Capítulo 13: Libro.

"Querido amigo mío:

Hoy por la mañana ocurrió algo muy interesante. Derek, el mismo idiota que disfruta golpearme con todos sus amigos en la hora de gimnasia, uno de los mejores amigos de Ethan, se le propuso a Sara a la mitad de la cafetería, enfrente de todo el instituto, con una docena de rosas rojas en sus manos y un brillo especial en sus ojos. A pesar de que no es de mis personas favoritas, fue algo muy hermoso de ver. Por un segundo vimos todos los de la escuela a ese Derek oculto, un Derek sentimental y emocional, que no piensa con la cabeza sino con su corazón. Tengo que decir que fue una experiencia interesante de presenciar. Era como si por un segundo el amor hubiera eliminado por completo esa parte negativa dentro de él. Era como ver a un Derek un poco más... humano.

Al verlos a los dos, a Derek enfrentarse a la humillación de sus amigos, al ver la manera en la que se arrodilló y le ofreció las rosas a Sara, en como ésta se le lanzó a sus brazos y con tremenda sonrisa en sus labios, le besó con ternura. Me hace preguntarme si algún día yo tendré la dicha de ser tan feliz como ellos dos. No es que no lo sea en estos momentos. María me ha enseñado a sacar provecho de todo lo poco que tengo y con eso ser feliz. De mis paseos nocturnos he aprendido a amar a la noche. De mi pesadilla en la escuela a ver los pequeños detalles sinceros de algunos que aún parecen tener amabilidad en su corazón. En todo lo malo siempre hay, por más mínimo que parezca, algo de bondad. Es solo que me gustaría saber que se siente ser amado, ser deseado, ser todo para otra persona, para mi mitad faltante.

Sabes... me pongo un poco rojo por escribirlo, pero anoche soñé con Ethan.

Soñé que entraba por las puertas del restaurante de María, sin camisa, con el cabello amarrado en una pequeña coleta, me tomaba por los brazos y me llevaba a una cascada secreta entre un par de montañas en la lejanía. ¡Es tan estúpido! pero fue algo muy romántico. Nos veíamos a los ojos por horas, me sumergía en esa mirada que desde las sombras siempre me ha hipnotizado. Platicábamos de cualquier estupidez, de cualquier tontería. Me revelaba cosas que nadie más sabía, cosas que estaban destinadas para mis oídos solamente. Reíamos, jugábamos con el agua de la cascada, mirábamos el sol ocultarse en el horizonte y... ¡Dios, que vas a pensar de mí!

¡Hacíamos el amor! ¿Contento?

Ethan me tomaba en brazos, nos sumergíamos en el pequeño lago debajo de la cascada y sin darme cuenta de cómo o cuando ocurrió, terminábamos los dos desnudos y haciendo el amor. Era algo suave, bello y tranquilo. Mi primera vez era para él y solo para él. Después regresábamos a casa. Su mano entrelazada con la mía. Sonreía. Y antes de despertar, antes de que el sueño terminara, Ethan me entregaba una rosa azul, no roja, no blanca, sino azul. Una rosa hecha por las manos del hombre, una rosa no natural, pero que demostraba el esfuerzo hecho por mí, por mi amor.

Sé que es estúpido... no tienes que decirlo.

Era un sueño y nada más. Una tonta e ilusa fantasía hecha por un joven que lo único que sabe del amor es lo que con curiosidad ve en las películas de los sábados por la noche. Pero ¿sabes una cosa, querido amigo mío? Por un momento, por una sola noche, puede llegar a sentir, al menos de manera parcial y quimérica, lo que es ser amado de verdad.

Dime algo amigo mío... ¿Es que de verdad valgo tan poco como para no ser amado como todos los demás? No es que espere algo extraordinario. No quiero que me bajen la luna del cielo, ni mucho menos que se enfrenten a la humillación pública, ni siquiera quiero una docena de rosas o una sola rosa azul. Solo me gustaría que por un segundo, por un solo segundo, alguien me demostrara su amor, me enseñara que es lo que se siente ser amado con locura, pasión y necesidad... Un libro de Agatha Christie tal vez... un libro y nada más."

