Ledy volkov(7)
Pensar, pensar y pensar.
Es toda una tragedia para mí, porque cuando lo hago es solo para joderme cada vez más.
El estar harta de ordenar libros me asusta. Se supone que trabajo aquí, porque amo hacerlo.
—Eira ya nos vamos. No olvides cerrar cuando termines —dice Eiden colocándose su chaqueta—. Iremos al bar, Milka está hasta el tope de trabajo y sería bueno que te presentarás por allá con carácter solidario.
—Mis jefes no me pagan por tanto.
—Que mal por ti —suelta Ethan con las llaves de su auto girando al rededor de su debo índice.
—Y por ellos —objeto colocando otro par de libros en el estante—hoy podría irme y mañana no volver.
—Sabemos que eso no pasará, así que vive con esto —suelta el pelirrojo con una sonrisa.
—Son un par de idiotas —grito antes de que cierren la puerta.
Ruedo los ojos mientras salgo del pasillo de terror hacía el pasillo de fantasía con el deseo de encontrar todo en su lugar, pero claro, el par de copias que se hacen llamar mis jefes, han dejado un lindo desastre que si su dulce madre lo viera, les tomaría de las orejas y les dejaría el trasero rojo.
Tomo los libros acostados en la estantería y los pongo vertical igual que el resto. Acaricio sus lomos con una sonrisa, definitivamente tengo el mejor trabajo. Uno en el que pasó rodeada de miles de historias, que me transportan a mundos de fantasía, logrado que pueda escapar de la realidad aunque sea solo por unas horas.
Llevo mis manos a mi cadera, satisfecha por mi trabajo. En cuanto me giro hacia el último pasillo, mi celular vibra en el bolsillo trasero de mi jeans.
—¡¿Hola?¡—contesto, mientras reviso que todos los libros estén en orden—. ¡¿Hola?!
Me detengo a la mitad de mi revisión al no escuchar respuesta de algún emisor. Alejo mi celular de mi oreja y lo llevo hacia en frente.
«Número desconocido».
Frunsco el ceño y decido colgar para terminar con mi trabajo, pero en minutos el tono de llamada vuelve a sonar.
Salgo del pasillo en dirección al mostrador, en donde contestó por segunda vez la llamada.
—¿Si?
Nuevamente no recibo respuesta, pero logro escuchar una respiración al otro lado de la línea. Justo cuando estoy apunto de colgar otra vez, una voz masculina me detiene.
—Eira… —mi nombre sale en un susurro y no logro reconocer la voz.
—Sí…¿Quién es?
—Soy yo, Gregory.
Abro mis ojos de forma exagerada al escuchar su voz y no haberla reconocido.
—¿Greg? No te reconocí —hablo tomando mi bolso y las llaves de la librería—. Tú voz…es diferente, pero, ¿cambiaste de número?
—Lo hice —contesta de forma seca.
Está vez soy yo la que guarda silencio, pero segundos después vuelvo a hablar.
—¿Por qué? —pregunto apagando las luces.
—¿En dónde estás?
Cierro la puerta con llave y suelto un suspiro.
—Saliendo del trabajo. Voy al bar de Milka —musito mirando a mi alrededor—. ¿Estarás ahí?
—No. —su tono me desencaja por un momento—Me quedaré en casa.
—Claro, entonces…¿necesitas algo?
—No. Es todo, nos vemos.
Sin dejar que me despida, cuelga la llamada.
Observó la pantalla he hago el intento de guardar el nuevo número, pero al entrar al registro de llamadas me encuentro con que es privado.
—Muy bien, supongo que prefiere estar de incógnito—susurro abriendo la puerta de mí auto, para instalarme el.
Inserto la llave y enciendo mi auto. De inmediato me echo ha andar por la solitaria calle. Casi todos los locales están cerrados y los que quedan abiertos son solo el supermercado, farmacia y la gasolinera, dejando por fuera el bar de Milka.
Doy un giro a la derecha y el gran rotulo iluminado del bar llega a mis ojos.
Aparcó a la orilla derecha de la carretera y salgo del auto, tomando mi bolso y celular. Nuevamente miro a mi alrededor antes de cruzar.
Todo parece tranquilo.
Subo los pequeños escalones de la entrada y abro la puerta, que avisa de mi llegada con su indispensable campanilla. Observó el lugar y se encuentra repleto, al parecer todos han decidido salir a divertirse el viernes por la noche.
—¡Eira! —formo una sonrisa al escuchar la animada voz de Milka.
—¡Hola! —saludo, pasando la barra y colgando mi abrigo y bolso en uno de los ganchos del perchero—. He venido ha hacer de salonera sin paga, solo por ti, Mil.
Está salta hacia mi, para rodearme en un abrazo.
—¡Gracias! Mamá y yo no damos abasto —dice soltándome—. Además Ethan y Eiden también han vendido a ayudar.
