueda dar eso. Será divertido para las dos - me contestó volviendo a su tono habitual.
- Estás enfermo - le contesté.
- Gracias - se rió.
Salió de la habitación y oí el cerrojo. De pronto solté todo el aire que no me había dado cuenta que retenía. Empezó a anochecer cuando volvió a entrar en el cuarto.
- Debo prepararte - me dijo.
- ¿Para qué?
No respondió. Extendió una mano y yo le di una de las mías. Ante un gesto de desaprobación le di también la otra. Sacó cinta americana del bolsillo y aunque dudé si quitar las manos decidí que no serviría de mucho. Dio varias vueltas antes de cortarla con los dientes. Hizo otro corte y lo puso en mis labios no sin antes acariciarlos con la yema de sus dedos. Ese gesto me dejó tan bloqueada que no fui capaz de hacer nada. Cuando salió, cerró la puerta como de costumbre. ¿Que sucedía? ¿Por qué mantenerme atada si nunca hacía nada? La respuesta llegó cuando el timbre sonó. Oí la voz de una mujer decir el nombre de Scott.
- Me alegro de que me volvieras a llamar - añadió.
- ¿Quieres tomar algo? - preguntó él.
Aquella pregunta me recordó al día que fui a hablar con él sobre Julia.
- ¿Por qué has puesto un pestillo aquí? - preguntó.
Aquella idiota se estaba metiendo en la boca del lobo ella solita.
- No es nada.
- Venga, dímelo - insistió coqueta.
No veía la escena pero me la imaginaba colgándose del cuello de Scott intentando convencerle como muchas chicas hacían. Tirando de su sexualidad.
- Si insistes.
Levanté la vista de golpe al oírle decir aquellas palabras. ¿Qué? La puerta se abrió y cuando la mirada de la chica se posó en mí, se llevó las manos a la boca ahogando un gemido. Scott la empujó y cerró la puerta tras ella. La chica, de pelo negro y ojos azules (igual que yo), aporreó la puerta y gritó su nombre. ¿Era casualidad que tuviera un aspecto físico similar? Tratándose de Scott no podía saberlo. La chica se acercó a mí y comenzó a desatarme.
- Oh dios mío, ¿qué te ha hecho? ¿Cuánto llevas aquí?
- Unas semanas - respondí cuando me destapó la boca.
- Tenemos que salir - me dijo.
- Yo no puedo. Tengo los tobillos rotos.
La chica bajó la mirada a los vendajes caseros.
- ¿Estás segura?
Asentí.
- Ayúdame a salir. Iré a buscar ayuda.
- No hay forma de salir.
- Tiene que haberla. Cuando venga agárrale de los tobillos y yo intento escapar.
- ¿No lo entiendes? Me golpearía y además no irías muy lejos. Es más fuerte.
- No seas tan negativa. Hay que intentarlo.
- Inténtalo tú pero buena suerte.
La chica comenzó a dar vueltas intentando buscar algo con lo que armarse. Lo único que había en la habitación era un colchón sobre el suelo y una manta. Registro el armario pero no dio con la trampilla.
- Mira en el suelo. Hay un sótano. Puede que ahí haya herramientas.
Oímos los pasos de Scott al bajar las escaleras.
- No hay tiempo - respondió colocándose detrás de la puerta.
Cuando se abrió, Scott solo me vio a mí liberada de mis ataduras y la puerta del armario abierta. Se acercó lentamente al armario y vi como la chica cuyo nombre desconocía salía sigilosamente. Tuvo la mala suerte de que la madera crujió. Scott se dio la vuelta y se lanzó sobre ella aunque esta intentó correr a la puerta principal. Scott cerró la puerta al volver con ella y la tiró sobre el colchón. La chica había comenzado a llorar.
- Por favor no me hagas daño - suplicó.
Scott se acercó como un león cazando a su presa. La chica se pegó a la pared. Estaba arrinconada. No podía hacer gran cosa. Cualquier movimiento hacía que me dolieran las piernas y más me dolerían si Scott se enfadaba.
- ¿Por qué no haces lo que sea con ella? No me hagas daño a mí. Haré lo que ella haya hecho hasta ahora - lloriqueó y gritó mientras Scott le arrancaba la ropa.
- ¿Quieres ser como ella? - preguntó Scott divertido - ¿Quieres que no te haga daño y me busque a otra con la que desahogarme?
- Sí. Haré lo que sea - murmuró.
- Imposible. Tú no eres como ella - respondió arrancándole la ropa interior a pesar de las patadas y los manotazos.
- Lo seré. Te lo prometo - gritó ente sollozos.
Aparté la mirada. Lo último que ví es como Scott sujetaba las manos de la chica sobre su cabeza con una sola mano mientras se desabrochaba el pantalón y le obligaba a abrir las piernas con la otra. Oí los sollozos de la chica y los gemidos de Scott. Pensé en detenerle pero de nada serviría. Haría lo que le diese la gana. A pesar de que la puerta no estuviera cerrada con pestillo seguía sin ser una buena idea escapar. Cuando Scott terminó se puso en pie. Se acercó a mí y yo intenté apartarme.
- Esto es culpa tuya, Katie. Si no puedo tenerte a ti tendré que desahogarme con otras - me susurró antes de besarme la frente.
La chica se quedó hecha un ovillo. No supe si acercarme. Como Scott había dicho, era "mi culpa" que estuviera allí y tampoco había hecho nada para evitarlo. Me arrastré silenciosamente y le coloqué la manta por encima. Cuando dejó de llorar se incorporó. Me miró, de vuelta a mi sitio en la pared donde había encontrado a Scott dormido, y me fulminó con la mirada. No supe lo que se proponía hasta que se puso en pie y me dio una patada a una de las piernas. El dolor me hizo soltar un grito y no pude evitar que la chica me tumbara en el suelo y se colocara sobre mí. Sus manos rodearon mi cuello. Le arañé las manos e intenté quitarlas pero no pude. Intenté llegar a su cuello pero tampoco. Empecé a dar la lucha por perdida cuando la chica salió despedida hacia atrás. Los oídos me zumbaban y el aire entró de golpe a mis pulmones. Vi a Scott acercarse a ella y pegarle un puñetazo que la tumbó en el suelo. A penas podía moverme. Me sentía muy mareada y sin fuerzas. Me cogió en brazos y cerró la puerta con pestillo al salir. Se apoyó en la pared del pasillo y se dejó caer dejándome sentada sobre su regazo. Debido al mareo me costaba ver y los bordes comenzaban a oscurecerse. Noté mi cabeza apoyada en su pecho y oí el latido de su corazón algo acelerado. Me pareció oír su voz pero todo terminó de nublarse y volverse negro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top