Lucas. 

Salgo del enorme edificio.

Giro mi cuerpo y miro por última vez la punta del rascacielos a mi espalda. Me lo imagino ahí, en su oficina, de pie y con los brazos cruzados sobre su pecho, una sonrisa encantadora, sus ojos azules tan intensos y brillantes, su vista atenta sobre la ciudad que se alza sobre sus pies. Aún me sigue pareciendo increíble todo lo que acabo de ser testigo, como si en cualquier instante Adam saliera por las puertas de cristal y con una risa contagiosa me digiera que todo formaba parte de una estúpida broma para el día de los inocentes. Respiro. Cierro mis ojos y dejo que la brisa de la tarde sacuda mi cabello. Recuerdo su mirada, sus ojos sobre mí, en como tensó sus músculos al recordar el pasado. Yo no soy quien para molestarme con algo como esto, no somos más que simples conocidos que lenta pero constantemente, vamos formando una amistad.

Son apenas las cinco de la tarde. Las nubes de tormenta están peligrosamente densas, ocultando detrás de ellas al sol que horas atrás me había dado fuerzas para adentrarme por las puertas de cristal, en búsqueda de una respuesta a las cientos de preguntas en mi cabeza. Miro al cielo y admiro su belleza. La naturaleza tiene ideas extrañas cuando muestra lo hermosa, pero peligrosa que puede ser. Escuche en la radio que esta temporada ha sido una de las más lluviosas en los últimos veinte años. Camino por la acera, alejándome de la inmensidad de concreto y acero, admirando el curioso contraste en la oscuridad de media tarde.

Desde que era niño, siempre me han gustado los días así. Recuerdo como de pequeño corría a la ventana de mi habitación cuando las gotas de lluvia comenzaban a impactar contra el vidrio de la ventana. Recargaba la mejilla sobre el cristal, sintiendo la humedad y la frescura del agua resbalar o solo me dedicaba a dibujar patrones sobre la superficie, con el vapor que proyectaba el vaho que salía de mi boca. Disfruto ver como los rayos azules iluminan el cielo, sentir los estrépitos que los truenos dejan pasados unas milésimas de segundo. A diferencia del resto de las personas, las tormentas siempre me han parecido tan relajantes. Eso momentos ideales para contactar con uno mismo, para ver el pasado e imaginar lo que el futuro puede traernos.

Me encanta en días como estos, sumergirme entre alguna manta en el sillón, con un café o chocolate caliente, un paquete de galletas y panes o si no tengo la oportunidad de conseguir el pan fresco, lo sustituyo con una copa de vino y una pizza recién orneada. Nadie lo sabe, ni siquiera la misma Vanessa, pero soy amante de los dibujos animados. Podría pasar mis noches enteras viendo algún capítulo viejo de Tom y Jerry, las versiones antiguas, donde cada escena era plasmada a mano, con pequeños hilos negros que aparecen de la nada en la pantalla del televisor, por algún error del dibujante. Esa es mi noche ideal. Parecerá un poco estúpido e infantil de mi parte, pero es que hay algo en esa clase de dibujos animados, que me hace evocar los breves momentos alegres de mi niñez, que me hacen encontrar los soplos de paz que la vida lanza en tan pocas oportunidades y que debemos aprovechar al máximo.

Esta vez la tormenta me parece diferente, como si fuera un aciago presagio.

Cubriéndome más con mi chaqueta azul, camino hasta mi automóvil estacionado un par de calles al sur del gimnasio de Adam. Estoy tan cansado, han sido un par de días muy largos y ajetreados. Solo quiero arrojarme sobre el sillón en mi sala, encender la televisión, buscar alguna película de los ochentas o mejor aún, una caricatura vieja, cenar la pizza congelada que tiene ya dos días en mi refrigerador y quedarme dormido por días. Me merezco un par de horas para mí mismo, para consentirme y relajarme. Olvidar todo por esta noche.

