Capítulo 12: Imperio.
Lucas.
Estoy tan cansado.
Anoche fue una de las más largas y complicadas que he tenido en mucho tiempo desde que comencé a trabajar en el hospital ya varios años atrás. Por un lado el exceso de trabajo en el área de emergencias. Recibimos durante toda la noche a varios pacientes con traumas tan severos que tuvieron que ser operados, en la mayoría de las veces, sin el consentimiento explícito de algún familiar. Al parecer las carreteras están comenzando a congelarse por las noches y esto sumado a la incapacidad de ciertas personas de manejar en estado de embriaguez, hace que los accidentes de coche se multipliquen en estas fechas. Y por el otro lado el estúpido enfrentamiento entre Adam y Ethan, que tal como una película, sigue reproduciéndose dentro de mi cabeza una y mil veces. Cuanto no daría por regresar a esa rutina sencilla que tenía antes de que Ethan regresara a mi vida.
Sigo escuchando su voz en mi cabeza, que de manera desesperada me pide a gritos decirle la verdad. Sus manos sobre mi cuerpo, sus ojos a punto de romper en llanto, mirándome como si su mundo entero estuviera a punto del colapso. La forma en la que se despide de mí, diciéndome que nunca más me volvería a molestar y que solo espera que Adam me pueda hacer feliz. En parte me siento muy mal por mentirle, no está y nunca estará en mi naturaleza el mentir del modo en el que lo hice, pero era lo único que estaba en mis manos para evitar un enfrentamiento entre los dos, para prevenir una verdadera desgracia.
—Tenemos que hablar Lucas —leo por cuarta vez el mensaje de Adam en mi celular. Hay algo en él que me sigue inquietando; la manera en la que se comportó frente a Ethan, como si no tuviera miedo de enfrentarsele. Dentro de las jerarquías que existen en la comunidad de los hombres lobos, Ethan ocupa el lugar más alto. Es por mucho un hombre lobo muy poderoso, alguien a quien no quieres tener como enemigo y mucho menos enfrentar. Se dice que no existe humano alguno que pueda enfrentarlo de la manera en la que lo hizo Adam y aun así él lo reparó sin retroceder un solo centímetro. Es casi como si Adam fuera... un lobo.
He estado sospechando de eso en los últimos días. Adam oculta muchas cosas, mi intuición me dice que es alguien en quien se puede confiar y de hecho lo he ido descubriendo con el paso de los días, pero esos secretos que esconde comienzan a ser, al menos para mí, cada vez más pesados y preocupantes. Es como si tuviera la tajante convicción de encubrir su verdadero ser. Aquí la pregunta más importante es ¿por qué lo hace? Si mis sospechas son ciertas y Adam termina siendo al final un hombre lobo, eso solo significaría que tengo que irme con más cuidado. Aún desconozco sus intenciones conmigo, podrán ser buenas o malas, pero tengo que descubrirlas cuanto antes.
El sol brilla intensamente.
Camino por el estacionamiento del hospital hasta que doy con mi viejo Ford escort 98 blanco y abollado en la puerta del conductor. Después de la noche en la que Ethan regresó a mi vida, tuve que mandar a arreglarlo para evitarme en un futuro, más problemas como el que tuve esa noche. Aun cuando ya es un automóvil viejo y que me da muchos dolores de cabeza, me temo que es lo único para lo que me alcanza en estos momentos. Entro al vehículo y enciendo el motor. Conduzco por las calles de la ciudad, pensando en lo que debería hacer ahora, sopesando la idea de ir a hablar con Adam y descubrir cuáles son sus verdaderas intenciones. De pronto mi bolsillo derecho comienza a vibrar.
Me detengo en un semáforo en rojo, antes de responder.
—Diga.
—¿Quién es el hombre más guapo e inteligente que conozco?
—No lo sé —respondo con una sonrisa—, ¿será Drew por casualidad?
