Capítulo 22: Chocolate.
Lucas.
Caminamos los dos tomados de las manos.
Esto es alucinante, algo que aún me resulta en momentos difícil de creer. Ethan me sujeta de la mano con orgullo. Una enorme y brillosa sonrisa en su cara, llena de satisfacción. Esos intensos ojos verdes que no dejan de mirarme un solo segundo, me siento como si fuera lo más increíble que hubiera visto en mucho tiempo. Parece no importarle nada, ni siquiera las miradas de todos los extraños que, con las cejas levantadas y muecas de desaprobación, nos miran al vernos caminar con un paso lento y tranquilo, por el parque principal de la ciudad. Me siento afortunado por primera vez en mucho tiempo. Dichoso de ser amado por alguien como él, que no tiene vergüenza o miedo en lo más mínimo de presumirme al mundo entero como su pareja.
Es de noche ya. La luz de los edificios que brillan al fondo, tal como si se tratara de una perfecta postal. La luna enmarcada por el tuene titileo de las estrellas a su alrededor. No decimos nada, no hacemos otra cosa más que caminar por el parque, disfrutando de la compañía del otro. Agotados los dos, después de un largo maratón de besos y caricias. De haber hecho el amor como locos, en cualquier pequeño rincón de mi departamento. Ethan aprieta ligeramente mi mano, rozando con su pulgar la suave y tersa piel de mis palmas. Una sonrisa traviesa en su cara, que me deja entrever todos los sucios pensamientos que cruzan por su mente. No cabe la menor duda que me enamoré de un lobo feroz y caliente.
—¿En qué piensas cariño? —pregunta abrazándome por la espalda.
—En los dos —respondo sintiendo el calor de su cuerpo, sus manos aferrarse a mi cintura, su rostro hundirse en mi cuello—. En todo lo que ha pasado entre nosotros. Pero sobre todo en los retos que nos están esperando.
—Sea lo que sea que el futuro tenga preparado para los dos, quiero que sepas que sin importar nada, yo estaré a tu lado Lucas. No importa lo difícil de la situación, yo no pienso irme a ningún lado. Prometo luchar junto contigo, apoyarte cuando quieras caer y levantarte si es necesario.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo cariño —besa mi cuello—. Ten por seguro que dedicaré mi vida entera en hacerte el hombre más feliz sobre la faz de la tierra. Solo déjame demostrártelo. A partir de ahora Lucas, todos los días de mi vida irán enfocados en convertirme en el hombre que tu mereces. Ya no soy ese joven estúpido de dieciocho, ahora soy un Alfa que sabe perfectamente cómo cuidar de los suyos. Como cuidar de lo mejor en mi vida.
Giro mi cuerpo y lo beso. Nuestras bocas rozándose una a la otra. La punta de su lengua dibujando pequeños círculos en mis labios abiertos. No sé cuántas veces hemos hecho esto en las últimas horas, pero algo me queda perfectamente claro, jamás me cansaré de hacerlo. No entiendo como pude pensar en vivir sin él. Ethan lo es todo para mí, la parte faltante en mi vida. Ese motor que me impulsa a continuar caminando a un nuevo y reluciente futuro. Es cierto que ambos tenemos un turbio pasado, pero al final no es como inicias tu historia lo que te define como ser humano, sino como decides terminarla.
Quiero pasar el resto de mis días con él, de eso no hay duda ya. Quiero poder ser testigo de sus despertares, acariciar la piel desnuda de su cuerpo mientras hacemos el amor, abrazarlo cuando se me dé la gana, jugar con él como niños pequeños. Quiero hacer tantas cosas que solo el tiempo dirá si todas esas fantasías e ilusiones se harán realidad. Lo único que le pido a Dios y al destino es que nos dejen disfrutar de esta felicidad que nos quema por dentro.
—Te amo tanto Lucas.
—Y yo a ti Ethan.
Me sonríe. Nuestras narices rozándose en un beso de esquimal.
—Pero venga ya —me toma por la mano—, es nuestra primera cita, hay muchas cosas que hacer. ¿O es que ya lo olvidaste cariño?
