De sangre y Muerte

-¡Amaris qué rayos estás haciendo! -gritó su amiga, asustada viendo como el cuchillo se había clavado en una de las maderas que llevaba en brazos.

-Yo... Yo... -vacilaba ella con las manos temblorosas viendo que estuvo a punto de herir a su única amiga-, sentí que algo me vigilaba, como si estuviera a punto de atacarme, y luego sentí tus pasos detrás del coche y yo... yo solo... -se recostó por el auto escondiendo la cabeza entre sus manos, sollozando suavemente.

Alice dejó las leñas a un lado de ella y la abrazó.

-Vamos -trató de consolarla- todo estará bien, no es nada ¿sí? Y perdón si te asusté, es obvio que estás pasando por crisis nerviosas, no debí bromear de esa forma.

-No es tu culpa -habló Amaris secándose las lágrimas con los nudillos-, pero sí, estoy nerviosa. Que ese muchacho me mirara así hoy y sentir como si una mirada traspasara mi cuerpo desde aquellos arbustos... es demasiado.

Y después de que cada una se echara la culpa una vez más de lo sucedido, decidieron acomodar las leñas para hacer la fogata y preparar los malvaviscos.

Pasado un par de horas de aquel suceso tan espeluznante, los nervios se fueron cuando comenzaron a echar plática y a recordar viejas anécdotas juntas, mientras cada una tenía una rama con un malvavisco en la punta asándose en el fuego, y bebiendo una buena taza de café.

-Oye, y ¿recuerdas cuando fui a tu casa hace un tiempo y te había encontrado en aquel episodio extraño? ¿Bulimia verdad? Así se llama.

Amaris asintió mirando sus pies.

-Y trastornos de ansiedad...

-Has cambiado tanto desde entonces, ¿no has vuelto a recaer nadita?

Amaris pensó.

-Noup, es que... no he tenido razones, al menos no con la bulimia, y el constante acompañamiento y cariño me han ayudado mucho -contestó sacando su malvavisco del fuego y soplándolo para comérselo-.

-Y supongo que a "acompañamiento y cariño" te refieres a ese chico ¿correcto? Al que conociste por Internet -ella imitó la acción de Amaris con el malvavisco.

Amaris sonrió pensando en Marcos y miró al cielo.

-Él ha sido mi mejor tratamiento, y ni siquiera sabe cuánto me ha ayudado su amistad -terminó de decir metiendo el malvavisco a su boca y quemándose la lengua.

Alice comenzó a reírse de ella.

-Y ¿nunca te has preguntado si...? -intentó preguntar, pero Amaris le interrumpió.

-¿...si es una mala persona? -intentó terminar la pregunta por ella- Todos tenemos un pasado, algunos más oscuros que otros, y no, la verdad no me interesa que clase de persona sea en realidad, lo único que me importa es cómo es conmigo y ya.

Alice levantó una ceja e hizo una cara extraña de confusión.

-Okey... gracias por la aclaración, pero no, no era eso lo que iba a preguntar -le dio un pequeño golpe en la frente con la palma de su mano- primero escucha -se quejó-.

Amaris asintió sobándose la frente.

-¿Nunca te has preguntado qué hubiera pasado si no respondías ese mensaje?

La pregunta la tomó por sorpresa, sí se había preguntado eso, pero siempre que lo hacía su mente creaba escenarios diferentes, así que no había una respuesta concreta que dar, o tal vez... tal vez sí había una, ya que era la que más se acercaba.

-Probablemente seguiría siendo miserable. -se encogió de hombros.

Alice no dijo nada, se quedó algo pensativa, hundiendo levemente las cejas de vez en cuando, pero aún sin decir nada. Observó a Amaris aproximadamente un minuto, y luego sonrió.

