Capítulo 25: Sangre.


Ethan. 

"Tu padre...es mi compañero"

Me trasformo. No puedo creer lo que acabo de escuchar.

—¿Qué es lo que dices? ¿Tu... compañero?

—Lo que escuchas Ethan... somos pareja... —llora.

Mi cuerpo desnudo se estremece por el frío.

Uno de los lobos a mi derecha se acerca hasta mí con unos vaqueros negros, una camisa roja de franela y unas botas de cuero. Me visto bajo la mirada atónita de todos a mi alrededor. Mi abdomen cubierto de moretones, mi rostro con dos enormes cortadas que atraviesan mis cejas y bajan hasta parte de las mejillas. Veo la preocupación en los ojos de todos, temen perder a su Alfa. Paso mis dedos por las cortadas y golpes, viendo cómo van desapareciendo una a una. Los Alfas somos capaces de acelerar el proceso de sanación si es necesario.

Observo con curiosidad a María y a mi padre frente a nosotros. Sus brazos delgados lo sujetan por el cuello, su rostro oculto entre el denso pelaje negro. Veo como mi padre lame el rostro de María que sonríe levemente por el contacto. Me intento acercar a ella, ponerle una mano en los hombros y tranquilizarla, pero mi padre me gruñe con fuerza. ¿Cómo es posible que ambos sean compañeros? ¿Eso significa que mi padre no es la otra mitad de la mujer que me dio la vida?

—Necesitamos hablar —digo con poca paciencia.

María levanta su cabeza, me mira a los ojos. Mi padre por el contrario me gruñe con fiereza. Intenta ponerse de pie pero ella lo detiene de golpe. Su cuerpo cae en la nieve, gimiendo por el dolor en sus huesos rotos. Me sorprendo al ver un par de lágrimas que resbalan por sus mejillas oscuras. Es la primera vez que la veo de esa manera, tan indefensa, tan vulnerable. De todos los lobos y lobas en la manada es María, sin lugar a dudas, una de las más fuertes y duras.

—Claro —responde—, pero antes por favor Ethan... deja que tu padre se cure un poco. Necesita descansar, está muy mal herido. Moriría si algo le llegara a pasar, así que por favor... te lo ruego.

Asiento.

—Llévenlo adentro —le digo a Jackson y a Derek, mi delta.

—¿Estás seguro de esto?

—Quiero ver que es lo que ella tiene que decir.

Veo como entre los dos intentan levantarlo del suelo.

Mi padre se rehúsa en un principio. Patalea con fuerza intentando zafarse del agarre de Jackson y Derek. Puedo sentir como sus ojos negros me miran con rabia. Sé que esto no se ha acabado, no puede terminar de la manera en la que lo hizo. Dios sabe que lo último que quiero hacer es terminar con su vida, aun cuando se un maldito hijo de puta insensible, es al final de cuentas mi padre y como tal lo tengo que respetar. Pero estoy furioso, mi lobo aullando en mi interior. Ambos queremos sangre, necesitamos demostrar nuestra superioridad a todos. Nadie, ni siquiera él, puede enfrentar al Alfa sin repercusiones.

Respiro profundamente.

Necesito tranquilizarme un poco. Aún puedo sentir como la adrenalina corre por mis venas, como mi corazón late con fuerza. De pronto escucho el murmullo a mí alrededor. Kristen, apoyada en el marco de madera de la entrada principal, me observa con curiosidad y el cejo fruncido. Mi pequeño cachorro está con ella, sacudiendo su cuerpo. Debe haber sido un tanto difícil para él ver a su padre y abuelo pelear. Cierro mis ojos, intento pensar en Lucas. ¡Joder! Cuanto lo necesito conmigo, a mi lado. Hace un par de horas que llegué a la manada y las cosas ya se fueron mucho a la mierda. Pero todo sea por él y nuestra felicidad.

