Capítulo Único
Los pájaros anunciaron el comienzo de un nuevo día con un amanecer resplandeciente en el fondo. Las plantas estaban rociadas y los animales se paseaban en manadas por el bosque. Al menos ellos tenían suerte de estar con alguien, vaya.
Me levanté del suelo, tomé mi lanza y salí a hacer lo que hacía todos los días; ir a cazar y a buscar otro refugio, nunca estar en el mismo lugar. Desde aquél incidente, no me gusta estar en un solo lugar. Mi naturaleza desde siempre ha sido el estar en soledad desde que tengo memoria. Han pasado ya tantos años que me he acostumbrado a vivir así y me gusta.
Procedí con lo mío y por varias horas estuve tratando de acechar a mi presa, un venado que caminaba tranquilamente por ahí. Tomé mi lanza por la parte que decía "llop" y apunté hacia él; tomé un poco de vuelo y la lancé. Cayó instantáneamente, perfecto, ya tengo la comida de hoy y mañana.
Estuve cargando el cuerpo por un largo tiempo mientras caminaba por la nieve en busca de un lugar en el que pasar la noche. Antes de que se metiera el sol por fin encontré una clase de cueva. Entré y verifiqué que no hubiese nadie dentro. Tomé unos pedazos de madera e hice un poco de fuego para poder aguantar el frío que hacía, además para poder cocer mi comida. Después de comer caí rendido en el suelo y cerré los ojos ya que había sido un largo día.
Estaba profundamente dormido cuando de repente escuché unos pasos de alguien corriendo sobre charcos, al parecer estaba lloviendo. Abrí los ojos y vi una sombra pasar en frente de mí. Inmediatamente me incorporé, tomé mi lanza y fui en busca de aquella silueta que recorría el lugar rápidamente. Me quedé quieto por un momento para descifrar de dónde provenían las pisadas. Corrí hacia mi derecha y vi un cuerpo huyendo. Fui tras él y, al estar ya bastante cerca, me aventé contra él, haciendo que cayera en el lodo. Forcejeó un poco así que lo tomé por los brazos para que se quedara quieto quien quiera que fuera. Cuando la observé bien vi que era una mujer de la que se trataba. Contemplé sus ojos y en ellos había temor, angustia y tristeza, parecía algo preocupada y desesperada.
- ¡Suéltame! - Me gritó.
- ¿Quién diablos eres y qué estás haciendo aquí? - Le respondí mirándola directamente a los ojos.
- ¡Me estás lastimando tonto! - Me replicó con disgusto
La solté pero no me moví de encima de ella.
- ¿Ahora me vas a decir quién eres y qué haces aquí? - Le dije.
- Mi nombre es Natasha y... Estoy perdida. - Dijo y una lágrima le cayó por su mejilla.
Me compadecí de ella y la llevé a mi refugio, le ofrecí un poco de comida, la cual aceptó.
- ¿Cómo es que te perdiste? - Le pregunté curioso.
- Caminaba con mis padres y decidí ir por frutos para comer y cuando regresé ellos ya no estaban. Así que corrí en busca de ellos y al poco tiempo llegaste enfuscado hacia mí y les perdí el rastro. Por cierto, gracias. - Dijo sarcástica.
- Deberías darme las gracias en verdad, al menos te di comida y un lugar donde pasar la noche. - Le repliqué.
Ella solo se indignó y se recostó. Al poco tiempo cayó dormida y yo me quedé analizando cada parte de su cuerpo como si de un libro se tratase. Era bella, tenía su cabello castaño oscuro, sus ojos color miel y su cuerpo era esbelto. Era tan raro tener compañía después de tanto tiempo estando en un completo aislamiento del mundo. Me quedé pensando en ello hasta que poco a poco fui cerrando los ojos y me dormí.
Al día siguiente me levanté y lo primero que hice fue verla a ella. Me levanté, tomé mis cosas y le aventé una piel de siervo que tenía para que se cubriera por si tenía frío. Instantáneamente me reclamó:
- ¡Oye! ¡Qué rayos te pasa! - Dijo gritando bastante molesta.
