Confesiones dolorosas
Luego de que Marcos colgara aquella llamada, las temblorosas manos de Amaris dejaron el celular sobre la cama, y fue a abrirle la puerta a sus padres.
Tenía un montón de preguntas rondándole la mente, y hablar con Marcos no habría sido exactamente una gran ayuda para esclarecerlas; es más, se las había aumentado. A pesar de que quería comprender más sobre qué estaba pasando, y qué era realmente lo que hacía que sus padres se comportaran de esa manera con ella, un dejo de miedo se extendía en su corazón, con la existente incógnita de: ¿qué pasaría si en realidad no eran sus padres?
Sintió que no estaba preparada para esa conversación, pero aún así, los encaró dispuesta a tenerla.
—Pasen — murmuró sin mirarlos, abriéndoles la puerta y dándoles espacio para que pudieran entrar.
—En realidad — comenzó a decir su madre — creíamos que sería bueno hablar en la sala.
—¿Para que todos escuchen? — preguntó Amaris con sarcasmo — No. Lo que sea que quieran "explicar" — hizo comillas con sus dedos en la última palabra — lo haremos aquí, solo nosotros tres, como debe ser.
—Bien — asintió su padre, un tanto de mala gana.
Ambos entraron a su habitación, y se sentaron en la cama, uno al lado del otro, mientras Amaris los observaba de brazos cruzados y de pie.
—Cuando quieran — dijo Amaris señalándoles sarcásticamente que podían comenzar.
—Queríamos disculparnos contigo — comenzó su madre — nos alteramos por la forma en como lo dijiste todo, ya sabes que ahora hay un montón de sectas y grupos en internet que meten ideas locas, absurdas y totalmente suicidas o criminales a los jóvenes, y nos preocupó que tú hubieras caído en algo así. Quizás, si no lo hubieras dicho de esa forma... nosotros no habíamos reaccionado como lo hicimos — la voz de aquella mujer era en extremo un esfuerzo por parecer la víctima de la situación.
Amaris cerró los ojos, se llevó la mano a la nuca y suspiro profundamente para no perder la poca paciencia que tenía ante todo lo ocurrido.
—O sea... — alegó Amaris — tú no viniste a pedirme disculpas, madre, — dijo arrastrando esta última palabra, pensando en lo que había hablado con Marcos — has venido a decirme que la culpa de que no tengamos una cena tranquila, es mía, y que no debí ni siquiera haber hecho mención de todo eso, ¿no es así? — preguntó con una mueca de disgusto.
—Bueno, tienes que entender que tú también estuviste mal... — añadía nuevamente su madre con intención de culparla, pero su esposo la interrumpió.
—Lo que tu madre quiere decir, tesoro, es que estábamos nerviosos por ciertas noticias y situaciones que están ocurriendo en la familia, y la forma en cómo nos has dicho todo, nos tomó de sorpresa, pero nada más, ¿verdad cariño? — apretó suavemente la mano de su esposa buscando apoyo.
—Sí, así es — asintió ésta, demostrando obviamente que no era así, pero que decir lo contrario, solamente empeoraría las cosas.
Claramente, Amaris no les creía, o al menos no mucho, porque conocía a su madre, y sabía como se ponía cuando intentaba ocultar algo.
—Bien — dijo ella caminando hasta la silla de su escritorio y sentándose con una pierna cruzada sobre esta — supongamos que les creo, ¿por qué ahora? ¿Por qué no reaccionaron antes? ¿Por qué quedarse callados y felices cuando podían haberme dicho que era peligroso?
—¿Te hubieras salido si te lo decíamos? — preguntó su madre en vez de darle una respuesta.
—No — respondió tajante — pero el hecho de que me lo digan ahora tampoco hará que lo deje.
—Vives en nuestra casa ahora... — comenzaba a decir nuevamente su madre, con una señal clara y acusatoria.
—Y si quiero puedo irme — agregó Amaris con un tono más subido.
Poco a poco, aquella "disculpa", en realidad se estaba convirtiendo en una nueva pelea de madre e hija, algo que, desde siempre, su madre parecía disfrutar.
