Un comentario negativo
Luego de llegar a su casa, ya nada en ese lugar le parecía igual. La idea de vender el departamento para pagar terapia psicológica se le había venido en un momento de desesperación, y ella sabía muy bien que tomar decisiones precipitadas, y más aún cuando son muy importantes, no hacía bien a nadie.
— Debo pensármelo mejor... — susurró tumbándose en el sofá.
Aquel día había mucho viento y la brisa que se colaba por las rendijas de las ventanas hacían que la habitación se volviera muy fría, así que Amaris fue a traer una manta y se recostó a leer en aquel sillón, pero había algo que no la dejaba concentrarse.
María le había dicho que, si no comenzaba a tratar su trastorno, este podría empeorar, pero, ¿Qué tan mal estaba ella? Comenzó a pensar en situaciones de su vida en las que ya había sido afectada psicológicamente, y se le vino a la mente cuando era adolescente y tenía más o menos los 15 años; se pasaba todos los días vomitando en el baño del colegio por las burlas que recibía sobre su físico. Pero eso había sido hace tanto, llevaba años sin pensar así, sin sentirse así... no había razón para pensar en eso ahora, ya había superado esa etapa tan triste.
— ¿O no? — dijo en voz alta pensando.
Se levantó rápidamente y fue a mirarse al espejo; examinó todo en ella, su cuerpo, su rostro, sus brazos... nada parecía mal o salido de lugar, aún se sentía bien con ella misma, o al menos en la gran mayoría de las veces.
— Estoy bien — se dijo aun mirándose al espejo y arreglando su cabello con las manos.
— ¿Enserio lo crees? — preguntó una voz en su cabeza
— No... la verdad no — susurró respondiéndose — pero he estado peor.
Sentenció y salió de su baño intentando olvidar aquella pequeña charla personal que tuvo con sus pensamientos.
Amaris pensaba que aquello no era un gran problema, después de todo, ¿Quién no habla con sus pensamientos de vez en cuando? Pero aquello comenzó a cambiar, una semana después de que las dudas acerca de su personalidad y su apariencia comenzarán a aparecer, todo fue decayendo; Amaris se compró una balanza y todos los días después de comer algo se subía en ella a controlar su peso, para su suerte todo iba bien, (o al menos dentro de lo posible) pero si subía un solo gramo, se castigaba a si misma, y no comía nada en todo un día para contrarrestar aquel "mal" que la asechaba.
Comenzó a abusar más aún del ejercicio, primero eran caminatas o trotes en ayunas; luego, ejercicios de mediana intensidad después del almuerzo, y más adelante, también comenzó a hacer ejercicios más intensos antes de dormir.
Toda su vida comenzó a ir en decadencia, y su estabilidad mental... bueno, era difícil decir que aún le quedaba un poco.
Ya habían pasado unos días de que había visto a aquella psicóloga, se había negado a tomar terapia y eso afectó no solo su mente o su vida social, sino que también su salud; pero, ¿Amaris se daba cuenta? No.
O al menos no hasta que todo realmente se volvió de cabezas para ella, y es que, aunque quizás se daba cuenta, ella misma se engañaba creyendo que todo estaba bien, y que el único problema ahí era su aspecto físico.
Un día fue al supermercado, ya que había agotado todas sus reservas de comida, que no eran muchas, pero la habían mantenido viva hasta el momento. Para una persona normal, ir al supermercado y volver tal vez le habría tomado un máximo de una hora, pero ella se tardó más; sin darse cuenta, estuvo dos horas y media buscando alimentos, ya que leía todas las etiquetas de lo que iba llevarse.
Cuando miró su reloj, vio que se le hacía tarde para una entrevista de trabajo que tenía, así que llevó todo lo que tenía en el carrito a la caja y pagó. Ya no le quedaba mucho dinero, prácticamente, no le quedaba nada, así que no podía perderse esta entrevista, no podía perder la oportunidad de conseguir el empleo.
Salió muy apurada cuando le entregaron las bolsas que casi olvida su billetera en la caja.
— "No creo que hiciera gran diferencia." — pensó mientras caminaba hacia la salida.
De tan apurada que estaba pasó a lado de un grupo de jóvenes que estaba entrando al supermercado, y sin querer chocó con una de las chicas.
— Lo siento. — Dijo apresuradamente y siguió caminando.
— ¿Ya la viste? — preguntó una voz familiar.
— Está rarísima. — Dijo otra.
— Ha cambiado mucho. — Volvió a decir la primera voz.
Y fue ahí donde reconoció esas voces, ella las conocía, eran sus amigas.
"Ha cambiado mucho." Eso había dicho una de ellas, pero, ¿eso era bueno o malo? "Está rarísima" había dicho la otra, así que no, no era bueno.
Pero... ¿Qué veían de malo en ella? ¿Acaso iba mal vestida? ¿Acaso tenía muchas imperfecciones en el rostro? O es que acaso, ¿la veían gorda?
No... el mundo se le acaba de comenzar a caer a pedazos. Había querido ocultar sus imperfecciones del mundo, llevaba semanas encerrada trabajando duro en su aspecto físico, y lo primero que los demás notaban eran aquellos defectos que tanto se había preocupado por ocultar.
