☆ Capítulo 4 ☆
Paso 1: Dar una mala impresión
Al día siguiente, nada me detiene de buscar a Kayn apenas el timbre de salida comienza a sonar. Como la mayoría de mis compañeros, me precipito hacia la puerta del aula, esta vez sin tener tiempo de despedirme; lo que debe sorprenderles, porque me miran con los ojos bien abiertos mientras me voy. O bien, puede ser porque me estampo contra algunos de ellos mientras corro por los pasillos.
Me sorprendo un poco cuando, apresurándome en mi camino al patio trasero para evitar que Kayn se esfume, me lo encuentro sentado en una de las bancas del campus, cercana al punto en el que habíamos estado ayer. Tiene los brazos cruzados y el semblante oscurecido, en parte por la sombra que hace el gran árbol encima suyo, en parte porque tiene la cabeza gacha y el ceño más fruncido de lo normal. Pareciera que ha discutido con alguien. Sin embargo, aunque su semblante no mejora demasiado cuando me acerco y lo saludo, parece ahora más fastidiado que pensativo.
Me siento al lado de él en silencio, y al cabo de unos minutos sin devolverme el saludo, Kayn se levanta con aire misterioso. Da unos pasos sobre el césped corto, como si se tratara de un villano maquinando. Lo miro con expectativa. Luego del fiasco con WikiHow de ayer, espero que el día de hoy no busque evadir lo que prometió con alguna otra propuesta tramposa.
—Creo que finalmente lo tengo —anuncia, metiendo ambas manos en sus bolsillos y mirándome al fin.
—¿Y bien? ¿Qué es, Kayn?
—Vamos a trazar un plan para tu... «operación» —sonríe de lado, lo que me invita a cruzarme de brazos—, para que puedas acercarte a aquel idiota sin necesidad de actuar como una acosadora con orden de restricción.
—¿Un plan? —lo miro con escepticismo—. No lo estarás sacando de otra página, ¿verdad?
—No —masculla Kayn, apretando los puños—. Esta vez, la idea es mía. Y desde mañana nos encargaremos del primer paso.
No puede ser, ¿estará hablando en serio? ¿En serio va a ayudarme? Me sonrío de oreja a oreja, alzando las manos con emoción.
—¡Me encanta! Dime, ¿¡cuál es la primera idea!? ¡Estoy lista para esto!
—Bueno... —se cruza de brazos ante mi emoción, mirándote en otra dirección con indiferencia—. El primer paso es simple: tendrás que dar una mala impresión.
—¿Qué...?
—Sí, darle una mala impresión; que se crea que eres una chica mala. Haz cosas malintencionadas para que le caigas mal y así puedas llamar su atención. Por ejemplo, lo que hiciste el día de las bombas fue un buen comienzo.
—¿Caerle mal? Pero técnicamente él ya debe odiarme... Sus amigas no me soportan —hago un puchero—, ¿cómo eso podría ayudarme?
—El truco aquí está en hacerle pensar que no eres una buena persona. De esa forma, no sólo notará tu existencia, sino que se dará cuenta de que eres más que una mocosa molesta y pegajosa... Aunque en realidad no lo seas —aclara—. Una chica mala siempre es preferible... o es al menos, más interesante.
Frunzo el ceño, aún con las mejillas infladas. ¿Una chica mala? Para empezar, ¿cómo es una chica mala?
—No creo que sea tan buena idea...
—Bueno, querías mi ayuda, ¿no? Esto es lo que hay —replica con brusquedad—. Ya estoy cumpliendo con tus requisitos. Si aun así no lo aceptas, siempre puedes prescindir de mí.
—No, no, no, está bien... —acepto, antes de que de nuevo trate de buscar una forma de escaparse. Al final, suspiro—. Confiaré en ti, Kayn.
—Bien —esboza una sonrisa ladina. Lo que me pone un poco tensa, pero al final, debe saber lo que hace, ¿no es así...?
No tengo otra opción más que confiar en él. Sólo espero que esto salga bien.
☆☆☆
—Hola, ¿me escuchas? Cambio —digo, en voz muy alta, a través del manos libres de mi teléfono.
