Capítulo 3: Amenaza

Ethan.

"Quizás solo bastaba respirar.

Solo era necesario tomarme un puto segundo para respirar y ver que tú, ese pequeño, sonriente, tímido y flacucho jovencito eras el mejor regalo que el destino podía poner en el camino de un jodido bastardo como yo. No quiero justificarme ante ti, sería como ofenderte e insultarte de nuevo, pero Lucas, tenía mucho miedo, miedo de todo lo que podría pasar entre nosotros. No lo sabes pero desde siempre te observé, al principio con reticencia después con curiosidad. Me paralizaba siempre que desde lejos observaba como sonreías a pesar de los insultos a tu alrededor. Para mi eras como un pequeño cachorro emocionado por descubrir el mundo que brillaba ante tus ojos. Fue eso mismo lo que me detuvo, el miedo a caer perdida, profunda e inevitablemente enamorado de ti, pero ¿sabes una cosa? En ese momento no lo sabía, pero antes de que nuestros destinos se juntaran en uno solo, antes de que te revelaras frente a mi como mi otra mitad, yo ya estaba locamente enamorado de ti. No pretendo justificar lo que hice, simplemente el miedo pudo más que el corazón. Es un poco irónico ¿no lo crees? Que este idiota que se jactaba de ser el más fuerte y valiente de la manada, cayera atemorizado por algo que no podía controlar.

Estoy sentado en tu escritorio de madera, con una botella de tequila a mi derecha y el corazón destrozado, pero no me arrepiento de nada. No quiero que me malinterpretes Lucas, cariño... mierda siempre he querido llamarte así. Por favor no me malinterpretes, me arrepiento en el alma de todo lo que te hice, en cómo te ofendí y como vilmente te golpeé... jamás me perdonaré el haberte tratado de esa manera. En mis más oscuras pesadillas aun puedo verte ahí, tirado a la mitad del bosque como una puta bolsa de basura. Sé que es una herida de la que nunca me podré reponer. Pero al final algo bueno nació de todo eso. He visto cómo te has convertido en un verdadero hombre, en un gran ser humano, una estupenda persona. Lograste superar las adversidades que se presentaron frente a ti, y no sabes lo tremendamente orgulloso que estoy de ti cariño. Eres la persona más valiente y fuerte que conozco... es una lástima que nunca podré decírtelo a la cara.

Te he escrito una carta cada semana, durante los nueve años que has estado lejos de mí. He podido plasmar en papel lo que nunca podré decirte de frente. Has sido mi fuente de inspiración pero al mismo tiempo mi más grande dolor. Me dueles Lucas, no tienes una idea de lo demasiado que dueles, que calas en mi interior. Hay noches en las que me despierto llorando, deseando que sea tu cuerpo el que esté a mi derecha, tu calor el que me cubra en el frio, pero nada de eso merezco, nada de eso es para mí. Te lastimé de la peor manera posible, no hay día en el que no me arrepienta de eso, pero si para que tú puedas encontrar la felicidad yo tengo que soportar eso, lo haré con gusto, porque tu Lucas vales eso y más. Aunque tengo que admitirlo, en el fondo de mi corazón soy un hijo de puta egoísta que desea ser él el único que te haga feliz.

Esta carta acompañará a sus hermanas que he escrito durante años, ocultas en ese cajón de madera bajo tu cama, la cama en la que solo puedo dormir tranquilamente desde tu partida, ¿por qué te preguntaras? Pues porque está llena de tu olor, de tu esencia, de tus lágrimas y risas, es el único lugar en donde me puedo sentir tan cerca de ti, aun cuando estás tan lejos de mí. Sé que no verás nunca nada de lo que con dolor te escribo, que estas palabras son como motas de polvo que se las lleva el viento, pero aun así quiero continuar con esto, escribir todo lo que tengo dentro. Sabes cariño, descubrí que el escribirte hacía que el dolor disminuyera un poco, pero como todo en esta vida esto al final regresa. Se convirtió en una adicción en la que me he estado sumergiendo, una adicción de la que nunca podré salir.

