Capítulo 17: Promesa rota.
"¿Cómo puedo vivir ahora?
¿Por qué yo Ethan? ¿Te has puesto a pensar en eso alguna vez? Me culpaste a mí de ser la causa de tus desgracias, pero dime por favor ¿qué error cometí para merecer semejante castigo de tu parte? Yo no soy el culpable de nada y aun así soy yo quien terminó por pagar por los platos rotos. Nunca te atreviste siquiera a conocerme en verdad, me juzgaste sin siquiera conocer mi mundo, mi realidad. Sabes Ethan, yo solo quería tener una vida normal como la de cualquier otro adolescente. Una vida como la tuya, como la de Derek, Jackson o Sofía. Quería poder salir con mis amigos y divertirme tal como ustedes lo hacen. Disfrutar de un juego de futbol, una cena y una cerveza. Quería vivir como loco, lanzarme a un mar de aventuras, a darles dolores de cabeza a mis padres... pero no puede ser.
Desde los diez años me he estado preguntando constantemente qué fue lo que hice mal para merecer la vida que tengo. Quiero poder comprenderlo, ser capaz de descubrir el mal en mi vida, pero por más que me esfuerzo, no sé cuáles fueron mis errores, en que fallé para merecer esto. He implorado ayuda, pero nadie parece escucharme. Ni siquiera María que ha estado a mi lado, puede aclarar esta duda que me carcome por dentro. Por favor Ethan, ayúdame a entender... solo ayúdame. Me golpeaste, me deseaste la muerte, me viste herido y sangrando. En tus ojos vi la rabia, la desesperación, la ira... un deseo incontrolable de muerte... ¿qué fue lo que te hice yo a ti? No lastimaba a nadie, no molestaba en lo absoluto. Aprendí con el tiempo a ser una sombra más en el instituto, en la manada, todo para poder pasar desapercibido y no causar molestias... y aun con todo esto, hice algo tan mal como para merecerme un castigo de tu parte, de ti... mi otra mitad.
Me prometí no volver a llorar y no quiero hacerlo. Pero mientras escribo esto, mi corazón palpita apresuradamente y mis ojos arden. Me duele mucho tu rechazo Ethan, tanto que no tienes idea. Durante años esperé por el día en el que encontraría a mi otra mitad, a esa persona diseñada para mí. Alguien que pudiera verme con amor, que fuera mi apoyo en los días de debilidad, alguien que con una simple sonrisa limpiara las lágrimas de mi rostro. Nunca quise que fueras tú, a pesar de lo mucho que te amo. Yo era de los primeros en desearte que encontraras la felicidad al lado de alguien digno para ti. Pero sabes, el destino puede ser muy cruel en ocasiones, le gusta jugar con nosotros tal como piezas de ajedrez. Echaste sobre mí una culpa compartida. Los dos deberíamos haber culpado a los designios de la naturaleza, pero al final fue más fácil para ti hacer lo que hiciste que ponerte a pensar antes en las consecuencias de tus actos.
Aunque si me gustaría darte las gracias por lo todo lo que hiciste Ethan. Me enseñaste de todo lo que soy capaz de hacer y de lograr. Gracias a ti, a tu miedo, a tu rabia, nació en mí una fuerza imparable. Ahora me mueve una determinación, un ímpetu a nunca dejarme vencer, por más complicadas que estén las cosas. Aprendí a luchar por lo que quiero sobre todas las cosas, a sangrar si es necesario. Soy yo un héroe en mi propia historia. Tú, no eres más que aquel villano que obliga al protagonista a ser mejor cada día.
Algo me ha quedado claro después de todo esto. La próxima vez que me veas, la próxima ocasión en la que nuestros caminos se crucen, yo seré una mejor persona, un excelente ser humano. Porque sí Ethan, me obligaste a abrir los ojos ante la realidad de la que tanto quería escapar. Yo nunca seré un hombre lobo, en cambio soy algo muchísimo mejor y más poderoso: un ser humano. Esos seres de los que tú y tus amigos tanto se ríen y discriminan, son capaces de hacer muchas cosas increíbles. Renacen de las cenizas cuando han caído muertos por el fuego y al final se alzan sobre la tierra, demostrando lo impresionantes que puede ser.