—¡Maldito! ¿Lo sabes ya? —pregunta Vanessa al otro lado de la línea.
—¿Qué si lo sé ya? —Contesto con una gigantesca sonrisa en mi cara— ¿de verdad pensaste que no lo descubriría? Que poco me conoces amiga.
—La verdad es que nunca imaginé que lo adivinarías.
—¡Vanessa!
—Quería decírtelo —dice ella—, en realidad los dos queríamos decírtelo Lucas, pero consideramos que lo mejor era esperar un poco más de tiempo.
—¿Esperar? —Frunzo el cejo— ¿esperar el que?
—A que fuera más real —respira profundamente—. La verdad es que todo se dio de una manera tan surrealista, tan inusual, que aún no hemos tenido tiempo para dirigir esta relación. Es algo nuevo entre los dos, algo que no esperábamos en lo absoluto, pero se terminó dando. Lucas, estamos apenas conociéndonos más profundamente, por eso mismo es que los dos decidimos esperar antes de contártelo, antes de contárselo al mundo.
El semáforo cambia a verde. Los automóviles comienzan a avanzar.
—Solo espero que no estés enojado con nosotros Lucas.
—¿Y porque lo estaría Vanessa? —Respondo con felicidad—, la verdad es que ya sospechaba que entre ustedes dos había cierta química que no se podía negar, pero decidí no decir nada para no incomodarlos con algo de lo que no estaba completamente seguro. Los dos son mis mejores amigos, ambos me apoyaron cuando nadie más lo había hecho. Más que amigos son como mis hermanos. Así que si Drew y tu son el uno para el otro, soy yo el primero en desearles lo mejor del mundo y en apoyarlos en todo.
—¿Entonces no estás enojado con nosotros? —la voz de Drew resuena en el fondo.
—¿Me tenías en altavoz?
—Este... sí... lo siento.
Golpeo mi cabeza con la palma de mi mano. No cabe la menor duda que los dos son tal para cual. Más que médicos profesionales y maduros, son como niños que disfrutan jugando entre sí. Dos personas que me sacan de quicio cada vez que tienen la más mínima oportunidad, pero al final dos personas que sin ellas no podría vivir jamás. En los nueve años que tengo viviendo en la ciudad, los dos se han convertido en parte fundamental de mi vida, tanto así que me dolería en el alma perder las ocurrencias de Vanessa que tanto me alegran en mis peores momentos o las preocupaciones exageradas de Drew, que más que un amigo parece más bien mi padre celoso.
—¡Vanessa!
—Es que teníamos miedo de que fueras a reacciona mal —dice ella.
—¿Entonces estás o no molesto con nosotros por ocultarte la verdad?
—Nunca lo estaría —contesto sonriendo por los dos—, nunca podría estar enojado con ustedes dos. Los amo mucho y de verdad no saben lo feliz que me hacen al escuchar esto. Ya era hora que se dieran cuenta de que son el uno para el otro. Más feliz no puedo estar.
—Qué bueno que lo tomes tan bien Lucas —interrumpe Vanessa—, porque hay un pequeño detalle más.
—¿Otro detalle?
—Drew me va a pedir en matrimonio el viernes por la noche.
—¡¿Qué dijiste?!
—Lo que escuchaste —responde nerviosa—, Drew me va a pedir en matrimonio y queríamos que tu estuvieras presente.
Como lo había dicho antes, son tal para cual.
—¿Lucas?
—¿Por qué no dices nada, bebe? —pregunta Vanessa.
—Estoy pensando —respondo después de varios minutos en silencio.
—¿Entonces?
—¿Entonces qué?
—¿Vas a estar con nosotros en esa noche tan especial, sí o no?
—¡Claro que sí! No me lo perdería por nada del mundo.
—¡Perfecto! —dice Vanessa con una ligera sonrisa—, nos vemos mañana en la mañana y te cuento con más detalle. Lucas, prepárate porque quiero que seas mi dama de honor, no vas a poder negarte a eso.
