Sangre y Dolor (12)

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Me pongo mi chaqueta de cuero café y tomo las llaves de mi auto, de la mesa de noche.

Decidida me encamino hacia la puerta, pero está es abierta por Milka.

—¿Qué hacés vestida así? —pregunta con los brazos cruzados.

—Saldré.

—¿Saldrás? ¿A dónde? —continua interrogandome, pero pasó por su lado a pasó rápido en dirección a las escaleras—. ¿Eira?

—Ire a casa —digo llegando al primer piso—. Tengo algo que hacer allá.

—¿A tú casa? ¡¿Has perdido la cabeza o qué?!—grita llamando la atención de los dos únicos clientes del bar.

—¡Shshshs! No tienes porqué gritar, estoy aquí a tu lado —suelto en tono bajo—. Tengo un mal presentimiento.

—¿Es por él? —pregunta tomandome del brazo—. Responde algo, por amor de Dios.

«¿Qué mierdas quiere que le responda?»

Ni siquiera estoy segura de que a lo que nos referimos como "él", sea un hombre.

—Volveré en un par de horas —respondo con el ceño fruncido—. Y ya, devuélveme mi brazo por favor.

—Eira, creo que no deberías arriesgarte por un presentimiento.

—No es solo un presentimiento, hay más, algo pasó​, estoy segura —bramó en tono cansado.

—Eira, por favor. Recapacita si te...

Milka se calla al escuchar la campanilla de la puerta. Dirijo mi mirada hacia esa dirección y suelto un resoplido al ver a Gregory caminar en dirección nuestra.

—¡Buenos tardes, Milka y... Eira! —saluda cuando se detiene frente a nosotras.

—Eran buenas —balbuceo, arrancado mi brazo del agarré de Milka—. Me voy.

Trás anunciar que me marcho, trató de pasar al lado de Gregory lo más rápido posible, pero para mi mala suerte, hoy todos han amanecido con las extraña gana de tomar mi brazo, como forma de retención.

—Suéltame —pido jaloneando mi brazo sin importar lastimarme.

—Sabes muy bien que no puedes salir sola —señala, soltandome—.Tratamos de protegerte, Eira.

—¿Protegerme? ¿Enserio? Mientras me esconden la verdad​ —le cuestiono con aire sarcástico.

—Ya hablamos de esto Eira. No vas a salir de aquí por ningún motivo quisieras o no —sostiene con tono severo—. Sí estás aquí, vas a estar a salvo.

—¿Hablamos de eso? ¿Cuándo? Por si no recuerdas soy la única aquí que no tiene la menor idea de lo que pasa —apunto con tono amargo—. Ahora ya deja de sermoniarme, les dejé muy claro que ya no necesito de su protección ni ayuda. No - los - quiero - cerca.

—¡Eira! Ya basta, no actúes como una inmadura —increpa, haciendo que mis ojos se llenen de lágrimas.

—Vete al diablo Gregory​ —le grito para después salir corriendo del bar.

En cuanto salgo, el frío trata de paralizarme, pero avanzo hacia mí auto al escuchar​ los gritos de Gregory y Milka a mis espaldas.

—¡Eira! ¡Detente! —inserto lo más rápido que puedo la llave y abro la puerta del auto—. ¡No subas a ese auto, Eira!

Y como si mi cerebro tomara las órdenes al revés, más rápido subo al auto y cierro la puerta tras de mí.

—¡Por favor, ya deja de gritar, Gregory! —pide Milka tomándolo del brazo.

—¡Eira, por el amor de Dios! ¡Baja del estúpido auto! —arranco y justo cuando voy a avanzar, Gregory se atraviesa al frente.

—¡Malditacea​, Eira! ¡Sal de ahí, no puedes irte!

—¡Quítate! —grito al bajar la ventanilla del piloto.

—¡¿Qué es lo que está pasando?! —la voz de Sulay, llega junto con la de sus clientes.

—¡Eira, no voy a apartarme! —responde Gregory a mí petición—. ¡Confía en mí, quédate!

—No voy a quedarme, ya no confío en tí. Te odio —mis palabras lo paralizan un instante y lo obligan a acercarse a mí ventanilla.

—¿M-me... Odias? —pregunta con voz quebrada—. Nena, dime que es mentira...Por favor.