—¿Y a dónde vas a ir? Si ya no tienes nada — aquello fue una daga más en el pecho de Amaris, a veces sentía que su madre lo hacía apropósito, y que le daba felicidad lastimar a su hija — viniste a esta casa nuevamente, porque, así como siempre, destruyes todo lo poco que logras construir.
La ansiedad de Amaris comenzaba a subir, las palabras de su madre la volvían a afectar, aunque no quisiera, sentía que su respiración se iba entrecortando y que un enorme peso le oprimía el pecho. Pero a pesar de todo eso, no iba a dejar que todo aquello le impidiese despejar sus dudas.
Suspiró profundo, poco a poco fue sacando el aire, no los observaba, no podía; sabía que si intentaba verlos sus llantos opacarían las palabras, pero no lo permitiría, no dejaría que sus intentos de hacerla sentir culpable tuvieran éxito.
—Tienes razón, algo propio ya no me queda — respondió simulando indiferencia ante sus dolorosas palabras — pero siempre hay alguien en quien me pueda recostar, o con quien pueda hacerlo — recalcó con descaro, sin importarle lo que esas palabras podían costar.
Sabía que sus padres se encendían en furia cada vez que Amaris mencionaba aquellas "aberraciones", o al menos así les gustaba llamar toda acción que ella cometiera.
—No me sorprendería que lo hicieras — murmuró despectiva su madre — nunca fuiste una niña ejemplar, ¿por qué nos haces esto? ¿qué te hemos hecho nosotros para que te reveles hasta tal punto contra nuestro amor y cuidado? — sus preguntas iban recargadas cada vez más de un victimismo absurdo — ¿es esto lo que te hemos inculcado? — abrazó a su esposo — ¿Es que acaso fuimos malos padres? — preguntó observando al padre de Amaris con unas falsas lágrimas en los ojos.
Amaris no pudo evitar dejar salir una risa sarcástica.
—¿En verdad son mis padres? — soltó al fin sin intención de aguantar más aquella escena.
Su pulso no paraba de palpitar rápidamente, su enojo y su sarcasmo habían adoptado otro nivel de elevación, sentía que todos sus sentimientos estaban haciendo un esfuerzo por dejarse salir al mismo tiempo.
—Quiero decir... — se levantó de la silla y comenzó a caminar por su habitación mientras hablaba — no es como si se comportaran como unos verdaderos padres, no se comportan como una verdadera familia, o al menos, no desde que estoy aquí; es como si fuera la sobrina huérfana que está acogida por compasión nada más, pero que en realidad mi presencia aquí es una verdadera molestia.
Aquellas palabras formaron una sensación de incomodidad en sus padres.
—No deberías usar ese tipo de comparaciones — la reprendió su padre.
—¿Por qué no? ¡Mírense! Siguen reprendiéndome, regañándome, sacando MIS trapos sucios, cuando no pueden responderme una sola pregunta sobre mí — se quejó, — ¿Son mis padres, o no? — volvió a preguntar — Porque si lo son... entonces sí, madre, son unos malos padres.
Aquello hizo que su padre no aguantara más, porque si algo había que su padre no soportaba, era que la pequeña niña de sus ojos lo repudiara.
—Merece saber la verdad — le murmuró a su mujer, mientras esta se separaba con asombro de él.
—No... no podría... no... — negaba la mujer.
—No podría qué — insistió Amaris, pero solo recibió silencio.
Su padre soltó un profundo y largo suspiro, mientras oía sollozar a su madre, lista para recibir cualquier noticia, aunque no podía negarse a sí misma que los nervios y un dejo de miedo la carcomían por el interior.
Y luego, su padre lo dijo.
—Nosotros no somos tus padres.
A pesar de que se lo esperaba, la noticia le erizó la piel. Escucharlo de la boca del hombre a quien había creído su padre por tantos años, le hizo sentir como si un enorme cubo de hielo pasara por sus venas y se quedara atorado en su garganta.
La noticia de que ninguna de las dos personas sentadas frente a ella eran sus padres la tomó con desconcierto. No era exactamente lo que esperaba, y sus emociones comenzaban a demostrarlo.