—Espera —digo con curiosidad— ¿Por qué hasta mañana, no puede ser hoy? Tengo tantas cosas que quiero contarte, pedirte algún consejo... ¡espera! ¡¿Dama de honor?!
Vanessa y Drew se ríen al mismo tiempo.
—Tenemos que irnos —contesta—, vamos a ir con mis padres a darles la buena nueva. Mañana te explico todo con más calma. Y Lucas.
—¿Sí?
—Te quiero —cuelga el teléfono.
Dios en que me acabo de meter.
Me alegra que por lo menos alguien a mí alrededor sea realmente feliz. Vanessa y Drew se merecen el uno al otro, poder vivir juntos y disfrutar de una vida que estoy seguro solo les mostrará lo hermosa que puede llegar a ser. ¿Me siento mal por no tener esa clase de felicidad para mí? No, en realidad no, tengo la certeza de que el tiempo al final solo aclarará las cosas y me conducirá al lugar en el que tengo que estar. Y cuando eso suceda, por fin encontraré la felicidad que durante mucho tiempo he estado buscando.
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Respiro profundamente.
Después de haberlo pensado gran parte de la mañana. Después de haber releído el mensaje que Adam me envió, una y mil veces, decidí que lo mejor era hablar con él y aclarar de una vez y para siempre todas las dudas que tengo volando, como mariposas, dentro de mi mente. Si mis sospechas son ciertas, lo mejor es descubrir los motivos detrás de esa tierna sonrisa y la amabilidad que expira con cada poro de su ser. Aun cuando Adam me inspira mucha confianza, hay algo en él que me hace pensar que no todo es tan claro como parece.
El letrero de "Carter's" aparece de pronto frente a mí. Mis manos sudan por el nerviosismo que corre por mi cuerpo. Son las tres de la tarde ya. El sol calienta con fuerza mi espalda, casi como si con sus rayos me estuviera dando un poco de confianza para adentrarme en el gimnasio y pedir por la verdad. Camino con lentitud frente a las ventanas principales, observando la misma imagen de siempre, varias personas corren en las maquinas empotradas al suelo, con la mirada clavada en la meta que ellos mismos se han puesto.
Dándome un poco de valor, entro al gimnasio.
La música electrónica de pronto llena mis oídos.
—¡Hola Lucas! —María me sonríe al verme entrar— ¿Cómo has estado?
—Cansado y algo nervioso la verdad —respondo con honestidad.
—¿Nervioso? —Sonríe mostrando la línea perfecta de sus dientes— ¿No me digas que vienes a cancelar tus secciones de entrenamiento? Si es así, créeme que ni Adam ni Dixon estarán contentos con que renuncies tan fácilmente. Recuerda que los entrenamientos de autodefensa son para tu propio bien.
—No en realidad, no es eso por lo que vine —contestó— Adam me pidió que viniera, tenemos algunas cosas de las que debemos hablar, así que. ¿No estará él aquí de casualidad?
—Si me dijo que vendrías —dice mirándome a los ojos—, pero pensé que era solo para entrenar. Debe estar en su oficina, por si quieres ir a verlo.
—¿En su oficina? —digo caminando hasta la parte trasera del gimnasio y dándole las gracias con una sonrisa.
—¡Espera Lucas!
—¿Dime?
—Me temo que esa no es la oficina donde está esperándote.
—¿Disculpa?
—Ven acompáñame —dice sonriéndome y saliendo del gimnasio.
—Espera María... ¿A dónde vamos?
—A su oficina —dice señalando la punta del mismo edificio en el que se encuentra el gimnasio de Adam—, mejor dicho, la otra oficina de Adam.
—No... no te entiendo.
—Ya lo verás.