—Como podría olvidarlo amor... es nuestra primera cita como pareja. La primera vez en la que Ethan Cormack tiene la magnífica suerte de salir con alguien tan caliente, perfecto, sexy y encantador como lo soy yo.
—¡Joder! —Me levanta en un intenso abrazo— ¡Soy el hombre más afortunado del mundo! Tengo al compañero más hermoso, dulce y maravilloso de la tierra. No puedo pedir más. ¡Te amo tanto Lucas!
—Y yo a ti tonto... —sonrío.
—Un tonto que te amará por siempre.
Recorremos en silencio el largo sendero principal del parque. Dejando atrás las miradas desaprobatorias de desconocidos y los murmullos entre ellos. Después de haber pasado la mayoría de mi vida en la manada, con todos esos señalamientos que me hacían diariamente, me acostumbré a ser siempre la víctima del que dirán de las personas. Pero con eso también aprendí mucho. Aprendí a como endurecer mi carácter para no darles importancia a personas que en nada me definen como hombre, ni mucho menos que aportarán en mi vida. Caminamos los dos un par de metros más, perdiéndonos entre la línea de los árboles hasta llegar a la pista de hielo en la cabaña del viejo Thompson, detrás de dos densos robles de más de doscientos años de antigüedad.
Construida alrededor del 1912. La cabaña de John Elliot Thompson es uno de los mayores íconos de la ciudad. Ese idílico lugar en donde se han celebrado todo tipo de fiestas de la más alta alcurnia. Una gigantesca cabaña de madera de dos pisos y varias habitaciones. Un restaurante italiano sencillo en la planta baja, un jardín de rosas blancas y una pista de hielo en la parte trasera. Año tras años las personas de la ciudad se reúnen para ver el ya tradicional encendido del árbol de navidad y porque no, pasar un rato agradable. Aún recuerdo las tardes que pasé aquí. Acababa de llegar de la manada, no conocía a nadie en la ciudad ni mucho menos la ciudad en sí. La encontré por casualidad y desde entonces se convirtió en el lugar a donde iba a pensar. Dejaba a un lado todos mis pensamientos, me sumergía en un mundo totalmente diferente.
—¿La cabaña Thompson?
—Recuerdo haber leído en tu diario que te gusta patinar.
—Me encanta Ethan... —contesto mirándolo a los ojos—. Sabes María me enseñó cuando cumplí los doce años. Faltaban unos quince días para navidad, era de esas primeras nevadas duras del año. Fuimos hasta la cascada congelada. Yo tenía miedo de que tu padre nos descubriera y me matara ahí mismo. María en cambio estaba tan segura, tan insistente. Patinamos por horas, disfrutando del frío en nuestros rostros. No recuerdo haberme caído tanto en mi vida. Pero lo disfruté al máximo.
—Debió haber sido algo especial para los dos.
—Lo fue —respondo—. Es uno de los poco recuerdos buenos que tengo.
—Estoy muy orgulloso de ti Lucas —dice sentándose a mi lado.
—Aún hoy puedo oler el aroma de la nieve y la tierra húmeda. Puedo sentir el viento helado sobre mi piel y recuerdo los golpes que me daba al caer. Uno de los mejores días de mi vida. De los pocos recuerdos que en verdad puedo presumir. Los demás son tan... tristes.
—Lo lamento...
—¡Pero venga ya! No recordemos el pasado por ahora Ethan.
Sonríe.
—Esto es muy hermoso. Muchas gracias.
—Pensé que sería una buena idea cenar aquí cariño.
—Es una estupenda idea —lo beso. Acaricio la barba en sus mejillas.
—Solo hay un pequeño detalle Lucas...
—¿El qué?
—Yo no sé patinar cariño —dice inclinando la cabeza con una media sonrisa en su cara—. Solo esperaba que... esperaba que tu pudieras... ya sabes.
—¿Enseñarte? —pregunto levantando las cejas.
—Sí —contesta—, algo como eso... tú sabes.
Asiento.
