Capítulo 10: Mentiras.
Lucas.
"—Te voy a recuperar..."
Su voz sigue dando vueltas en mi cabeza.
Cuando me levanté por la mañana nunca me imaginé que al terminar el día estaría sentado sobre el sillón de cuero, mirando a la puerta de mi departamento, pensando en la única persona en todo el mundo en la que no debería pensar siquiera. Y es que sigo sin creer nada lo que me ha ocurrido hasta ahora. Que cruel puede ser en ocasiones el destino con nosotros, cuando finalmente estaba logrando salir de ese bache en el que me había metido durante tanto tiempo, el pasado decide aparecer frente a mí bajo la forma de un hombre de casi dos metros de altura, barba tupida, ojos verdes y una sonrisa encantadora, solo para recordarme lo tremendamente infeliz que fui la mayoría de mi vida, una infelicidad que llegó a su punto más alto el día que debería haber sido el más feliz de mi corta existencia, pero que se trasformó en una auténtica pesadilla.
Camino con pasos lentos hasta la cocina, apoyándome en los sillones y las paredes. Mi cabeza duele, la herida en la parte trasera palpita aunque ya no sangra. Saco el botiquín de primero auxilios del cajón en la isla central, tomo un par de aspirinas y una pastilla para el dolor, tomándolas con un pequeño vaso de jugo de naranja. Mi vista inadvertidamente sigue dirigiéndose a la puerta de madera, casi como si pudiera sentir aún la presencia de Ethan al otro lado de la entrada. ¿Por qué esta él aquí? Es la pregunta que más me repito, mordiéndome las uñas y caminando de un lado para el otro, ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones? No voy a negar que por uno momento creí ver en sus ojos un pequeño reflejo de sinceridad, quisiera poder creer que realmente está arrepentido por todo lo que me hizo nueve años atrás, pero es que no hay manera de creerlo, no cuando recuerdo la forma en la que me deseó la muerte, deseó el nunca haberme conocido.
¿Es que cómo quiere que olvide tan fácilmente, cuando ese recuerdo es una de mis más grandes pesadillas? No es que lo odie, la verdad con el tiempo he aprendido a que Ethan no era más que una víctima más de una cruel broma del destino, donde una historia como la nuestra no tenía cabida alguna, pero eso no significa que yo lo haya perdonado al cien por ciento. Al volver a verlo, todos esos sentimientos que creí perdidos volvieron a la superficie de mi mente solo para burlarse de mí. Sentimientos que no hacen más que confundirme, orillarme poco a poco a que la furia contenida en mi interior salga y embulla.
Quiero cerrar los ojos e imaginar que todo esto no es más que un simple sueño del que podré despertar al amanecer, pero sé perfectamente que eso no es más que una simple fantasía de mi parte, una ilusión que quiero desesperadamente que se haga realidad para no enfrentar el mundo de problemas que parece abalanzarse sobre mí. Acaricio mi abdomen, aun puedo sentir el calor de su pecho y las poderosas manos que se ciñeron a mi cintura y me cargaron por más de veinte cuadras hasta mi departamento. Ese precisamente es mi más grande temor, que por más que intento no puedo dejar de pensar en él y lo que puede estar pasando por su mente, porque detrás de todo esto hay algo que no logro comprender.
Mi espalda duele. Me dirijo a mi habitación revisando alguna señal de contusión frente al espejo de cuerpo entero empotrado en la pared. La piel morada e inflamada salta a la vista al retirar la camisa, haciéndome evocar las imágenes de hace nueve años atrás. Una misma fotografía pero en circunstancias distintas. Mis ojos comienzan a arder, el aliento me falta, rompo en llanto. Pequeñas lágrimas resbalan por mis mejillas, me reclino contra el colchón de mi cama y comienzo a llorar más intensamente. Su figura aparece frente a mí. Sé que soy un cobarde, un débil que no pudo mantener su promesa de no volver a llorar por él, pero es que no puedo evitarlo, todo cayó sobre mí sin previo aviso. Su sola presencia mueve montañas en mi interior y lo peor del caso es que no puedo hacer nada para poder evitarlo.