No puedo evitar pensar en lo que Troy dirá cuando lo conozca. ¿Se llevarán bien? ¿Troy lo aceptará como mi pareja? No había pensado en ello. No podría vivir sin ninguno de los dos. Mierda, no podría escoger entre ninguno. Tan solo espero que puedan llevarse bien. Mi cachorro es un lobo muy inteligente, sé que de alguna manera u otra entenderá la situación. Ahora lo que más me aterra es como vaya a reaccionar al divorcio de sus padres. Porque ya no hay duda de eso, me voy a separar de Kristen a como dé lugar.

Clavo mi atención en los dos.

Kristen me observa con los brazos cruzados sobre su pecho. Troy aferrado a su cintura, enterrando su rostro en el cuerpo de su madre. Sonrío al verlo. Se parece tanto a ella. Su mismo color de cabello, la línea delgada de su mandíbula, la forma en la que sus cejas se juntan cuando está pensando. Es mucho de ella y tan poco de mí. Solo mis ojos, ese mismo color tan intenso que parece resplandecer por la luz del sol.

Aún recuerdo el día en el que nació. En ese entonces daba asco como Alfa y como hombre. Mi padre estaba a punto de quitarme el título por mi completa falta de interés para con la manada y sobre todo con mi mujer. Me drogaba constantemente, metiéndome todo lo que podía para olvidar a Lucas. Kristen estaba sola en la casa cuando entró en labor de parto. Caminó más de tres kilómetros antes de que Jackson la encontrara y la llevara al hospital. Mi padre tuvo que arrastrarme fuera de un bar para ser testigo del nacimiento de mi cachorro. Cuando lo cargué por primera vez, mi mundo entero se desmoronó.

Eran mis ojos los que me miraban con dulzura. Sus manitas acariciaron la barba en mi cara. Esa noche lloré como nunca antes. Que tan estúpido y cobarde había sido. Supe lo que significaba ser padre, la segunda oportunidad que la vida me estaba dando. Fue cuando le pedí ayuda a María para desintoxicarme. Necesitaba ser un mejor lobo por él, por ese pequeño que había cambiado por completo mi vida. La segunda oportunidad para continuar viviendo.

Suspiro.

Tengo que enfocarme en lo importante por ahora.

—Vayamos dentro —digo sin voltear a verla.

Camino hasta la casa, María siguiéndome muy de cerca.

Necesito que María me explique qué carajos está pasando aquí. Cientos de preguntas cruzan por mi mente, cada una de ellas parece no tener respuesta clara. ¿Cómo es posible que María y mi padre sean pareja? Si es así ¿Por qué no están juntos? ¿Qué papel tiene mi madre en todo esto? ¿Acaso ella sabrá lo que pasa realmente? Debe de saberlo, no hay duda alguna. Cuando eres compañero de alguien lo sabes porque no puedes vivir sin esa persona. Entre los dos se crea un lazo que no se puede romper más que con la propia muerte. Y cuando eso pasa, cuando tu otra mitad fallece, tú caes en una espiral de depresión que te lleva de la mano a un destino igual. Muy pocos lobos han sido capaces de sobrevivir a un golpe tan duro como ese.

Entro a una de las salas de la mansión.

Mierda necesito tanto un trago. Camino hasta una de las licoreras al fondo. Tomo un vaso de cristal y me sirvo un poco de tequila. Puedo sentir como María camina de un lado para el otro. Sus pisadas resuenan por toda la habitación. Me siento en una silla de madera frente a la chimenea. Siempre me ha gustado ver el fuego por horas. Como la madera se consume hasta quedar más que cenizas, el crepitar del fuego y la forma en la que las llamas se alzan al cielo. Respiro profundamente. María toma asiento, sus ojos negros me miran con tranquilidad.

—Tu padre y yo nos conocimos el día en el que cumplí los diecisiete —dice de pronto—. Yo vivía con mi abuela cuando era joven. Mis padres habían muerto en un accidente de auto varios años antes. No tenía más familia que ella, la mujer que me cuidó y protegió durante toda su vida. Recuerdo que pasábamos todas las tardes cocinando, de ella aprendí tanas cosas, cientos de recetas que aún hoy siguen siendo del agrado de muchos. Con el poco dinero que habíamos logrado ahorrar entre las dos, decidimos cambiarnos de ciudad. Nunca supe el motivo, aunque sospecho que lo hizo para alejarse del dolor por haber perdido a su hijo.