Ethan oculta su rostro entre sus manos. Está ligeramente avergonzado. Sus mejillas se ruborizan al sentir mi mirada sobre él. Debe ser algo difícil pedir ayuda cuando estás acostumbrado a ser tú el que ayuda. Respira entrecortadamente mientras toma mi mano entre las suyas. Está caliente. Sus dedos jugando con mi piel blanca. Tengo que admitir que Ethan me sigue sorprendiendo con el paso de las horas. Es todo lo que yo no soy, todo lo que se podría decir necesito en mi vida. Creo que por fin, y después de tanto tiempo, entiendo el verdadero significado de ser una pareja predestinada. Somos en esencia todo lo que el otro puede llegar a necesitar. Dos mitades de un todo. Ethan y yo, por siempre juntos.
—No tienes por qué avergonzarte cariño —le acaricio la espalda—, recuerda que yo no sé andar en bicicleta. Aunque lo intenté muchas veces. Pero sabes, eso es lo que nos hace ser prefectos, nuestros propios errores y debilidades. Somos en realidad seres imperfectamente perfectos.
Me mira, sus ojos brillan con una extraña luz.
—Que haría yo sin ti Lucas...
—Lo mismo que yo sin ti Ethan.
Entrelazamos las manos. Le sonreímos a la nada.
Mi vista se pierde entre las personas que caminan frente a nosotros. Un grupo de jóvenes de no más de dieciséis años que patinan con una agilidad y destreza sorprendente. Algunas parejas tomadas de las manos, bailando al compás de la música electrónica que resuena por los altavoces. Otros más jugando carreras, girando con velocidad en las curvas, levantando el hielo con el filo de los patines. Una joven rubia dando saltos hacia atrás. Una pequeña niña con una enorme sonrisa en su rostro, mientras que su padre la sujeta de las manos y patina a su lado. Mi vista clavándose en una pareja de ancianos que aferrándose a la barandilla de seguridad, hacen el intento de deslizarse sobre el hielo resbaloso, sonriéndose y apoyándose mutuamente. El enorme abeto a la mitad de la pista, decorado con cientos de figuras, focos y estrellas.
Al ver el árbol decorado y la pareja de ancianos, no puedo evitar preguntarme cómo serán a partir de ahora todas mis navidades. Siempre, desde que llegué a la ciudad, las he estado pasando junto con Vanessa y Drew. Unas en la playa, alejándonos los tres del frío del invierno y disfrutando de unas merecidas y largas vacaciones. Otras en alguna cabaña perdida, debajo de una enorme montaña, idea de Drew que deseaba aprender a deslizarse en tablas de Snow. Pero ¿y ahora que Ethan está de nuevo en mi vida? Tal vez a él le guste pasar las festividades con su familia, rodeado de todos los que ama. O tal vez no celebra la navidad. Sea como sea, solo espero poder estar con él.
—Está bien —digo poniéndome de piel con un salto— ¡Hagámoslo!
—¡Qué! ¿Ahora?
—Si —contesto—. Ahora o nunca cariño. ¡Es momento de divertirnos!
—Pero... yo pensaba que era mejor después de cenar.
—¡Olvídalo Cormack! No podría patinar con el estómago lleno.
—Pero amor... yo...
—Pero nada Ethan. ¡Eres un Alfa por Dios! Venga ya, vamos a ello.
—Si pero...
—¡Te divertirás!
—Si tú lo dices....
Lo obligo a caminar hasta la entrada a la pista. Sus hombros tiemblan por el miedo. Algo me dice que esto será divertido.
......................................................
Estamos agotados.
La noche es cada vez más profunda y fría. Me detengo a la salida de la pista de hielo. Alzo la mirada y veo como el tuene brillo de las estrellas desaparece detrás de las densas nubes de tormenta. Una fuerte brisa sacude mis cabellos rebeldes que se pegan a mis labios abiertos. El viento helado me hace titilar por el frío que es cada vez más crudo e intenso. Hace poco menos de media hora que las personas regresaron a sus hogares. Estoy cansado y algo adolorido por las caídas, pero extasiado al mismo tiempo. Ethan me mira desde el centro de la pista, justo a un lado del enorme árbol de navidad. Extiende sus manos y me sonríe. De dos impulsos me deslizo hasta él.