Detesto a Ethan por tener tanto poder sobre mí. Odio la manera en la que me hace sentir, en la manera en la que por momentos extraños sus manos sobre mi cuerpo o el calor que me abrigaba con suma intensidad, solo para después recordar el dolor que sigue anclado en mi pecho. Cuando salí del pueblo creí que podría enfrentarme al mundo entero. Cada vez que me veía en el espejo, observaba a un renacido Lucas que no se dejaba de nadie y que estaba dispuesto a luchar ante todo y ante todos, pero hoy frente a mí solo veo a un cobarde que no sabe definir lo que su corazón está sintiendo, que no puede entender nada de lo que está ocurriendo y que tiembla por ello.
Pasan las horas y continúo ahí sentado, mirándome en el espejo. El dolor de la cabeza y la espalda disminuyen, más no la presión que siento por dentro y me oprime el pecho. No sé durante cuantas horas permanezco en el mismo lugar, pensando e intentando tranquilizarme, dejando que sea el destino el que continúe con su camino. Si Ethan piensa que puede regresar a mi vida y lastimarme de nuevo, está muy equivocado. Podré haber roto mi promesa de no volver a llorar por él, pero eso no significa que vaya a permitir más dolor y sufrimiento en mi vida, ya tuve suficiente con todo el tiempo que sufrí los insultos, el desprecio de mi padre y de mi propio compañero. Estoy dispuesto a luchar con todas mis fuerzas para evitar que Ethan me lastime de nuevo.
Aunque también hay otra parte de mí que desea creer desesperadamente lo que tanto dice sentir. Somos parejas predestinadas al final de cuentas. No importa lo mucho que estemos lejos uno del otro, siempre existe un lazo entre nosotros que nos impide continuar, al menos de mi parte. He escuchado que los Alfa tienen la capacidad de poder seguir adelante si su pareja muere o si solo deciden rechazarla, esa es la manera que tiene la naturaleza para poder asegurar que la línea de sangre continúe y nuestra especie no caía en la extinción. Por eso mismo no puedo creer con seguridad que las palabras de Ethan sean verdaderas. Por lo que a mi concierne, él solo está aquí para saciar su libido y botarme de nuevo a la basura después de haberme usado ¿qué otra cosa podría querer de mí?
Estoy tan cansado.
Con parsimonia gateo hasta la cama y me dejo caer sobre el cobertor. La tormenta ha dejado de caer, ahora el reflejo de la luna entra por la ventana a mi derecha. Admiro por unos segundos la intensidad de la noche, la vida que parece continuar rotando en la ciudad cubierta de tinieblas. Mis ojos se cierran, mi respiración se alarga. Sueño que estoy en un vehículo, manejando por una carretera a la ciudad más cercana, mis manos se aferran al volante, a mi derecha aparece Ethan con una sonrisa y unos lentes de sol. La luz del sol nos da de frente, Ethan murmura algo pero no alcanzo a escucharlo, manejo durante todo el sueño, con su mano sobre la mía, entrelazadas.
Despierto por el brillo del amanecer en mi cara.
—Dios...
De pronto recuerdo que hoy tengo turno de veinticuatro horas en el hospital. Salgo con rapidez de entre las cobijas de la cama, metiéndome en el baño de mi habitación y abriendo la regadera. Me reviso el cuerpo por última vez. El moretón en mi espalda y el dolor de cabeza siguen punzando fuertemente, pero conforme pasa el tiempo el dolor se hace cada vez más tolerante. El agua caliente cae en forma de cascada por mi cuerpo. Bañándome con rapidez, limpio lo mejor que puedo las heridas en mi cuerpo. Tengo que aprender a defenderme, no puedo permitir que algo como esto vuelva a ocurrir.
Salgo cubierto con una sola toalla envuelta alrededor de la cintura. Mis cabellos castaños escurren, pegándose a mi frente, mientras que con rapidez tomo el uniforme azul marino y blanco de la silla que está al lado de la cama, en la que siempre alisto lo necesario un día antes de cada turno en el hospital. El uniforme se pega a mi cuerpo. Faltan tan solo veinte minutos para las ocho de la mañana. Es demasiado tarde ya, tenía que estar ahí a las siete en punto. Corro por la cocina, abriendo el refrigerador y tomando lo primero que encuentro. Salgo de mi departamento, con el celular en la mano y las llaves en la otra. Tan solo espero que Vanessa no se moleste por mi pequeño retraso.
—Pero que... —me detengo al ver a Ethan durmiendo a la mitad del pasillo.