No espero que leas esto Ethan. Escribo esta carta como mi último lazo con este mundo en particular. A partir de ahora y en adelante, no seré más ese debilucho e inútil del que todos en la escuela se burlaban. No descansaré hasta convertirme en el auténtico Lucas, ese Lucas que vive, sueña, ríe en mi interior. Me convertiré en lo que siempre he querido ser y cuando llegue ese momento, miraré al cielo y daré gracias por todos y cada uno de esos años de sufrimiento que he tenido. Porque como dice el dicho, no hay mal que por bien no venga.
Me humillaste por años, fuiste quebrando mi espíritu poco a poco, golpeaste mi cuerpo hasta hacerlo sangrar. Fuiste capaz de rechazar al destino y la oportunidad que se te presentaba, pero sabes no te culpo en lo más mínimo. ¿Me duele tu rechazo? Si, por supuesto que me duele el que lo hayas hecho, pero también estoy feliz por eso. No sé cómo podría vivir al lado de un lobo como tú, alguien que se jacta de ser el más fuerte de la manada, cuando en realidad eres el más débil. Tanto como para no enfrentarse al mundo entero por lo que te corresponde por derecho. Tú decidiste ocultarte entre las sombras y vivir como un cobarde. Yo en cambio decidí luchar y renacer de las cenizas en las que todos ustedes me forzaron a convertirme.
Dime tú ahora, señor Alfa. ¿Quién de los dos es en realidad el más fuerte?"
Lucas.
—Por Dios... ¡No sé qué ponerme!
—Que melodramático eres Lucas.
—¡Hablo enserio! —Grito—, ¡me veo horrible con todo!
—¿De verdad Lucas? —Dice Vanessa arrojándose a la cama—, has estado cambiándote de ropa desde hace ya dos horas. Es solo una cena de amigos ¡de amigos! Nada más. No te estreses demasiado. Cualquier cosa casual estaría bien.
—Pero Vanessa —digo mordiéndome el labio inferior.
—¡Pero nada! —Se pone de pie, poniéndose frente de mí—, son ya las ocho y media. No puedes hacerlo esperar más tiempo. Cualquier cosa estará bien.
—¿Segura? —pregunto frunciendo el cejo.
—Confía en mí.
He estado parado frente al espejo de cuerpo entero en mi habitación por casi dos hoyas y media ya. Me he probado cada camisa, pantalón y chaqueta que tengo en el armario, pero ninguna combinación parece agradarme del todo. No sé porque estoy tan nervioso. Vanessa dice que parezco una estúpida adolescente a punto de ir al baile de graduación de la escuela. Sé que es tonto y dramático de mi parte el reaccionar de esta manera, más cuando le dejé muy en claro que la cena solo sería como un par de amigos y en agradecimiento al detalle que Ethan hizo de traerme el celular hasta el hospital. Pero entonces ¿por qué me siento así? Ansioso, emocionado y temeroso al mismo tiempo.
Con frustración arrojo la camisa roja a cuadros a un lado. Es la tercera vez que me la pruebo y aún no termina por gustarme. Es solo una estúpida cena de amigos, me recuerdo mientras me pongo unos simples pantalones de mezclilla oscuros, una playera de maga larga gris y una chaqueta café. Respiro profundamente. La verdad es que tengo miedo a lo que pueda pasar en la cena con Ethan. Me ha estado demostrando un verdadero cambio en su conducta, ya no es ese Ethan que me golpeó y me amenazó de muerte. Ahora se siente más honesto, sincero y verdadero. Me mueve algo en mi interior cada vez que lo veo de esa manera. Me gustaría arrojarme a sus brazos y dejarme querer por él. Pero al mismo tiempo me acuerdo de lo que paso, no puedo confiar tan rápidamente. Hace un par de días que está en la ciudad y ya todo mi mundo entero se sacudió por completo. Entiendo que Ethan es mi alma gemela y como tal no hay mucho que pueda hacer al respecto. Es eso precisamente lo que más miedo me da. Temo no ser capaz de comportarme en su presencia y caer a sus brazos.
—¿Qué es en lo que piensas? —dice Vanessa abrazándome por la espalda.
—En todo —respondo suspirando—. En él, en lo que puede pasar con los dos.
—¿Tienes miedo?
—Algo —contesto—. El problema es que no sé porque tengo tanto miedo.