En silencio le sigo con curiosidad. María camina con paso decidido, esquivando a las personas y adentrándose por dos puertas de cristal negro a un par de metros a la derecha del gimnasio. Me asombro al ver la inmensidad del lobby que nos recibe al entrar. Varias personas caminando de un lado para el otro, la mayoría de ellas vistiendo finos trajes de marca. La elegancia del edificio es tanta, que por momentos me siento insignificante en comparación. Mi vista recorre cada detalle y cada espacio de la recepción. Pisos de mármol travertino. Sillones negros de piel, esparcidos por toda la planta. Jarrones de cerámica blanca, finamente decorada. Esculturas de mármol a cada lado de unas enormes escaleras al fondo. Pilares que llegan hasta el techo a más de tres metros de altura. Un par de arañas de cristal que cuelgan del techo e iluminan con tonos amarillos la entrada. Un recibidor de madera, donde tres mujeres reciben a cada una de las personas que entran por las puertas de cristal.
—¿Todo en orden? —pregunta María.
—María déjate de bromas —digo mirándola a los ojos y caminando hasta ella—, de verdad necesito hablar con Adam.
—Nada de bromas Lucas —responde—, vamos a su oficina.
—¿A su oficina? —pregunto con incredulidad— ¿aquí? ¿De verdad?
María sonríe.
Camina hasta uno de los elevadores, presionando el botón a la derecha.
—Aunque no lo creas Lucas, Adam es el dueño del edificio entero.
—Sí claro que sí y yo soy el rey de roma.
—En roma nunca existieron reyes —me responde ella—, pero entiendo que dudes de lo que estoy diciéndote. Más eso no significa que te esté mintiendo. Adam es un importante empresario, dueño de este edificio y un par más por todo el país así como claro, una importante cadena de gimnasios.
—¿Qué estás diciendo? —pregunto acercándomele.
—Lo que escuchas Lucas. Adam es más de lo que crees.
—Pero... no puede ser... él... ¿y el gimnasio? —tartamudeo.
—Es solo una pequeña distracción que tiene —responde entrando al elevador y deslizando una tarjeta por una pequeña ranura justo debajo de los botones—, este es su verdadero trabajo. El gimnasio lo utiliza cuando quiere distraerse un poco o cuando quiere alejarse de todo el estrés del trabajo. Adam es un hombre muy ocupado, pero sabe cómo utilizar su tiempo. La mayoría de las veces en su tiempo libre está allí, en el gimnasio, entrenando como cualquier otra persona.
Frunzo el cejo. Sigo sin creer nada de lo que me está contando. ¿De verdad espera que entienda que Adam es un rico e importante empresario, dueño de una cadena de gimnasios y varios edificios por todo el país? No sé porque tengo la sensación de que en cualquier momento saltarán los globos y la gente comenzará a aplaudir, que saldrán las cámaras ocultas por los rincones y todo esto será más que una broma muy bien elaborada.
—¿Cómo es que sabes todo esto María?
Sus ojos negros se clavan en los míos. Sonríe.
—Porque Lucas —dice— Adam es mi hermano mayor.
—¿Tu hermano?
—Sí lo sé, puede ser algo difícil de creer —se ríe de mi expresión—, pero es posible si lo piensas más detenidamente. Soy adoptada Lucas. Adam me adoptó cuando yo solo tenía nueve años de edad. El me rescató de una casa hogar donde me maltrataban todos los días, me salvó de un infierno y me dio una buena vida. Podremos no ser nada, pero para mí Adam es mi hermano mayor, la persona que me ayudó cuando más lo necesitaba.
—Vaya... eso es.
—Difícil de creer.
—María... es solo que...
—Ya lo verás Lucas —dice antes de que termine la oración.
El ascensor no lleva hasta la planta cuarenta. Las puertas del elevador se abren suavemente. Los dos salimos a otro recibidor, pero este un poco más simple que el gran lobby de la planta baja. De pisos blancos y paredes del mismo color, floreros negros alargados y sillones negros de piel sintética. María y yo caminamos hasta un mostrador de madera negra, donde una joven asiática de unos veinte años de edad nos recibe con una sonrisa y un leve asentimiento de la cabeza. Viste un traje negro entallado y una falda del mismo color.