Suspira.

—A pesar de que mi abuela era humana, conocía sobre la existencia de los hombres lobos por mi abuelo. Fue él por quien yo y mi padre heredamos el gen de la trasformación. En un principio ella pensó que lo mejor para mí era estar con los míos, con lobos que pudieran ayudarme a entender más de este mundo. Habíamos escuchado, por una amiga que vivía a dos horas de Cave's Door, que una de las manadas más tolerantes con las personas de color era esta. Por aquel entonces eran muy pocos los lugares en los que una loba de raza negra podía vivir. Así que cuando supimos que seríamos recibidos, no lo dudamos un segundo. Que equivocadas estábamos.

>Muy tarde fue cuando descubrimos que tu abuelo era un racista hijo de perra. Era mentira que aceptaba a las personas de color. Las detestaba, para él no eran más que meros objetos con los que se podía jugar. Pero era muy inteligente, nos toleraba para su propio beneficio. Veía en nosotros un importante negocio. No éramos más que su inagotable mano de obra que utilizaba a su completa disposición. Nadie decía nada, no existía alguien que se atreviera a enfrentarlo. Tenía la fama de ser infame, brutal con aquellos que se metían con él. Y los pocos que tenían las agallas para hacerlo, desaparecían sin dejar rastro.

Recuerdo con mucho desagrado a mi abuelo. Nana me contó de pequeño, muchas de las cosas que él hizo antes de que yo naciera. Se sintió aliviada cuando, por culpa del cáncer por fumar tanto, murió a los cincuenta años. Considerado por muchos como uno de los peores Alfas que hemos tenido. Un ser ruin y despreciable. Un lobo a quien no le importaba utilizar a las personas para su propio beneficio. Una de las épocas más oscuras en nuestra historia. Es por todo aquello que escuché de pequeño, que me juré nunca ser como él.

—¿Cómo fue que conociste a mi padre? —pregunto mirándola a los ojos.

—Nos conocimos en el restaurante que abrimos mi abuela y yo. No es por presumir, pero nuestra comida era la mejor de todo el estado. El local que logramos rentar a reticencia de la manada, siempre se mantenía lleno. Una tarde, mientras nos preparábamos para cerrar, escuché como tu abuelo y Sam llegaban para cobrarnos la cuota. Nos había puesto como condición, para poder abrir el restaurante, que le diéramos el cincuenta porciento de las ganancias totales. A regañadientes aceptamos. Ya no había forma de comenzar de nuevo.

>Fue cuando lo vi. Era el hombre más guapo que hubiera visto en mi vida. Acababa de cumplir los dieciocho años. Estaba a dos años de convertirse en el próximo Alfa de la manada. Cuando entró al local y me miró a los ojos, cuando estuvimos a centímetros uno del otro, fue que descubrimos que los dos éramos compañeros. No lo podíamos creer, las dos mitades de una misma alma. Esa noche, aún no tengo idea de cómo lo logró, apareció por la ventana de mi habitación. Fue entonces que nos entregamos al fuego que nos quemaba por dentro. Tal cual Alfa, quería reclamarme como suya pero no se lo permití.

La observo sin decir nada.

Sus manos tiemblan de pronto, su voz se hace entrecortada. Tiene la mirada puesta en el infinito frente a ella. No puedo creer nada de lo que me dice, parece todo tan surreal, tan difícil de asimilar. Es increíble que hayamos vividos todos estos años engañados. ¿Por qué mi madre nos ocultaría algo así? Si mi padre no es su pareja predestinada, entonces ¿por qué no decirnos nada? Cientos de preguntas revolotean en mi interior. De pronto escucho unos pasos fuera de la puerta de la sala. Jackson entra con el cejo fruncido y las manos en sus bolsillos. Me mira confuso, está igual de atónito que yo.

—¿Cómo está tu padre? —pregunta María levantándose de golpe.

