Capítulo 31: Lucas.


Lucas.

Siento como poco a poco un potente aullido se va formando en mi interior.

Me siento un tanto extraño con todo esto. Es como si estuviera dentro y fuera de mi cuerpo al mismo tiempo. Como si no pudiera controlar nada de mí, más que dejarme llevar por la corriente y permitir que alguien más tome el control de todos y cada uno de mis movimientos. Veo las cosas a mí alrededor. Nada parece haber cambiado en lo absoluto. Más que la fina capa grisácea que cubre el paisaje. Aun lado quedaron los vivos colores de la primavera. Ahora todo está cubierto por uno de los muchos tonos en la escala de grises. Alzo mi hocico y olfateo el aire. Puedo oler el rocío de la mañana sobre las ramas secas de los árboles.

No tengo miedo, aun cuando una parte de mi sabe que debería tenerlo.

Me siento en paz por primera vez en mucho tiempo. Sé que digo esto muy a menudo pero en esta ocasión es diferente. No es una sensación cualquiera, es incluso distinta a la que siento cada vez que estoy entre los brazos de Ethan después de hacer el amor. Esta es una paz mucho más profunda, más duradera y trasparente. Parece como si todo en mi vida estuviera cobrando sentido al final. Todas las piezas del enorme rompecabezas encajando una tras otra. Me siento completo en todos los sentidos. Al fin puedo decir que encontré mi camino.

Respiro profundamente.

Cierro mis ojos y me concentro.

Estoy en un cuarto negro y tibio. A mi derecha un formidable lobo café me mira con esos enormes y brillantes ojos amarillos. Un intenso calor recorre todo mi cuerpo. Nunca pensé que esto fuera posible. Es mi lobo, aquel que nunca creí en encontrar, en tener siquiera frente a mí. Siempre pensé que sería un humano común y corriente, un lobo que no había nacido con el gen de la trasformación. Que tan equivocado estaba. Soy como mis padres y María. Como lo es Troy y Ethan.

Soy un lobo más.

Veo como se acerca hasta mí.

Me deja recorrer su denso pelaje con la palma de mi mano. Es indescriptible lo que estoy sintiendo en estos momentos. Una extraña y excitante mezcla entre temor y felicidad. Por una parte tengo mucho miedo de estar soñando, que nada de esto esté ocurriendo en la realidad. Me imagino aún tumbado sobre la tierra del bosque, esperando que la muerte llegue por mí. Por el otro, un torrente de felicidad recorre todo mi ser. Alegría de estar parado frente a mi lobo interior. Si esto es verdad, si no es un sueño, significaría que no soy el human débil y estúpido que decían que era. Soy uno más de la manada. No me mirarán más por encima del hombro o fingirán respeto por ser la pareja de su alfa.

Ahora soy uno de ellos.

¡Soy un hombre lobo! ¡No puedo creerlo!

"Debes creerlo Lucas, no es ningún sueño"

Una voz potente y profunda llena mi cabeza.

Me reconforma mucho escucharlo. Una enorme sonrisa aparece en mi cara. Es que no puedo creer nada de lo que me está pasando. Es mi voz la que me habla, solo que un poco más gruesa y dura. Casi como si la hubieran modificado con algún programa de computadora. Lo observo con mucha atención. Tiene su vista clavada en la mía. Me mira en silencio, sentado en sus patas traseras. Su cola peluda se mueve de derecha a izquierda con rapidez. Creo que está feliz de verme tanto como yo de verlo a él. ¿Él? ¿Es que acaso es un él?

"Lo soy amigo mío. Soy igual que tú, un macho fuerte y decidido"

—Pero... ¿cómo es posible? —respondo con sorpresa.

"Somos un mismo ser —responde— puedo leer tu mente Lucas"

—Es... increíble.

"Eso y más amigo mío. Podemos hacer grandes cosas juntos"

—¿Juntos?

"Por siempre no dudes de eso jamás"

Me siento eufórico. Sigo sin poder creerlo.

El lobo se acerca hasta mí. Me hinco en el suelo junto a él. Acaricio su denso pelaje color café. Veo como cierra los ojos y se echa sobre el suelo con las patas al aire. Aprovecho la oportunidad y acaricio a mi lobo interior. Es muy extraño en cierta manera. Se supone que somos al final de cuentas un mismo ser. Una misma alma que tiene la habilidad de transformarse a disposición. Entiendo que nada de esto es real, solo el producto de mi mente dividida. Pero aun así se siente tan bien conocerlo por primera vez.