Te amo tanto cariño... demasiado, que me quema por dentro.

Arrojo el papel a un lado, junto con las demás cartas que he estado escribiendo para él en los últimos años. Cartas sin dueño que permanecerán en la oscuridad de ese cajón de madera durante el resto de mi vida.

Es tan difícil hacer esto cada semana, sentirlo tan cerca pero saber que esta tan lejos de mí. Percibir su olor, escuchar por los rincones sus sonrisas, sus alegrías pero también sus desdichas y llanos, solo para al final terminar despertando y descubrir que todo fue un simple sueño, una pesadilla que mi mente disfruta crear para mí, como mi demonio personal. Sostengo la botella de tequila en mi mano derecha y con un solo movimiento bebo de un solo golpe. El líquido resbala por mi garganta, quemando a su paso, pero es una sensación agradable y serena, en esas gotas de licor está por unos segundos la forma de olvidar todo el dolor. Quiero olvidar, olvidar todo lo que me carcome por dentro, olvidar por un segundo a Lucas y el dolor que ha dejado su partida en mi pecho. Es como una maldita herida que nunca deja de sangrar, que mancha con su color mi camisa y mi cuerpo.

Mi mente comienza a nublarse, a adormecerse. Le doy la bienvenida a esa sensación de letargo. Me recuesto sobre su cama, tomando la almohada entre mis manos y clavando mi rostro entre sus pliegues, aspirando su olor, su adictiva esencia. Es tan débil ahora después de tanto tiempo, pero sigue ahí presente, una adorable mescla entre vainilla, tierra húmeda y chocolate. Una rara sensación recorre mi cuerpo al sentirlo de alguna manera tan cerca de mí. Tiemblo y por primera vez en mucho tiempo comienzo a llorar. Dejo fluir todo lo que me consume por dentro. Solo por esta noche me permito mostrar toda la debilidad que tengo, todo el dolor, el sufrimiento y la desesperación que recorre mi interior, me doy la completa libertad de mostrarme tal cual soy. Solo esas cuatro paredes me conocen en realidad, al Ethan que no oculto con una estúpida careta.

—Lucas... —susurro su nombre antes de caer en la inconciencia.

Sueño con él. Que sonríe al verme de frente. Que me besa y se entrega apasionadamente a una noche de placer en la que por fin podemos fundir nuestros cuerpos y nuestras almas en una sola. Pero de nuevo... solo es una estúpida fantasía que no tiene por qué ser realidad.

Me levanto con una fuerte jaqueca.

Camino hasta el baño frente a la cama. Me miro en el espejo, no logro reconocer al Ethan frente a mí. Mi cabello negro, alborotado por una intensa noche. Un par de ojeras bajo mis parpados, los labios secos y un intenso aroma a alcohol y sudor. Cierro mis manos en un fuerte puño, con furia estampo mis nudillos contra el espejo partiéndolo por la mitad. Gotas de sangre caen al suelo, pero de nuevo el dolor físico adormece al dolor que me mata lentamente.

Abro la ducha y me sumerjo bajo el chorro intenso del agua caliente. Mi cuerpo se relaja al sentir como el agua cae sobre mi espalda, recorriendo mi cuerpo y tranquilizando mis músculos, limpiando con ella la sangre de entre mis dedos. El ardor no es nada comparado con todo lo que desde pequeño he tenido que soportar. Mi padre fue un bastardo conmigo, esos entrenamientos tempranos a los que me obligó a asistir desde que tenía siete años de edad. Cierro mis ojos y me repongo del débil momento que tuve hace un par de minutos. Ahora soy el Alfa de la manada, no puedo permitir que mis emociones tomen control de mí, de una manera tan fácil.

—Te amo demasiado cariño... que en cualquier momento moriré por ti.