—Tiene un par de costillas rotas. El brazo derecho completamente destruido. Pero el doctor dice que sobrevivirá, es un lobo muy fuerte. Tiene sangre de Alfa, así que no hay mucho por qué preocuparse. Solo es cuestión de tiempo para que los huesos se reconstruyan, pero será largo y doloroso para él.

—Lo bueno es que está vivo —suspira.

—Por ahora —digo con rabia.

—Si... —responde Jackson mirándonos a los dos—. La verdad es que vine porque creo que yo también tengo el derecho de saber que mierda está pasando aquí. A todo esto, él también es mi padre.

—Los dos merecen saber toda la verdad.

—Continua María.

—Nos veíamos en secreto. Nuestra relación era, por obvias razones, algo que debíamos mantener en la oscuridad hasta el día en el que pudiéramos ser libres. En el día no éramos más que dos extraños que nunca cruzaban palabra. Por la noche nos entregábamos a la urgencia de estar uno con el otro. Fue así durante un año. Tu padre esperaba que al convertirse en el próximo Alfa de la manada, pudiera cambiar todas las leyes tan rigurosas que tenía tu abuelo en aquel entonces. Tan solo queríamos ser felices los dos.

—¿Mi padre quería eso? —dice Jackson incrédulo.

A mí también me cuesta trabajo creer que mi padre alguna vez fue bueno.

—Si... sé que es difícil de comprender, pero hay una razón por la que es así.

—¿Cuál es esa razón? —pregunto dándole un último trago a mi bebida.

—Tu abuelo nos descubrió una noche —solloza—. Sam intentó pelear por mí, protegerme de la ira de tu abuelo. Pero John siempre se caracterizó por ser un lobo muy poderoso. Esa noche por poco lo mata. Lo dejó inconsciente durante días en la cama de un hospital.

—Joder...

María se levanta. Se acerca al fuego de la chimenea, observa la llama arder.

—A mi abuela y a mí nos echó inmediatamente después. No podía permitir que se supiera que su único hijo y el futuro Alfa de la manada más poderosa del estado, se mezclara con alguien como yo. Nos fuimos sin nada, solo con la ropa que traíamos puesta. No había ningún lugar a donde pudiéramos ir, no sabíamos que hacer. Vivimos en las calles como vagabundas. Trabajábamos día y noche, con lo poco que logramos ahorrar pudimos empezar de nuevo. Cuando tu padre despertó del coma en el que estaba, peleó contra tu abuelo, pero de nuevo lo volvió a derrotar. Fue entonces que hizo lo único que creyó correcto.

—¿Rechazarte? —pregunto con curiosidad.

—No —contesta—. Ser exiliado de la manada.

—¡¿Qué?!

Jackson y yo nos miramos sorprendidos. ¿Qué carajos?

—Así como lo oyen —responde—. Tu padre quiso ser exiliado de la manada. John, tu abuelo, estaba furioso con él por haberse atrevido a enamorarse de alguien como yo. Le dolía en lo profundo perder a su hijo, pero aceptó de inmediato. Sam pasó dos días buscándonos a mí y a mi abuela, hasta que una tarde dio con nosotros. Esos meses que vivimos como lobos solitarios, fueron de los mejores en mi vida. Así hasta que mi abuela murió.

Se sienta de nuevo en uno de los sillones.

Tiene los ojos brillosos. Debe ser difícil para ella recordar su pasado.

—Vivíamos en un pequeño pueblo a la orilla de una montaña. No había hombres lobos, de hecho éramos los únicos cambia formas ahí. —Sonríe—. Aunque no lo puedan creer, en ese entonces tu padre tenía muchos amigos humanos. Sus carnes asadas los domingos eran muy conocidas por la comunidad. Nos gustaba convivir con ellos, ver sus costumbres, la forma en la que siempre parecían sobresalir antes las adversidades. Fuimos durante un tiempo muy felices. Y cuando pensábamos que no podíamos serlo más, Dios nos bendijo con un hermoso cachorro. El fruto de nuestro amor.

El vaso en mis manos cae el suelo rompiéndose en mil pedazos.

¿Acaso escuché bien? ¿Un hijo? Pero que mierda...