—¿Por qué hasta ahora? —pregunto con cierto dolor.

Mis yemas siguen el contorno de su cuerpo peludo.

Abre los ojos y me mira inclinando un poco la cabeza. Siente mi dolor.

"Necesitaba que aprendieras a defenderte por ti mismo Lucas" —responde.

Lo veo a los ojos.

"Siempre vi cómo te maltrataban, como te humillaban y se burlaban de ti. En todas esas veces siempre quise salir y defenderte, pero sabía que solo te perjudicaría si hacía eso. Si aparecía, si demostraba que todos estaban equivocados, nunca hubieras aprendido nada de lo que sabes ahora. Te hubiera convertido en alguien muy distinto, alguien que no tiene sensibilidad para con los demás."

Agacho la cabeza.

Sé lo que intenta decirme. Es verdad que tener a alguien que siempre resuelva por ti todos tus problemas, a la larga termina perjudicándote. Te hace un ser dependiente, inútil e indefenso. Sin ningún tipo de arma para enfrentarte al mundo cruel y despiadado de allá afuera. Pero eso no significa que no me duela su ausencia. Durante años me sentí como un pedazo de papel al viento. Alguien sin valor, un objeto más. Su compañía habría hecho mucho por mí.

"Lamento no haber estado ahí para ti Lucas. Siempre me voy a arrepentir por no haberte ayudado cuando más lo necesitabas. Pero sé que de esos oscuros momentos sacaste lo mejor de ti. Te convertiste en una mejor persona, en un estupendo hombre y sobre todo un gran ser humano. Me demostraste que eres capaz de enfrentarte al mundo entero y salir invicto."

Una vela se puede encender aun en los lugares más oscuros.

—¿Por qué salir ahora? —Pregunto con curiosidad—, ¿Por qué no antes?

"Porque hoy me demostraste que eres el lobo más fuerte de toda la manada. Que ya no eres el mismo niño que se dejaba intimidar por todos los demás. Me demostraste que a pesar de todo, tus ganas de vivir y salir adelante son poderosas, sublimes. Me enseñaste el verdadero poder de un lobo. Es por eso que decidí salir hoy. Para ayudarte a regresar a tu hogar y tener la felicidad que por mucho tiempo hemos querido alcanzar."

Un fuerte sentimiento de orgullo me infla el pecho.

"No eres el mismo Lucas de antes. Eres alguien mucho mejor, más fuerte y decidido. Es tiempo de salir y demostrarle al mundo de lo que somos capaces de hacer. Es tiempo de ¡pelear!"

Es verdad lo que dice. Es tiempo ya de que luche por lo que me corresponde por derecho. Hoy no están aquí ni Adam, Vanessa, Drew o Ethan para defenderme y salvarme tal cual damisela en apuros. Es momento de que yo luche por mí propia cuenta, de que corra a lo que siempre he querido en la vida. Ya no puedo depender de los demás para que pelen mis propias batallas. Es cierto que en la ciudad aprendí muchas cosas, entre ellas a nunca agachar la cabeza. Pero en todo momento siempre tuve a mi lado a una persona que interfería por mí. Ya no puedo permitir que eso vuelva a pasar.

Es tiempo de convertirme en el guerrero que sé que soy.

—Es momento de demostrarle al mundo quien es Lucas Wood.

"Así se habla amigo mío... así se habla".

Tomo conciencia del mundo a mí alrededor.

Jackson está sobre mi cuerpo, su hocico a centímetros de morderme el cuello. Antes de que pueda acercarse más a mi garganta, giro mi cuerpo. Apoyo mis cuatro patas en la tierra firme y me levanto de golpe. Veo como resbala a mi derecha, cayendo sobre su costado. Aúlla un poco por el dolor. Lo veo con mucha rabia e ira. Ya no soy más el mismo Lucas indefenso y miedoso de antes, ahora soy mucho más fuerte. Pongo una de mis patas sobre su cuerpo, haciendo presión sobre sus huesos rotos. Jackson se retuerce desesperadamente, intenta zafarse de mi agarre pero no se lo permito. Aun cuando se haya trasformado, no ha tenido tiempo suficiente como para sanar completamente. Las heridas por todo su cuerpo siguen abiertas. Su sangre pululando y manchando el suelo.

Levanto mi hocico al cielo y aúllo con ímpetu.

