Capítulo 24: Duelo.
Ethan.
Suspiro.
Estoy algo nervioso por las implicaciones que traerá lo que planeo hacer. Aunque eso no me quita la intención de hacerlo, sea lo que sea que ocurra estoy preparado para todo. Le prometí a Lucas que entraría a la manada con la frente en alto, que todo el mundo sabría quién es y su importante papel en nuestra sociedad. Y eso es exactamente lo que planeo hacer. Nadie volverá a burlarse de él, nadie osará meterse con la pareja de un Alfa. Lucas lo es todo para mí, es mi otra mitad, su lugar es a mi lado. Aquel idiota que se atreva a interferir en nuestra relación, a señalarlo con el dedo y juzgarlo, se arrepentirá toda su vida.
Camino por el estudio, pensando en la mejor forma de actuar. No quiero que nadie salga lastimado, pero si es necesario hacerlo, todo sea por el bien de la manada entonces que así sea. María y yo tenemos un plan de acción, tan solo espero que funcione. Hemos estado reclutando a lobos para unirse a nuestra causa. Al principio me sorprendió la cantidad de hombres y mujeres que están en desacuerdo con las leyes absurdas que impuso mi padre en su tiempo. Casi el noventa por ciento de la manada quiere un cambio y yo planeo dárselos. Lo único que me inquieta es mi padre y los lobos que lo siguen. Guerreros que no dudarán un solo segundo en matar si es necesario.
Son las seis de la madrugada.
El sol comienza a asomar por el horizonte. Los rayos iluminando las gotas del rocino en los árboles. La manada está en una extraña paz, casi quebradiza, como si en cualquier momento fuera a romperse. Tomo una copa de cristal de la encimera, vacío un poco de whisky en ella y lo revuelvo. Siempre me ha gustado ver el movimiento del líquido entre los hielos. Escuchar el roce de los cubos con el cristal. Su color ámbar y su fuerte olor a frutas me hipnotiza.
—Ethan.
Lo bebo de golpe.
Siento como el líquido resbala por mi garganta, quemándola al pasar.
—¿Qué haces tan temprano despierta?
—Escuché ruidos —contesta Kristen a mi espalda—, vine a investigar.
—Lamento haberte despertado.
—¿Cuándo llegaste?
—Hace un par de horas —respondo sentándome en el sillón a mi derecha.
—¿Por qué no viniste a la cama?
—No tenía sueño.
Me mira enfadada, cruza sus brazos sobre su pecho.
Sigo sin creer lo imbécil que fui como para meterme con una mujer como ella, tan fría y manipuladora. No puedo negar que es bella, de hecho es una de las mujeres más hermosas de toda la manada. Pero así como su belleza es clara, lo es también su malicia. Es una loba fría y desconsiderada, alguien a quien no le importa en lo más mínimo pasar sobre los demás para conseguir lo que quiere. Si no hubiera sido por Troy, creo que jamás la hubiera visto de nuevo. Mucho menos considerado para ser mi falsa compañera.
Estaba ebrio, muy dolido por la desaparición de Lucas. Pensaba que jamás lo recuperaría, de hecho ya había perdido toda esperanza de volver a verlo. Necesitaba desahogarme, liberar un poco la tensión en mis hombros. En aquel entonces vivía en los bares, emborrachándome hasta caer rendido. Fue una noche así en la que ella apareció. Su sonrisa me atrapó en un principio, sus caricias fueron calentando mi cuerpo. Mis sentidos, nublados por todo el alcohol en mi sistema, no me detuvieron para follarla en los baños de bar. Jodimos durante una hora. Mi lobo pensando que era Lucas a quien estábamos tomando, yo forzándome a romper con el lazo que me unía a él.
Un mes después apareció en la puerta de mi casa. Estaba embarazada y quería que cómo el padre que era, me hiciera cargo del niño. No lo dudé por un segundo, era mi responsabilidad como Alfa cumplir con la tarea de proteger a mi cachorro. Nos casamos tres meses después. Para esas fechas yo estaba decidido a no volver a interferir en la vida de Lucas. Así que pensé, como el idiota que era, que ese matrimonio me serviría para olvidar todo el dolor de su partida. Que idiota fui. Si no fuera por Troy que está en mi vida, no hubiera soportado tanto tiempo a su lado.