-Creo que nunca entendí cuanto bien te podía hacer conocer a alguien por Internet, -se acercó más a ella- perdón si te dije tantas cosas feas en algún momento, es solo que... no quiero que nadie te haga daño, eres mi mejor amiga y eso no podría cambiarlo nunca -pensó un segundo más-, creo que ni en la muerte podría alejarme de ti, siempre habría algo de mí que quedaría en ti.

-No hables de muerte cuando estamos solas en un bosque en la noche -se quejó Amaris.

-Pero es que, algo en mí quiere hacerlo, siento que debo hacerlo. Imagina que algún día nos llegue a pasar algo y nunca hayamos tenido esta conversación, ¿no te arrepentirías? -Amaris la miró con un silencio que le daba la razón- Mira, quiero que... -agitó el dedo índice como buscando algún punto- si me llega a pasar algo a mí, mires la luna y sepas que yo estaré en ella, acompañándote siempre ¿va? Dándole brillo a tus momentos oscuros.

-Alice... eso es muy lindo -la abrazó-, y si a mí llega a pasarme algo, quiero que vayas a la biblioteca, mi espíritu siempre estará allí, dándote sabiduría y... ¡ay no sé! -se quejó haciendo que su amiga separara el abrazo para reírse-, lo cursi no es lo mío.

Ambas amigas comenzaron a reírse de ello y luego continuaron con las actividades que tenían previsto para aquella noche. Amaris fue a buscar la leña que les había sobrado y dejaron al lado del auto, mientras que Alice montaba la tienda.

-Oye, ¿me pasas el cuchillo cuando vienes? Está perfectamente clavado en una de las leñas, aún no lo he sacado -se rio.

-Ay por favor ni me lo recuerd... -Amaris alumbró el lugar donde estaba la leña y, se inclinó para tomar el cuchillo, pero este ya no estaba; sin embargo, el pedazo de leña sí estaba tirada, apartada del montón con la marca del cuchillo-, Alice, no eres graciosa, ¿para qué me pides el cuchillo si ya lo has llevado?

-¿De qué hablas? -preguntó ella enredándose en algunas sogas- ¡Si lo he dejado allí mismo!

-¡Te estoy diciendo que aquí no está! -exclamó Amaris con nerviosismo-, Ya deja de jugar ¿quieres?

Cansada de aquella acusación, Alice dejó lo que estaba haciendo para ir a ver por ella misma que el cuchillo no estuviera en su lugar, haciendo un gran esfuerzo por zafarse de aquellas sogas y no caer al suelo.

-Ves, te dije que el cuchillo... no está -concordó.

Amaris enarcó una ceja mirándola con cara de "¿En serio?".

-Amaris... -advirtió Alice.

-¿Qué? -contestó ella, mirando debajo del coche por si se había caído y había ido a parar allí, pero solo había un charco de lodo resplandeciente por la luz de su linterna.

-¿Dónde está el cuchillo...? -preguntó temerosa su amiga.

-¡Eso es lo que estoy buscando! -se quejó alumbrando con la linterna más al frente y viendo marcas frescas de pisadas humanas, lo cual le heló la sangre.

-¿No dijiste que sentiste como si algo te estuviera observando de entre los arbustos? -susurró Alice acercándose más a Amaris.

-Si... -alumbró con la linterna más al frente, a donde las pisadas de dirigían, y desde allí, un poco más lejos, unos ojos rojos observaban a la espera de cualquier movimiento-, Alice -la alertó.

-¿Hmm? -dijo ella sin poder decir nada más, tenía las manos temblorosas.

-Métete al auto -ordenó Amaris-, lentamente camina hacia atrás y...

Pero cuando la criatura descubrió cual era su plan comenzó a moverse hacia ellas.

-¡Olvida lo de lentamente! ¡¡Métete, métete!! -ambas corrieron al auto e intentaron hacerlo arrancar- Alice... -advirtió viendo que aquella cosa no se apuraba mucho en perseguirlas, más bien venía caminando tranquilamente, con el cuchillo en la mano del cual goteaba un líquido espeso, que a la oscuridad en la que estaban no les dejó descifrar muy bien que era.