Me envuelvo entre sus brazos abiertos, descansando mi cabeza sobre su pecho plano. Sus brazos musculosos me aferran por la cintura, pegándome más a su cuerpo. Besa mi cabello congelado, susurrándome al oído lo mucho que me ama. Está caliente. Su aliento eriza la piel de mi cuello. Sus dedos recorren la línea de mi espalda, hasta llegar a mi trasero y apretarlo ligeramente. Creo que a mi Alfa le gusta mi culo. Me muerde con delicadeza ese lugar en el que espero vaya su marca cuando por fin me reclame. No cabe duda que podría vivir eternamente entre sus brazos, en ese calor que alivia por completo el frío en mi interior.
—Ethan.... —suspiro.
—Dios Lucas... no hagas eso cariño.
—¿Qué cosa? —pregunto mordiéndome los labios.
De pronto veo como el verde de sus ojos cambia a un intenso amarillo.
—Eso —responde él con la voz profunda. Tocando con su pulgar mi labio inferior, apoyando su frente contra la mía—. Susurrarme al oído, morderte los labios, mirarme en la manera en que lo haces. No sabes lo mucho que me afecta.
—¿Cómo te afecta?
Toma mi mano entre las suyas, posándola en el enorme bulto de su pantalón.
—No tienes idea de lo duro que me estás poniendo en estos momentos Lucas.
—¿Me ama Alfa? —pregunto acariciando su creciente erección.
—No tienes una puta idea de lo mucho que lo hago.
—Entonces béseme.
Antes de que pueda hacerlo lo empujo con fuerza, alejándome de él. Ethan gruñe de frustración a mi espalda. Lo miro con una media sonrisa en mi cara. Sus ojos brillan de deseo y lujuria. Me detengo junto a la puerta de salida de la pista. Mi cuerpo recargado sobre la barra de protección, mis manos a ambos lados de mi cuerpo. Nos miramos en completo silencio, no necesitamos decir nada, sabemos a la perfección lo que el otro quiere, lo que el otro necesita. Me dejo llevar por la letra de la canción que suena por los altavoces. A mi espalda siento la mirada de uno de los encargados de la pista, pero no le doy importancia.
Su mano derecha acaricia mi espalda, subiendo hasta llegar a mi cabello. Entierra sus dedos en mis mechones, jugando con ellos. Me sujeta por el cuello y me acerca a sus labios abiertos. Puedo sentir como su aliento acaricia mi piel. Nuestras bocas a centímetros una de la otra, a punto de tocarse en una intensa caricia. Nos besamos con lentitud, con cariño y algo de lujuria. Permitimos que nuestras lenguas jueguen en un delicado vaivén. Ethan dibuja el contorno de mis labios, mordiéndolos hasta dejarlos hinchados y húmedos, anhelantes por más contacto. De pronto la nieve comienza a caer sobre nosotros. La luna iluminándonos a través de un espacio abierto. La noche es absolutamente perfecta.
—Nieve...
—Puedo verlo —responde jadeando.
—La noche aún es joven Ethan —jadeo—. Tengo un poco de hambre.
—Yo igual...
—Vayamos a cenar amor.
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Soy tan feliz.
Son las dos de la madrugada. Acabamos de regresar de la que definitivamente ha sido la noche más especial en toda mi vida. Después de cenar en el restaurante italiano de la cabaña Thompson, Ethan decidió que era buena idea ir al cine y disfrutar de alguna película romántica. Las personas nos miraban con ojos curiosos al vernos pasar tomados de la mano, pero en ningún momento me sentí avergonzado por eso. De hecho estaba orgulloso de poder presumir mi relación. Contento de poder tener una experiencia como esa en mi vida. Aunque al final no terminé disfrutando de la película, pues Ethan no dejaba de besarme cada cinco minutos. Me sentí el hombre más afortunado del mundo.
Ambos estamos recostados en el sillón de mi departamento. La televisión encendida frente a nosotros, repitiendo los viejos capítulos de la segunda temporada de Chicago fire. Intento prestar atención pero no puedo concentrarme con todas las caricias que Ethan me está haciendo. Me abraza por la espalda, cubriéndome más con la manta y entrelazando sus piernas con las mías. Besa mi cuello, sus manos pellizcándome los pezones por debajo de mi camisa. Me estremezco al sentir su barba áspera sobre mi piel.
—¿Disfrutaste la noche? —pregunta mordiéndome la oreja.