—Al menos podrías fingir que te da gusto verme Ethan.
—¿Qué es lo que quieres ahora Kristen? —digo vaciando de nuevo, un poco de whisky en la copa de mis manos.
Sonríe.
—Quería saber cómo le fue a mi marido en sus negocios.
—Bien —respondo de mala gana—, cerramos el trato.
—Me alegro.
Se sienta a mi lado, recargando su cabeza sobre mi hombro.
Tal vez en el pasado no hubiera hecho nada por quitarme, joder de hecho apreciaba los pocos contactos que tenía con otra persona. Pero ahora que Lucas está de nuevo en mi vida, ahora que soy feliz con la persona que el destino y Dios crearon para mí, no puedo hacer esto. El mero hecho de que Kristen me toque u oler su aroma, me dan nauseas. No puedo imaginar pasar más tiempo a su lado. No sé cómo durante tantos años Kristen fue capaz de engañar a su auténtica pareja, pero yo no soy como ella, yo jamás engañaría a Lucas.
—Pero ¿qué carajos te ocurre ahora Ethan?
—No es nada... solo estoy algo cansado.
—¿Cansado? —Ríe—, no me vengas con eso. Tú nunca estás cansado.
—Kristen...
—¡Venga ya dímelo! —Grita— ¿estuviste con esa zorra no es verdad?
Joder siempre es lo mismo con ella.
Cierro mis ojos en frustración. Desde que me atreví a casarme con ella, nunca he tenido un solo día de tranquilidad. Sus celos estúpidos y enfermizos me desesperan. Es que no logro entender cómo es posible que sienta eso por mí. Desde siempre he sabido que no me ama, que incluso podría odiarme. ¿Entonces porque fingirse la esposa devota? ¿Es que acaso la posición que le da ser la mujer del Alfa, es más importante para ella que cualquier otra cosa?
—¡Contéstame! ¡¿Fuiste a follarte a esa puta no es verdad?!
—¡Déjate de estupideces de una maldita vez!
Golpeo con furia el escritorio de madera.
—Así que si estuviste con esa puta después de todo.
—¿Y si fuera así? —Pregunto— ¿qué harías?
Mierda, no quería hacer las cosas de esta manera.
Planeaba hablar con ella como los dos adultos que somos. Muy en el fondo, esperaba que pudiera entender mis razones y en el mejor de los casos, que aceptara el trato que iba a proponerle. Solo quiero lo mejor para los tres, en especial para ella y para nuestro hijo. A pesar de todo, Kristen es y seguirá siendo la madre de mi cachorro, lo menos que puedo hacer es desearle lo mejor. Pero al final con ella nunca se puede hablar, siempre tergiversa las cosas.
Me fuerzo a respirar con tranquilidad. Cierro mis ojos en frustración. Estoy cansado de escuchar sus estupideces, cansado de soportar a una mujer como ella. Cierro mis manos en un doloroso puño. Necesito tranquilizarme sino quiero que las cosas se salgan de control. Me obligo a pensar en Lucas, en los días tan increíbles que pasé a su lado, pero la furia sigue ahí. Mi lobo interior a punto de saltar y desgarrar la garganta de Kristen por osarse a insultar a Lucas. No puedo dejar que mi parte animal me controle, no cuando todo se puede salir de control.
—¡Maldito hijo de puta! —me golpea en el pecho.
La arrempujo contra el sillón.
Me ve con desprecio, con odio.
—Quiero el divorcio Kristen —digo con tranquilidad.
—¿Cómo dices?
—Quiero el divorcio —insisto—. Quiero separarme de ti. No te amo, nunca lo he hecho. El único motivo por el que seguimos juntos es por Troy. Pero creo que nuestro cachorro ya tiene la edad suficiente como para entender que sus padres se quieren separar. No puedo seguir así, no hay día en el que no me arrepienta por haberte tomado como mi esposa. El haberme metido contigo fue un error del que nació Troy, por eso mismo siempre te voy a querer y respetar. Pero tienes que entender Kristen, ya llegué a un límite. No puedo continuar más de esta manera, simplemente no puedo hacerlo.