—Señorita María ¿a qué debemos el honor?
¿Así que no bromeaba?
—Venimos a ver a Adam, Susan. ¿Está en su oficina?
—Me temo que el señor Adam está ocupado en estos momentos. Pero ¿podrían esperar si así lo desean? —dice señalando los sillones frente a ella.
—No será necesario, yo podré atenderlos.
Suspiro. No puede ser. ¿Qué está pasando aquí?
Mi atención se desvía de pronto de la joven asiática frente a mí, para posarse en Dixon, que con la confianza que lo caracteriza, sale en ese preciso momento detrás de una puerta negra de madera, de la que creo es una de las cinco oficinas esparcidas por toda la planta. Viste un impecable traje negro, con una camisa blanca desabotonada y sin corbata. Sonríe, mientras camina hasta nosotros. Sus pisadas resuenan en el suelo de mármol. Por mi mente pasan muchas preguntas, ¿Qué es lo que está haciendo Dixon en este lugar? ¿Será acaso que Dixon es al igual que María, alguien a quien Adam adoptó? ¿Qué carajos está ocurriendo aquí? ¿Por qué nada parece ya tener sentido?
—Dixon... —carraspeo.
—Hola dulzura —me guiña un ojo— ¿tanto te he impresionado que te he dejado sin voz?
—¿Qué es lo que estás haciendo aquí? ¿Qué es lo que está pasando?
—Veo que tienes muchas preguntas —posa su mano sobre mi espalda, conduciéndonos a los dos a los sillones de piel—, preguntas que me gustaría responderte dulzura, pero creo que es mejor que Adam lo haga por mí.
—¿Eres también adoptado?
—¿Se lo constaste? —le pregunta a María con sorpresa.
—Si —responde ella— tenía que hacerlo, no me creía en nada.
—¿Qué acaso alguien como nosotros no podemos ser exitosos?
Me atraganto al ver la mirada seria en la cara de Dixon. No es el mismo joven que conocí hace un par de días atrás, se ve más duro, más frio y calculador. No es que dude que alguien como ellos puedan ser exitosos, es solo que cuando los conocí por vez primera, nunca imaginé que estaría frente a tres personas tan poderosas y... millonarias.
—No... no es eso... es solo que... Dixon... es solo que...
—Él solo está jugando contigo Lucas —me relajo al escuchar su voz.
¡Wow! Sí que es guapo.
Adam nos observa con una pequeña sonrisa en su cara y una expresión serena. Está recargado sobre el marco de la puerta de la que creo es su oficina. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho y una pierna doblada encima de la otra. Viste un pantalón negro y una camisa de un tono azul claro. Tiene el cabello perfectamente peinado hacia atrás. Los dos aros blancos de sus orejas han desaparecido así como también la sombra de la barba sobre su mandíbula. Se aclara la garganta. Como idiota he estado observándolo en silencio por más tiempo del necesario.
—Adam...
—Lo vez —dice María golpeándome con el codo en las costillas— no mentía.
—Sí...Ya lo veo...
—Susan acompaña por favor a Lucas a la sala de conferencias —dice mirando a la joven y luego a mí en un rápido movimiento— me gustaría habar con mis hermanos a solas por favor.
—Como ordene señor.
La joven se levanta de su asiento detrás del mostrador y con una leve sonrisa me hace seguirla por un largo pasillo, hasta dos puertas dobles de madera negra. Sin saber qué hacer, volteo por última vez solo para toparme con las miradas de María, Dixon y Adam sobre mí. ¿En qué momento morí y entré en una dimensión desconocida? Esto debe ser alguna especie de sueño, si eso tiene que ser, aún estoy durmiendo en mi departamento, esto no es más que un sueño muy lúcido y elaborado. En cualquier momento voy a despertar.