Dejo salir toda la rabia, toda la desesperación y el dolor que me carcomen por dentro. Mi aullido está cargado con todos esos sentimientos encontrados que revolotean en mi interior. Desde la alegría por verme al lado de mi lobo hasta la furia que tengo contra él por haberse atrevido a lastimarme durante tanto tiempo. Un cúmulo de sensaciones y emociones a las que no puedo dar nombre, pero que sé que están ahí, dentro de mí, como tirando de los pocos cables que me sujetan a la cordura y la realidad.

De pronto siento un fuerte golpe en mi costado derecho.

Jackson aprovecha mi descuido para golpearme. Caigo al suelo, rodando por la tierra húmeda por el rocío de la mañana. Escucho como se acerca hasta mí, gruñéndome al oído. Apoya sus patas traseras en el piso, lanzándose con todo su cuerpo en mi contra. El impacto llega de pronto, seco y duro. Siento como un par de mis costillas se rompen con suma facilidad. Mi costado arde, es como si tuviera una cerilla en mi interior quemando la carne y piel de mi cuerpo. Intento ponerme de pie, pero él aprovecha la oportunidad para seguir atacándome.

Estoy en el suelo, no puedo moverme.

Cierro mis ojos y respiro con tranquilidad.

Poco a poco las clases de defensa van apareciendo en mi mente.

Tengo que esperar el momento oportuno para contraatacar. Veo como Jackson camina a mí alrededor, mordiéndome con fuerza los costados. Mi lobo está furioso, quiere sangre, matar al hijo de puta de una jodida vez y para siempre. Pero por ahora tenemos que ser un poco más pacientes. Siempre que se cree tener la victoria asegurada, es cuando se comete el error de bajar las defensas. Es ahí el momento ideal para atacar. Respiro, soporto sus ataques contra mi lomo y pecho. Varias cortadas profundas cubren mi cuerpo. Estoy comenzando a marearme. La sangre emana de las heridas, manchando mi grueso pelaje.

Es cuando noto dos cosas que pueden ayudarme a terminar con la pelea. Por un lado ese ligero y claro rengueo con una de sus patas delanteras. Tiene una cortada profunda que le impide posar con firmeza la planta en el suelo. Y por el otro lado, y la clave de todo, un tronco de un árbol caído a su espalda. Un obstáculo que si lo puedo utilizar a mi favor puede serme de gran ayuda.

Espero paciente hasta que Jackson se retira varios centímetros para tomar impulso y darme el último golpe, para ponerme de pie de un solo salto y correr hasta él tomándolo por sorpresa. Con las pocas fuerzas que me quedan lo arrempujo con mi cuerpo entero. Una de sus patas traseras queda atrapada entre la raíz de un árbol y el tronco a su espalda. Su cuerpo cae hacía atrás, desplomándose sobre su lomo. Escucho un fuerte crujido seguido después de un intenso aullido de dolor. Una de sus patas se quebró en dos por el impacto, quedando un jirón colgante. La sangre brotando a borbotones.

No puedo desaprovechar la oportunidad.

Me pongo encima de él, mirándolo al suelo. Sin perder más tiempo, muerdo con fuerza su pata delantera, sacudiendo mi hocico de un lado para el otro. Jackson se retuerce por el intenso dolor cortante. El sabor oxido de su sangre inunda mi boca. Pequeños ríos color carmesí escurren por mi lengua. Mis colmillos se entierran profundamente en su carne, rompiendo los tendones y huesos. Intenta alejarse, arrastrándose por el suelo, pero no se lo permito. Tiene dos patas gravemente heridas.

Estoy a punto de darle el golpe final cuando el sonido de varias pisadas que se acercan con velocidad, llega hasta mis oídos. Olfateo el aire, reconociendo un fuerte aroma en él. La intensa esencia almizclada de Ethan inunda todos mis sentidos. Mi lobo comienza a aullar de felicidad por la cercanía de su otra mitad. Veo a Jackson con desgana, sonriente al ver como se retuerce en el suelo intentando ponerse de pie. Una parte de mi quiere terminar de matar al muy maldito hijo de puta, pero otra parte, una que está ganando la batalla, solo quiere correr hasta los brazos de Ethan y no alejarme nunca más de él.

No vale la pena, pienso antes de comenzar a correr por uno de los senderos.

De pronto lo veo. Su lobo negro con patas blancas se alza con orgullo, con fuerza y dominación. Nos miramos a los ojos. Me reconoce casi al instante. Su cuerpo se queda congelado en donde está, su mirada siempre en mí. Varios lobos más aparecen a su alrededor. Reconozco a Drew, Derek y otros más que había visto varias veces en la casa de la manada.