Aparto mi ojos de él y los pongo al frente.

—Lo siento —murmuro avanzando por la calle.

Me sentí mal por Gregory, pero la sensación extraña en mi pecho, puede más que cualquier cosa.

Manejo a alta velocidad, acompañada de un cielo ausente de sol y lleno de nubes. La próxima semana los minúsculos copos de nieve usurparan el lugar a las gotas de agua.

Pronto abra más frío de lo usual.

Una hora después ya me encuentro por las calles de Lonberg. Hay pocas personas por las acercas, muchos observan mi auto y se cuchichean entre ellos.

El desconcierto me inunda, pero me dedico ignorar las miradas indiscretas y regreso mi atención hacia la carretera, pero en cuanto aparcó y bajo a la orilla de mi casa, me congelo al ver a diez metros de mí, una gran cantidad de patrullas y una camión de la morgue.

—¿Qué es lo que pasó? —susurro para mi misma, mientras me acerco al mismo oficial que lleva mi caso.

Observó al rededor con temor, pero continuo avanzado.

—¡Buenas tardes oficial!

—¡Señorita Blest! ¡Buena tarde! —responde rellenando gran cantidad de paleo.

—¿Qué es lo que pasó? —pregunto al ver a hombres envueltos en trajes color blanco colocando los señaladores de pistas.

Este suelta un resoplido y deja de escribir, al darse cuenta de que no lo dejaré en paz.

—Otro cuerpo —dice al final.

—¿Qué? ¿Aquí?

—Sí, fue encontrado a la orilla del lago Cobog. Es una mujer, con reporte de desapareción hacé una semana en Eisenberg —habla con tono serio—. Es la onceava víctima y su muerte es exactamente igual a la de los anteriores deseosos. Sin una gota de sangre en el cuerpo.

—¿Han encontrado alguna pista? ¿Huellas o talvez señales de que el cuerpo fue arrastrado hasta el lago?

Este me mira con gran seriedad.

—Solo diré que no hay mucho, pero el agente a cargo de la investigación en Eisenberg, cree que podría tratarse de lobos —revela, provocando una pizca de enojo se alojé en mi pecho.

—¿Lobos? ¿Enserio, no se les ocurrió un idea más absurda? —le pregunto, ganándome una mirada de desaprobación de su parte—. Todos sabemos que cuando un lobo caza lo hace para alimentarse y no para dejar el cuerpo de un animal o en este caso de una persona abandonado a la orilla de un lago, y si le agregamos el hecho de que la chica a sido escurrida por completo —inhaló para después decir—: Es una deducción bastante estupida de parte de su agente.

—Señorita Blest, lo mejor será que regrese a su recidencia temporal en Coulant y se mantenga alejada de todo esto —aconseja dispuesto a irce, pero en ese instante una camilla cubierta por una sababa pasa frente a nosotros y no puedo evitar mirar el brazo que sobresale lleno de sangre seca y heridas profundas.

Decido que lo mejor es marcharme de ahí y dirigirme a mi casa en busca de no sé que, y regresar a Coulant antes de que anochezca. Miro la hora en el reloj de mi muñeca —reloj que alguna vez perteneció a Ágatha— y frunsco el ceño al ver que he paso quince minutos hablando sobre cadáveres y lobos.

En cuanto llego al frente de mí casa, me detengo un momento. Nuevamente la sensación que sentí el día en que mi patio se convirtió en cementerio de animales vuelve, provocando que mi estómago se retuerza de asco. Justo cuando estoy por retomar mi camino el fuerte frenado de una camioneta me detiene.

—¡Eira! —cierro los ojos y suelto un resoplido al ver a Gregory gritar mi nombre como un desquiciado.

—¡Dejame en paz! —artículo corriendo hacia mi casa.

—No voy a irme de aquí sin ti.

—Haz lo que quieras, pero que ni se te ocurra poner un pie dentro de mi casa —suelto cerrandole la puerta en su cara.

Tal vez en otro momento la habría abierto nuevamente y lo habría invitado a pasar, y muy probablemente​ me disculparía, pero para su mala suerte hoy no es ese momento.