—¿Qué sentiste cuando lo volviste a ver?
Nos sentamos en la cama. Vanessa enreda sus dedos en los míos.
—Al principio furia —contesto—. Tú conoces toda la historia Vanessa. Cuando regresó, sentía una ira incontrolable en mi interior. Solo quería golpearlo, insultarlo, hacerle ver todo lo que me hizo. Pero después...
—¿Pero después?
—Es ahí el problema. Después algo en mi interior cambió. No sé qué ocurrió, pero... lo siento tan sincero y arrepentido.
—¿Quieres creer en él y perdonarlo?
Suspiro.
En realidad sé que perdoné a Ethan desde hace muchos años. De hecho, lo perdoné un segundo después de haberme golpeado e insultado de la manera en la que lo hizo. Solo que en ese entonces aún no me daba cuenta de ello. Por más que me esfuerce y luche contra esto que siento por dentro. Ethan siempre será parte importante de mi vida.
—Ya lo perdoné —digo con calma—, solo que estaba furioso. Quería poder hacerle sentir algo de todo lo que él me hizo sentir.
—Y entonces ¿Por qué estás tan nervioso? —dice Vanessa acariciándome el cabello y poniéndome un par de mechones detrás de la oreja.
—Tengo miedo de caer enamorado de él. ¿Suena estúpido?
—Para nada Lucas —responde—. Ambos tienen una historia en común. Por mucho que lo quieras o lo intentes, no se puede borrar el pasado así como así. Lo que si puedes hacer es aprender a convivir con él. Lo quieres, tú mismo me lo contaste en muchas ocasiones Lucas. Es verdad que te lastimó, pero parece sincero cuando está contigo. La verdad es que yo no soy la persona que puede decirte lo que debes o no hacer, esa es tu decisión. Solo quiero que sepas que, sin importar lo que pase o la decisión que tomes, yo siempre estaré ahí para ayudarte.
La abrazo. Es bonito contar con alguien como ella.
—No sé qué es lo que haría sin ti Vanessa.
—Posiblemente vivir una vida muy aburrida —contesta—. A no espera, aun conmigo tu vida es lo bastante aburrida, así que no se me ocurre nada más.
—Eres una tonta —digo riéndome.
—Pero una tonta a quien amas.
En eso ella tiene toda la razón.
.........................................................
Estoy de pie frente a la puerta de su departamento, en el último piso del edificio. Mis manos sudan y mi cuerpo tiembla, no sé si por la emoción o el terror de volver a verlo. Quiero tocar el timbre que está a un lado de la puerta negra pero me detengo al último segundo. Estoy tan nervioso que ni siquiera puedo moverme de mi lugar. Reviso mi celular, son las nueve y media de la noche. Me llevo ambas manos a mi cara y suspiro lentamente. ¡Tú puedes hacerlo Lucas! Me doy un poco de ánimos. Solo es una cena de amigos, un par de bocadillos, cerveza y futbol. Golpeo la puerta tres veces y espero. De pronto escucho sus pasos al otro lado de la entrada.
Por Dios... joder.
Abre la puerta con una enorme sonrisa en su cara. Mi respiración aumenta al verlo ahí, sonriendo y medio desnudo. Viste solamente unos shorts azules que le llegan hasta las rodillas. Tiene el cabello mojado, algunos mechones se pegan a su frente. Perladas gotas de agua resbalan con lentitud por ese perfecto y esculpido abdomen. Mi vista viaja por cada uno de esos delineados y marcados músculos. Me quema por dentro un deseo incontrolable de recorrerlos con la punta de mi dedo índice. Tiene un enorme tatuaje tribal que le cubre por completo el pectoral izquierdo, sube por su hombro y baja hasta el inicio de su mano. Clavo mi mirada en sus perfectos y rosados pezones. Quiero pasar mis manos por esa ligera capa de vello que cubre su pecho, recorriendo la línea que desciende hasta perderse tras los pliegues del short.
—¿Ocurre algo Lucas? —pregunta con una voz profunda.
Se regodea de ello. Cierro mis ojos y me obligo a respirar.
—No —contesto—, en lo absoluto.
—¿Vas a entrar? O ¿vas a quedarte ahí toda la noche?
—Lo siento es que... ¡Podrías por favor ponerte algo de ropa!
