☆ Capítulo 3 ☆
Operación Ezreal
Hace más o menos cinco meses, mis mamás y yo dejamos Monte Targón para vivir en Piltóver. La vida ha cambiado mucho desde entonces.
En el Targón, el flujo de la vida es mucho más tranquilo y lento. El lugar en donde vivíamos es apenas un pueblo lo suficientemente grande como para ser considerado una ciudad pequeña, aunque es también la provincia más poblada de la región; las calles están llenas de naturaleza, árboles verdes y unas montañas altísimas que cercan el lugar, cubiertas del amarillo, el rosa y el morado de las flores.
No es que en Piltóver no haya árboles o flores, los hay, pero no sólo son diferentes, sino que son hasta enanos y no hay tantos. Piltóver es enorme y muy tecnológica a comparación. Pero esa no es la mayor diferencia en nuestras vidas. Antes, mis madres y yo teníamos mucho tiempo para pasear por los jardines del Targón, salir y ascender los pies de las montañas, visitar templos antiguos dedicados a la fé Solari, o simplemente convivir. Y aunque yo no tenía tantos amigos como aquí, no los necesitaba, porque Neeko y Gwen han sido mis amigas desde que somos niñas. Y hablar con ellas o con cualquier otra persona era mucho más fácil.
Ahora, con los trabajos que mi madre Diana les ha conseguido a ambas, difícilmente las veo entre semana. Parece que viven sólo para sus oficinas. Y aunque en un inicio, el cambio nos había emocionado a todas, y trajo muchos lujos de por medio, no pasó mucho tiempo antes de que las cosas comenzaran a resquebrajarse. Conmigo, porque las extraño, pero se nota más entre ellas, especialmente.
Teniendo tan poco tiempo libre, el único momento que mi madre encuentra para reprenderme llega hasta el día siguiente, cuando ambas se arreglan para el trabajo y yo para el instituto.
—Zoe, lo que sucedió no puede repetirse —dice Diana, alisando la blusa blanca de botones frente al espejo. Mi madre Leona da vueltas por la habitación, buscando también sus calzas, mientras murmura sus rezos del alba a la Madre Sol—. No puedes dejarte llevar así por tu aburrimiento.
—Está bien, mamá... —murmuro, bajando la mirada hacia la falda de holanes que uso. Es verde, como la que debería ser la del uniforme de la academia, pero tiene un forro extra que la hace ver más pomposa. Ella misma consintió la modificación. No siempre ha sido tan malhumorada...
«Es el estrés del trabajo», dice Leona siempre para justificar sus actitudes. Pero a mí casi me da la impresión de que nos quiere menos. Miro a mi perro, Aurelion Sol, que está recostado al lado de mis pies; dejando su largo pelaje azul caer en el suelo. Me regresa la vista y mueve su cola, en señal de apoyo. Él suele ser mi única compañía durante las tardes solitarias tras la escuela.
—¿Cómo se te ocurrió que tirar bombas a la comida de los demás era una buena idea? Si es que odias a tus compañeros, podría entender algún acto de desdén. Pero una cosa es pelearte a gritos con alguien, digamos, y otra, es generar disturbio. —Vuelve al punto, negando con la cabeza—, ¿de dónde siquiera las sacaron...?
—Jinx las fabrica —explico, deteniendo mi cabeza con una mano—. Y no odio a nadie, al contrario... me caen todos muy bien.
Diana desvía su mirada del espejo, para mirarme mal, por mis respuestas.
—No deberías volver a acercarte a esa niña. ¿Cómo es posible que alguien de su edad tenga la capacidad para hacer esa clase de cosas? De mayor será, seguramente, una amenaza para la sociedad.
—Pero es muy agradable y divertida... —medio, aunque sólo provoco un enrojecimiento mayor en su rostro.