—¿Puedo ofrecerle algo de tomar?
—No es necesario —respondo—, pero gracias.
—El señor Adam estará aquí en un par de minutos más, por favor siéntase como en su propia casa.
La sala de conferencias es realmente hermosa. De pisos blancos y paredes del mismo color. Un rectángulo de madera cruza el techo de este a oeste y cae por una pared a mi izquierda. Una televisión, pantalla plana, empotrada en la pared y sobre la madera que baja del techo. Una mesa rectangular de cristal en el centro de la oficina, con varias sillas color crema acolchonadas, a su alrededor. Varios cuadros de pinturas al óleo esparcidas estratégicamente, sin sobre cargar el decorado. Dos jarrones negros y alargados a cada lado de las puertas dobles. Frente a mí, tres impotentes ventanales, del techo al piso, que dan a una de las vistas más increíbles de la ciudad, que he tenido la oportunidad de ver. Camino, hipnotizado por la maravilla que ven mis ojos. Desde esta altura todo parece tan lejano, tan irreal, que por momentos me siento atrapado en una especia de maqueta de la ciudad hecha en miniatura.
—Es hermosa ¿No lo crees? —me estremezco al sentir su mano sobre mi hombro derecho y su voz tan cerca de mi oído.
—Adam... no te escuche entrar —digo dándole la cara.
—Lo siento bebe, no quería asustarte.
—Es solo que estaba distraído, la vista es simplemente...
—Espectacular —termina él.
—Así es.
—Lucas por favor —apunta a una de las sillas junto a la mesa—, toma asiento. Debes tener muchas preguntas que hacer.
—Tantas que no sé por dónde empezar —sonrío.
—Primero que nada me gustaría disculparme contigo —ambos tomamos asiento, uno frente al otro—, la verdad es que te mentí cuando no debería haberlo hecho, es solo que no pensé fuera necesario decirte sobre esta parte de mi vida.
—Sí... creo que olvidaste mencionar ciertos detallitos.
—No quiero que pienses que no confío en ti, es que tienes que saber que esta vida no es importante para mí en lo absoluto. El Adam que estás viendo en estos momentos —dice apuntándose al pecho— es el Adam que tengo que sacar para mantener a mi familia a flote. La realidad es que yo no soy así, no soy de esta manera. El Adam que conociste en el gimnasio, el que te ayudó esa noche en la que te asaltaron, es mi verdadero ser, mi verdadero yo, el que de verdad importa.
—Pero ¿Por qué no decirme que María y Dixon son parte de tu familia?
Cierra los ojos. Se recarga más en la silla. Abre los ojos y clava su mirada.
—Dime la verdad Lucas ¿me hubieras creído si te lo contaba?
Suspiro.
—Posiblemente no —respondo apartando la mirada.
—A María la adopté cuando recién cumplí los dieciocho años. La conocí un día cuando estaba de visita con unos viejos familiares. Estaba en una casa hogar donde la maltrataban todos los días, estaba tan desnutrida, tan anémica que por un segundo creí no lo lograría, así que con mi dinero y mis influencias decidí que lo mejor era hacerme cargo de ella y darle una mejor vida. Por suerte el trámite fue rápido. Desde entonces María vive a mi lado.
—¿Y Dixon? —Pregunto—, claro si sé puede saber. No quiero ser inoportuno.
—Dixon siempre ha estado conmigo —responde—, sus padres murieron en un accidente cuando él era muy pequeño, así que yo me hice cargo de él. La verdad es que no me arrepiento de nada en lo más mínimo. Dixon y María han sido para mí como los hermanos que nunca pude tener. Es mi familia Lucas, los tenía que proteger, espero no te moleste que haya decidido mantener el secreto por un poco de tiempo. No es algo que se pueda decir a la primera.