Está recargado sobre la pared en posición fetal. Sus brazos cruzados sobre su pecho y sus piernas pegadas a su abdomen. Su cabeza oculta entre los pliegues de la chaqueta negra hecha bola como una improvisada almohada. Mechones negros de su cabello pegados a su frente. Tiene la boca ligeramente entre abierta, dejando salir un pequeño y casi imperceptible ronquido. Sonrío ante lo que veo. Con cuidado me hinco frente a él, tomándome el tiempo para observarlo mejor. Tengo la tentación de pasar mi mano por su cabello, recorrer esos sedosos y brillosos mechones, o de besar esos labios rojos y carnosos que parecen invitarme al pecado, pero después recuerdo todo lo que me ha pasado. Agito mi cabeza y alejo esos pensamientos de mi mente. ¿Qué está pasando conmigo?
—Ethan —golpeo la suela de sus botas. Al instante se despierta sobresaltado.
—¿Lucas? —Su voz es más grave de lo normal—, ¿está todo en orden?
—¿Qué haces aquí? —pregunto cruzándome de brazos.
Sus ojos verdes se clavan en los míos. Ayudándose con la pared se levanta del suelo, limpiando el polvo de sus vaqueros.
—Te dije que estaría aquí afuera por si me necesitabas.
Mi corazón da un vuelco.
—¿Dormiste toda la noche en el suelo?
—Vigilaba en ocasiones el edificio —responde—, no podía dejarte solo cariño, tenía que asegurarme que nadie pensara en lastimarte.
Odio que me diga de esa manera, me hace sentir tan... bien.
—Bueno —respondo—, yo no te lo pedí.
—No, no lo hiciste —contesta sonriendo—, yo quería hacerlo.
Camino hasta el elevador. Las puertas metálicas se abren con un ligero chirrido. Puedo sentir la presencia de Ethan a mi espalda, su mirada sobre mi cabeza, sus manos a centímetros de tocar mi cuerpo. No sé si pueda soportar su presencia por más tiempo.
—Será mejor que te vayas Ethan —digo girando mi cuerpo y encarándolo.
—No puedo hacerlo.
—Ethan por favor.
—¿A dónde vas? —pregunta en un tono muy serio.
—Tengo turno en el hospital —respondo presionando los botones en el tablero a mi derecha—, de hecho voy demasiado tarde. Tengo que irme.
—Lucas...
—Ethan —suspiro—, mira la verdad es que no entiendo que es lo que planeas hacer y sinceramente tengo que decirte que no quiero saberlo. Solo te pido una cosa y es que me dejes en paz. No soy el mismo Lucas que dejaste hace nueve años, ahora tengo la fuerza suficiente como para enfrentarme a ti, así que si solo planeas jugar conmigo para saciar tu estúpido ego de Alfa que tienes, estás muy equivocado si crees que voy a permitirlo.
Una lágrima resbala por su mejilla. Mi corazón se detiene por un segundo.
—Eso no es lo que quiero Lucas, yo...
—Sea como sea Ethan —lo interrumpo—, ya no te amo y jamás lo hare.
—No digas eso —su voz se quiebra.
—Por favor déjame en paz... solo déjame en paz.
Las puertas del elevador se cierran frente a mí.
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Estoy tan cansado que no sé si pueda soportar otra hora más.
—¿Lucas?
Mi cuerpo se estremece al escuchar su voz.
El sol comienza a ocultarse en el horizonte. Un grupo de adolescentes de unos veinte años cuanto máximo, pasan a mi lado sonriendo y con un sin número de globos de todos colores y formas, con dos enormes osos de peluche en brazos. El azul del cielo comienza a oscurecerse, pasando por un intenso y bello tono anaranjado. Mi vista se pierde en la inmensidad de la metrópolis frente a mí. Los altos edificios que parecen acariciar con sus puntas el infinito del manto celeste. Los automóviles que circulan por las calles de la ciudad. Mis cabellos se sacuden por la brisa otoñal que anuncia el intenso inverno qué parece vamos a tener.
—¿Qué es lo que haces aquí?
Mi piel se eriza al ver la intensidad de su mirada.
Adam esta frente a mí, en silencio. Tiene las manos en los bolsillos de su pantalón. Su mirada tan intensa parece estar escaneando mi cuerpo entero. Viste un pantalón negro, una camisa roja a cuadros y una gorra negra con letras doradas. Tiene un cigarrillo en la boca que desecha de un solo golpe, la colilla sale volando por los aires, impactando contra un automóvil gris y cayendo al suelo.