—Zoe... —advierte. Luego mira hacia mi otra madre, quien ya se ha puesto los tacones, y continúa sus rezos, erguida junto al pequeño altar a la Diosa Sol que ha montado. No tiene nada qué ver con los de los templos, en Targón, pero actúa bien como sustituto—. Leona, ¿tienes algo qué decirle a tu hija? No ha recibido una sola palabra de ti sobre el tema.
—¿Puedes darme un momento? —pide, aún entre murmullos—. Estoy rezándole a la Madre, ya que no tenemos oportunidad para hacerlo los Domingos, como debería ser.
Diana rueda los ojos.
—Tú y tu secta...
Me inclino al nivel del suelo, y aprovecho para acariciar Aurelion, deseando taparme los oídos. Ya van a pelear de nuevo...
La razón por la que mamá Leona se siente tan incómoda, pasados tan solo unos meses de vivir en Piltóver, comenzó a ser que no tenía el suficiente tiempo para rendirle el culto a la Diosa debidamente, como en el Targón. Fuera del dinero que ahora ganan, fuera de las aspiraciones científicas que Diana persigue con su nuevo trabajo y que son interesantes para Leona, el culto siempre ha sido muy importante en su vida. Antes, eso nunca fue un problema. Incluso aunque Diana profesara más bien la fé Lunari, o aunque yo no terminara de absorber ninguna de la dos religiones. Pero ahora...
Diana continúa mirándola con recriminación, hasta que Leona termina con sus rezos. «Venga a nosotras Tu Luz...», cierra la oración, suspira, y finalmente, se acerca a mí, poniendo una mano sobre mis hombros para llamar mi atención. Se inclina frente mío, hasta quedar a mi nivel.
—Hija, debes distinguir las buenas compañías de las malas —dice, buscando mi mirada con sus ojos castaños—. No todas las personas que aparezcan en tu vida serán tus amigos, ni tienen porqué serlo. En la vida, debes buscar a las persona que no sólo te acepten, sino que te nutran. Que te cuiden, te respeten y no te inciten a hacer cosas que no van contigo, ¿me entiendes?
Asiento. Diana escucha nuestra conversación, mirándonos de tanto en tanto, desde el espejo, mientras se maquilla. Su rostro está ahora mucho más calmado. Aunque Diana es muy inteligente y buena con las palabras, mi madre Leona es la indicada para la suavidad.
Leona toma mi mejilla.
—Tienes que prometernos que sabrás distinguir a las buenas personas de las malas, Zoe. Promete que vas a tener cuidado con tus influencias, y que no te acercarás más a las personas peligrosas —pide. Noto que Los ojos de mi otra madre me miran, expectante.
Paso saliva. No tendrá mucho caso decir que Jinx es, de todos mis amigos en la Academia, una de las únicas que de verdad me incluyen en sus cosas... ¿verdad? O que me agrada mucho, a pesar de las cosas que hace.
Con disimulo, deslizo una de mis manos por detrás de mi falda, cerca de Aurelion. Cruzo los dedos, por segunda vez en la semana y por primera vez frente a mis mamás, antes de mirarla de vuelta a los ojos.
—Sí, mamá. Lo prometo.
Las palabras me dejan un sabor amargo en la boca, más cuando la cara de Leona se ilumina, y Diana incluso me sonríe.
—Buena niña...
—Pero no creas que te irás de rositas —recuerda Diana—. Si esto vuelve a pasar, por la Luna, habrá consecuencias.
—Está bien, ya entendió el punto. —Leona rueda los ojos. Diana la mira mal y la tensión vuelve a establecerse.
—Estaremos pendientes —advierte Diana.
Me cuesta creerle...
Al final, lo que me salva de otra pelea inminente es ver la hora al mismo tiempo que ellas, quienes se dan cuenta que van tarde al trabajo.
.