Me giro y voy hacia la sala y luego hacia la cocina, verificando que todo esté en orden. Cuando llego al principio de las escaleras, el mal presentimiento que sentí hoy en la mañana regresa.

Subo rápidamente lo escalones y sin dudar me hecho a correr por segunda vez en el día, en dirección a la puerta de mí habitación. Al tomar el plomo, mí corazón late sin control y por un momento me olvido de respirar. Lo giro de forma lenta y la imagen de lo que me encuentro me paraliza, hasta que decido reaccionar y avanzar hacia el interior.

Observó consternada mi habitación hecha un desastre, la ventana con el cristal hecho añicos en el suelo y lo más escalofríante: manchas de sangre —de forma más precisa, gotas— esparcidas por la cerámica, dejándo un rastro muy perceptible en dirección a mí cama, la cual se encuentra deshecha, como si un perro se hubiera revolcado en ella. Almohadas tiradas en el suelo, empocadas de sangre al igual que el edredón y mi cojín preferido, que extrañamente sigue en mi cama junto con mi cobija, ambos teñidos de rojo.

—¿Qué pasó aquí? —susurro acercándome a mi cama.

De inmediato recuerdo que la policía se encuentra a solo unos cuantos metros de mí casa y salgo a zancadas había el baño por una par de toallas. Las humedesco y salgo a pasó rápido en dirección a el desastre de cristales​ rotos y sangre seca.

No recuerdo la última vez que me ví de rodillas en el suelo, limpiando algún percance o accidente, hecho por mi parte.

Al terminar de quitar las manchas, pongo las toallas una sobre otra y coloco todos los trozos de mi ventana en ellos, para después hacer un nudo con todos los extremos. Con el frenesí apoderado de mi cuerpo me levanto del suelo y voy hacia mi cama dispuesta a jalar de un tirón las sábanas sucias.

En cuanto lo hago, una pequeña pieza adherida a un cordón negro sale volando hasta detenerse algunos centímetros frente a la puerta de entrada a mi habitación. Camino llena de curiosidad por el pequeño objeto y me pongo de cuchillas para tomarlo con sumo cuidado por el fino mecatillo.

Lo observó detalladamente. El cordón se encuentra entre tejido con otro más fino de color oro y no posee ninguna abertura más que un nudo en donde se unieron las dos partes. El particular y complejo dije que cuelga no es nada más ni nada menos que una pieza labrada en forma de cabeza de lobo, con unas imprecisionastes y al parecer auténticas esmeradas por ojos.

Pongo la joya en la palma de mi lado y cuanto cierro mis dedos sobre ella, el ambiente de mi habitación cambia.

Cierro mis ojos aturdida y al abrirlos ya no veo mi cama frente a mí. Ahora veo a un hombre de rodillas en el suelo de lo que parece ser un mazmorra, sucio y lleno de sangre a través del espejo frente a él. Me tardo unos minutos en adivinar que no estoy ahí, sino que veo todo ese horrible lugar por medio de los ojos del mismo dije que tengo en mis manos, pero que también cuelga del cuello​ de ese desdichado hombre.

Empiezo a escuchar pasos y como si el individuo y yo estuvimos conectados, nos tensamos al mismo tiempo. Las gruesas cadenas puestas en sus muñecas y cuello son tiradas hacía atrás de golpe.

Suelto un jadeó doloroso al ver como estiran su brazos al punto de que en cualquier momento van a dislocarse. Su cabeza sigue gacha y no puedo evitar sentir frustración ​y desesperación al ver que ni siquiera hace el más mínimo movimiento para defenderse.

La angustia me sobrepasa al ver a alguien llegar a su lado. Solo consigo ver las piernas y zapatos del desconocido, el espejo que me muestra ese lugar, no es lo suficientemente algo para lograr mostrarme su rostro.

De pronto a mi vista llega el enorme látigo de hilos planteos que cuelga de la mano del potencial agresor, sustituyendo las habituales tiras de cuero.

—Plata...—susurro.

Sulto un grito de agobio al ver como golpean sin compasión la espalda del pobre hombre una y otra vez. Intento apartar mi ojos de tal acto bestial, pero al parecer el mismo collar me lo impide.

Dieciocho.

Diecinueve.

Veinte.