—¿Por qué haces esto? —Pregunta—, ¿por qué querer divorciarte ahora?
Llegó el momento. Es la hora de decir toda la verdad.
Todo sea por Lucas y nuestra felicidad.
—Si hijo, contesta —me paralizo al escuchar la voz profunda de mi padre desde la puerta del estudio—. Sabes que un lobo no se puede divorciar de su auténtica pareja. Va en contra de todas las normas y leyes que yo mismo cree. Venga dinos entonces. ¿Por qué quieres separarte de Kristen? ¿Es que acaso ella tiene razón? ¿La engañas?
Su mirada es fría y retadora.
Sabía, cuando regresé a la manada, que llegaría un momento en el que tendría que enfrentarme a él y a todos los que se opusieran. Sus estúpidas leyes, su presión cuando era joven y su carácter duro, fue lo que me orilló a que cometiera la peor estupidez de mi vida: rechazar a Lucas. Pero ya no estoy dispuesto a dar marcha atrás. Ya no soy el Ethan débil y manipulable que era en la preparatoria. Ahora que Lucas me aceptó de nuevo en su vida, me siento con la fortaleza necesaria como para salir adelante y enfrentarme al mundo entero.
—Kristen nunca ha sido mi verdadera pareja —digo sosteniéndole la mirada.
—¿Qué es lo que dices?
—Lo que escuchas padre —contesto—. Kristen nunca ha sido mi otra mitad.
—¡Miente! —Se levanta de golpe—, ¡Si soy su otra mitad! Es él el que está mintiendo. No dudo que la zorra de su amante le haya metido ideas en la cabeza. Ya no sé quién eres Ethan, ¿Con que clase de personas es que te revuelcas? Debe ser una puta muy buena como para hacer que destruyas a tu familia. Que te alejes de tu otra mitad.
—¡No te atrevas a hablar así de él! —grito de la impotencia.
Los ojos de Kristen se agrandan al escuchar eso último.
Mi padre me observa desde la puerta. Sus manos cerradas en un intenso puño. Su mirada más fría que nunca, llena de rencor y furia. Siento como si en cualquier momento fuera a saltar y golpearme. Pero tengo que ser fuerte, por Lucas y nuestra felicidad. ¡Joder, yo soy el Alfa de la manada Luna Negra! Nadie puede, ni siquiera mi propio padre o mi familia, cuestionar nunca lo que yo decida hacer. Si no están del todo conformes con mis decisiones o la manera en la que dirijo las cosas, pueden marcharse cuando quieran.
—¿Disculpa? —Pregunta— ¿Escuché bien? ¿Él? No me digas que mi hijo, el Alfa de una de las manadas más importante en todo el país, ¡es un puto marica de mierda! Por favor Ethan, dime que escuche mal. ¡Solo dímelo, joder!
—Tal como escuchaste padre —respondo—. Es Lucas de quien hablo.
—¿Lucas? ¿Qué Lucas? —interrumpe Kristen.
Sonríe.
—No te atrevas a decir que es Lucas Wood de quien hablas.
—¡Lo es! —respondo—. Planeo reconocerlo como mi pareja ante todos en la manada. Su lugar es y será por siempre a mi lado, conmigo, dirigiendo los dos. Nunca debía haberlo rechazado cuando lo descubrí hace nueve años. Pero en ese entonces tenía mucho miedo de ti, no me sentía capaz como para enfrentarte. Pero eso cambió. No pienso dejar que el temor me controle esta vez. Estoy dispuesto a luchar por él ¡sea como sea!
—¿Así que el maldito marica de Lucas es tu compañero? —sonríe—, no sabes el asco que me das Ethan.
—¡No te atrevas a llamarlo así!
—¿Cómo? —Alza las cejas— ¿Marica?
Gruño. Mi lobo a punto de salir a la superficie.