☆☆☆
Ahora me encuentro en un rincón del amplísimo campus, a la sombra de un árbol, esperando prevenir el momento exacto en el que Ezreal aparezca en escena. Kayn ya se encuentra conmigo, aunque sospecho que muy a su pesar; se recarga contra el frondoso árbol que nos regala su sombra, de brazos cruzados, casi dándome la espalda. Fue muy difícil encontrarlo y más difícil aún convencerlo de que viniera conmigo, pero con un poco de chantajes y recordándole nuestro trato, él finalmente accedió. ¡Me ayudará, quiera o no! Ahora estamos juntos en esto.
—Hay demasiada gente aquí... —resopla, al cabo de un rato en silencio. Noto que sus ojos ambarinos observan con desdén el gran flujo de estudiantes que comienza a llenar el patio, dado que el receso ha comenzado. Se pone un audífono, seguramente para amortiguar el ruido que pronto llena el lugar. Concentra sus ojos en su celular, no sin antes rodarlos. Parece que evita el contacto visual conmigo y con cualquier otra persona que pase lo suficientemente cerca. Levanto una ceja.
—Nunca vienes para acá, ¿verdad?
—No, y menos a esta hora. En este Instituto, prefiero los lugares cerrados o al menos solitarios.
—Ah, ¿como el aula de detención? —bromeo, sonriendo divertida. Kayn alza la mirada de su teléfono solo para verme feo, gruñendo.
—Muy graciosa...
Me rio de buena gana, aunque pronto me lanzo detrás de un arbusto, emocionada, lista para acechar a mi objetivo. Lo he visto saliendo de la cafetería, de reojo.
—¡Mira, ahí está Ez! —aviso a Kayn sin desviar la mirada, sintiendo cómo las mariposas dentro de mi vientre echan vuelo. Como siempre, va acompañado de su círculo de amigas, probablemente en dirección a las mismas mesitas de jardín de siempre.
—¿Y por qué demonios te escondes? Debemos estar mínimo a 10 metros de distancia de ellos —ladra Kayn—. No van a verte.
—¡Es para hacerlo divertido! ¿Qué no conoces el significado de diversión? —replico con obviedad, rodando ahora yo los ojos. Qué amargado—. Además, tengo experiencia en esta práctica.
—¿En espiar a la gente como una acosadora en potencia? ¿O en molestar a los demás, incluso desde lejos?
—¡Espiar, por supuesto...! ¡Oye!
—Es la verdad —sonríe de lado, yo dejo de ver a mi hermoso Ez para mirar mal a Kayn, inflando las mejillas.
—Ahí vas de nuevo, sapo.
—¿Y si dejas de molestarme y me das mi primer consejo? Dime, ¿qué debo hacer para comenzar a acercarme a Ezreal?
—Pues, primero que nada, dejar de ser tú.
—¡Ya basta! —Meto la mano en la chaqueta del uniforme para lanzarle una bolita de pelusa—. Hablo en serio, Kayn.
—Bueno, bueno, no lo sé. Déjame pensar —musita, sin darle mucha importancia al asunto, embobado aún en su celular.
—De acuerdo —retomo mi sonrisa, agazapándome nuevamente para continuar observando a Ezreal desde las hojitas más altas del arbusto. Sí, mi rubio está justo en el lugar donde predije que estaría; tomando el sol en una de las mesitas de jardín dispuestas para los estudiantes, sobre una zona pastosa del campus—. Que comience la Operación Ezreal...
—¿Operación qué? —pregunta Kayn, levantando una ceja con la vista aún en su teléfono y una mano dentro de sus bolsillos.
—Ezreal —replico, mirándolo con una sonrisa—. Es el nombre que decidí ponerle a tu plan, lo estuve pensando toda la mañana. Está genial, ¿no? Suena digno de una misión espía.
—Suena idiota e infantil.
—¡Kayn! —grito, empuñando las manos y alzándome de mi posición, verdaderamente molesta. Él da un respingo, pero luego me mira con molestia y después, a los alrededores, pues por la forma en que subí la voz, algunos alumnos han mirado en nuestra dirección.