La Operación Ezreal, por su naturaleza secreta y emocionante, debe ser llevada con mucha precaución. Como en una misión de espías, Kayn y yo necesitamos una comunicación constante para que podamos hacerlo todo bien... y ya que tristemente nadie de los dos tiene Walkie-Talkies, tenemos que apañárnoslas con nuestros teléfonos. A él le pareció absurdo, como seguro le parece todo lo divertido en el mundo, pero bastó con unas pocas súplicas y unos ojitos de cachorro para convencerlo al final.
¡Y lo mejor de todo es que ahora tengo su número de celular!
—¿Kayn? Cambio —insisto porque no recibo respuesta, comenzando a fruncir el ceño. Escucho a Kayn bufar al otro lado de la línea.
—Fuerte y claro —dice entre dientes y asumo que debe rodar los ojos—. Esto es una tontería, estamos a poco más de un metro de distancia.
Inflo mis mejillas y miro en dirección al arbusto desde donde puedo ver los ojos amarillos de Kayn. Como sé que me está viendo, entrecierro los míos para indicarle que se quede en su lugar. ¡Me costó mucho lograr que se escondiera cómo para que siga arruinando la diversión! Él pone los ojos en blanco.
—Shh, es para probar el audio. Necesito que me guíes para hacer esto bien.
Por fin llegó el día y no puedo sentirme más entusiasmada. Durante el descanso, conseguí encontrar a Kayn cerca del patio trasero, seguro que cuando recién iba de camino allí. Y sin que pudiera negarse, lo arrastré de nuevo hasta el campus. Ahora estamos a la espera de que aparezca mi hermoso rubio.
—Eres muy infantil... Esa actitud es lo primero que debes cambiar si de verdad quieres parecer interesante —dice por el altavoz, de mala gana.
—¡Sí, sí, aguafiestas! —asomo la cabeza desde mi arbusto por un segundo y le saco la lengua. En el mismo segundo, una cabeza rubia caminando a lo lejos atrapa mi atención. Me escondo de vuelta rápidamente—. ¡Ya viene, ya viene! ¿¡Qué hago!?
Observo cómo Ezreal camina con su grupo de amigas, acercándose despreocupadamente al área de jardines donde Kayn y yo nos escondemos. Siento una mezcla de mariposas nerviosas y emocionadas subirme por el vientre, cuando noto su habitual gesto sonriente y atractivo, y su cabello dorado despeinado brillando al sol. Kayn también le dirige la mirada.
—Primero relájate, no vayas a saltar como una loca —recomienda, anticipándose a mi reacción. Trato de mantenerme tranquila, lo menos temblorosa que puedo—. ¿Tienes el agua?
—¡Sí! Jugo de manzana, en realidad —contesto, esculcando el pequeño bolso cruzado con estampado de galaxia y detalles dorados que he traído para la ocasión.
Estoy decidida, hoy me concentraré en darle la peor cara que pueda a Ezreal. Aún dudo de si fingir ser alguien que no soy va a colar, especialmente porque él ya me conoce, en realidad... Pero trato de convencerme de que Kayn sabe lo que hace. Al final del día, es un chico. Los chicos tienen que saber lo que les gusta a otros.
Así pues, la primera idea que se nos ha ocurrido a Kayn y a mí es nada más y nada menos que tirarle cualquier líquido encima a Ez accidentalmente a propósito. ¡Nada mejor que ensuciarle la ropa a alguien para empezar enteramente con el pie izquierdo! Por más absurdo que llegara a parecer...
—Haz lo siguiente —comienza Kayn, hablando tan cerca de la bocina y tan bajo que su voz se distorsiona—: trata de dar tu peor fachada. Quita tu cara de niña de tres años y compórtate como alguien mayor.
—De acuerdo... —accedo, aún insegura.
—También trabaja en tu postura y tu caminar. Cuando te vayas a acercar a él, procura no ir dando saltitos. Ahora, adelante.