—Mucho Ethan, gracias.
—No tienes por qué agradecerme nada Lucas, para mí fue un completo honor.
—Sabes siempre quise algo como esto —acaricio la piel bronceada de sus brazos.
—¿Cómo qué?
—Como esto —digo girando y mirándolo a los ojos—. Una noche así. Poder tener una cita contigo, que me hicieras el amor, despertar a tu lado. Quiero poder pasar el resto de mis días de esta manera Ethan.
—Yo también cariño —me besa.
—Gracias por todo lo que hiciste esta noche amor.
—No, gracias a ti Lucas por darme una de las mejores noches de mi vida.
Nos besamos durante minutos. El calor entre nuestros cuerpos aumenta.
Jadeo.
Una pequeña fantasía aparece en mi cabeza.
—Tengo una idea.
—¿A sí? —Alza las cejas— ¿una idea sucia?
—Una idea romántica —lo corrijo.
Ethan me mira curioso. Camino hasta la cocina, abriendo el refrigerador para ver si tengo todo lo que podría necesitar. Saco un pequeño plato con pedazos de fruta y unas tres tabletas de chocolate dulce. Siempre he querido saber qué es lo que se siente hacer el amor y satisfacer los otros sentidos al mismo tiempo. Tomo el chocolate y lo derrito en la estufa. Ethan me mira desde la sillón, tiene los brazos apoyados en el respaldo. Su mirada me sigue de un lado para el otro. Me sonríe, parece que adivinó lo que estoy pensando.
—Chico travieso.
—Siempre he querido hacer esto, espero no te moleste.
—Joder no.
Humedezco mis labios al verlo frente a mí. Ethan se desabrocha un par de botones de su camisa. Coloca uno de sus brazos detrás de su cabeza, sus ojos verdes se trasforman en dos pozos amarillos. Mi polla comienza a palpitar al ver una pequeña capa de vello en su pecho. Sus piernas abiertas. Veo como su mano derecha acaricia el enorme bulto en su pantalón. Dejo el plato con fruta y el chocolate caliente sobre la mesa de cristal a mi espalda. Me sonríe.
—Quítate la ropa —me ordena con una voz profunda.
—¿Cómo?
—Quítate la ropa para mi Lucas.
Jadeo.
—Sí... si Ethan...
—Ethan no —tiene el cejo fruncido—, soy tu Alfa ahora.
Desabotono mi camisa blanca, dejándola caer a un lado. Ethan clava su mirada en mis pezones rosados. Su mano derecha apretando fuertemente la creciente erección en sus pantalones. El calor en mi cuerpo comienza a ser insoportable. Bajo mi mano hasta mi pantalón pero antes de poder quitármelo, la meto entre mis boxers, apretando mi polla con fuerza. Ethan gruñe al verme así. De un solo tirón arranca su camisa, arrojándola por encima del sillón. Gimo al ver su pecho desnudo, la fina capa de vello sobre sus músculos, el contorno de su tatuaje tribal. Tomo el tirante de mis pantalones negros y los deslizo sobre mis piernas. Me quedo frente a Ethan en pura ropa interior. Sus ojos amarillos brillan con intensidad al ver mi miembro marcado a través de la tela negra y apretada de mis calzoncillos.
—¡Joder!
—Alfa...
—Ven —dice Ethan mirándome a los ojos.
Hago lo que me pide sin decir palabra. Camino hasta él, temblando ligeramente. Mis manos rozando deliberadamente la piel sensible que rodea a mis pezones, que comienzan a endurecerse. Ethan acaricia mis piernas desnudas, sin dejar de mírame un solo segundo. Jadeo al sentir la lengua húmeda de Ethan que dibuja el contorno de mi miembro, su mano derecha apretando mi culo. Dios esto se siente tan bien... Toma mi ropa interior y la desgarra de un solo movimiento. Mi miembro erecto revota por el golpe.
—Así está mucho mejor.