—No tendría por qué molestarme —nos miramos a los ojos.
—Gracias por entenderlo Lucas.
—Y dime Adam ¿qué es lo que haces para ser tan importante? —pregunto sonriendo, intentando eliminar un poco la tensión entre ambos.
—¿Has visto la película de mujer bonita?
—¡Claro que sí! Es mi favorita.
—Bien —contesta sonriendo—, digamos que yo soy como Edward Lewis. Me dedico a comprar y vender empresas que están en decadencia, además de que tenemos algunos astilleros por todo el país. Nos dedicamos a la construcción de barcos militares, comerciales y de trasporte.
—Es impresionante...
—Dixon es el diseñador —responde con cierto tono de orgullo en su voz—, él es el que se encarga de diseñar los nuevos cruceros. De hecho estamos a punto de cerrar un trato con una naviera arábiga, queremos ser los diseñadores de la nueva línea que quieren sacar antes de diciembre del próximo año.
—Es impresionante lo que has logrado Adam.
—Mi familia siempre fue buena con los negocios —su mirada se enturbia, noto como se sumerge en ese mar de sus recuerdos—, creo que yo heredé eso de mis padres. Para hacer negocio Lucas, solo basta con conocer a las personas. Para mí resulta muy sencillo cerrar tratos y llevarlos al máximo de sus capacidades. Fue así como a los dieciocho ya era uno de los jóvenes más ricos e influyentes de todo el estado. Algo que no esperaba lograr ni mucho menos quería, pero que era necesario si deseaba poder mantener a la familia que me importa, para poder salir con la frente muy en alto ante las adversidades.
Resulta tan curioso como creemos conocer a las personas solo para al final terminar por sorprendernos e incluso en algunas ocasiones desconcertarnos. No sé puede decir que Adam y yo nos conozcamos de toda la vida, de hecho hace apenas tres semanas que nos conocemos y aun en el corto periodo de tiempo, él se ha convertido en parte importante de mi vida. No puedo explicarlo con palabras. Tal vez parezca difícil de creer, un tanto estúpido y contradictorio que por momentos dude de él y en otros confíe ciegamente, pero así es como ocurre. Existen personas que crean en ti una confianza difícil de explicar, sabes que a pesar del corto periodo de tiempo puedes confiar con ellos, que en un momento de necesidad ahí estará su mano para ayudarte. Así es como me siento con respecto a Adam, es una de esas personas en las que sé puedo contar, muy a pesar de todos los secretos que algo me dice, sigue ocultando.
—Pero no estamos aquí para hablar de eso —se levanta, camina hasta una pequeña mesa de madera con varias bebidas sobre ella, saca un par de copas de cristal y vierte un líquido ámbar en ellas—, la verdad Lucas te hice venir hoy porque quiero hablar contigo sobre lo que pasó anoche.
—Imaginé que de eso se trataría.
—¿De verdad sientes lo que dijiste? O ¿solo era para que él te dejara de molestar? Por favor Lucas dime la verdad.
No puedo mentirle, no ahora que él me confió parte de su pasado.
—La verdad es que dije eso porque tenía miedo...
—¿Miedo? —Me tiende la copa de cristal— ¿miedo de qué?
—Ethan puede llegar a ser un poco... temperamental. Tenía miedo de que te fuera a lastimar, por eso dije lo que dije. Lo último que deseaba era poder lastimarte Adam... yo...
—No es necesario Lucas —pone un dedo sobre mis labios—, tu sabes muy bien lo que siento por ti. Es una atracción que no había sentido en mi vida desde hace muchos años, no desde... Lo que quiero que sepas Lucas es que me tranquiliza estar a tu lado, pero sé que no soy yo quien está ahí adentro.
Señala mi corazón.
—Adam...