Salgo de la ducha envuelto en una pequeña toalla verde. Tomo lo primero que alcanzo del ropero, un par de jeans azul oscuro, una playera blanca sin mangas y una camisa negra con gris a cuadros. Me tomo un par de minutos para respirar antes de salir de la vieja cabaña de Lucas. Al salir por esa puerta de madera tengo que regresar a la ficción, el Ethan que todo el mundo cree conocer tiene que salir de nuevo a la superficie. Ese Ethan sonriente, pero duro y autoritario, el mismo que odio con cada fibra de mi ser.

Lo primero que me recibe al salir es un intenso aroma a tierra húmeda. Camino por el pórtico de madera, con un cigarrillo en mi boca y el encendedor en mi mano derecha. Tengo un día muy largo y agobiante por delante. Hemos estado siendo atacados por pequeños grupos de solitarios que intentan apoderarse de unas parcelas de tierra al sur del pueblo, por si fuera poco hace dos días que un par de adolecentes desaparecieron de la manda, por lo que la mayoría de mis rastreadores han estados buscándolos por todas partes y por último la fusión de la empresa de construcción con una competidora que ha estado en quiebra desde hace un par de meses, una inversión que podría traernos ganancias millonarias a toda la manada por igual.

Clavo mi mirada en el largo sendero de vuelta a casa que me espera frente a mí, es un imperceptible camino de piedras blancas, rodeado de robles tan altos como pequeños edificios. Las hojas anaranjadas de los arboles comienzan a caer, provocando que mis pisadas dejen un rastro de sonidos que cualquier ser con un oído tan desarrollado como la de un lobo pueda escuchar. Respiro y comienzo a caminar. Justo cuando voy a la mitad de la senda, noto como mi bolsillo derecho empieza a vibrar. Imagino quien puede ser incluso antes de ver el nombre en la pantalla del aparato. Cada sábado desde que descubrí la cabaña de Lucas, es lo mismo con ella, obligándome a repetir la misma escena de siempre.

—Ethan Cormack —digo con marcada indiferencia.

—¿Dónde demonios estas Ethan?

—Buenos días para ti también Kristen.

—¿Dónde estás? —vuelve a preguntar esta vez claramente molesta.

Sobo el puente de mi nariz. El solo hecho de pensar que estoy casado con una mujer como esta, una persona superficial, rebelde, engreída, que piensa que es mejor que todos los demás solo por su posición forzada en la jerarquía de la manda y que me odia con todo su ser, pues me lo recuerda diariamente, solo hace que me den unas nauseas tremendas. Es inevitable preguntarme ¿cómo fue que caí tan bajo y de esta manera?

—Ocupado —contesto de mala gana.

—¡Siempre estas ocupado Ethan! —la voz chillona cala en lo profundo de mi cabeza, la jaqueca es cada vez más intensa— ¿Estas con ella verdad?

—¿Con quién? —pregunto.

—¡Con la zorra con la que te metes cada que desapareces!

Desde hace un par de meses Kristen está obsesionada con la falsa idea de que yo tengo una amante con quien la engaño. No soy hombre que le guste insultar a las mujeres, pero siempre me pregunto qué pasaría si supiera la verdad, si tan solo entendiera que es ella en realidad la otra en cuestión, que me maldigo por dentro al tener que compartir nuestra cama todas las noches, que me siento como la mayor de las mierdas cada vez que me fuerzo a entrar entre sus piernas solo para mantener una mentira que me está volviendo loco con el tiempo, pero que todo sea por el beneficio de la manada, pero sobre todo del amor de mi vida.

—¿Sigues con eso? —estoy agotado de que siempre se repita lo mismo con ella. La misma escena fingida de interés, las miradas de reproche, cuando los dos sabemos que desde hace años se mete en la cama de uno de mis mejores rastreadores para saciar su libido.

—Puedo olerla —responde—, siempre que regresas, puedo percibir el aroma de esa zorra en ti. Eres una inmundicia Ethan. ¿Cómo es posible que engañes a tu pareja, a la madre de tu hijo, a la mitad de tu alma de esa manera?

Es la misma pregunta que me vengo haciendo desde que perdí a Lucas nueve años atrás.