Llegó a su casa con los ojos rojos y humedecidos de aguantarse las lágrimas, dejó las bolsas en el piso cerca de la puerta y corrió al baño.
— ¿Por qué? — dijo entre sollozos, culpándose sobre todo lo malo que la rodeaba.
Y entre lágrimas, su mente la hizo tomar una decisión desesperada; allí, arrodillada junto al váter, se recogió el cabello, metió dos dedos en su boca y entre arcadas, comenzó a sacar de dentro todo, tanto su comida como los pesares y tristezas que cargaba. Vomitó cada palabra negativa que había creído escuchar, y ya cuando creía sentirse mejor, con un suspiro pesado tiró de la perilla del baño, y desecho todo lo que había hecho.
Cuando se levantó y se miró al espejo, una pesada culpa cayó encima suyo. ¿Qué había acabado de hacer? ¿Otra vez había refugiado sus penas y sufrimiento en la horrible acción de vomitar? Agarró con rabia su cepillo de dientes y comenzó a lavarse la boca, cuando terminó, tomó su cabello entre los dedos y se apretó fuertemente la cabeza mientras se deslizaba al suelo con la espalda contra la pared y las lágrimas empapando su rostro.
Abrazó fuertemente sus piernas y hundió la cabeza en ellas mientras lloraba sin consuelo por la vida que llevaba y lo destrozada que se encontraba mental y emocionalmente. No tenía ganas de nada, si hubiera sido por ella se quedaría allí tirada por siempre, pero eso no podría ser así; sin embargo, su cuerpo parecía no responder ya que seguía sentada en el suelo.
— Amaris, ¿estás ahí? — dijo una voz familiar, era Alice, su mejor y quizás única amiga. - Dejaste la puerta abierta.
Dijo nuevamente esperando respuestas.
— Bien Amaris, voy a pasar — advirtió ya que nadie le respondía.
Y desconcertada la buscó por unos minutos; en la cocina no estaba, en su habitación tampoco. Vio las bolsas tiradas de supermercado y aquello la desconcertó aún más, ya estaba a punto de abandonar la esperanza de encontrarla e irse cuando escuchó los llantos de Amaris que provenían del baño.
— ¡Amaris que sucede! — dijo alarmada llegando junto a ella.
Y luego cayó en la cuenta, conocía la historia de Amaris, sabía lo que había hecho en el pasado, lo mal que había estado, y ahora se encontraba en el baño llorando desconsoladamente. Por fin lo entendió.
— Amaris que hiciste — dijo nuevamente, pero esta vez su voz era seria, preocupada, pero a la vez molesta.
— Yo... — comenzó a decir Amaris entre sollozos — escuché a las chicas hablar de mí, sobre mi cuerpo, dijeron que estaba rara y pues...
Volvió a llorar.
— ¿Por qué lo hacen? — preguntó Amaris levantando por fin la cabeza, — ¿Por qué juzgan el físico de los demás? ¿Por qué se burlan de mí? ¿Acaso no se dan cuenta que me matan sus comentarios negativos?
— ¿Pero de qué estás hablando? — preguntó Alice, — Nadie se ha burlado de ti, créeme, yo estaba allí. Y sí — se apresuró a decir al ver que Amaris volvía a abrir la boca para replicar — dijeron que estabas rara, pero es que por lo poco no nos chocas a todos, y ni siquiera te paraste a saludar. Amaris, ya no eres la misma, me preocupas, por eso estoy aquí, porque sentí que... sentí que necesitabas mi ayuda — sentenció.
Un silencio de voces se prolongó por unos segundos en la habitación, y solamente se escuchaba un grifo que Amaris había dejado abierto.
— Y al verte así aquí... bueno, ahora veo que realmente si necesitas ayuda — dijo nuevamente Alice.
— Cuando Alice, — dijo Amaris con la voz ronca de tanto llorar, pero ya un poco más calmada — ¿Cuándo mi vida se derrumbó a pedazos?
— Amaris... no lo sé — respondió Alice compadeciéndola, — pero necesitas cambiar.
— Ya lo creo — susurró Amaris.
— Lograrás hacerlo — la animó Alice, — pero no estarás sola, yo te apoyaré, lo haremos juntas. Vas a salir de esto y vas a convertirte en una persona grandiosa, ya lo verás; dentro de un año, cuando mires a la persona que eres hoy solo verás a alguien diferente, alguien que tuvo que pasar por mucho y arrasar con todas sus inseguridades y demonios para llegar a su meta final, pero ahí también, verás de todo lo que eres capaz y te sentirás orgullosa de ti misma.
— Ojalá así sea... — murmuró Amaris y se levantó del suelo.
— Así será, ya lo verás.
Alice y Amaris no tenían ni idea cuánto cambiarían sus vidas desde ese momento, si para bien o para mal, eso ya dependía de ellas.
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Mis preciosísimos lectores que tanto amoooo.❤😍
He vuelto con un nuevo capítulo, una nueva situación trágica que cambia la vida de Amaris, pero que a la vez, será un plus en su vida para luchar por aquello que tanto ama y anhela.
Espero que les haya gustado el capítulo, sé que me tardado un poco en actualizar pero pues surgieron contratiempos.
Espero muchos comentarios y votitos, los amo infinitamente, nunca lo olviden.❤😍
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