De estar nerviosa y aterrada, pasó a sentir dolor, tristeza y soledad; y estas, aumentaban a cada segundo que ella guardaba silencio mientras los observaba.
Luego de unos minutos, la idea se acomodó en su mente, y los pensamientos volvieron a fluir, sintió que las horas volvían a pasar, y un viento gélido que se colaba por la ventana le acarició la piel, erizándola, y sacándola de aquel trance en el que había caído.
—¿Por qué? — emitió entonces — ¿por qué me ocultaron la verdad por tantos años? — Amaris se esforzaba por que las lágrimas que luchaban por salir de su interior, no ganaran la batalla — Voy a admitirles — prosiguió, soltando una risa sarcástica — que por un momento estaba convencida de que tú — señaló al hombre que hasta un momento había creído su padre — no eras mi padre; es decir, ¡ni siquiera me parezco a ti! — exclamó — ¿Pero a ti, "madre"? — dijo aquella ultima palabra con un sarcasmo que ocultaba mucho dolor — Podría jurar que si me paro a tu lado en un espejo no encontrarías diferencias para negarme como hija — tragó saliva con tanta dificultad que su boca profirió un ruido — ¿Cómo terminé en esta familia? — comenzó a caminar por su habitación y a pasearse por ella intentando calmarse.
—Eres de esta familia tesoro — habló su madre, ahogando en aquellas palabras sus sollozos.
—Oh claro — asintió Amaris con una sonrisa sarcástica en el rostro, mientras algunas lágrimas bajaban lentamente por su mejilla — padres no son los que engendran sino los que crían — repitió aquella frase que había leído mil veces en los estados de padres despreocupados por sus hijos, pero que intentaban confirmarse a ellos mismos que eran buenos padres — no hablo de eso — sentenció después de secarse aquellas lágrimas con la manga de su suéter — ¿por qué me abandonaron mis verdaderos padres? — preguntó cortándosele la voz — ¿saben quiénes son? ¿por qué me dejaron? ¿no me querían? — tenía muchas preguntas, y la ansiedad por saber aquellas respuestas la inundaban por dentro.
Las dos personas sentadas frente a ella, aquellas personas a quienes había creído sus padres por más de 20 años, se miraron, y la mujer apretó la mano de su esposo buscando apoyo.
—Supongo que sería injusto decirte la verdad y no contártela por completo — dijo la madre adoptiva de Amaris, suspiro profundo para calmarse y habló — tus padres no te abandonaron, nosotros te quitamos de ellos.
Aquello fue aún peor de lo que había pensado, un dolor punzante se produjo en su pecho y se extendió por su cuerpo, como si una droga le estuviera paralizando los movimientos.
Abrió la boca para hablar varias veces, pero no podía emitir ningún sonido.
—¿Te preguntas, si sabemos quiénes son? — siguió hablando la mujer, al ver que ella no decía nada — La respuesta es sí, o bueno, sabemos quién es tu madre — añadió — a tu padre nunca lo conocimos, y nunca se hizo cargo de ti tampoco. Tu madre lo conoció en la adolescencia, pero él jugó con ella, jugó con su mente, la maltrató, hasta el punto de volverla loca, por eso estás tú con nosotros.
Loca... su madre se había vuelto loca. Aquello volvió a erizarle la piel, porque, por alguna extraña razón, tenía una idea de quién era realmente su madre.
—¿Dónde... dónde nací? — preguntó Amaris después de procesar lentamente aquella información.
Su madre adoptiva no respondió. El hombre a su lado bajó la mirada, suspiró profundo y sin mirarla, habló.
—Naciste en un hospital psiquiátrico — respondió.
—Un manicomio — dijo Amaris, pensando a los lejos.
—No te tortures por eso — añadió su padre adoptivo, con una voz dulce que inspiraba tranquilidad y ternura, pero en la situación que Amaris se encontraba, aquello solo la alteró más.