Estoy estupefacto. Jackson, a mi derecha, me mira con los ojos completamente abiertos, respira entrecortadamente. Su cara parece haber perdido color. Esto es... Joder... me es difícil de creer. Tengo que admitir que todo parece tan irreal. ¿Tenemos un hermano? ¿Por qué no está a nuestro lado, dirigiendo la manada como el primogénito que es? ¿No estará María mintiendo? Es que me cuesta imaginarme a mi padre siendo bueno con los humanos. Desde que era pequeño, he sido testigo de cómo los detesta, llegando a considerarlos como seres inferiores a nosotros. Criaturas que no merecen ningún tipo de respeto.

María se retuerce en su asiento.

—¿Un hijo?

—Pero...

—Erick —contesta—, su nombre era Erick.

—¿Era? —pregunto.

—Murió cuando tenía seis años de edad.

Veo como María aprieta sus manos en un puño.

Varias lágrimas resbalan por sus mejillas.

—Sam lo amaba con locura —llora—. Nuestro pequeño cachorro, un Alfa tal como su padre. Un pequeño mulato de piel negra como la mía pero con los ojos azules de Sam. Lo amábamos con locura, nuestra mayor debilidad. Había sacado lo mejor de cada uno ¡Cuanto nos sorprendimos en su quinto cumpleaños cuando de la nada se trasformó a la mitad de la cabaña en la que vivíamos! Era lo mejor que nos había pasado en la vida. Pero... la felicidad no nos duró mucho tiempo.

>Hubo un año terriblemente difícil para todos. Había nevado durante un mes seguido. El pueblo estaba incomunicado, las carreteras cubiertas bajo varias capas de densa y pesada nieve. Los vivieres comenzaron a escasear, el frío calaba en los huesos. Sam, Erick y yo no teníamos ya nada para comer. En el pueblo tu padre había escuchado sobre una manada de ciervos que se habían visto en los últimos días. Pensó en ir a cazarlos... lo mismo hicieron un grupo de humanos.

—¿Y luego que pasó?

—Lo mataron —responde mi padre desde la puerta.

Mis ojos cambian a un intenso amarillo. Mi vista se agudiza.

—¿Cómo dices...?

—Fue mi culpa —dice María entre sollozos.

—¡No, no lo fue!

—¡Sí! —Grita ella—, se suponía que debía haberlo cuidado. Pero estaba tan cansada. No había dormido en días. A Erick le gustaba ir a correr con su padre. Sentir la nieve en sus pequeñas patitas. Amaba cazar contigo. Si tan solo no me hubiera quedado dormida... si no lo hubiera hecho.

—¡Fue culpa de los malditos humanos! —golpea la pared con su brazo bueno.

—¿Qué fue lo que ocurrió?

—Estaba cazando a un ciervo cuando de pronto lo sentí a mi derecha.

Veo como el rostro de mi padre se ilumina. Sus facciones se suavizan.

Tiene el brazo derecho amarrado a un cabestrillo.

—Era perfecto... mi pequeño cachorro. De pronto escuché varios disparos a los lejos. Los humanos, aquellos que se decían mis amigos, nos comenzaron a disparar. Creo que pensaron que los queríamos atacar o algo por el estilo, pero no era así. ¡Tan solo quería darle de comer a mi familia! —reclama—.Sabia que la vida de mi pequeño estaba en riesgo así que decidí intentar distraerlos, pero todo fue inútil. Uno de ellos le disparó a sangre fría.

La tensión en la atmósfera aumenta de golpe.

El silencio es ensordecedor.

—Desde lejos vi como su pequeño cuerpo cayó en la nieve...

—Lo lamento tanto... no... no sabíamos.

—Fue en ese momento que juré venganza —dice él con la voz dura—. Maté al hijo de puta que me arrebató a Erick. Desde entonces no pude ver a los humanos de la misma manera. Para mí no son más que una jodida plaga que debe ser exterminada. Si por mí fuera los mataba uno tras otro.

De pronto veo como María se levanta y con rabia abofetea a mi padre.

—Si Erick viviera... si nuestro hijo viviera... estaría avergonzado de ti.

—María...

