La chica del café

— Aquí tienes tu café.

— Gracias, de verdad que te esmeras mucho — una chica delgada, con el cabello liso y de color castaño con tintes morados muy desiguales observaba a su amiga, que recientemente le había servido un café.

Se llamaba Alice, y todos los días venía a la cafetería para escapar del caos que abundaba en su hogar; su padre, según solía contarle a su amiga, era un cretino, machista y opresor, que abusaba del poder de ser el cabeza del hogar para imponer sus gustos, ideales y caprichos. Su madre, por el contrario, no era más que una sumisa de su esposo, pero no por esto significaba que sea menos culpable, ya que siempre que podía, imponía sus ideales en sus hijas, haciendo muchas veces que, Alice terminara en casa de Amaris llorando debido a que su familia intentó destrozar en pedazos sus sueños.

Amaris era la chica del café, había terminado con Alice el colegio y ahora ambas seguían estudios distintos en la universidad. Alice, era hija de un profesor jubilado, y aunque no era una profesión que los había dejado millonarios, tenía como pagar su carrera; Amaris, por el contrario, era hija de agricultores, sus padres siempre habían conseguido a duras penas pagar sus estudios, así que ahora lo único que podían ayudarla a pagar era una carrera básica como una licenciatura en profesorado. Sin embargo, ella sabía que no sería feliz siguiendo esa carrera, aunque le encantaba enseñar a otros, y para su suerte, su excelente promedio le había ganado una beca para estudiar la carrera que ella quisiera en una universidad de Brasil.

Gracias a los medios digitales no tendría que mudarse a otro país para estudiar, ya que sus clases eran online, sin embargo, usar cuantiosas horas de internet para sus clases todos los días sí que costaban dinero, así que, cuando encontró ese trabajo en la cafetería lo aprovechó sin pensarlo.

—Pensaba que podríamos mirar una película y comer palomitas cuando salieras del trabajo — de momento Alice no tenía clases, así que quería aprovecharlo pasándolo con su mejor amiga.

— Lo siento, pero creo que no podré — respondió Amaris mientras apoyaba su cuerpo por una de las mesas que estaban sin usar cerca del enorme ventanal que dejaba admirar la vista de la ciudad.

— ¡Vamos! ¿Es enserio! — Alice enserio no podía creerlo, llevaban semanas sin poder tener un momento para ellas — si aceptas, me quedaré a dormir en tu casa.

— Es que necesito terminar un ensayo sobre la diferenciación biológica evolutiva entre las boas constrictoras y las anacondas — estudiaba ciencias biológicas y era un tema muy apasionante para ella; sin embargo, ante la mirada amenazante de su amiga, decidió ceder un poco — Ok está bien, supongo que puedo terminarlo mañana.

— ¡Hey! ¡Tú! La chica del café, no me haré joven aguardando aquí, ¿Dónde está mi pedido?

— ¡Ya voy señor Domínguez! — gritó la pobre Amaris — Bien, el trabajo me espera, vuelvo en un momento.

— No entiendo por qué te trata así, acaba de entrar, ¡ni siquiera ha hecho un pedido! — si algo que a Alice le salía bien, era decir las crudas verdades en el momento justo que se cruzaban por su mente.

— Es viejo, y quiere sentirse importante, además, es un cliente, y al cliente...

— LO QUE PIDA — respondieron ambas; cuando estudiaban en el colegio, las materias principales eran contabilidad y administración de empresas, las preparaban para las carreras más difíciles y a la vez para desempeñarse bien en el ámbito laboral, y una de las frases más enseñadas era "al cliente lo que pida".

Mientras Alice negaba riendo por la actitud bondadosa de su amiga, Amaris comenzaba a servir al señor Domínguez. Era un viejito de más o menos 75 años de edad, vivía solo en una casita a 2 cuadras del café, su esposa había fallecido hace aproximadamente 3 años y desde ahí el siempre pedía un café con galletas de chispas de chocolate recién horneadas para recordar el olor que abundaba en su casa cuando su esposa las hacía.

Este gesto enternecía constantemente a Amaris, por lo que ella no podía evitar sonreír mientras le servía, pensando en cómo sería su vida cuando llegara a esa edad, y si la habría disfrutado tanto como para conformarse con detalles simples, tales como el olor de galletas recién horneadas. Luego de que el señor Domínguez se fuera, Amaris aprovechó de limpiar las mesas utilizadas y quedó en almorzar con Alice antes de que esta se fuera a casa.

Eran aproximadamente las 10:30 de la mañana y nadie visitaba el café a esas horas, ya que la mayoría de las personas se encontraban en el trabajo o simplemente en sus hogares preparando el almuerzo. Esa era la hora favorita de Amaris, ya que podía sentarse en una de las esquinas de la cafetería, abrir uno de sus libros favoritos y leerlo mientras se deleitaba con la tranquilidad que se producía en una mezcla del silencio y el exquisito olor del café.

Mientras leía, sonó su teléfono, sin embargo, ella no le hizo caso, ya que conocía aquel sonido, era un mensaje entrando, sin embargo, no en WhatsApp sino en Instagram, así que solo podía significar una cosa: Alice le había enviado uno de esos videos que le gustaban y que le recordaban a Amaris. Por algo así, no iba a suspender su lectura, esta vez se había traído de la biblioteca un libro que estaba catalogado como autoayuda, pero lo que más llamó su atención fue que las publicidades de Instagram se lo recomendaban casi unas 5 veces por día, así que decidió leerlo. El libro se llamaba Padre Rico, Padre Pobre; el título le había volado la cabeza, porque se le vinieron mil formas de adaptar eso a una novela, sin embargo, desde que lo comenzó a leer, la información comenzó crear oleadas de cambios en su mente.