—No grites. Llamarás la atención de tu rubio. Y no quiero que me vean contigo —masculla él, enajenando aún más su postura y reflejando frialdad. No me da tiempo de replicar, pues prosigue en voz baja y golpeada—: Ya lo tengo, aquí está tu primer consejo: da el paso inicial.
—¿El paso inicial? —pregunto, dejando mi posición estratégica y acercándome ahora a él.
—Sí, ya sabes... —mira rápidamente su teléfono, de forma sospechosa—, sonríele, usa bien el lenguaje corporal, no seas tímida... Trata de forjar una amistad.
—¡Muy bien! Creo que cumplo con todos esos requisitos —me entusiasmo—. Al inicio sólo lo veía desde lejos, pero ya he perdido la timidez hacia él y he tratado de hacerme su amiga. ¡Además mi sonrisa para él siempre ha sido la más linda! —La ejemplifico para Kayn. Tan grande, tan deslumbrante, que dentro de poco se me acalambran las mejillas. Él hace una mueca que parece indicar que piensa que estoy loca. Enarco una ceja—, ¿no te lo parece?
—Si tú lo dices... —murmura, tras soltar una risa nasal.
—¡Bueno, eso ya está! ¿Qué más?
—Bueno, en segundo lugar... —El chico mira por tercera vez la pantalla. Esta vez, frunzo el ceño. ¿Qué será tan importante?—, demuestra interés. Puedes hacerle preguntas o coquetearle, trata de impresionarlo y vístete bien —recita, como si estuviera leyendo los ingredientes de una receta.
—¿Coquetearle...? —pregunto. ¿Cómo se le coquetea a alguien? Lo único en lo que puedo pensar es en halagarlo sin parar, pero no me ha funcionado demasiado antes—. Creo que eso no me convence mucho. Dime otra cosa.
Kayn rueda los ojos, impaciente. Desvía los ojos hacia alrededor, pero parece que pronto se arrepiente. Regresa la mirada a su teléfono y su postura se hace más rígida; cruza los brazos. En la dirección hacia la que vio, hay un grupo de chicos que se ven de su año, mirando hacia acá y riendo. Parece que se pierde en sus pensamientos, porque se queda un buen rato en silencio.
¿Será porque en serio le da pena que lo vean conmigo? Frunzo el ceño. ¿Qué tengo de malo?
—¿Y bien, Kayn?
—¿Qué? —contesta, brusco.
—¡El receso se nos acaba! —lo presiono, inflando los mofletes.
—Ah cierto —rueda los ojos. Otra vez mira el teléfono—. Pídele una chica.
—¿Una chica? —Me cruzo de brazos.
—Sí. Espera, ¿qué? —mira su pantalla de nuevo, confundido—, ¿chica? Quise decir cita, eh, invítalo a salir.
Muy bien, suficiente. ¿Por qué mira tanto su teléfono? ¿Con quién está hablando en un momento tan importante y crucial como la Operación Ezreal? Mientras me da miraditas pizpiretas para arreglar su error, yo aprovecho la distracción y me abalanzo como un relámpago encima de Kayn, arrebatándole su teléfono.
—¡Oye, devuélveme eso! —grita, pero me alejo lo suficientemente rápido para que no pueda quitármelo.
Miro la pantalla, y hago una mueca inmediata. No puede ser.
«¿Cómo conquistar a la persona que te gusta?», un artículo sacado directamente de WkiHow. Miro a Kayn con una cara incrédula y molesta, cuando él me quita el celular.
—¿WikiHow? ¿¡Es en serio Kayn!? —me quejo con fastidio, y él gruñe, guardándose el teléfono en un bolsillo.
—No lo estaba sacando todo de ahí... era solo una guía —farfulla sin mirarme y vuelve a cruzarse bien cerradito de brazos. Si no lo creyera difícil, pensaría que siente vergüenza.
—Tenía más fé en ti —Copio su postura, indignada. Estoy segura que sólo lo hizo para no tener que esforzarse conmigo y poder librarse más rápido.