—Por eso no vivimos juntos —dice ella—. Por esta misma razón. Yo no podía tolerar a un lobo ruin, despreciable como tú. Sin quererlo te habías convertido en lo que tanto odiabas. Era como ver a tu padre una vez más. Fue por eso que decidí marcharme. No podía soportar ver el monstruo que eras. Fuiste capaz de matar, de arrebatar sin consideración alguna.

—¡Mataron a nuestro cachorro! ¡Merecían morir!

—¡Tenían hambre! —Responde María— al igual que nosotros. ¿Qué culpa tenían ellos? No sabían nada sobre nosotros, desconocían nuestra existencia. Ellos solo... querían protegerse tanto como tú de ellos.

Mi hermano y yo no decimos nada. Los vemos en silencio.

Ahora entiendo muchas de las actitudes de mi padre para con nosotros. Ese odio tan profundo que siente por los humanos. En muy poco tiempo perdió a las dos personas más importantes en su vida; su pareja y su cachorro. Por fin puedo comprender el motivo de todas esas horas de entrenamiento que me hizo hacer de pequeño. De alguna manera quería recuperar a su hijo. Al hijo fruto del amor con su otra mitad. Por eso su actitud fría.

Me pongo de pie. Camino hasta ambos.

Mi padre gruñe al ver como abrazo a María por la espalda. Comienza a llorar, debe haber sido complicado sacar todo lo que tenía oculto en su interior. No cabe duda que es la mujer más fuerte que he conocido en mi vida. Por siempre le estaré agradecido por haber protegido a Lucas. Y ahora entiendo porque lo hizo así. Lucas tomó el lugar del cachorro que perdió. Mi hermano mayor. El verdadero Alfa de la manada Luna negra.

—Lo lamento tanto —digo mirándola a los ojos—, no lo sabía.

—¿Ahora entiendes... porque no quiero que lo lastimes?

Veo a mi padre de reojo. Tiene el cejo fruncido, los ojos amarillos.

—No lo hago por él —contesto—, sino por ti María. Y por mi hermano que estoy seguro, nos observa desde el cielo.

Comienza a llorar. Limpio sus lágrimas con el dorso de mi mano.

—Gracias...Ethan.

........................................

Camino por el pórtico de la cabaña de Lucas.

Me gustaría que esta fuera nuestra casa, cuando podamos estar juntos los dos. El frío cala en mis huesos. Veo como el humo del cigarrillo en mi boca, desaparece por la brisa que viene desde el norte. La luna brilla en lo alto del cielo estrellado, impasible y serena, ajena al mundo caótico aquí abajo. Todo me sigue dando vueltas en la cabeza. Sigo sin poder creerlo. María y mi padre, hechos el uno para el otro. Me duele un poco saber que no soy fruto del amor entre dos personas. Al final mis padres terminaron casándose por puro interés. Ella acababa de perder a su pareja y él igual. Creyeron hacer lo mejor para ambos.

Suspiro.

Veo como el humo forma un anillo en el aire, antes de desaparecer.

—¿Lo sabías cariño?

—Desde hace mucho que lo sospechaba Ethan —responde Lucas.

Mierda, cuanta falta me hace en estos momentos.

Me gustaría tenerlo junto a mí para poder abrazarlo, enterrar mi cabeza en su cuello y aspirar su aroma. Sentir el calor de su cuerpo desnudo y hacerle el amor hasta caer rendidos por el cansancio. Algo me dice que si Lucas hubiera estado conmigo no hubiera llegado a tanto. El solo hecho de escuchar su voz tiene un efecto tranquilizante en mí. Lo necesito tanto, que no puedo soportar pasar una noche sin él. Primero tengo que arreglar todo antes de traerlo a la manada.

Siento que las cosas quedaron muy claras para los demás. Aquel que se atreva a meterse conmigo o con Lucas, aquel que piense en desafiarme por el título del Alfa, sufrirá las consecuencias. Quiero ser recordado como un Alfa bueno, pero no pienso dejarme de nadie que se atreva a enfrentar o lastimar lo más importante en mi vida. Soy un lobo distinto, uno que luchará contra el mundo entero si es necesario. Aprendí a la mala, pero por fin aprendí la lección.