—¿Qué mierda quieres ahora Kristen? No tengo el tiempo ni las ganas suficientes como para comenzar una estúpida discusión contigo, así que te pregunto de nuevo, sea lo que sea que quieras ¡escúpelo ahora!

Guarda silencio durante un par de minutos. Puedo escuchar su respiración, leves exhalaciones que se repiten constantemente. Kristen sabe que no tengo mucha paciencia, por lo que apretando el celular decido no darle el gusto de escucharme gritar por la desesperación.

—Eres un estupendo Alfa Ethan —dice ella— pero un pésimo padre.

Y aquí viene la carta de nuestro hijo. Estoy agotado de que siempre que quiera lastimarme en lo más profundo use a nuestro pequeño hijo como una estúpida arma en mi contra.

—Sabes muy bien que Troy es mi vida entera —digo caminando por el sendero. El sonido de las hojas secas al pisar llena mis oídos.

—¿Tu vida entera? ¿De verdad lo es Ethan?

—¡Estas llegando muy lejos Kristen!

—Olvidaste lo más importante en la vida de nuestro hijo Ethan —responde— y aun así parece que no te has dado cuenta de ello.

—¿Qué fue lo que olvide según tú?

—Su cumpleaños por ejemplo —responde.

Cierro mis ojos en señal de frustración. Tan sumergido estaba en mi propio dolor que no me puse a pensar por un segundo que la vida allá afuera continua agitándose como una canoa en altamar. La imagen de Troy, de mi cachorro aparece de pronto en mi mente. Sus cabellos rubios como los de su madre, sus ojos azules pero no tan intensos como los míos, su sonrisa tímida... el miedo que tiene cada vez que me ve. He intentado ser un buen padre para él, lo protegeré de cualquier cosa que pudiera ponerlo en peligro, pero es que hay ocasiones en los que simplemente no sé cómo actuar. Me duele en el alma ver como tiembla cada vez que lo quiero abrazar o silencia esa sonrisa cuando entro a su habitación.

—No lo olvide —respondo—, ahora mismo voy para allá.

—Más te vale que aparezcas a su fiesta —dice ella con dureza—, no todos los días podemos celebrar el octavo cumpleaños de tu hijo, el próximo alfa.

—¡Voy para allá!

Cuelgo de mala gana, guardando el celular de nuevo en mi bolsillo. Quiero transformarme, aspirar el aroma del bosque mientras a cuatro patas corro por los bosques que tan bien reconozco, pero sé que no hay tiempo para eso. Lo importante ahora es dirigirme a la mansión de la manada e intentar darle un buen recuerdo a mi cachorro en su día, es lo mínimo que puedo hacer por él después de cómo lo he tratado en los últimos meses.

No me considero como un padre violento ni mucho menos, es solo que no sé cómo ser esa figura paterna que Troy tanto necesita. Cuando estoy junto a él pierdo la noción de la realidad, no sé cómo ser cariñoso o como decirle cuanto lo amo, porque si hay algo que no está en duda aquí es lo mucho que amo a ese cachorro, amo todo de él y es lo que más me asusta, no estar a la altura de lo que mi pequeño necesita, no ser lo suficientemente fuerte o valiente para él, por eso me frustro tanto y termino estallando en ira pero no contra Troy sino contra lo inútil que puedo ser en ocasiones.

Media hora más tarde estoy frente a las puertas de madera de la casa de la manada. Es una gigantesca mansión con estilo isabelino, de tres pisos y dos torres en las orillas. De más de cuarenta habitaciones, tres salas con chimenea, dos estancias para invitados, dos comedores que en ocasiones son utilizados como pistas de baile, un estudio central donde yo dirijo a la manada entera, y por ultimo una gigantesca cocina donde cinco mujeres de la manada se dedican exclusivamente a cocinar para todos los miembros que habitan ahí. Solo los más fuertes y con rangos más altos en la jerarquía pueden vivir dentro.

—¿Larga noche? —Jackson desde lo de la entrada me pegunta.

—Bastante —respondo caminando a su lado y entrando a la mansión.