Una fuerte corriente electica atraviesa todo mi cuerpo. Una intensa necesidad de correr hasta Ethan, hincarme a sus pies y permitir que me tome con fuerza, con dureza, me quema por dentro. Quiero que por fin pueda reclamarme como suyo y él como mío. Unirnos en el calor del momento y no separarnos jamás. De pronto siento un duro golpe a mi espalda. Caigo al suelo. Todo se oscurece. El aire de mis pulmones sale de golpe. No puedo respirar, no puedo moverme más.

Los colmillos de Jackson se entierran en la piel de mi lomo. Suelto un doloroso aullido. Siento como poco a poco se va rasgando mi carne, como mis huesos se rompen como palillos chinos. El dolor que estoy sintiendo es indescriptible. Es como si un cuchillo caliente me estuviera partiendo por la mitad. Intento moverme, pero no logro hacer suficiente. Escucho como Ethan corre hasta mí, sus patas rompiendo las ramas en el suelo. Mi cabeza palpita, el dolor aumenta en intensidad. No sé si voy a soportar un segundo más.

"¿Eso es todo Lucas?"

—¿Qué quieres decir?

"¿Vamos a rendirnos tan fácilmente?"

—Estoy cansado... muy cansado...

"¡No podemos rendirnos ahora, tenemos que seguir luchando!"

Suspiro.

Mi lobo tiene toda la razón. No puedo y no debo rendirme ahora. No cuando por fin encontré la fuerza en mi interior. Esa fuerza que me obligó a seguir adelante cuando ya no podía más, que me enseñó que el único que puede salvarte en los peores momentos de tu vida eres tú mismo. En ti existe la fuerza para superar todo, solo tienes que poner los pies en la tierra, alzar el rostro y seguir caminando. Solo tú, y nomás que tú, puedes levantarte de las cenizas.

Abro mis ojos. El amarillo brillando con fuerza.

Apoyo mis patas en el suelo, levantándome con el último gramo de fuerza que me queda. Mi cabeza palpita, mi lomo arde por la herida que no deja de sangrar. Me sacudo con fiereza, arrojando a Jackson a un lado. Ethan y los demás lobos se detienen en seco, me miran un tanto sorprendidos. Giro mi cuerpo y lo veo. Está tirado a varios metros lejos de mí. Por primera vez, desde que me secuestró días atrás, su mirada no denota ira o furia alguna. Sino solo el miedo ante lo inevitable. Un temor paralizante que le impide moverse de su lugar.

Siento un poco de lastima por él. Desconozco los motivos por los que odia tanto a su propio hermano y en lo persona no quiero saberlo. Sé que tomó la peor decisión de su vida al recorrer ese oscuro sendero. Se dice que cuando tomas el camino de la venganza solo puedes terminar en un solo lugar; una tumba. No hay duda ya de eso, no puedo dar marcha atrás. No hay perdón en esa locura.

Muerdo su cuello. Jackson aúlla desesperado.

Entierro mis colmillos en su garganta. Giro mi rostro de izquierda a derecha. La luz de sus ojos se apaga al instante. El sabor de su sangre llena mi boca. Cierro mis ojos, aflojo el agarre. Suspiro. Tan solo espero que Dios pueda llegar a perdonarme algún día. Al verlo ahí, tirado y con el miedo brillando en su rostro, supe que no tenía otra opción más que terminar con su vida. Jackson era una persona podrida, sin esperanza alguna. Lo único que podía hacer por ayudarlo era terminar con ese sufrimiento y la intensa ira que vivía en su interior.

Estoy tan cansado. Mis piernas no soportan más mi peso.

A lo lejos escucho como Ethan corre hasta mí.

Mi cabeza palpita, mis ojos se cierran. Tan solo quiero dormir.

Ethan. 


Tomo la mano de Lucas entre las mías.

Dibujo con la yema de mis dedos pequeños círculos en su palma abierta. Han pasado dos días desde que lo encontramos a la mitad del bosque. Dos días desde que vi con mis propios ojos como Lucas se trasformó en un hermoso y perfecto lobo color café. Que equivocados estábamos todos respecto a él. Lucas no es un lobo normal, no es un lobo como cualquier otro. Es muy diferente, tan especial y único. Mi pequeño Lucas es un omega. El lobo más raro que puede existir en nuestro mundo. Un lobo que tiene la capacidad de hacer tantas cosas, incluso puede llegar a ser mucho más fuerte que el mismo Alfa.