—Me pareció haberte reconocido —dice acercándose a mí—, necesitamos hablar de lo que pasó.
—Lo mismo creo yo —digo mirándolo a los ojos—, aunque creo que ya no es tan necesario Adam. Dejaste todo claro cuando me rechazaste frente a las puertas de tu gimnasio.
—Lo lamento —dice bajando la mirada—, la verdad es que fui un idiota.
—Lo fuiste —respondo cruzándome de brazos.
—Es solo que no podía hacerlo Lucas, aun cuando lo deseaba con todas mis fuerzas, no podía hacerlo, no de esa manera.
—¿A qué te refieres? —digo frunciendo el cejo.
Adam guarda silencio. Hay algo oculto en todo esto.
—Es una larga historia —responde después de unos minutos.
—Tengo todo el tiempo del mundo.
La verdad es que no debería estar afuera y menos cuando estoy a la mitad de mi turno. Solo me tomé cinco minutos para poder respirar y sacar de mi mente todos los pensamientos sobre Ethan. Estoy asqueado de todo lo que me está pasando. En todo el día no he dejado más que pensar en él y en lo que podría estar haciendo, en si lo que dice es la verdad o solo se trata de una elaborada mentira de su parte. No es que me interese, es solo que quiero que me deje en paz de una vez por todas.
—Me gustas Lucas —dice Adam caminando hasta mí y atrapándome entre su cuerpo y la pared a mi espalda, sus dos manos a cada lado de mi cara. Mi respiración se entrecorta al sentir su calor—, no tienes una jodida idea de lo mucho que me gustas. No puedo sacarte de mi mente y ese es precisamente el problema.
—¿Por qué lo dices? —pregunto mirándolo a los ojos.
Es más alto que yo.
—Por qué alguien como yo no debería sentir nada por ti.
—¿Alguien como tú? Adam... ¿a qué te refieres?
—Lucas yo...
Antes de que Adam pueda terminar con lo que está diciendo, su cuerpo es arrojado a un lado con tanta fuerza que se impacta contra el parabrisas de un carro que en ese preciso momento iba pasando frente a las puertas principales del hospital. Con horror veo como el cuerpo de Adam cae resbalando del capote y cayendo sobre el suelo, su cabeza rebota. Con rapidez intento correr hasta él para poder ayudarlo pero dos enormes manos me detienen de lleno en mi lugar.
—¿Ethan? —pregunto al verlo.
Me sujeta por los hombros. Sus garras comienzan a clavarse en la carne de mis hombros. Su mirada es exactamente igual a aquella vez en el bosque en la que por poco me mata, dejándome tirado sin importarle nada.
—¿Quién demonios es él?
Mi vista se dirige de nueva cuenta a Adam, que en ese momento se pone de pie con tanta facilidad que parece que nada le hubiera ocurrido. A su lado varias personas se acercan llamadas por la curiosidad. El conductor del vehículo se baja de un salto de su auto, está temblando. Camina hasta Adam pero este solo le sonríe, apartándolo con un movimiento de su muñeca y caminando hasta nosotros.
—Adam... ¿estás bien?
—Lo estoy ahora bebe.
—Déjame revisarte —digo intentando tocarlo, pero él solo se recusa.
—No es necesario.
—Por favor... —suplico.
—Estoy bien Lucas, de verdad. No te preocupes por mi bebe.
Tiene una cortada en su ceja derecha que baja hasta parte de su mejilla, el labio partido y varias cortadas menores en sus manos. La sangre mancha la mayoría de su rostro, pero eso no parece importarle siquiera. Varios doctores salen del hospital, entre ellos Vanessa que me mira con curiosidad. Adam solo sonríe mientras toma mi mano y me jala hasta él. Ethan gruñe, clavando sus garras en mis hombros y apresándome entre sus brazos.
—¿Bebe? —Ethan se interpone entre nosotros, apartándome a un lado— de verdad tienes muchos huevos para decir eso enfrente de mí.
—¿Enfrente de ti? —La mirada de Adam se enturbia al instante— ¿Tú quién te crees que eres, si se puede saber?
—Ethan —responde mirándolo a los ojos—, soy Ethan y ¡Lucas es mío imbécil! Así que cuida la manera en la que te refieres a él.