-Arranca... arranca -suplicaba Alice en un intento desesperado por salir de allí.

-Alice por dios haz algo... -suplicó Amaris también.

-¡Eso intentó! -exclamó ella.

-¡Pues intenta más! -gritó Amaris.

En eso el auto arrancó, las luces se encendieron y dejaron ver que quien trataba de llegar a ellas era nada más y nada menos que aquel muchacho tan insoportable que habían visto en el supermercado, y que aquel líquido que goteaba del cuchillo no era sangre, sino aceite.

Aceite...

No irían muy lejos si el aceite se acababa.

-¡Alice si quieres seguir viviendo comienza a poner en marcha esta porquería! -exclamó Amaris- ¡Dañó el cárter de aceite! -Señaló el tablero donde los comandos de aceite iban poniéndose de amarillo a naranja rápidamente.

Alice sacó el coche de allí con rapidez, y una mancha oscura brillante quedó en donde el auto había estado. Salieron a carretera en aproximadamente 5 minutos y la cantidad de aceite que el auto iba perdiendo era demasiada.

La lluvia que habían tenido en la mañana había terminado, pero el cielo estaba completamente nublado, listo para lanzar nuevas gotas de agua.

-¡La ciudad está muy lejos! -se quejó Amaris.

-No llegaremos... -comentó Alice, más que todo para ella, ya que aquello había sonado a un susurro.

Amaris se sentía muy nerviosa, aún sentía la mirada de aquel muchacho clavada en su nuca, como si se hubiera subido en el coche y estuviera yendo con ellas. Aquello hizo que girara la cabeza para ver lo que estaban dejando atrás, y lo que vio...

No podía ser cierto. Simplemente no podía. ¡Estaban yendo en un auto a lo que daba la velocidad! Y, sin embargo, allí estaba él, corriendo detrás de ellas con el cuchillo en su mano dispuesto a atraparlas.

En eso, su amiga dijo lo que más anhelaba evitar:

-Perdemos velocidad -murmuró sin dejar de ver al frente.

-Acelera -imploró Amaris.

-¡Perdemos velocidad! -recalcó Alice.

-¡Acelera! -insistió.

No, aquello no podía estar pasando. Era imposible, una maldita pesadilla, un asqueroso sueño. Pero el pánico, los nervios y el sudor que recorría su cuerpo le recordaba que no era un sueño, sino algo muy real.

Comenzó a oler como se quemaba el poco aceite que tenía el auto, detrás de ellas dejaban un humo azulado y la temperatura del vehículo comenzaba a subir. Seguir conduciendo en esas condiciones sería igual o peor que quedarse a averiguar porqué las perseguía aquel hombre.

-A las 3 prepárate para abandonar el coche -sugirió Amaris.

-¿Estás loca? ¡Ese imbécil va a matarnos!

-Si seguimos aquí también moriremos, lo mejor será tirarnos y correr ladera abajo hasta el bosque que se encuentra allí -señaló con su mano un punto en la oscuridad.

Alice lo pensó un momento.

-Agarra el volante.

Amaris no entendió muy bien que estaba haciendo, pero obedeció. Alice comenzó a desnudarse, quedando solo con su ropa interior, dejó su jean y su básica blanca sobre el regazo de Amaris y volvió a tomar el volante.

-Dame tu pantalón y tu chaqueta -le exigió.

-¿Qué? ¿Estás loca?

-¡Si vamos a morir juntas al menos concédeme mi último deseo! -se quejó Alice mirando al frente, escuchando como la fricción de los metales en el propulsor creaba un sonido horrible.

Amaris le entregó su ropa y se colocó la de Alice, sin entender muy bien cuál era su objetivo. Alice le pidió que volviera a sujetar el volante mientras ella se vestía.

-A la cuenta de tres abres la puerta -comentó retomando el volante y fingiendo abrir la suya también.

1... 2... 3...