Las gotas de lluvia comienzan a caer densamente sobre mí. Los mechones rebeldes de mi cabello se pegan a mi frente. A mi alrededor las personas corren despavoridas, buscando algún refugio para evitar la lluvia, en cambio yo camino tranquilamente, sintiendo el agua caer por mi cuerpo. Llego a mi vehículo y entro. Me detengo en el asiento y observo todo a mí alrededor. Mi dedo índice acaricia la superficie del parabrisas, siguiendo los contornos que las gotas dejan al caer. Mi piel se eriza al sentir la frescura. Sonrío al recordar esa tarde en la que aprendí a escondidas a andar en patines, María gritándome desde lejos, esa noche celebramos con un pequeño pastel mi primer logro.

Manejo por las calles de la ciudad. La vida continúa con su paso acelerado no dejándose amedrentar por una simple tormenta insignificante. Enciendo la radio, nunca me ha gustado conducir en completo silencio, con mis pensamientos carcomiéndome poco a poco. La voz de Ellie Goulding se escuchar a través de las bocinas a mis lados. Subo el volumen del estéreo, dejándome arrastrar por la entonación, la melodía, la belleza de la letra. Golpeo el volante, mientras comienzo a cantar al unísono con la cantante. Es una de mis canciones favoritas.

—And God knows I'm not dying but I breathe now....

Quince minutos después estoy frente a la torre de departamentos.

Bajo corriendo del carro, resguardándome de la lluvia debajo del pórtico en la entrada del edificio. Inserto temblando la llave en la cerradura de la puerta, pero ésta no cede. Intento un par de veces más, jalándola violentamente, hasta que se abre con un fuerte rechinido. He levantado varios reportes al casero para que arregle el problema de la entrada, pero nunca parece interesarle en lo más mínimo. Eso sí, cuando llegan los días de paga es el primero en aparecer temprano frente a tu puerta. Subo por el ascensor hasta el quinto piso donde está mi pequeña cueva a la que llamo hogar. El aroma a lavanda y una profunda oscuridad son lo primero que me reciben al entrar por la puerta de madera.

Camino hasta mi cuarto, encendiendo la lámpara de noche. Arrojo la ropa húmeda a un pequeño cesto de mimbre en la esquina noroeste. Tomo una ducha rápida, relajándome un poco con el agua caliente que resbala por los músculos de mi cuerpo. Al salir tomo el primer pijama que encuentro. El pantalón es azul oscuro y la playera es una blanca de mangas largas. Salgo de mi habitación envuelto en una frazada verde que María me mando en mi último cumpleaños. Me arrojo al sillón y enciendo la televisión. Sonrío al ver la película de mujer bonita en el canal 133. Adorable ironía de la vida.

Cambio de canales sin escoger nada en particular, hasta que me detengo en el canal 324 de boomerang, las caricaturas viejas de cartoon network. De pronto escucho tres golpes en la puerta. Frunzo el cejo. ¿Quién puede ser?

—¡Voy! —digo poniéndome de pie. Debe ser el estúpido casero otra vez.

Abro la puerta y lo veo a él. A la persona de la que pensé no volvería a saber nada. Mi corazón late desbocado al sentir su dura mirada sobre mí. Viste un pantalón de mezclilla y una playera negra que se pega a su cuerpo por la humedad. Puedo ver parte de un tatuaje tribal en su brazo izquierdo. Mi vista desciende por los músculos perfectamente definidos. Mis mejillas comienzan a arder. Un pensamiento cruza mi mente, uno donde un sudoroso Ethan me embiste contra la isla de la cocina, mientras afuera la nieve comienza a caer. Sacudo mi cabeza, clavo mi mirada en él.

¡Compórtate Lucas!

—¿Ethan? ¿Qué haces aquí? —digo con el tono más casual que puedo.

—Hola Lucas —responde con una pequeña sonrisa—, no quería molestarte.

—No lo haces.

—¿Tom y Jerry? —pregunta apuntando a la televisión.