Le dirijo una última mirada vacilante a mi cómplice. Como las hojas cubren de mi visión todo menos sus ojos, no puedo distinguir si los tiene entornados con fastidio, o si está sonriendo... Finalmente, sólo suspiro. Sosteniendo en mi mano derecha el litro de jugo en un envase abierto, me aproximo a Ezreal.
No tardo ni dos segundos en llamar su atención, me mira con confusión y aunque el corazón me late a mil por hora sólo con verlo, no amilano mi paso. Su confusión no es para menos, no es muy mi estilo tener el ceño fruncido, caminar airosa y masculinamente o verme agresiva cuando me acerco a él. Debo parecer un gorila.
Mis pies titubean cuando por fin llegó frente suyo. Ahora todos me miran; él, Sarah, Syndra, Ahri, Soraka... me congelo, sin tener la menor idea de cómo proceder.
—¿K-Kayn, cómo lo hago? —murmuro al micrófono de mis auriculares, tratando de disimular aún frente a tantas miradas.
Al mirar de reojo hacia atrás, noto que Kayn ya se ha movido de lugar; ha abandonado su escondite y ahora me mira —de brazos cruzados—, desde un punto solitario del campus y no tan lejano a mí.
—¿Cómo que cómo? Entabla conversación o algo, luego tírale el jugo encima —responde, como si fuera lo más obvio del mundo.
—¿Todo bien, Zoe? —pregunta Ezreal, mirándome con desconfianza, tras unos segundos de miradas fijas en silencio. Yo también me tendría desconfianza si fuera él...
Los nervios comienzan a recorrerme de abajo para arriba, mordisqueándome los dedos, las manos, los hombros. Sin saber qué hacer, sin poder mantener la mirada por demasiado tiempo sobre los ojos incómodos de Ezreal, comienzo a alternar miradas entre Kayn y él. «Piensa Zoe, piensa... di algo...», me digo, pero nada funciona.
Es justo en el momento en que noto que los ojos de Ezreal quieren seguir la pista de los míos que decido actuar con rapidez. Tomo el envase de jugo y se lo tiro todo encima en un solo movimiento, sin avisar, ni mediar palabra, antes de que él descubra a Kayn.
Todas las chicas detrás de él abren mucho los ojos, pegan grititos, algunas se cubren, en espera de que lance alguna otra cosa. Me miran con odio. Incluso Ezreal. Casi escucho con claridad el golpe que se pega Kayn con la palma de su mano en la cara, incluso a distancia. Muy bien, esto no es como lo planeamos...
—¡¿Oye, qué te pasa?! —inquiere Ezreal, la cara se le está poniendo roja... Tiene todo el pelo y el chaleco verde del uniforme mojados.
—¿Oye niña, estás mal de la cabeza? —pregunta Sarah, la pelirroja.
—¿Pero cómo se te ocurre? ¿Por qué tienes que ser tan rara? —se une Ahri, mientras da unos pasos hacia mí. Soraka le extiende a Ez un pañuelo que ha encontrado en su bolsa.
Retrocedo dos pasos sin ser capaz de decir una palabra, viendo un fuego arder en los ojos de todas las chicas. Busco a Kayn con la mirada, por todos lados, hallándolo ahora aún más cerca, recargado bajo la sombra de un pilar. No sé si es mi imaginación, pero lo veo disimular una sonrisa cuando nuestros ojos se encuentran. Eso sí, parece entretenido.
«Ayúdame», le pido desesperadamente con los labios, pero él se voltea y finge no mirarme.
—Kayn, ¿ahora qué hago? Están furiosos. —Vuelvo a susurrar la micrófono, en el momento en que regreso los ojos a Ezreal y noto que me mira como si esperara una explicación.
—Pues ya te dije, insúltalo. Dile de lo que se va a morir o lo que quieras. Trátalo mal —recomienda él, mirando apenas de reojo para acá. Yo emito un gemido inseguro.
—E-Eh... ¡Tonto!
—Ay, no me jodas, niña... ¿es en serio? —pregunta Kayn, riendo sardónicamente tan fuerte que incluso el grupo frente a mí lo escucha.
Todos se giran hacia él, confundidos y molestos.