- Es por si te da frío. Vamos a buscar a tu familia. - Le dije.
Ella asintió y salimos del lugar para recorrer todo el bosque en busca de sus padres.
En el camino ella caminaba entre los árboles de una manera peculiar, parecía jugar con ellos. Pasaba su mano por cada tronco y hacía un movimiento con su dedo índice, cosa que me pareció algo interesante. La observé por un buen rato, tenía demasiado que no tenía compañía humana. Estaba sumido en mis pensamientos cuando ella me sacó de mi mundo diciéndome:
- ¿Por qué estás solo?
- Porque desde que yo era apenas un pequeño niño mis padres murieron por culpa de unos bandidos. - Le respondí.
- Oh... Lo lamento. - Dijo agachando la cabeza. - ¿Y cómo es que pudiste sobrevivir a todos los peligros si solo eras un niño? - Me dijo.
- Un lobo me recogió y cuidó de mí hasta que murió. Él se encargó de protegerme y darme lo necesario para que fuera capaz de vivir.
Ella se quedó callada por un momento, meditó lo que le dije y extrañada me contestó.
- ¿Cómo es que un lobo pudo cuidar de un niño?
- Porque ellos son animales nobles. Ellos no atacan si tú no los atacas. Son de sangre fiel y pura, protegen a los suyos con su vida.
Ese fue el fin de nuestra conversación. Pasamos todo el día en busca de su familia. A ratos me pedía de comer o que descansáramos, me decía que le contara historias y que la abrazase, hablábamos de nuestro pasado y de lo que sentíamos. A veces era algo molesto el hecho de estar con alguien más pero esa sensación a la vez era agradable; digamos que era una sensación agridulce pero yo no quiero que pare.
Recorrimos cada centímetro del bosque por algunos días y llegó un punto en el que ambos entramos en desesperación. Me iba a dar por vencido pero, de pronto, a lo lejos vi unas luces. Llamé a Natasha y ambos fuimos a averiguar de qué se trataba. Nos acercamos cada vez más y vimos una fogata y a varias personas a las cuales ella al instante reconoció y fue directo hacia ellas. Era su familia. Abrazó a todos mientras le decían que estaban preocupados por ella. Yo solo los observé con los brazos cruzados y cuando terminó de saludar a todos, una mujer no muy alta y parecida a ella se me acercó y me dirigió la palabra.
- ¿Quién eres tú?
- Mi nombre es Juan. - Le respondí.
Entonces Natasha se acercó hacia nosotros y dijo:
- Madre, te presento a Juan. Él me salvó y me ayudó a encontrarlos durante estos días. - Dijo con una sonrisa.
La señora se quedó viéndome fijamente, me sonrió y me dio un abrazo. Su familia se me acercó, me dieron las gracias y me invitaron a pasar la noche con ellos, lo cual acepté. Comimos, platiqué con su familia sobre cómo nos conocimos y por último nos fuimos a dormir, yo quise pasar la noche con ella.
No podía dormir, solo estaba viéndola, es tan tierna cuando duerme. Pasé mi mano suavemente por su mejilla y entonces me pregunté: ¿cómo es que después de tanto tiempo estando solo y sin intenciones de querer tener compañía ahora no puedo dejar de pensar en ella? Estaba sumido en mi mundo cuando de pronto escuché su voz, la cual me sacó de mis pensamientos.
- ¿En qué tanto piensas? - Me preguntó con tono tierno.
- ¿Te digo la verdad? Estoy pensando en ti. - Le respondí sincero.
Ella se quedó viéndome y me respondió
- ¿Sabes algo? También no podía dormir, estaba pensando en ti. Gracias por cuidar de mí estos días, de no ser por ti, tal vez nunca los hubiera encontrado.
- No tienes nada que agradecerme, yo sé lo que se siente estar solo y créeme que no es nada agradable. No quería que pasaras por lo mismo que yo.