El muy hijo de perra sonríe.
—¿No te gusta lo que ves?
—Ethan... por favor.
—Dame solo cinco minutos.
Lo veo desaparecer por las escaleras de caracol al fondo.
El departamento es impresionante. De pisos de caoba, paredes blancas y techos altos. Justo al entrar mi atención es atrapada por la espectacular vista de la ciudad. Grandes ventanales del piso al techo que dan a una panorámica del paisaje nocturno urbano. Doy unos cuantos pasos y llego a una sala de piel, con una mesa de cristal frente a los sillones en forma de "L". A mí izquierda una enorme televisión de pantalla plana empotrada en la pared, con detalles de piedras pulidas a su alrededor. Una escalera de caracol que da a una habitación abierta. Puedo escuchar a Ethan caminar arriba, pero no logro verlo. Al otro lado de la sala y oculta en el fondo, una cocina modular negra con electrodomésticos de acero inoxidable. A un lado de las escaleras, un pequeño corredor que da a dos puertas de madera, posiblemente un cuarto de invitados y un baño independiente.
Camino hasta las ventanas, admirando la noche sobre la ciudad.
—Impresionante ¿cierto?
Me estremezco al escuchar su voz a mi espalda.
—Mucho.
—Nosotros construimos este edificio.
—¿Nosotros? —pregunto sorprendido.
—Mi empresa quise decir —responde sonriéndome.
—¿Tu empresa?
—Si Lucas, tengo una empresa de construcción. Nos dedicamos especialmente a zonas residenciales, pero hace poco más de dos años decidimos enfocarnos también en proyectos de esta magnitud. Tenemos sucursales por todo el estado. Este edificio lo construimos hace un par de meses, es relativamente nuevo. Los mejores apartamentos que puedes encontrar en toda la ciudad.
—No sabía que tenías una empresa de construcción.
—La manada en realidad —me corrige— yo solo soy el presidente. La gran mayoría de las ganancias van dedicadas al bienestar de toda la manada. Este es uno de los muchos motivos por los que vine a la ciudad, para cerrar un trato muy importante con otra empresa de construcción. Si todo sale de acuerdo a lo planeado, pronto nos convertiremos en una de las mejores constructoras de todo el país.
—Es impresionante —digo sonriendo y volviendo mi vista a la ciudad.
—Lo es...
—Y dígame Alfa ¿Cuál fue el otro motivo por el que vino a la ciudad?
—Tú —responde con completa seriedad.
Giro mi cuerpo y lo veo. Sus ojos cambian a un intenso amarillo.
De pronto y sin aviso Ethan me arrempuja con cuidado contra los ventanales detrás de mí. Su cuerpo se pega al mío. Puedo sentir su calor, su aliento que acaricia mis orejas mientras da pequeños mordiscos por todo mi cuello. Cierro los ojos y me pego más a él. Uno de sus brazos me sujeta por la cintura, aferrándome con fuerza. Su otra mano acaricia mi mejilla, mi cuello y parte de mi espalda. Mierda se siente tan bien ser tocado de esta manera. Mi mano derecha se entierra en su cabello negro que aún está húmedo. Mi mano izquierda recorre su abdomen, dibujando cada uno de sus músculos. De pronto su mano baja por mi espalda hasta posarse sobre mi trasero, apretándolo suavemente. Puedo sentir una presión extraña en mi cintura. Bajo la mirada y lo veo, un enorme bulto en sus pantalones. Está tan excitado al igual que yo. Antes de que su labios llegue a besar los míos, lo arrempujo de golpe.
—Ethan no...
—Shhh —pone un dedo sobre mis labios—. No digas nada cariño. Solo disfrutemos de la noche.
—No Ethan —lo vuelvo a empujar—, fue una equivocación el haber venido.
—¡No! Espera... —dice cerrando los ojos y alejándose de mí—, lo lamento tanto. No sabía lo que estaba haciendo. Dejé que mi lobo tomara el control por unos segundos. Yo... soy un idiota, perdóname. Pero por favor no te vayas Lucas.
—Está bien... solo... —suspiro.
—No volverá a pasar.
Está algo nervioso al igual que lo estoy yo. Solo bastaron cinco minutos para que todas las defensas que había estado construyendo durante años, fueran derrumbadas con el encanto que lo caracteriza.