—¿Kayn? ¿Pero qué rayos está pasando aquí? —cuestiona Ezreal, irritado—. Escuché que Zoe hablaba sola todo el rato pero no imaginé que sería contigo.
—Vaya, vaya, ¿quién diría que Shieda estaría involucrado en alguna cosa con una niña de primero? ¿Qué traman? —inquiere Ahri con una mano en la cintura y una sonrisa ladina que sugiere una clara burla.
Ay no, ay no, descubrieron a Kayn... Ya lo arruinamos... ¡No, peor, lo arruiné yo! ¿Qué voy a hacer ahora? De seguro va a querer desertar.
Noto que todo rastro de sonrisa ha desaparecido del rostro de Kayn y que, en su lugar, aparece un ceño fruncido.
—No, no, yo... No tengo nada qué ver en esto. —Se vuelve a cruzar de brazos y evita las miradas, con un semblante incluso enfurecido—. Tan sólo veía cómo hacían el ridículo.
—Pues sea como sea, fue muy grosero lo que hiciste —retoma el rubio, esta vez mirándome a mí—, y no se va a quedar así.
Sin avisar, Ezreal se da la vuelta y camina por el campus, en dirección al edificio administrativo, restregándose el pañuelo que Soraka le ha dado y repartiendo un olor dulzón por por donde camina, seguramente en dirección a la sala de profesores...
Oh, no...
☆☆☆
—Veo que te tomaste muy en serio eso de hacer las cosas mal, ¿eh? —ironiza Kayn hacia mí, con una mirada de puro fastidio.
Sonrío apenada, mirándolo de reojo desde mi pupitre.
Gracias a nuestro no muy acertado inicio con el pie izquierdo, hemos terminado una vez más dándole más trabajo al rector Swain; atrapados en una hora de detención. Ezreal nos ha acusado a ambos. Ahora, como si fuéramos perros regañados, fingimos hacer la tarea que el profesor ha escrito en el pizarrón, mientras chachareamos en voz baja.
—Bueno, si lo piensas, estuvo bien, ¿no? Salió tan mal que ahora seguro Ez no querrá verme ni en pintura... —balbuceo, recargando el peso de mi cabeza sobre una de mis manos. Me pone tensa lo que pueda pensar Ezreal de mí ahora, pero mentiría si dijera que no me preocupa más lo que mis mamás puedan decir de que acabé en detención, de nuevo. Dos veces en una sola semana.
Me estremezco de pensar en los ojos que mi mamá Diana pondrá... o en la mirada de decepción de mi madre Leona. Pero con un poco de suerte... Tal vez sus trabajos las mantengan tan ocupadas, que ni siquiera se enterarán. Y por alguna razón, ese pensamiento no me hace sentir mejor.
—Pues sí, pero no se suponía que saliera tan exageradamente mal —replica Kayn—. Creo que malinterpretaste mi idea, porque más que verte interesante, te viste como una subnormal.
—¡Bueno, si me hubieras explicado, seguro que no me habría visto así! —levanto la voz, en mi defensa, inflando las mejillas.
Swain alza la vista de sus informes gracias al ruido y me clava una mirada asesina. Tan sólo atino a sonreír con pena y hacerme la despistada, una vez más.
—Bah, no fue mi culpa. Si no entendiste, es tu problema —bufa Kayn, y sus ojos pierden atención en mi para dirigirse a la ventana junto a la que siempre parece sentarse en detención—. Y ahora más que nunca espero que estés lista para hacer las cosas bien por tu cuenta. Luego de esta humillación, no pretendo aparecerme de manera directa nunca más.
—¿Queeé? —suelto en la voz más baja que puedo, lo miro incrédula y ofendida—, ¿ya no me vas a ayudar?
—Dije que no me involucraré de manera directa, no que estoy fuera. Escucha bien, sapo —remarca él, previniendo el puchero que estaba por hacer. Mirándome apenas por encima con sus ojos ocre.
—¿¡Pero eso por qué!?
—Porque no quiero llamar más la atención y menos si es contigo. En el momento en que comiencen a relacionarnos voy a ser la comidilla de los demás y yo paso de eso.