Ambos nos observamos el uno al otro sin decir una sola palabra y poco a poco nos fuimos acercando hasta pegar nuestros labios en un suave y dulce beso que decía todo lo que no podíamos decir con palabras. Fue una sensación tan especial, algo tan mágico, algo simplemente indescriptible. Nos fuimos separando lentamente y me quedé perdido en el reflejo de la luna entre sus ojos, en ellos podía ver a través de su alma y lo que ella sentía en ese momento.
- Te quiero. - Le dije.
- Y yo a ti. - Me respondió.
Ella se recostó en mi pecho, la abracé, le di un beso en la frente y nos quedamos dormidos.
Al día siguiente estuve con su familia cazando lo del día para que todos pudiésemos comer. En ningún momento pude dejar de pensar en ella. Nunca antes había sentido algo así, es como si de pronto no pudiera estar sin ella tanto tiempo aunque supiera que está bien, es algo demasiado raro para mí.
Pasaron las horas y regresamos al campamento donde estaban las mujeres platicando. Natasha se alegró de verme y corrió para abrazarme. Pasamos el resto del día juntos, platicando de lo que habíamos hecho en el tiempo que estuvimos sin vernos. A veces me daba abrazos o nos besábamos; adoro sus besos, son tan especiales para mí porque ella es la primera persona que en verdad quiero y que haría todo por ella.
Llegó la hora de cenar y todos nos reunimos, como era de esperarse, ella y yo estábamos juntos mientras platicábamos con su familia. De pronto, se oyeron unos ruidos extraños, me asomé a ver qué era y de repente solo sentí un puñetazo que hizo que cayera al suelo perdiendo la conciencia por un momento. Lo primero que vi cuando me levanté fue el campamento incendiándose y a varios miembros de su familia en el suelo. No me encontraba en mis cinco sentidos pero pude escuchar un grito de ayuda de Natasha, su voz era inconfundible.
Tomé mi lanza y sin pensarlo dos veces corrí hacia donde provenían sus gritos de auxilio. Corrí alrededor de los arboles a través de la oscuridad de la noche mientras en la sombras se aparecía un lobo. Destellos de lo que había ocurrido tiempo atrás aparecieron en mi mente cuando esos bandidos mataron al lobo que me cuidó durante toda su vida y no pude defender de ninguna manera. Esta vez no voy a dejar que ocurra lo mismo, no sin pelear.
Perdí el sonido de su voz pero eso no hizo que me detuviera en su búsqueda. Me tomó poco tiempo pero por fin la encontré, estaba en una clase de cueva con unos 4 tipos con ella y estaban haciendo sufrir a Natasha. No esperé ni un segundo y fui directo hacia allá.
Al llegar, tres de ellos se fueron contra mí. A uno de ellos le enterré mi lanza y lo usé como escudo con los otros dos para protegerme de sus golpes. Empujé el cuerpo contra ellos y corrí en la misma dirección para arrojarlos hacia el acantilado que se encontraba a unos cuantos metros de distancia. Vi los cuerpos caer por unos segundos y me dirigí a donde estaba Natasha.
- ¡Natasha! - Grité acercándome a ella
Al intentar tocarla si quiera sentí un golpe duro en la espalda que me hizo caer y que soltara mi lanza con la punta en el fuego.
- Ella es mi propiedad, lárgate de aquí si no quieres que tu miserable vida acabe en este instante. - Me advirtió aquél hombre de voz gruesa.
- Ella no te pertenece y no me iré de aquí sin ella. - Le respondí mientras me reincorporaba poco a poco.