Jackson es mi beta, el segundo al mando en la jerarquía de la manada y al mismo tiempo mi hermano menor. De piel blanca pero ligeramente tostada por el sol, ojos verdes, cabello corto y negro. Desde niño me seguía a todas partes, un año después de cumplir los dieciocho años supe que él era el lobo indicado para tener como mi mano derecha. La celebración fue sencilla, con todos los miembros de la manada a su alrededor. Con el tiempo Jackson se convirtió en un gran beta, sus acciones eran sabias y sus movimientos meticulosos. Es sencillo confiar mi vida entera a él, mi hermano menor. No sabe toda la historia, ni mucho menos sobre Lucas, pero conoce una parte de esta. Siempre que regreso a casa los sábados por la mañana su sonrisa y una palabra de consuelo me esperan tan solo al atravesar las puertas de madera. Nunca pregunta, ni cuestiona mis decisiones, acepta todo lo que hago y lo que digo, por eso mismo sé que tomé la decisión correcta al escogerlo a él.

—Lástima que el día apenas comienza.

—¿Alguna novedad? —camino por los pasillos de la mansión hasta llegar a las dos puertas de madera de mi oficina

—Kristen ha estado muy ocupada toda la mañana con los preparativos para la fiesta de Troy —dice sentándose frente a mí— ha contratado al mejor servicio de catering de la ciudad, uno par de juegos inflables, un zoológico y los mejores músicos de la manada. Todos parecen muy emocionados por el cumpleaños del cachorro del alfa.

—Hablando de él ¿cómo está?

—Tranquilo —responde—, tan tranquilo como siempre.

—Me duele verlo de esa manera, yo a su edad ya estaba trepando por los árboles, dándole dolores de cabeza a mi madre y cazando ciervos con mi padre.

—Bueno a su edad papá ya te había obligado a ser todo un hombre.

El recuerdo de esos días está todavía fresco en mi memoria.

—Aun así me preocupo por él.

—Eres un buen padre Ethan, aunque en momentos no lo sepas hacer.

—Gracias por los ánimos Jackson.

—Es la verdad —responde con una sonrisa

—Cambiando de tema ¿alguna otra novedad?

—Si —responde— llegó esta carta anoche.

Es un sobre amarillo con mi nombre grabado en letras recortadas de periódico en una de las caras. Inspecciono el sobre con suma curiosidad.

—Qué extraño... ¿Quién lo entrego?

De pronto la expresión de Jackson se torna sombría y turbia.

—Eso es lo más raro de todo el asunto —dice después de unos minutos en silencio— el sobre solo apareció en tu oficina. Al principio pensé que eran instrucciones tuyas, pero al verlo mejor algo no me cuadraba. No lo he abierto, he estado esperando a que tú lo hagas.

—Nadie puede entrar a la manada sin ser detectado —respondo— mucho menos a mi oficina.

—E ahí el dilema. Sospecho que tal vez alguien de la manada lo dejo, pero si es así ¿por qué lo haría?

Con curiosidad abro el sobre frente a mí. Una hoja amarilla con letras de periódico pegadas a ella y una fotografía se deslizan sobre el escritorio, más no es una fotografía cualquiera. De inmediato reconozco las facciones de mi única debilidad. Una piel bronceada, unos ojos cafés casi negros, un cabello rebelde con mechones que cae cubriendo parte de su ojo izquierdo. Viste un traje gris, una camisa blanca. Sonríe mientras le tiende la mano a una mujer, su mejor amiga. La fotografía está tomada desde lejos.

—¿Qué ocurre? —pregunta Jackson.

Mis manos tiemblan mientras leo el mensaje escrito para mí.

"Disfrutaré el matar a Lucas... no hay nada que puedas hacer para salvarlo"

Con furia golpeo el escritorio de madera. ¡Nadie le pondrá un solo dedo encima! ¡Nadie lastimará lo que me pertenece! ¡Soy el alfa de una de las manadas más fuertes de todo el país! ¡Antes destruyo al mundo entero, que permitir que alguien siquiera piense en lastimar a Lucas! ¡No lo voy a permitir!


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