—Jamás pensé que te importaran las críticas... —menciono, intrigada de pronto.
Kayn frunce el ceño con irritación. Llevaba récord... más de cinco minutos sin hacer cara de ogro...
—No me importan —dice entre dientes, volviendo a mirar hacia la ventana—. Quise decir que es ridículo verme como alguien de tu calaña.
—¡¿Alguien de mi calaña?! —Esta vez levanto la voz y me levanto sobre la mesa, por tan malintencionado comentario.
—¡A callar los dos! —brama el profesor, en un tono alto y autoritario. Yo señalo a Kayn con el dedo para indicarle que es su culpa, pero a él no le importa, porque igual me mira con su cara de diablo. Suspiró con frustración y me vuelvo a tirar en mi silla, con los brazos cruzados.
—Sí, de tu calaña —susurra Kayn en mi oído, haciéndome enfadar aún más.
Como nuestras sillas son vecinas y ya no lo quiero ver ni de reojo, deslizo mis piernas en el asiento hasta darle la espalda a Kayn, lo que no pasa desapercibido por el rector.
—Rakkor. Bien sentada —indica, por lo que tengo que volver la vista al frente. Siento que me escuece la garganta y los ojos; quiero llorar de mera irritación.
Como no puedo dejar de tener en Kayn en mi campo de visión mientras esté aquí, tomo mis cosas y me alejo tres pupitres de distancia. Él rueda los ojos. Noto que tiene un rezago de sonrisa que me crispa los nervios, pero al menos el rector ya no se molesta en regañarme.
«De tu calaña...», resuena la voz de él en mi mente, lo que me pone de los nervios. ¡Como si yo fuera la marginada! Y como si yo fuera la pasa la vida en detención. Por mucho que esté aquí ahora, esta es mi segunda vez.
O como si yo fuera a la que todo el mundo parece tenerle miedo o rechazo...
«Cosas tuuuurbias», recuerdo que me dijo Jinx. Miro a Kayn apenas de reojo. Otra vez su mirada está perdida en la vista de los edificios de Piltóver que ofrece la ventana, lo que me impide ver más que su rostro de perfil. Su mechón azul brilla junto al cielo, casi del mismo color, y no había notado que la trenza negra en la que está amarrado su cabello era tan larga hasta ahora, que la veo rozar el suelo. Desde aquí, como la primera vez que lo vi, se ve tan solo distante, inofensivo... Claro que ahora sabiendo lo grosero que es, mi opinión cambia. Pero me pregunto si en realidad puede haber más... Si tal vez, Kayn podría ser parte de las personas que Leona me hizo prometer que mantendría alejadas, hace tan solo dos días.
Entre esos pensamientos y otros que me ayudan a practicar la forma en la que voy a explicarle esto a mis mamás, la hora de castigo pasa lenta y tortuosa.
Apenas el timbre de salida suena, me precipitó a tomar mis cosas y levantarme del asiento. Pienso en decirle adiós al rector Swain, pero al notar cómo se masajea las sienes y se para sin mirarnos siquiera, reconozco que tal vez no sea necesario.
Cuando estoy en mi camino hacia la puerta, siento que Kayn me alcanza, poniéndome apenas fugazmente dos dedos fríos encima del brazo.
—Hey, Berrinches, te espero mañana fuera de la Academia a las 5:00 PM para avanzar con tu mentada «operación» —avisa, aunque no lo miro. No le respondo—. Sólo en caso de que quieras continuar, claro. No te molestes en buscarme mañana en clases, no voy a venir. Tengo asuntos más importantes.
Sin esperar una respuesta, ni preocuparse porque lo ignoro, Kayn continúa su camino hacia la puerta y sin despedirse, desaparece.
Me enfurruño, cruzándome de brazos, apretando mis cosas contra mi pecho. ¿Qué se piensa? ¿Que puede decirme lo que quiera y que luego seguiremos como si nada?
Está equivocado.
── ⋆⋅☆⋅⋆ ──
Feliz fin de año ;D
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top