Amaris abrió la puerta, pero no saltó, no hasta que acordaran que lo harían juntas.

Alice recostó aún más el auto a la orilla cercana a la ladera.

-Te quiere a ti Amaris, siempre te quiso a ti.

-¿De qué hablas? -Amaris no entendía lo que Alice estaba diciendo.

-Eres y siempre serás mi mejor amiga -continuó sin hacer caso a las preguntas de Amaris-, recuerda la luna, siempre estaré en ella.

Y antes de que Amaris pudiera siquiera prever lo que Alice estaba planeando, la empujo fuera del auto, haciendo que esta cayera por la ladera, rodando entre el césped.

Todo había ocurrido en cuestión de segundos, demasiado rápido para procesarlo en ese momento.

En el momento que Alice intentó retomar el volante después de empujar a Amaris, el auto hizo un sonido horrible, paró en seco y quedó atravesada en la carretera. Aquel muchacho que los iba persiguiendo alcanzó el carro y lo olisqueó como si fuera un perro buscando un hueso.

Amaris trató de esconderse cuerpo a tierra detrás de una zarza que estaba en el campo. Le ardía el codo y las rodillas debido a las raspadas que se dio cayendo, y sintió que la sangre manchaba el jean que llevaba puesto.

Escucho como el joven abría fuertemente la puerta del lado del conductor. Algo andaba mal, Alice no daba señales de vida, sino ya hubiera gritado, pataleado o habría hecho cualquier cosa antes que dejarse matar por aquel psicópata.

Lo más probable es que en el paro del auto ella haya sufrido un golpe y esté desmayada, de igual forma Amaris no quería dejar que aquel imbécil le haga daño a su amiga, debía hacer algo, pero... ¿qué?

Mientras lo pensaba, vio como sacaba el cuerpo inerte de su amiga y lo llevaba en brazos, oliendo su cuerpo como un asqueroso animal. Dejó a Alice en el suelo, como si estuviera contento de lo que había encontrado, sin preocuparse de que la otra chica no estuviera con ella.

Era el momento, o ahora o nunca. Tenía que hacerlo. Estaba a punto de levantarse cuando vio la cosa más horrenda que había visto en toda su vida.

El muchacho, aún con los ojos rojos, comenzó a transformarse, los huesos se le iban rompiendo y tomaban la forma de un verdadero animal, la piel dejaba de vérsele para ser sustituida por una asquerosa maraña de pelos.

Aquello la dejó fría, inmovible. Si tenía la intención de hacer algo, sus músculos no le respondían. Aquel joven era un lobo, era ÉL LOBO, aquel que había visto y que le había aullado con tanto rencor cuando había salido de su casa. Eran los mismos ojos rojos aterradores que la observaron marcharse con la amiga que ahora tenía en su poder como una presa indefensa.

El miedo, o quizás la conmoción, no dejaron que Amaris haga algo por ayudar a su amiga, y siendo sinceros, ¿qué tanto podría hacer estando a merced de una bestia tan inmensa y voraz?

Sabía que debía escapar de allí, la idea de correr al bosquecillo era buena mientras el animal estuviera distraído, pero ¿por qué si quería irse no lo hacía? Lo que pasó después sí la obligó a moverse sin importar nada más.

Vio a la bestia olisquear nuevamente a su amiga que yacía tendida en el suelo, se inclinó más y en cuestiones de segundos aquel lobo feroz hundió los colmillos alrededor del cuello de Alice, arrancándole la garganta y escupiendo a un lado la carne que tenía en la boca.

Amaris tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para aguantarse y no gritar de miedo y dolor al ver como la bestia destrozaba la carne de su amiga y empapaba el pavimento con su sangre. Aquel lobo la había matado, ya no había nada que hacer.

Fue en ese momento en que comenzó a correr, las piernas le respondieron y bajó la ladera rumbo al bosque que minutos atrás había planeado sería su guarida. Mientras corría oyó nuevamente aquel aullido desgarrador lleno de odio que ya había escuchado una vez, sabía lo que estaba sucediendo, aquella bestia maldita se estaba mofando de haberla matado, quizás creyendo que aquella joven inerte en el suelo, era ella, la misma Amaris.