—Yo no soy quien va y le pide consejos de amor a la persona menos indicada.
—¡De todas formas! Te ofreciste a ayudarme, lo mínimo que puedes hacer es cumplir con tu palabra —chillo, mirando inconscientemente en dirección a la mesa en la que había visto a Ezreal por última vez, encontrando sólo su ausencia—. ¡Mira! ¡Ya ni siquiera está, se fueron los de tercero! Y todo por tu culpa.
Me doy la vuelta y arrastro mis pies hacia una jardinera cercana, sobre la que me tiro con dramatismo y soltura, como si fuera mi cama. Me arrepiento un poco cuando mi cuerpo golpea contra el duro concreto, pero no suspirar pesadamente. Me siento miserable.
Escucho que Kayn chasquea la lengua.
—Deja de ser tan patética, niña. Pudiste haberte acercado incluso con los consejos de WikiHow.
—¡No! Se supone que tenía que hacerlo con tu ayuda, no con la de una página —hago un puchero. Mi voz sale sofocada de entre el cojín que he hecho de mis brazos—. ¡La Operación Ezreal es algo serio!
—La «Operación Ezreal» —se burla él por lo bajo. Lo que me hace inflar más mi puchero—. ¿Por qué estás tan obstinada con mi ayuda? Ya te dije que no te voy a servir de nada.
—Es porque eres el único chico de tercero con quien puedo hablar fácilmente. Además quería ser tu amiga —explico, sin ganas—. Pero ya no, eres muy grosero. ¿No tendrías que haber entrado a clases ya? Vete.
—Hm, tienes razón. De acuerdo. —Lo veo alzar los hombros desde el resquicio que hacen mis brazos. Se da la vuelta y parece que se dirige camino a su aula. Resoplo un aliento de sorpresa, levantándome de inmediato y haciendo al lado mi papel de mártir para saltar a detenerlo. ¡No se puede ir! ¿No odiaba estar en clases?
—¡Ey, oye! ¡No hablaba en serio, debías consolarme! —digo, tirando de uno de sus brazos para detenerlo. ¿No era obvio?
—¡Bueno, ya te ayudé! —explota, quitándome su brazo—, no aceptaste mi guía, pero cumplí mi parte. ¿Qué es lo que tengo que hacer para que me dejes en paz?
—¡Mientes! No cumpliste nada y así yo no juego. No te dejaré hasta que me aconsejes de verdad.
—No puedo creerlo. ¿Cuál es la diferencia entre WikiHow y yo? No soy la persona más indicada para ligar.
—Pero por lo menos debes saber más que yo. Por favor, Kayn, era un trato —hago un puchero que temo que pueda verse más agresivo que adorable, porque hundo mucho el ceño. No puedo evitarlo, estoy tan enojada que me siento al borde de una rabieta.
Él pone los ojos en blanco por enésima vez en el día. Me dedica una mirada férrea, como si quisiera transmitir con ella un odio irracional, que no debería existir, porque lo conocí apenas hace dos días. Pero no es el único; es tan grosero, tan mentiroso y tan frío que creo que yo también terminaré odiándolo. La peor persona que he conocido.
Sin embargo, unos segundos después, desvía sus ojos ámbar hacia otro lado, parece pensar. Al cabo de unos segundos, suspira y suelta un poco la tensión en su postura.
Cuando vuelve la mirada a mí, noto que sus ojos se han iluminado con un brillo extraño. Se cruza de brazos y pone en su cara una sonrisa ladina que no se termina de parecer del todo a otras que le he visto hacer, y que no estoy segura que me guste del todo...
—De acuerdo, niña —dice entre dientes—. Hagámoslo a tu manera.
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No me termina de encantar la parte del inicio, así que podría ser que luego la cambie o corrija hmmm...
A propósito, sí existe el artículo ese de WikiHow XD
Para que sepan cómo no conquistar a alguien, no sean como Kayn. Échenle ganas
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