—¿Cómo te sientes? —pregunta con preocupación.

—Extraño —respondo arrojando la colilla a la nieve—. No me esperaba algo como esto. Toda mi vida ha sido una mentira. No sé cómo reaccionar a eso.

—Me gustaría estar ahí para consolarte.

Cierro mis ojos. Pienso en él y en su sonrisa.

—Y a mí me gustaría que estuvieras aquí Lucas.

—¿Pronto nos veremos?

—¿Me extrañas?

—Mucho —responde—. Te necesito tanto.

—Y yo a ti bebé... joder no sabes lo mucho que necesito un beso tuyo.

—Eres un lobo caliente Ethan Cormack.

—Soy tu lobo caliente —respondo con una voz gruesa.

—Dios... —escucho como bosteza.

Veo la noche frente a mí.

Las estrellas brillan con intensidad. Son las doce de la noche. Lucas y yo hemos estado platicando por teléfono cerca de dos horas seguidas. Sé que no es lo mismo que estar uno junto al otro, pero por ahora tengo que conformarme con escucharlo a través de un maldito aparato. ¡Soy un lobo, joder! Necesito el contacto continuo con mi pareja si quiero vivir cómodamente.

—¿Qué ocurre cariño?

—Estoy un poco cansado —responde él—, fue un día muy difícil en el hospital. Hablé con mi supervisor, no está del todo conforme que tome un par de semanas de descanso, pero entiende que necesito hacerlo.

—Mierda bebé, se me olvidó que habías ido a trabajar. Debes estar exhausto.

—Un poco... —responde.

—Lo siento cariño, quisiera poder escuchar tu voz toda la noche —digo—. Pero por ahora prefiero que descanses. Debes pensar que soy un jodido imbécil por tenerte hasta tan noche despierto.

—Me gusta platicar contigo Ethan... tu voz me arrulla.

Sonrío.

Soy un Alfa con suerte.

—Y a mí tu voz me tranquiliza Lucas... descansa, hablamos después.

—Te amo Ethan —vuelve a bostezar.

—Y yo a ti Lucas... duerme bien.

Los vellos en mi nuca se eriza, mi cuerpo entero se estremece por el viento helado que me acaricia la piel. Algo me dice que será una noche muy fría. Sonrío como idiota al pensar en mi adorable compañero. En estos momentos debe estar enterrándose debajo de varias cobijas para resguardar un poco el calor. Me siento el lobo más afortunado del mundo por tener a mi lado a alguien como Lucas. No cabe duda que el destino no se equivoca en lo más mínimo. Podría no haberlo entiendo en su tiempo, pero ahora me queda claro que los dos somos parte de un todo. Lucas es una de las mayores razones que tengo para vivir.

Me ponto de pie. Respiro el aroma de la nieve.

Mañana será un día muy largo. Tengo que hablar con Troy y oficializar los trámites del divorcio. Estoy a punto de entrar por la puerta de madera cuando de pronto siento un fuerte dolor agudo en mi abdomen. Un calor insoportable cruza por todo mi cuerpo. Me doblo a la mitad al sentir ahora un dolor punzante en mi hombro derecho. Paso mis manos por mi vientre. Me horrorizo al ver como una mancha de sangre aparece a mí alrededor. Todo se va nublando poco a poco. Un disparo... eso debió ser. Joder... deben ser balas de plata.

Caigo al suelo. Todo se oscurece de la nada.

Lucas es en lo último en lo que pienso antes de caer en la inconsciencia. 


Nota. 

La verdad es que no me gusta mucho dejar notas al final de los capítulos, pero quiero hacerlo ahora. Solo dos cuestiones que tratar con todos ustedes. 

¿Qué opinan de la nueva portada y el nombre de la historia? La verdad es que ya me había cansado la portada anterior, así que decidí que lo mejor era cambiarla. Espero que les guste. 

Y la cuestión más importante aquí. ¿Qué opinan del MPREG? ¿Les gusta o les desagrada? Me agradaría conocer su opinión. Por favor digan lo en la caja de comentarios. 



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top