Camina hasta la cocina, alejándose de mí. Me siento en lo sillones de cuero.
—¿Cerveza? —pregunta abriendo el refrigerador y sacando dos Coronas.
—Por favor —respondo con una leve sonrisa— y dime Ethan. ¿A que más te dedicas? Lo pregunto porque debe ser difícil ser el Alfa de una manada y velar por todos los intereses de la manada. No puedo imaginar todo el estrés que debes tener con tantas responsabilidades.
—Demasiado —contesta—. Pero te vas acostumbrado poco a poco.
—¿De verdad?
—Los primeros años fueron los más complicados de todos —me tiende la cerveza, sentándose a mi lado y encendiendo la televisión—, era un adolescente estúpido que no tenía la más mínima idea de lo que estaba haciendo. Tuve muchos problemas con varios miembros de la manada por eso mismo. Me faltaba madurar. No sabía tomar las decisiones correctas, me equivocaba constantemente y no reafirmaba mi autoridad para con los miembros de la manada. Además de que no tenía a mi Luna conmigo, así que imaginaras lo difícil que fue.
Jadeo al escuchar esa palabra.
María me contó una vez que es así como se les conoce a las parejas de los Alfas. Ella decía que una "Luna" podría ser incluso mucho más importante que el mismo Alfa. Mientras que él se encarga de ver por la seguridad y el bienestar de cada uno de los miembros de la manada, tomando las decisiones correctas. Una "Luna" por el contrario tiene que vigilar por la seguridad y el bienestar del líder. Además de que en muchas ocasiones, una excelente "Luna" puede ser la causante de que un Alfa sea alguien bueno o malo.
—Pero un Alfa no debe estar solo nunca, bueno al menos eso es lo que decía tu padre cada vez que tenía la oportunidad. Debería haber alguien a tu lado...
—Si —responde Ethan clavando sus ojos verdes en los míos—. Tú.
—Ethan...
—Porque mejor no dejamos esto para después —dice reclinándose en el sillón, poniendo sus piernas sobre la mesa de cristal y dándole un trago a la cerveza— y mejor no disfrutamos de la final del juego.
—Por supuesto.
Nunca he entendido del todo la fascinación que tienen algunas personas para con el futbol americano. Para mí son solo un grupo de hombres que persiguen, taclean y golpean a sus rivales, disputándose un simple balón hecho con la piel de un cerdo. Tengo que admitir que es algo aburrido de ver y más cuando cada seis o siete segundos el juego es interrumpido por uno u otro motivo. Aunque si tengo que decirlo, es interesante ver como el público ovaciona a esos jugadores, convirtiéndolos prácticamente en ídolos y dioses.
—¿Qué significa "primero y diez"? —pregunto después de una hora de juego.
Me llevó la cuarta cerveza a los labios, bebiendo el espeso y refrescante líquido que baja por mi garganta. Mi vista es cada vez más borrosa. Mi cabeza da vueltas. Estoy ebrio, en la casa de Ethan y con un deseo incontrolable de quitarme la ropa y dejarle que me haga el amor. Ahora sé porque el alcohol es malo.
Ethan gira su rostro. Sonríe al verme.
—Significa cariño —me acaricia el cabello— que es la primera oportunidad que tienen para conseguir al menos diez yardas.
—¿Y cuantas oportunidades tienen? —vuelvo a preguntar.
—Cuatro —responde Ethan acercándose a mí y pasando una mano por detrás de mis hombros.
—¿Y qué pasa si no pueden llegar a las diez yardas en esas cuatro oportunidades? —digo recargándome más sobre su mano.
—El balón pasa el equipo contrario.
—¿Y luego que pasa?
—El otro equipo tiene también cuatro oportunidades para hacer diez yardas cariño —dice Ethan con una enorme sonrisa en su cara.
—El futbol americano es complicado —eructo.
—No lo es tanto en realidad, solo tienes que saber lo que...
—Te han dicho que tienes unos ojos hermosos —lo interrumpo.
Ethan solo se limita a sonreír. Dios estoy tan ebrio que no sé si pueda contenerme de hacer algo estúpido.
—No cariño, pero me gusta que tú me lo digas.
—Pues si... tienes unos ojos hermosos y una boca que se ve deliciosa.