"Te quiere a ti Amaris, siempre te quiso a ti". Así que por eso intercambiaron atuendos, Alice sabía lo que aquel muchacho era en realidad, pero... ¿lo había intuido o lo sabía? De cualquier forma, eso ya no importaba, porque ahora ella se había ido, se había sacrificado para que Amaris sobreviva.

Y ante todo eso la incógnita más grande era ¿Por qué carajos la estaban buscando precisamente a ella? ¿Qué se supone que querían? ¿Qué podía darles una muchacha trastornada como ella?

Pero nada de eso importaba ya. Mientras corría las silenciosas lágrimas empapaban su rostro, trataba de no hacer ruido, pero aun cuando ya estaba lejos de aquella bestia seguía oyendo sus aullidos mofantes, sintiéndolo cerca, como si su respiración estuviera pegada a su propio cuello.

Miró hacia atrás y vio en lo alto que aquel animal seguía allí en la carretera, destrozando el cuerpo de su amiga como si fuera una inútil muñeca de trapo. Pero no podía ser cierto, porque ella estaba segura de que había unos ojos que la estaban vigilando, una presencia que estaba pegada a la suya, una sombra que seguía su sombra; sí, estaba segura de que, en ese oscuro y enorme bosque: ella no estaba sola.

A pesar de haber volteado la vista hacia atrás, Amaris no dejó de moverse hacia delante, lo que hizo que su paso se volviera torpe, y entre ramas y malezas tropezó cayendo por un pequeño acantilado, rodando hasta chocar contra un árbol de una manera violenta.

Sintió que le escocía el costado izquierdo mientras la cálida sangre que salía de su brazo derecho se esparcía por su cuerpo. Aún con la conmoción y la visión borrosa, logró escuchar como algunas hojas y ramas se resquebrajaban debajo de unas pisadas, de cuatro pisadas...

Cuatro patas caminando en su dirección.

Amaris creyó que aquel sería su fin, supo en ese momento que todo estaba perdido para ella igual que lo había estado para su mejor amiga, y nadie sabría nunca lo que les había pasado. Moriría sola en un bosque oscuro y tenebroso en un clima húmedo, siendo destrozada por un voraz depredador.

El clima perfecto para una buena historia de terror, pensó con ironía.

Y allí, justo cuando las fuerzas ya no le daban para más a raíz del golpe y la caída, segundos antes de desmayarse, vio a un enorme lobo acercándose a su rostro, con el hocico jadeante, empapado de un liquido chorreante, y una mirada que advertía peligro.

Y después, todo fue oscuridad...


***

Nota de la autora:

¡Ay no, Abigail qué hiciste?

Sí, yo sé que eso es lo que están pensando al leer tantas muertes el día de hoy. Y sí, también me tarde con el cap, pero ¿Qué les puedo decir? Lo bueno se hace esperar.

Jaja volví recargada de cero humildad jaja no, mentira.

Necesito saber que opinan así que acá les va el mini examen jaja:

¿Por qué creen que los hombres lobos persiguen a Amaris?

¿Qué creen que le haya pasado a ella?

¿Habrá bandos buenos y bandos malos?

¿Tendrá Marcos, el chico de Internet, algo que ver con todo esto?

¿Por qué estás leyendo esto con voz de comercial?

JAJAJA chistosita volvió esta Abi...

Bueno, nos leemos en un próximo capitulooo. Gracias por leer, aullidos a la luna para ustedes y besitos élficos a los que vengan de mi otro libro.

Por cierto, si tienen ganas de más historias fantásticas, les invito a pasarse por mi otro libro: La Dimensión Perdida. Tiene más misterio, locuras, romance y un buen toque de humor mezclado con algo de miedo.

Atte: Abi G

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