Estoy completamente desnudo frente a él. Ethan sentado, con las manos detrás de su cabeza, me sonríe dejando al descubierto sus dos enormes caninos. Mi cuerpo se estremece al sentir esa mirada profunda y cargada de deseo sobre mí. Me siento un poco expuesto pero me gusta la sensación de sentir esa mirada de lujuria y apetito en él. Aprieta su polla sobre su pantalón, abriendo el cierre y dejando salir el enorme falo de carne. Me humedezco los labios al ver la cabeza morada y perlada por el líquido pre seminal.
—Chúpala —ordena.
Casi como si algo invisible me controlara, me hinco frente a él. Ethan me mira intensamente, sus ojos amarillos resplandecen con fuerza. Tomo su enorme polla entre mis manos, deleitándome con la carne caliente y palpitante. Lamo la vena saltada, desde la base a la punta. Jugando con sus bolas con mi lengua. Ethan gruñe, poniéndome una de sus manos sobre mi cabello, golpeando su carne expuesta a mi cara. Cierro los ojos y me dejo llevar por la sensación.
—¡Joder!
La tomo por la base, chupando la cabeza con vehemencia. Ethan arroja la cabeza hacia atrás, llevándose ambas manos a su cara, disfrutando de la sensación. Tomo el falo de carne y la meto de lleno en mi boca. La chupo durante un par de minutos, Ethan moviendo sus caderas cada vez más fuerte. Entierra su polla profundamente en mi garganta. Toco mi polla dura, estoy a punto de correrme.
—Ethan... me corro.
—Alfa —gruñe con una voz profunda.
—Me... me corro.
Me sujeta por la cintura, levantándome y acomodándome sobre el sillón. Se quita el pantalón y la ropa interior, tirándola a un lado. Me toco la polla palpitante al verlo completamente desnudo frente a mí, con su pecho plano cubierto por una capa de vello, los músculos tensos de su culo completamente redondo y firme. Toma la manta con la que nos había cubierto y la acomoda en el suelo. Me recuesta con cuidado, sujetando mis manos a la pata del sillón con una corbata azul.
Lo observo con un fuerte deseo, una intensa necesidad de ser reclamado por él, por mi Alfa. Mi erección palpitando, dolorosamente dura. Una gota de líquido pre seminal escurre sobre mi abdomen. Ethan se hinca a mi lado, jugando con la pequeña gota entre sus dedos. Mojo mis labios al ver su enorme polla, apuntándome con esa cabeza rosada y húmeda. Me muerdo los labios al sentir como los dedos de Ethan van subiendo por mi cuerpo, hasta pellizcar mis pezones duros. Una sonrisa traviesa aparece en su rostro.
—Abre la boca —me ordena con una profunda voz.
Sin dudar un segundo hago lo que me pide. Lo veo tomar un pequeño pedazo de piña del plato a su derecha. Me retuerzo al sentir el frío contacto de la fruta contra mi piel desnuda. Ethan acaricia mis pezones con la punta triangular de la piña, pasándola de uno al otro. Se divierte viéndome sufrir, amarrado sin poder hacer nada para poder detenerlo. Toma la fruta entre sus dientes, recostándose sobre mí y besándome con ella. El jugo agridulce escurre por entre mis labios.
—¿Más? —pregunta sonriendo.
—Por... por favor.
—Por favor Alfa —corrige.
—Por favor... —jadeo—, por... favor... Alfa.
—Buen chico.
Toma una fresa entera del plato, mordiéndola por la mitad antes de pasarla sobre mi cintura. Desliza la frutilla a través de las líneas de mis músculos poco definidos. Mordiéndome suavemente la piel, hasta dejar un moretón. Cierro mis ojos al sentir como una de sus manos aprieta mi miembro, jugando con él. Con la otra mano pellizca mis pezones sensibles. Quiero moverme, poder usar mis manos para acariciar su cuerpo perfecto, pero están tan bien amarradas a las patas del sillón a mi cabeza. Me estremezco violentamente al sentir como dibuja pequeños círculos en la cabeza de mi polla.
—Alfa... por favor... detente.
—Deténgase —responde—. Recuérdalo Lucas.
—Por favor...Alfa... me vengo.
—Lo siento cariño pero solo estoy empezando.