—Pero si eso es lo que es —contesta—, ¡un puto marica de mierda!
—¡Maldito bastardo!
Salto sobre el escritorio de madera. Mi lobo interior está furioso, quiere sangre tanto como yo. A un lado quedó el poco respeto que le tenía como mi padre. Nadie se va a atrever a insultar a Lucas en mi presencia. Cometí el error una vez de no defenderlo, pero no pienso a cometer el mismo error. Ahora estoy decidido a protegerlo con mi vida si es necesario. Lucas es mi otra mitad, así tenga que luchar contra toda la manada, planeo darle el lugar que se merece. Y si mi padre es al primer lobo que tenga que enfrentar, pues que así sea.
Lo golpeo de lleno contra el rostro. Siento como fracturo el hueso de su nariz. Trastabilla, cayendo de bruces al suelo. No es suficiente, un golpe no es nunca suficiente. Lo levanto, tomándolo por el cuello de su camisa. Lo arrempujo contra la pared, golpeándolo en el abdomen repetidas veces. Sonríe, retorciéndose por el dolor punzante en sus mejillas y vientre. Sus ojos llenos de odio. Mi lobo toma el control, sacando toda la rabia que lo quema por dentro. Nadie puede hablar mal de la pareja de un Alfa. Después de los cachorros, el compañero de un lobo es lo más importante en su vida, incluso llegando a ser más que su propia manada.
—No vuelvas a referirte a él de esa manera.
Ríe.
—¿Y por qué no debería hacerlo? —pregunta con una puta sonrisa hipócrita.
Golpeo la pared a escasos centímetros de su cara.
—Porque la próxima vez no pienso detenerme.
Camino hasta la salida. Necesito salir y correr por el bosque.
—¡Eres débil Ethan! —Grita— Demasiado débil. No deberías ser Alfa.
Lo miro a los ojos, apretando su garganta con mi mano derecha.
—Pues lo soy.
—No por mucho tiempo —tose—. Ya no hay otro camino más que retarte por el título del Alfa. La manada merece un líder mejor. ¡Alguien con mano dura, que no tenga miedo de hacer lo que es correcto! Tú no sirves para esto Ethan. No sabes lo avergonzado que estoy de ser tu padre.
La furia hirviendo en mi interior.
¿Este es el hombre a quien yo llamaba padre?
Golpeo su rostro con mi puño derecho, cae por segunda vez al suelo.
Me sonríe el muy imbécil.
Se levanta, apoyando sus manos en el escritorio de madera. Un hilo de sangre brota de su boca. Veo que le faltan dos dientes y como sus encías sangran. Escupe al suelo, mirándome con rabia. Cierra sus manos en puños, incitándome a que lo golpee de nuevo. Lo intento hacer, pero esta vez esquiva mi movimiento. Me sujeta por la cintura, arrojándome sobre su hombro, caigo de espaldas al suelo. Dejo salir todo el aire de mis pulmones, mi cabeza zumba por el impacto. Camina con tranquilidad hasta mí, hasta estar a centímetros de mi cuerpo. Veo como me sonríe con malicia. Me patea repetidas veces en el abdomen.
Me sujeta por los cabellos, obligándome a ponerme de pie antes de arrojarme contra la pared a mi espalda. Escucho como los cuadros caen al suelo, rompiéndose en mil pedazos. Veo como mi padre pisa la fotografía del último cumpleaños de Troy, estamos abrazados, levantando su consola en el aire. Sin notarlo, vuelve a golpearme, esta vez en el rostro. Mi vista se nubla por unos segundos, tiempo que aprovecha para lanzarme puñetazos al bajo vientre. Me doblo por el dolor punzante. Siento como un par de costillas se rompen.
—¿Qué pasó? No que muy valiente.
Kirsten grita por ayuda desde una de las esquinas.
De pronto escucho como a lo lejos, varios miembros de la manada se acercan corriendo. Debieron haberse despertado por la conmoción. Me levanto, más decidido que nunca a continuar con la lucha. El muy idiota se atrevió a retarme por el título. Nunca se hace eso a menos que estés dispuesto a morir. Sé que es mi padre, no debería sentir la rabia que tengo, pero se atrevió a insultar a uno de los dos seres más importantes en mi vida.