Empezó a entender cosas que estaba haciendo mal con su vida, comenzó a tener nuevas aspiraciones, y, sobre todo, comenzó a sentir que en esa vida un tanto cómoda para ella, algo le faltaba. Siendo el mejor promedio de su clase, habiéndose leído tantos libros como su capacidad intelectual le permitía, y habiéndose tomado tantos cursos de todo un poco, no era posible que se conformara con algo tan básico. Ella sabía que no era normal al resto, algo tenía en su interior que la diferenciaba, quizás sea su intelecto o quizás sus ganas de salir adelante; pero desde ahora, conformarse con lo que le había tocado no era una opción.

Cerraban a las 11:30 y abrían a las 13:15. Para cuando se dio cuenta que era hora de cerrar, ya se había leído 70 páginas del libro. Negando con una sonrisa cerró el libro, se levantó, y luego de juntar sus cosas, cerró el local y se fue a su departamento.

El departamento que tenía había sido un regalo de su ex novio, a sus 18 años, en su último año de colegio había salido con un chico que era hijo del jefe de una banda narcotraficante, y debido a que los padres de Amaris no aceptaban que éste fuera a visitarla en su casa, el joven le compró un departamento pequeño. La casa de su padre le quedaba a hora y media de su nuevo trabajo, por lo que decidió mudarse a este departamento, el cual, beneficiosamente, solo estaba a 6 cuadras de la cafetería. Antes de que Alice se fuera del local, Amaris le dio las llaves de su casa para que su amiga preparara el almuerzo.

— ¡Hey! Llegaste — dijo Alice abriéndole la puerta.

— Sí — respondió Amaris quitándose los zapatos — es mi casa, tenía que hacerlo.

— A veces olvido que eres insoportable — mencionó Alice y volvió a la cocina.

— No es ser insoportable — añade Amaris riendo — es solo que tengo un sentido del humor un poco diferente al tuyo.

— Ya lo creo — Alice comienza poner los cubiertos en la mesa — ¿algo interesante en el trabajo hoy?

— Pues leí un libro que me hizo pensar un montón de cosas y...

— Cuando no — la interrumpe Alice con un tono sarcástico.

— Bueno, ya veo que por ahí no quieres hablar — mientras lo dice Amaris comienza a servirse la comida — por cierto, no pude mirar el mensaje que me has enviado hoy, ¿era algo importante?

— ¿De qué hablas? — por el tono de voz de Alice, Amaris se dio cuenta que está sorprendida.

— ¿Acaso no me enviaste un mensaje al Instagram a eso de las 11:00 hs? — mirando la cara de confusión de Alice lo entendió, alguien más le habría escrito, pero... ¿Quién podría ser?

Sacó el celular de su cartera e ingresó a la aplicación, ahí estaba, un mensaje, el único mensaje de hecho. Amaris no tenía ni idea de quien le había escrito, era un chico, o al menos las fotos de la cuenta eso era lo que reflejaban, pero... ¿Qué quería? Abrió el mensaje y mientras leía una sensación de pánico, ironía y tal vez un poco de esperanza iban desarrollándose en su interior.

¿Era eso posible? ¿Será que el chico que le escribía le estaba tomando el pelo? Aún estaba mirando el mensaje cuando Alice le preguntó:

— ¿Sucedió algo malo? No intentes negarlo porque tu cara me muestra que ese mensaje verdaderamente te afectó.

— Un chico que no conozco me envió este mensaje — dijo pasándole el celular a su amiga.

Cuando ella lo agarró, leyó el mensaje en voz alta:

"Hey! Hola, tu perfil me apareció como sugerencia, de las palabras "emprendedores o viajero" estaba viendo un poco y tienes un excelente perfil para hacer marketing digital. Si me permites, me gustaría mostrarte una de las mejores plataformas digitales para hacer negocios en la actualidad, sin ningún compromiso te brindo toda la información. Si te interesa, contáctame que estaré encantado de asesorarte".

Amaris no esperaba que la primera reacción de su amiga sea una profunda carcajada.

— ¡Vamos! No me vas a decir que te crees lo que te está diciendo este tipo — y mientras reía comenzó a revisar su perfil — lo que sí debo decirte que es muy guapo, y para que alguien así te escriba a ti, de seguro es una broma — y volvió a reír.

Sin embargo, Amaris no lo veía así, después de haberse leído ese libro esa misma mañana, creer en las probabilidades de que un mundo totalmente diferente se abriera ante sus ojos era posible. Su amiga Alice la convenció para que ignorara el mensaje, sin embargo, esa tarde durante su estadía en el trabajo, su mente no la dejaba concentrarse en nada más que en la idea de cómo sería su vida si se dedicara a algo diferente, como, por ejemplo, el Marketing Digital.

De camino a su casa estaba tan inmersa en sus pensamientos, que mientras se imaginaba a sí misma como una empresaria web, un taxi casi la atropella.

Y esa noche no pudo concentrarse, ni en la película que miraba con su amiga, ni en el libro que intentaba terminar. A la vez que intentaba dormir se preguntaba qué tan real podría ser aquella propuesta, quién era la persona que le había enviado ese mensaje, y en porqué, justo el día que ella decidió cambiar la situación financiera, social y mental en la que vivía, un chico desconocido le hace la invitación que tanto había deseado tener.

Lo que Amaris no sabía, era que ese mensaje, ese día, un 31 de enero del 2020, comenzaría a darle un giro radical a su vida; y que, esa rareza que la alejaba de muchas personas, la haría increíblemente especial a los ojos de otras. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top