Sujeta la fresa entre sus dedos, pasándola sobre mis labios rojos. Puedo saborear el jugo de la fresa que resbala por mi boca abierta. La intento morder, pero antes de que pueda hacerlo Ethan la quita, besándome en su lugar. El beso que me da es tan intenso, fuerte y deseoso, que por un segundo me siento como un cordero a punto de caer en las garras de un lobo feroz. Introduce la frutilla en mi boca, sonriéndome mientras muerdo la fruta, degustando su sabor un tanto acido. Besa mi cuello, dibujando con la punta de su lengua un nuevo moretón. Sus manos deslizándose por mi cintura, tocando todo mi cuerpo hasta llegar a mi culo expuesto, apretándolo con fuerza.
Nos miramos en silencio, sus ojos amarillos clavados en los míos. Toma otra fresa del recipiente a su derecha, pero esta vez bañándola con un poco de chocolate. Gimo al sentir como el líquido caliente cae sobre la piel desnuda de mi abdomen. Ethan me sonríe descaradamente, sumergiendo de nuevo la fruta en el chocolate y dejándola caer sobre mi pecho. Muerte la fresa, apartándola a un lado y lamiendo el dulce de mi cuerpo. Sus ojos intensos mirándome con diversión.
—¿Quieres probar?
—Si... si...
—¿Si que Lucas? —Pregunta.
—Si... por favor... Alfa.
Mete su dedo índice en el chocolate derretido, mojando sus labios abiertos con él. Se reclina sobre mi cuerpo, besándome tiernamente, permitiendo que lo saboree. Mi lengua recorre el contorno de su boca, disfrutando el dulce sabor del chocolate mezclado con su propio sabor. Me retuerzo al sentir la firme presión de su polla sobre mis muslos. Ethan sin dejar de besarme me acaricia mi miembro, sujetándolo por la base y moviéndolo de arriba abajo. Cierro mis ojos y me dejo llevar por las sensaciones. De pronto siento como se levanta, toma otro par de pedazo de fruta. Se divierte conmigo. Pone un pedazo de melón sobre mis pezones, lamiendo mi abdomen hasta llegar a ellos.
Sin decir nada más, me levanta ambas piernas, posándolas sobre sus hombros. Su cabello cae sobre su rostro, gotas de sudor resbalan por su piel. De pronto siento como su polla va entrando lentamente por mi culo. Aprieto mis manos en un puño al sentir su miembro grueso y largo, que se abre camino en mi interior. Siento como si en cualquier momento fuera a partirme en dos. Su mano derecha sobando mis caderas, sus ojos clavados en los míos.
—Joder cariño —gime— un poco más.
—Ah... ah...ah.
Dejo salir un largo jadeo al sentir la longitud de su miembro dentro de mí. Sus bolas chocando contra la piel de mi culo. Ethan comienza a perforarme con fuerza, golpeando constantemente ese punto en mi interior que me hace gritar del placer. Sus dos manos a cada lado de mi cintura, su cadera penetrándome con rapidez. Cierro mis ojos, ladeando mi cabeza y mordiéndome la piel de mis brazos. Mi cuerpo se sacude con cada una de sus embestidas. Nuestros cuerpos cubiertos en sudor. Ethan toma mi polla entre sus manos, moviéndola al compás de sus propias sacudidas.
—Joder Lucas —gruñe—. Abre los ojos, quiero verte mientras te follo.
Abro los ojos y lo veo con hambre y lujuria. La manera en la que sus músculos se tensan y se contraen con cada una de sus embestidas. Su cabello negro y largo que se pega a su rostro. Esos acentuados ojos amarillos que me miran con deseo. Su cuerpo desnudo que resplandece por el sudor que resbala por su perfecto abdomen. La forma en la que su culo redondo y firme se agita de un lado al otro. Nuestros cuerpos que arden por el fuego de la pasión, un fuego que nos devora por dentro. Aprieta mi polla con su mano derecha, recostándose sobre mi cuerpo desnudo. Lo miro a los ojos mientras me sacudo violentamente por el orgasmo que llega de pronto y sin avisar. Ethan se entierra un par de veces más, hasta que siento como su líquido espeso y caliente me llena por dentro.
—Lucas...
—Ethan... —entierra su cabeza en mi cuello.
—Te amo Lucas.
—Y yo... a ti... Ethan.
Definitivamente esta ha sido la mejor noche de mi vida.
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