—¿Tuyo? —pregunta Adam con una sonrisa.
—¿Algún problema con ello?
—Lo es porque Lucas es mío.
Puedo ver la clara determinación en sus rostros. Antes de que puedan comenzar a pelear, me interpongo entre los dos poniendo una mano en el pecho de cada uno. A nuestro alrededor varios curiosos nos observan con celular en la mano, esperando ansiosos una pelea para poder grabarla y subirla a YouTube. La tensión en el aire es demasiada. Ethan observa a Adam con una mirada de muerte. Sé de lo que es capaz de hacer. Tengo miedo que a la mitad de todos los humanos, Ethan no pueda evitarlo más y deje salir a su lobo, matando a Adam de un solo golpe.
—¡Quítate Lucas! —grita Ethan rempujándome a un lado.
—¡No! —respondo volviéndome a interponerme entre ambos—, no voy a dejar que se peleen. Ethan por favor... no lo hagas.
—No te preocupes por mi bebe —dice Adam sonriendo, molestando deliberadamente a Ethan— no tengo miedo de pelear contra él.
—Debes tener muchas agallas para decirlo.
—¡Déjame mostrártelo! —grita Adam apartándome con facilidad.
—Adam por favor no lo hagas —lo sujeto por los hombros.
Ethan comienza a gruñir con más intensidad al verme junto a él. La posesividad de un Alfa puede resultar muy peligrosa. No puedo permitir que los dos se peleen, no cuando la vida de Adam está en grave peligro. Una de las cosas que aprendí con María cuando era pequeño, era a nunca meterme contra un Alfa si no quería salir seriamente lastimado. No necesito ser un genio para saber que la fuerza de Ethan, como Alfa de la manada, puede llegar a ser impresionante, tanto que se dice puede matar a un humano de un solo movimiento.
—No le tengo miedo Lucas —sonríe—, se cómo defenderme.
—No entiendes Adam —suplico—, no lo alteres más.
—¡Hazte a un lado Lucas! —los ojos de Ethan cambian a un intenso amarillo.
—No pienso hacerlo —digo poniéndome frente a Adam.
—¡Mierda Lucas, no te lo voy a repetir! ¡Hazte a un lado!
—¡No Ethan! —Grito— ¡no voy a dejar que lo lastimes!
—¡¿Por qué?!
—¡Por qué lo amo! —respondo.
El amarillo de sus ojos desaparece al instante.
—¿Qué dijiste?
Lágrimas caen por su rostro al escuchar mis palabras. Me sorprendo al ver la mueca de dolor que le estoy causando en estos momentos, pero tengo que hacerlo si quiero que Ethan me deje en paz y sobre todo que se tranquilice y no haga algo de lo que se puede arrepentir toda su vida. No puedo permitir que por un arrebato de furia, muestre el secreto más grande de la comunidad de los lobos a todas las personas a nuestro alrededor que nos observan con celular en la mano, no cuando eso significa romper la regla más importante que rige el mundo de los cambia formas.
—Lo amo Ethan —respiro profundamente—... no puedo dejar que lo lastimes.
—No... eso no puede ser verdad... dime que estas mintiendo Lucas... ¡dime por favor que estas mintiendo!
—No miento Ethan —agacho la mirada— amo a Adam... no hay nada que puedas hacer al respecto.
—Mírame —dice con la voz entre cortada—, Lucas por favor mírame...
Levanto la vista. Camina hasta mi lado. Sus manos acarician mis mejillas.
—Dime que no es verdad... cariño... por favor.
—Lo lamento... pero es la verdad.
Cierra los ojos.
—No voy a volver a molestarte más Lucas... solo espero que él te haga feliz.
Sin decir nada más camina alejándose de mí. Desde mi lugar observo como la figura de Ethan, destrozada, se pierde en la oscuridad de la noche. Me siento el mayor hijo de perra del mundo. El problema es que no sé porque tengo esta sensación de vacío en mi pecho. Yo tengo todo el derecho de continuar con mi vida, de ser amado por alguien que de verdad me pueda hacer feliz, de vivir mis sueños al lado de la persona indicada. Aun así no entiendo porque me siento como lo hago, como si estuviera cometiendo la mayor equivocación de mi vida. Por más que lo intento, no puedo entenderlo.
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