—¿Quieres probarla? —dice susurrándome al oído y acariciándome el muslo.
—Me encantaría —digo acercándome peligrosamente a su boca.
Puedo sentir su aliento sobre mi piel. Cerveza y menta. Pero justo antes de que nuestros labios se puedan conectar en un profundo e intenso beso, mi estómago comienza a gruñir en protesta. Mi cabeza da vueltas, mis manos tiemblan. Sé que estoy a punto de vomitar. Salto de un golpe del asiento. Ethan me mira preocupado. Sin pedir permiso y completamente desorientado, subo por las escaleras de caracol, llegando a tropezones al baño al fondo de su habitación. Cierro la puerta de un fuerte portazo. Abro la tapa del retrete y devuelvo toda la comida. Mi cabeza zumba violentamente. Ahora sé porque nunca en la vida me he emborrachado y porque no pienso volver a hacerlo nunca más.
—¿Todo en orden amor? —pregunta Ethan golpeando la puerta del baño.
—Si... —vomito—, ¡no!
Ríe.
—Te traeré una aspirina y una pastilla para el mareo —dice—, ahora regreso cariño. No hagas nada estúpido.
—No —contesto con la voz pastosa—, te lo prometo... cariño.
Escucho como baja las escaleras. Con debilidad me sujeto por la porta toallas y me levanto. Me miro en el espejo. Estoy hecho un desastre. Tengo el cabello revuelto, restos de vomito en la boca y la ropa arrugada. Abro el grifo del agua y me limpio la suciedad de mi rostro. Mis mejillas comienzan a arder al pensar en la vergüenza que estoy pasando. Tan nervioso estaba por la cercanía de Ethan que no me puse a pensar en las muchas cervezas que estaba bebiendo.
Mareado, salgo del baño apoyándome en la mesita de noche más cercana y recostándome sobre la cama. Sí que es suave, además de que huele como él. La habitación es hermosa. Una cama matrimonial con sábanas blancas, dos burós de noche a ambos lados de ella, una pantalla plana empotrada en la pared y un par de ventanas que dan a una vista también espectacular. Giro en la cama, aspirando su esencia. Cuando de pronto algo llama mi atención. Es un pequeño cuaderno rojo, me parece extrañamente familiar. Gateando por la cama lo tomo del buró de enfrente. Lo hojeo... es mi diario.
Mi respiración aumenta.
Mis ojos comienzan a arder. Una a una las hojas de mi diario van pasando frente a mí. Todos mis sueños, mis fantasías, mis esperanzas y secretos. Todo mi mundo encerrado entre las páginas de ese pequeño libro que María me regaló en mi cumpleaños. Todo lo que durante años escribí como vía de escape de la realidad en la que estaba obligado a vivir. Todas las cartas que tan ilusamente escribía para un amigo imaginario, alguien que nunca existió y que tuve que crear para no volverme completamente loco. Todo mi pasado, mi presente y mi futuro. Toda mi vida resumida en ese diario. En las manos de Ethan todo este tiempo.
—Con estas pastillas se te quitará el dolor de cabeza y mareo, pero tienes...
Comienzo a llorar.
Me había prometido al huir de Cave's Door, jamás llorar por Ethan Cormack otra vez. Pero heme aquí. Llorando como estúpido después de nueve años de lucha, después de tantas batallas ganadas. Vuelvo a llorar por él.
—Lucas cariño... ¿qué está pasando? —pregunta al verme llorar.
—Ahora lo entiendo todo —digo poniéndome de pie.
—¿Entender qué?
—¡Eres un maldito hijo de puta Ethan Cormack! —le arrojo el diario. Revota en su pecho. Sus ojos se abren más al verlo en el suelo.
—Lucas cariño déjame explicarte —dice mirándome con terror.
—¿Explicarme? —Pregunto— ¡¿Explicarme qué Ethan?! Que estuviste jugando conmigo todo este tiempo. Que todo lo que hiciste no son más que vil mentiras. ¡Que solo querías divertirte con el estúpido de Lucas Wood! ¿Eso es lo que quieres explicarme?
—No cariño... tienes que dejarme hablar por favor.