Al golpe número veintiuno el recibidor de todos los latigazos suelta un grito lleno de dolor, agonía, furia y fragilidad, pero ni siquiera eso consigue general un poco de compasión del malnacido que no deja de golpearle.

Perdí la cuenta de cuantas veces fue golpeado, pero si que al último de ellos sus ojos se encontraron con los míos a través del espejo y el dije.

Un par de ojos que jamás podría olvidar.

Uno hermosamente verde y el otro amarillo brillante.

Cierro mis ojos de golpe y sin querer el dije resbala de la palma de mi mano.

—¡Mierda!

—¿Eira, está todo bien? —al escuchar la voz de Gregory, me precipitó hacia la puerta colocando el seguro.

Corro hacia mi closet, tomo un cobertor y nuevas fundas para mis almohadas . Debía dejar todo limpio, antes de que alguien más lo viera.

Lanzo todo lo manchado al suelo y con mis manos temblorosas inicio a poner la nueva sábana y fundas. En cuanto termino pongo las toallas con los cristales y las demás sábanas dentro del fino edredón al revés, para hacer un gran nudo con sus puntas dejando todo dentro.

—¿Eira?

—¡¿Qué diablos quieres?! —grito tomando toda la evidencia y segundos después el collar.

—Has estado mucho tiempo ahí dentro.

Abro la puerta y paso por su lado.

—¡Oye! ¡Espera!

Le ignoro y sigo caminando hacia mi auto.

—¿Qué llevás en el edredón? —Pregunta al ver como escondo dentro de la cajuela el motivo de su curiosidad—. Eira tú...

—¿Yo qué?

—Tú blusa está manchada —bajo la mira y es verdad, mi blusa blanca está manchada de sangre diluida.

Subo a mi auto y lo enciendo ignorando los gritos de Gregory. Avanzo a gran velocidad tratando de poner distancia entre yo y Gregory, pero por desgracia minutos después observó su camioneta venir tras de mí.

No tengo idea de cuánto tiempo dure en llegar a Coulant, pero si que había ganado unos cuantos minutos antes de que Gregory aparecíera.

Bajo de mi auto y corro a la cajuela. Saco las sábanas y continuo corriendo está vez en dirección a la puerta del bar.

Al cerrar la puerta tras de mí y escucho el estruendoso frenado de la camioneta de Gregory.

—¿Eira? —Milka me recibe con evidente preocupación en su rostro.

—Dile que no le quiero ver —suelto. Milka asiente y yo desaparezco.

Llego a la cocina y rebuscó entre las alacenas una caja de cerillos y salgo por la puerta trasera, tomo el galón de dísel al lado de esta y camino hacia el viejo barril metálico utilizado para las fiestas.

Lanzo todo dentro de él barril, le vierto una gran cantidad del dísel y dejó caer un cerillo encendido.

Todo comienza a arder, desapareciendo todo la evidencia existente.

—¿Eira? ¿Qué es lo que pasa? —Milka llega a mi lado y observa con extrañeza el barril encendido.

—Mil, él no está.

—¿Qué? —pregunta tomandome​ de los brazos.

—Alguien está haciéndole dañó —suelto lo último con un nudo en la garganta y los ojos humedecidos.

—Está bien, cariño todo... ¡¿Eira?! —Milka me toma de la cintura y me golpea un mejilla—. Eira, sigue conmigo. ¡¡Eira!!

Su rostro se comienza a desvanecer y las fuerzas de mi cuerpo desaparecen de golpe, llevándome al suelo junto con Milka.

—¡Eira, Dios! ¿Qué es lo que te pasa? —le escuchó decir antes de cerrar mi ojos y hundirme en la oscuridad.

Un oscuridad perturbadora en donde las imágenes vistas en aquella sucia mazmorra se reproducen una y otra vez.

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¡Hola! ¡Estoy de vuelta!

Nuevo capítulo disponible. No olviden comentar y votar.

Ya saben que tardo más en actualizar porque lo hago desde mi celular. ( Si hay fallas en la escritura, no se preocupen serán editadas al finalizar la historia).

Pero ahora las​ preguntas del millón.

¿En dónde está él?

¿Quién es el desquiciado que lo estaba golpeando?

Y aun mejor, ¿qué le ha pasado a Eira?

Nos vemos pronto.

M.C. Moreno.





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