Deslizo mi mano por su cuerpo deteniéndome en su vientre.

Una puta sonrisa de felicidad aparece en mi rostro.

Tengo a Lucas de nuevo a mi lado, entre mis brazos. Cierro mis ojos, apoyando mi frente en su mano abierta. Juro que a partir de ahora, nada ni nadie se interpondrá entre nosotros. Cometí un error terrible al haberlo dejado solo ese jodido día de la caza anual. Cometí uno de los mayores errores de mi vida, pero eso no volverá a pasar nunca más. No sé lo que haré, no sé lo que pasará con nosotros, pero algo me queda claro, no pienso permitir que alguien lastime a Lucas de nueva cuenta. Estoy dispuesto a dar mi vida por la de él. No hay duda de eso.

Han sido días infernales en mi vida. Días en los que descubrí cosas que sacudieron por completo mi mundo entero. Fui testigo de la muerte de mi hermano menor. Esa persona de la que nunca sospeché un solo segundo. La que siempre creí a mi lado apoyándome. Uno de mis mayores aliados en la vida. Que estúpido fui al no ver la verdad. Ahora entiendo tantas cosas. La manera en la que la carta apareció en mi oficina. El jodido obsequio que llegó sin que nadie lo supiera. Que siempre estuviera ahí, en primer lugar, cuando decidíamos buscar a Lucas por todo el territorio de la manada. Siempre confundiéndonos sin que nos diéramos cuenta de lo que hacía. Pero sobre todo la ira detrás de todo.

Al ver su casa repleta de fotografías del pequeño Nathan, de cartas a una persona que dejó de existir hace mucho tiempo. Una persona que murió y todo por mi culpa. No era más que un joven estúpido e inexperto. No tenía sentido de la seguridad, no sabía de todos los riesgos que hay en este mundo cruel y despiadado. Creía que el mundo era más que un enrome parque de diversiones. Fue una tarde en la que los dos, bajo mi deficiente vigilancia, jugaban en la cascada. El error fue mío. Mis manos se mancharon de sangre a los catorce años de edad. Nathan murió entre mis brazos, Jackson gritándome que yo tenía la culpa.

Nunca imaginé que mi hermano menor hubiera desarrollado un lazo tan profundo con el pequeño Nathan. Para él, Nate era más que un amigo, más que un hermano. Era esa persona que había estado ahí para él cuando más lo necesitaba. Quien le demostró lo bello que era vivir. Dos almas gemelas, disfrazadas como grandes amigos. Creo que por eso Jackson hizo lo que hizo. Creció desarrollando un profundo odio por mí y por mi gran descuido.

Soy culpable de haber convertido a mi hermano en un monstruo.

—Perdóname Lucas... —sollozo—, por favor perdóname. Por mi culpa pasó todo esto. Si tan solo pudiera regresar el tiempo, si tan solo no hubiera sido tan estúpido. Nunca nadie te habría lastimado de esta manera.

—No es tu culpa cariño.

Su mano acaricia mi cabello.

Levanto mi rostro y lo veo. Esos ojos cafés que me vuelven loco, me miran brillosos, expectantes y contentos. Aprieto su mano con fuerza. Dejo salir todo el llanto que tengo contenido. Lucas no dice nada, me mira en completo silencio. Sus dedos jugando con los mechones de mi cabello. Creí que nunca lo volvería a ver. Durante esta semana, imaginé que no tendría la dicha de volver a verlo otra vez. Ahora que lo tengo aquí, sonriéndome como si nada malo hubiera pasado, me siento más culpable que nunca. Lucas tiene el corazón tan grande como para perdonarme por todos mis errores.

—Si lo es... —digo después de varios minutos—, soy el culpable de todo.

—No Ethan, no lo eres cariño. No quiero que lo pienses.

—Pero Lucas...

No podemos prevenir lo que no podemos predecir —responde—. La vida tiene cientos de caminos, cientos de posibilidades. No sabemos lo que nos espera al otro lado de la esquina. Pero podemos hacer algo...

—¿El qué? —pregunto mirándolo a los ojos.

—Vivir el ahora como si no existiera ningún mañana...Ethan por favor, tan solo quiero vivir el ahora contigo y con nadie más.

Sonríe.

Lo miro a los ojos. Acaricio su rostro. Besos sus labios.

No hay nadie más con quien quisiera vivir mi vida. Solo con él.

Solo Lucas...


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