Quedé de pie justo en frente de él mientras afuera solo se escuchaba como empezaba a llover. Me quedé viéndolo a sus ojos con odio, como jamás en la vida había sentido. Entonces corrió contra mí y trató de darme un puñetazo el cual esquivé. Le di un golpe en el estómago y él me dio uno en el rostro que hizo que me desequilibrara. Entonces se abalanzó contra mí y me lanzó contra la pared. Me sostuvo del pecho con una mano y cuando quiso golpear mi rostro nuevamente moví la cabeza haciendo que le pegara a la pared y me soltase. Entonces, me acerqué a él, le di un golpe en su cara y otro en su pecho, lo pegué a la pared, lo sostuve del cuello y le dije:
- Aléjate de aquí y te irás con vida.
- Púdrete. - Me contestó escupiéndome en la cara.
Por un momento lo solté y él me empujó haciendo que cayera al suelo. Sacó un pequeño cuchillo de piedra e intentó clavármelo pero rodé de manera que no me tocase y me acerqué mucho al fuego. No tenía salida alguna, estaba demasiado nervioso y por décimas de segundo mi mente se bloqueó, solo veía como se acercaba con el cuchillo a matarme, este era el final del camino. Me hice lo más para atrás posible sin quemarme y sentí mi lanza. La tomé y cuando estuvo a punto de enterrarme su cuchillo le clavé la punta de mi lanza, la cual estaba con algo de fuego ya. La incrusté con ira directo en el corazón y lentamente la introduje hasta que atravesó todo su cuerpo y la dejé ahí por un par de segundos mientras solo observaba su cara de dolor. Acto seguido saqué la lanza y el tipo cayó tendido a mis pies. Solté el arma y de inmediato fui con Natasha, la cual estaba en un rincón asustada y con lágrimas recorriendo sus suaves mejillas.
- ¿Estás bien Natasha? - Le pregunté.
- Sí, Juan. - Me respondió con miedo.
En ese momento la abracé y susurrando le dije:
- Tranquila, ya pasó. No voy a dejar que nadie te lastime, siempre te voy a proteger, ¿entiendes? Siempre.
Ella solo asintió y lloró un poco en mis brazos mientras yo intentaba calmarla. Después de un rato, ya cuando íbamos a irnos del lugar, me dijo:
- Creo que lo que dice la lanza es acreedor a su portador.
- ¿A qué te refieres? - Le pregunté curioso.
- Vi que decía "lobo" en otro idioma. - Me contestó.
- ¿Cómo sabes que decía lobo si el idioma en que lo escribí solo lo hablaban en mi pueblo?
Ella se quedó pensando en su respuesta y me respondió:
- Tal vez éramos del mismo pueblo. Tal vez ya nos conocíamos.
- Tal vez. - Le dije con una sonrisa.
Nos quedamos viendo y en ese momento agarré delicadamente sus manos y le dije:
- Yo soy tu lobo, aquél que te cuidará y verá por ti en todo momento porque te quiere como no ha querido a nadie en su vida.
Nos quedamos viendo tiernamente el uno al otro y nos besamos. Es una sensación increíble que quieras a alguien y ese amor sea correspondido. En verdad la quiero y, aunque sea poco tiempo, me atrevería a decir que la amo.
Volvimos a donde estaba su familia y todos estaban bien, solo algunos golpeados. Entre los dos ayudamos a todos a que se recuperaran por completo.
Un Año Después
- Juan, ¿juras ante los dioses que nos rodean el cuidar siempre a Natasha, ver por ella y amarla por siempre? - Dijo el papá de Natasha, que era el que organizaba los pactos de amor.
- Lo juro. - Respondí firmemente manteniendo mi mirada en ella.
- Y tú, Natasha, hija mía. ¿Juras amar eternamente a Juan, serle fiel y cuidarlo en todo momento por el resto de tu vida?
- Lo juro. - Respondió segura.
Entonces él encendió el fuego, yo la agarré por la cintura y le dije:
- Te amo Natasha, mi dulce princesa.
- Yo también te amo Juan, mi lobo.
Se podría decir que tuvimos nuestro final feliz, pero siempre va a haber problemas a enfrentar en la vida y tal vez algunos sean difíciles de enfrentar, sin embargo, a diferencia de cómo comenzó todo, lo haremos juntos.
FIN
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