—Sé que es él quien está tan clavado dentro de tu corazón, en tu mente y tu espíritu —da un sorbo al líquido de la copa—, aunque eso no significa que vaya a dejársela tan fácil. Después de lo que me pasó... nunca pensé que volvería a sentirme de esta manera hasta que apareciste tú. Me gustas Lucas y mucho. Planeo luchar por ti y espero lograrlo así tenga que enfrentarme a él.
—Adam —digo dejando la copa sobre la mesa de cristal— yo no sé si pueda llegar a corresponderte. Es verdad que siento una fuerte atracción por ti, pero eso no significa que en un futuro...
—Lo sé. Dime una cosa Lucas. Ethan es un hombre lobo y no cualquiera, sino un Alfa ¿no es verdad? Y algo me dice que tú eres su pareja.
Me paralizo por un segundo. Nuestros ojos se conectan. Su mirada serena y al mismo tiempo curiosa, sobre la mía. Mis sospechas se acaban de aclarar.
—Veo que no tienes pelos en la lengua.
—No —responde—, si no, no estaría aquí.
—En efecto —contesto— Ethan es un hombre lobo así como lo eres tú.
Ambos permanecemos en silencio. La tensión entre los dos aumenta.
—¿Desde cuándo lo sabes?
—Lo sospeché desde ese día afuera de tu gimnasio —contestó desviando la mirada—, lo confirmé anoche cuando te enfrentaste a Ethan sin retroceder un solo centímetro. Y también cuando te levantaste después del accidente, esas heridas hubieran sido mortales en un simple humano, pero en cambio tu solo seguiste caminando como si nada hubiera pasado.
Sonríe. Mueve su copa de una mano a la otra. El líquido ámbar se escurre por entre los hielos. Su mirada en la ciudad a la izquierda. Observo con curiosidad su perfil. Ahora que lo veo es claro que Adam es un hombre lobo, sus ojos cambian a un intenso amarillo. Miles de preguntas revolotean en mi cabeza. ¿Si Adam es un hombre lobo eso significaría que lo es también Dixon y María? ¿O no? ¿Sabrán sobre los hombres lobos? ¿Y si es así, qué tanto saben sobre nosotros? Temo que los tres estén en grave peligro. El consejo internacional de la comunidad del lobo puede llegar a ser muy inflexible con las personas que lleguen a romper las reglas que rigen a nuestra comunidad.
—Por eso mismo me gustas tanto —responde después de unos momentos—, eres la persona más inteligente que he conocido Lucas. Me sorprendes.
—Entonces ¿lo eres?
—Sí —contesta— a diferencia de Ethan yo solo soy un simple beta. No soy más que un pobre exiliado que corrieron de su antigua manada por enamorarse de alguien que no debía. Un beta que ha tenido que labrarse un camino en un mundo cruel y violento, pero todo por el bien de los que me importan.
No digo nada, dejo que saque todo lo que tiene dentro.
—¿Cuáles son tus planes Adam? Solo dime la verdad por favor.
—Descuida bebe —se levanta y acaricia mi rostro— a ti nunca te lastimaría. Me lo recuerdas tanto, que no podría lastimarte.
—Pero...
—Pero nada Lucas —me interrumpe—, se ha dicho todo lo que se tenía que decir. Tengo que irme, los negocios me esperan. Nos vemos después bebe. Por cierto Lucas...
—¿Sí?
—Dile a Ethan que la próxima vez no me contendré.
Sale le de la oficina de conferencias, dejándome ahí sentado con más dudas que respuestas. Observo por última vez la hermosa imagen frente a mí. Comienza a oscurecerse por las nubes de tormenta que se aglomeran en el cielo. Un rayo cae en la lejanía, el estruendo llega hasta mis oídos. María decía que las tormentas son siempre señales de mal augurio. Algo me dice que cosas malas están a punto de pasar. Siento que mi vida va a cambiar drásticamente y no hay mucho que yo pueda hacer para evitarlo.
Pero... ¿qué es lo que está por venir?
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