Su madre adoptiva se levantó, y avanzó hasta ella, se arrodilló en su frente y le tomó de la mano; la llevó a su corazón y sollozó en sus pies.
—Por favor... perdónanos — suplicó — perdónanos por apartarte de tu madre, pero comprende, no podíamos dejarte allí, no podías quedarte allí, y no podíamos permitir que te lleven a un orfanato, no podía dejar que te perdieras de nosotros para siempre — sollozó con más ganas.
Amaris soltó varias lágrimas de dolor y rabia, entonces quitó su mano de ella, y se fue a sentar en la silla frente a su escritorio. La mujer, la siguió, y volvió a arrodillarse ante ella, pero esta vez, sin decir nada.
—Has dicho que sabes quien es mi madre — pronunció Amaris, ignorando las palabras de disculpa que ella le había dicho, y las razones para llevarla con ellos — ¿quién es? — preguntó mirándola con una expresión triste e iracunda a la vez.
—Cariño... — protestó la mujer — no tiene caso...
—DÍME QUIÉN ES — insistió Amaris con una rabia profunda y notoria.
—Mi hermana, — respondió al fin — Amalia.
Si Amaris creía que su mundo no podía desmoronarse más de lo que ya había sido, estaba totalmente equivocada. Desde pequeña habían ido cada sábado a visitar a "la tía loca", o al menos, así la había llamado Amaris cuando era pequeña.
Ella siempre sintió una conexión especial con su tía Amalia, pero creía, que era por esa misma razón, porque era su tía. De todas las posibilidades que había, jamás se imaginó que ella fuera su madre.
Mónica, aquella mujer a quien había creído su madre por tantos años, ahora resultaba ser su verdadera tía; y ella, Amaris, era hija de la loca de la familia.
Por un momento, todos sus ataques, todos sus problemas y sus trastornos mentales cobraron sentido en su mente, ya que, tenían motivo para estar allí. La locura y la demencia la habían acompañado desde su nacimiento, y no era algo que podía cambiar con terapias y psicólogos.
—Déjenme sola — pidió luego de un minuto de haberse mentalizado todo lo que estaba pasando.
—Mi niña... — habló Mónica acariciando su rodilla — perdónanos — suplicó nuevamente, mientras salían unas cuantas lágrimas más.
—Lo vamos a superar — murmuró Antonio, el esposo de Mónica, su padre adoptivo — veremos como solucionar nuestra relación de familia — prometió, y luego salieron de la habitación.
"Veremos como solucionar nuestra relación de familia", en aquellos momentos Amaris no veía como el lema familiar y aquella promesa pudieran ayudar en algo. Todo lo que creía tener, todo lo que creía ser, y todo lo que realmente creía que la rodeaba, había resultado ser una farsa; en una sola noche la habían matado, y la Amaris que reviviera, no sería la misma que habían dejado atrás.
***
Nota de autora:
Pongámosle que actualizo cada dos semanas jaja, yo sé que me he tardado, pero bueno, ¿Qué puedo decirles? He tenido mucho trabajo y unos problemitas de salud que me hacían escribir solo 200 palabras al día XD.
PERO HE AQUÍ EL CAPÍTULO jajaja Ayayay, pero qué capítulo!!!
Pobre Amaris :( pero, ¿saben qué? De aquí para arriba se viene una evolución de nuestra querida protagonista, tanto de forma física como en otras facetas de su vida.
PREGUNTAAAA: ¿Qué opinan de la madre verdadera de Amaris? ¿Quién creen que sea su padre? ¿Por qué creen que Marcos se interesa mucho en todo eso?
Estas preguntas marcan todo lo que pase después, así que intenten sacar sus propias teorías y déjenmelas escritas en los comentarios. A la teoría que más se acerque, o que le atine, le voy a dar un regalo para una historia de wattpad. :)
Les mando mis mejores aullidos licantrópicos y unos besitos élficos.
Los invito a pasarse por mi otra historia, que es totalmente fantasiosa y tiene un mundo mágico netamente creado por mí.
Si quieren saber más sobre mí o mis historias, les invito a seguirme a mi Instagram @abigailgb20.
-Abi.G-
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