—Es que aún no empiezo.
Escupo un poco de sangre sobre la alfombra de la oficina. Creo que tendré que hacer una remodelación completa cuando termine con él. Corro hasta mi padre, levantándolo y arrojándonos los dos por una de las ventanas. Caemos más de dos pisos hasta el suelo, impactando sobre la nieve compacta de la noche anterior. Siento como los huesos de mi mano derecha se rompen, pero no me preocupa demasiado. Un hombre lobo tiene la capacidad de sanar rápidamente y más cuando se trasforma.
Poco a poco, a nuestro alrededor, se van agrupando varios lobos.
Nos miran extrañados.
—¡Ethan! ¿Qué mierda está pasando aquí?
Jackson intenta detenerme por los hombros, pero con fuerza lo aparto.
—¡Nadie se meta en esto! —Ordeno con mi voz más dura—, mi padre me ha retado a un duelo por el título del Alfa. Conocen las reglas, nadie puede interferir en un combate. Uno de los dos saldrá victorioso, el otro morirá.
Asienten.
No quería llegar a esto, joder nunca pensé que terminaría de esta manera. Ante todo el hombre que tengo frente a mi es mi padre y como tal siempre lo voy a querer y respetar. Pero una vez que el desafío está presente, es obligación del Alfa defender su título, hasta que uno de los dos salga muerto del combate. Solo Dios sabe que no quiero lastimarlo, aun con todo lo que ha hecho a la manada en sus años como líder, es mi padre a quien debo enfrentar. Pero ya no hay nada que se pueda hacer para detenerlo. Tengo que terminar esto de una vez y por todas.
—No hagas esto Ethan —Jackson se interpone entre los dos— es mi padre de quien hablamos. No hagas esto por favor, detente. No cometas una estupidez.
—¡Hazte a un lado Jackson! —Grita él—, tu hermano no tiene las bolas necesarias como para ser un Alfa. ¡Solo yo puedo gobernar con mano dura!
Arrojo a Jackson a un lado.
Desgarro mi camisa, transformándome en lobo.
Siento como los huesos de todo mi cuerpo se rompen y se acomodan de nuevo. Mi pelaje negro y blanco comienza a crecer por todo mi pecho. Mi padre también se trasforma. Un gigantesco lobo negro aparece frente a mí. Mis sentidos se agudizan, mi fuerza y rapidez aumentan. Estoy listo para luchar por lo que más quiero, por lo que me corresponde. Voy a cumplir con lo que le prometí a Lucas. Así tenga que pelear contra mi propio padre, Lucas entrará a la manada con la frente muy en alto. Orgulloso de ser mi compañero.
Con rapidez embisto a mi padre en uno de sus costados, arrojándolo con fuerza contra el tronco de un árbol a su espalda. Escucho como deja salir un pequeño gemido de dolor. Aprovecho la oportunidad para morderle una de sus patas traseras. Siento como la sangre escurre por mi boca, mis colmillos perforando carne y tendones. Sacudo con violencia mi cabeza, desgarrando la mayor cantidad de tejido posible. Mi padre se sacude violentamente, intenta zafarse de mi agarre. Me muerde uno de los costados, abriéndome la carne. Mi sangre mancha la nieve blanca. Me duele el costado, pero eso no es suficiente como para detenerme.
Me alejo de él. A nuestro alrededor, gran parte de la manada nos miran expectantes. No saben qué hacer. Es la primera vez en la historia de nuestra manada, en la que padre e hijo se enfrentan por el título del Alfa. Me estremezco al escuchar el aullido de mi padre. Me golpea con todas sus fuerzas. Rasgando parte de mi rostro con sus garras afiladas. De pronto mi vista se empieza a nublar. Veo todo rojo, como si tuviera una fina capa de tela de ese color. Me sacudo con fuerza. Levantándome en las patas traseras y haciéndole lo mismo a él.