Bajo las escaleras. Ethan está a mi espalda intentando detenerme por los hombros. Mi cabeza da vueltas. De pronto comienzo a caer, pero antes de hacerlo Ethan me sostiene por las manos. Estoy furioso, más que furioso, traicionado. Fui un completo imbécil por haber creído en su sinceridad. Solo estaba jugando conmigo. Nunca lo lamento de verdad.
Ethan me carga en brazos, recostándome sobre el sillón.
—¿Estas bien?
—Quiero irme de aquí —respondo apartando su mano de mi frente.
—Bebiste demasiado Lucas.
—¡Quiero irme de aquí! —Grito— no puedo estar un solo minuto más.
—Por favor cariño —acaricia mi rostro— déjame explicártelo.
Me pongo de pie. Ethan intenta detenerme pero con las pocas fuerzas que me quedan lo arrempujo a un lado.
—¡Lucas por favor! Hablemos de esto cariño.
—¿Hablar sobre que exactamente Ethan? Sobre lo estúpido que fui por creer en ti. De pensar que efectivamente estabas cambiando e intentando redimirte. O ya sé, mejor hablemos sobre tu idiota favorito. En como caí directo en tu broma. Una broma que planeaste con la ayuda de mi diario, de todos mis sueños y secretos escritos en mis momentos de debilidad.
—Lucas no digas eso... por favor.
Sus ojos comienzan a ponerse brillosos por las lágrimas contenidas.
—¿Qué esperabas conseguir con todo esto? ¿Ilusionarme? ¿Hacerme creer que eras bueno, cuando no has dejado de ser el maldito hijo de perra de hace nueve años? O mejor aún ¿acostarte conmigo y tratarme como una vil puta? ¡¿Eso es lo que querías?! ¡Respóndeme! ¿Eso es lo que querías?
—¡Maldición Lucas, déjame hablar! —golpea la pared. Sus nudillos sangran.
—No quiero volver a verte en mi vida —lloro— ¡Me oyes! ¡En mi vida!
—Por favor bebe tienes que creerme —comienza a llorar— Esto, esto es... yo solo... encontré tu diario después de que te marchaste de la manada. Era lo único que me quedaba de ti... con él aprendí... aprendí lo hijo de perra que había sido contigo, pero sobre todo lo mucho que te amo.
—Eres un maldito —me llevo ambas manos a mi rostro.
Me toma de los hombros y me arrincona contra la pared. Su cuerpo presionando el mío. Sus ojos vidriosos, me suplican en silencio. Ya no puedo caer en eso, en su falsa sinceridad. Todo no es más que una vil y estúpida mentira. ¿Cómo pude ser tan estúpido para creer en él? ¿Cómo pude pensar que de verdad había cambiado, que estaba arrepentido por todo lo que me hizo? Soy un imbécil. Merezco todo lo que me está pasando. Soy un idiota... un completo idiota.
—Lucas por favor... tienes que creerme.
—Ahora lo entiendo todo —sollozo. Lágrimas resbalan por mis mejillas—. Todo fue más que una mentira ¡Todo! Lo de la bicicleta, los huevos, el libro, la noche... ¡Todo fueron mentiras!
—No... ¡No! —Me aprieta más contra la pared— Nunca lo fueron. Lucas por favor tienes que creerme. ¡Maldición! Nada de lo que hice fue una mentira. ¡Te amo Lucas! Debes creerme.
—No puedo creerte... ya no más.
Lo arrempujo con fuerza. Ethan tropieza con la mesa de cristal, cayendo de lleno contra el suelo. Aprovecho la oportunidad y salgo corriendo del departamento. Olvido mis zapatos y mi chaqueta café. Solo quiero alejarme de él y nunca verlo otra vez. Escucho como Ethan grita mi nombre detrás de mí. Pero sin importar nada, sigo corriendo. Salgo a la calle. El viento fresco me alivia un poco el mareo. Corro por la acera, huyendo de la persona que más me ha lastimado en la vida. ¿Cómo pude ser tan estúpido como para creer en sus palabras? Ethan solo estaba jugando conmigo. Nunca se arrepintió de nada. Si no hubiera encontrado mi diario, jamás me habría dado cuenta de la verdad. Posiblemente estaría en su cama, desnudo, entregándome al demonio mismo.
Mis ojos arden.
Rompí mi promesa de no volver a llorar por él jamás.
Mi corazón duele... me quiero morir.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top