—Si —contesto ruborizándome por la vergüenza—, me gustan las caricaturas viejas. No lo sé, me relajan mucho... Patético lo sé.

—Para nada, a mí también me gustan las caricaturas viejas.

Nuestros ojos se conectan.

—¿Qué es lo que haces aquí Ethan? —apoyo una mano en el marco de la puerta.

—Solo quería hablar contigo —sus ojos se clavan en los míos.

¡Dios! Porque me tiene que mirar de esa manera, como si en cualquier momento fuera a arrancarme la ropa y joderme en el sillón.

—Creo que fui lo bastante claro ayer —digo sin querer lastimarlo.

—¿Por qué insistes tanto en mentirte? —cruza los brazos sobre su pecho.

¡Mierda que bíceps! ¿Qué se sentirá sentir esos enormes brazos abrazarme?

—¿A qué te refieres? —carraspeo.

—A que los dos sabemos perfectamente que no sientes nada por él.

Sonrío. No cabe duda que sigue siendo un hijo de puta arrogante.

—¡Mírate Ethan! —Digo— ¡Eres todo un Alfa presuntuoso!

—Lo soy, un Alfa que sabe que está ahí dentro —señala mi corazón— y que no piensa descansar hasta demostrarlo, así tenga que durar mil años y enfrentarse al mundo entero para lograrlo.

Suspiro.

—Mira Ethan. La verdad es que no deseo lastimarte —aferro mi mano a la madera del marco, mi vista sobre él— pero ya no te amo, de hecho algo me dice que nunca lo hice en realidad... solo era una mera ilusión de un adolecente deprimido y solitario, una tonta fantasía que deseaba creer desesperadamente, pero que al final nunca sentí.

—Ahí es donde te equivocas —responde acercándose a mí, sus dos brazos a ambos lados de mi cabeza, su pecho a centímetros del mío. Puedo sentir su calor—, sé que me amas Lucas y que de hecho nunca lo has dejado de hacer. Fui un imbécil no lo niego, un maldito cobarde que se preocupaba más por sí mismo que por los demás. Pero este cobarde aprendió de sus errores y ahora está dispuesto a hacer lo imposible por demostrártelo.

—Ethan por favor...

—Solo dame una oportunidad cariño, una sola oportunidad y te aseguro que la vida entera no me va a alcanzar para hacerte el hombre más feliz del mundo. Porque sé que puedo hacerlo Lucas, solo tienes que dejarme intentarlo.

Cierro mis ojos. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Mi corazón y mi mente parecen estar peleados él uno con él otro. Por un lado mi razón me hace recordar todo el dolor que Ethan me provocó y por el otro mi corazón, que se derrite con su voz, solo quiere darle una oportunidad, una más para ser feliz.

—Mira Ethan yo...

—No digas nada cariño —pone un dedo sobre mis labios—, lo menos que quiero por ahora es molestarte. Veo que estás ocupado relajándote y no quiero interrumpir eso.

Respiro profundamente.

—Solo quiero que tengas esto Lucas.

Oculto entre el pantalón y su espalda, saca un pequeño libro de pasta dura.

—¿Un libro? —Pregunto tomándolo entre mis dedos— ¿Agatha Christie?

—Solo dame una oportunidad Lucas... una sola más.

Ten Little niggers. Mi respiración aumenta. Con cuidado acaricio el borde del libro con las yemas de mis dedos, dibujando las letras en la portada. Abro las hojas amarillentas por el paso del tiempo. Entierro la nariz entre las páginas, inhalando ese característico aroma de los libros. Me atraganto al ver que se trata de una primera edición. Como si fuera el tesoro más preciado en el mundo, lo hojeo por un par de minutos, de pronto de entre una de las hojas una pequeña carta cae el suelo. La levanto y leo el mensaje que resulta extrañamente familiar.

"Un libro y nada más... para ti mi amor."

Levanto mi rostro para hablar con Ethan, pero no está. Ha desaparecido.

En mi cara aparece una pequeña sonrisa...


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