Chocamos de nuevo. Esta vez los dos resbalamos por la nieve. Intentamos mordernos las extremidades o cualquier otra parte del cuerpo en la que podamos infringir algún daño. Me pongo de pie, nos miramos a los ojos, ambos gruñimos. No quiero hacer esto, no quiero lastimarlo más. Pero mi padre parece no entender razones. Corre hasta mí, golpeándome con todo su cuerpo y aprovechando para morderme muy cerca del cuello. Esa es la parte más débil de cualquier lobo. Aúllo del dolor al sentir como sus colmillos perforan mi carne. Se sacude con fuerza, haciéndome caer de lomo contra la nieve.
Lo impulso con mis patas traseras, lanzándolo con fuerza hacia atrás. Siento un dolor profundo cuando sus colmillos desgarran más la herida a centímetros de mi garganta. Nos miramos, gruñimos con todas nuestras fuerzas. Es claro que mi padre va enserio, quiere verme muerto a como dé lugar. Me pongo de pie, aspirando el aroma de la tierra húmeda y el rocío por las mañanas. De pronto siento una esencia muy familiar cerca de mí. Por un segundo giro mi cabeza a mi derecha. Troy me observa detrás de Jackson, esta aterrado. Sus ojos rojos por el llanto, su pequeño cuerpo estremeciéndose por el miedo.
Mi padre aprovecha mi distracción para atacarme de nuevo. Rasgando mi rostro por segunda vez. Mi vista se nubla aún más. No puedo ver más allá de mi nariz. Pequeños ríos de sangre brotan de mis heridas y caen al suelo. Los lobos a nuestro alrededor gritan en sorpresa. Temen que pueda perder esta batalla. Mi padre me embiste con todas sus fuerzas, golpeándome en el costado. Aúllo al sentir como mis costillas se van quebrando una a una, caigo al suelo, mis patas no pueden soportar más mi peso. Estoy muy herido, pero no pienso rendirme jamás. Me vuelvo a poner de pie, recargándome contra un árbol a mi espalda.
—¡Papá! —Grita Troy con fuerza— ¡No!
Su llanto me da fuerzas como para levantarme y continuar luchando. No puedo ver nada, mi vista comienza a nublarse poco a poco. Mi padre gruñe en la lejanía, casi como si estuviera celebrando su victoria. Corre de nuevo hasta mí, puedo escuchar sus pisadas en la nieve, sentir su aroma muy cerca y penetrante. Me reclino contra el tronco, una idea cruza mi mente, voy a aprovechar su misma fuerza para atacarlo. Antes de que pueda lanzarse sobre mi cuerpo ya muy agotado, esquivo su ataque. Escucho como se estrella de lleno contra el árbol a mi espalda. Sus huesos se rompen, su pata delantera queda hecho un girón. Cae en la nieve, intenta ponerse de pie pero no se lo permito.
—¡No! —Alguien grita, pero no logro ubicar su voz— ¡Detente Ethan!
Muerdo con fuerza su cuello, enterrando mis colmillos profundamente.
Solo tengo que girar mi hocico y la pelea habrá terminado.
—¡Te lo suplico Ethan! —Alguien vuelve a gritar— ¡Detente!
De la nada siento como dos brazos delgados me sujetan por el lomo y con fuerza me obligan a soltarlo. Estoy furioso por la intromisión. Nadie se puede meter en un combate por el título del Alfa, va en contra de todas las normas de la manada. No me va quedar más remedio que exiliar al entrometido.
—Por favor... —gime—, te lo suplico... no le hagas nada.
Mi vista se recupera un poco, solo lo suficiente como para ver a María que hincada a su lado, cubre a mi padre con ambas manos. Está llorando, sus lágrimas resbalan por sus mejillas morenas. Se sacude violentamente, levantando sus manos e implorando perdón. Mi padre intenta levantarse, pero ella no se lo permite, lo fuerza a permanecer acostado.
—Te lo ruego Ethan... por favor.
Gruño. ¿Por qué debería hacerlo?
—Ethan... tu padre... es mi compañero —llora.
Me paralizo al escuchar eso.
¿Mi padre... compañero de María? Pero que mierda...
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