—Ya veo de donde viene toda esa alegría y yo que pensé que era solo por mí —expreso fingiendo estar indignada.
—Oh, vamos. No puedes culparme por estar loca por Ethan, solo míralo —me giro en dirección a una de las mesas y lo miro sonreír mientras sirve un par de cervezas—. Su cabello, sus prominentes músculos y ese maldito trasero que tiene, debería de ser ilegal ser tan guapo y tener una copia igual de buena que él.
—No entiendo que es lo que le vez —gesticuló tomando una bandeja—. Son un par de neandertales sin sentido del orden.
—Bueno… no es como si precisamente lo quería para que ordene mis cosas —hago una mueca de asco al entender a lo que se refiere—. Además soy yo la que no logro entender, ¿cómo es que no los ves buenos?
—Hay tres razones que anteriormente te especifique, Milka —le digo a recostándome a la barra de madera embarnizada—. La número uno: son mis jefes. Número dos: no soporto el desorden que dejan a su paso. Y número tres, pero no menos importante: no son mi tipo.
—¿No son tú tipo? —pregunta consternada—. Te conozco desde hace dos años Eira y jamás te he visto interesa por ningún hombre del pueblo, y no te culpo no hay mucho de donde escoger, pero la verdad es que llegue a creer que terminarías convirtiéndote en la cuñada del esposo de mi hermana.
Pongo los ojos en blanco al saber a donde va.
—No empieces con lo de Gregory, por favor —pido, rascando mi cabeza—. Jamás le di esperanzas de nada, así que no es mí culpa que se allá ilusionado solo. Y lo sé, suena horrible lo que estoy diciendo, pero es la verdad.
»Greg, es un excelente hombre y amigo, pero yo no siento nada por él y en mi defensa alguna vez intente centrarme en él y todos lo detalles que tenía hacia mí, pero simplemente no funcionó.
—El te ama —al escuchar esas palabras, mi estómago se revuelve—, y es una lástima que tú no.
—No podemos obligar al corazón a amar a quien no queramos —suelto.
—Es verdad y sin embargo terminamos lastimando sin querer a quienes creen en el suyo.
—Wow, que profundo, preciosas —Ethan nos mira con un sonrisa o más bien mira a Milka con una sonrisa—. Dos cervezas para la mesa ocho, nena.
—Claro, en un segundo —responde Milka, con voz cantarina, para después pasar por mí lado en dirección a los refrigeradores.
—Veo que has decidido venir a ofrecer tus servicios a la hermosa, Milka —miro al gemelo con fingido desdén.
—Es mi amiga —digo encogiéndome de hombros—. Y lo mismo puedo decir de ti, es más, ¿en dónde está tú copia?
—En la bodega, en donde nadie lo ve y no pueda opacar mi belleza.
Claro, como olvidar su gran e inigualable belleza.
—No sé, de donde sacas tantas estupideces, Ethan —se ríe y yo suelto un bufido—. No es como si nos perdiéramos de tanto sin Eiden aquí y tampoco es para tanto tenerte a ti, aquí.
—¡Auch! ¿Alguien más aparte de mí, escucho a mi corazón partise dos?
—Dios, ya cállate. Eres un jodido grano en el culo —musito.
—Dos cervezas a la orden —los dos fijamos nuestra atención hacia Milka, quien pone dos cervezas sobre la bandeja de Ethan.
—Un placer estar a su servicio, madame —resoplo fastidiada al escuchar como llama a el charco que queda de mi amiga, luego de hacerse derretido por culpa del hombre frente a nosotras.
Ethan se aleja de la barra en dirección a la mesa de los dos hombres con chaquetas llenas de aserrín.
—¿Charlie y Fran , aquí? —pregunto observándolos.
—Sí, es viernes y al parecer decidieron cerrar en aserradero temprano —responde Milka, limpiando algunos vasos.
No digo nada y me dedito escudriñar todo el lugar, y a los clientes.
—¡Señorita! ¡Por favor! —miro al grupo de hombres que grita hacia donde me encuentro.
Lleno mis pulmones de aire, antes tomar la libreta, el lapicero, y salir de detrás de la barrera en dirección a los hombres.
—Sí. ¿En qué puedo ayudarles? —les miro en espera de una respuesta.
—Por favor, una ronda más de seis cervezas y un combo grande de nachos con queso —pide uno de ellos con una sonrisa.
—Claro, ahora vuelvo con sus cervezas —sonrío de forma amable, mientras apunto su orden y les doy la espalda.
Busco a Ethan con la mirada y en cuanto lo encuentro, me mira y levanta sus pulgares en mi dirección. Ruedo los ojos al ver su gran entusiasmo.
—Seis cervezas, para la mesa tres y una orden grande de nachos —digo en voz alta en dirección a Milka, quien al escucharme se dirige a los refrigeradores.
—Espero que esos tipos no terminen haciendo un desastre, es su tercera ronda —se queja la pelinegra, colocando la cervezas en la bandeja.
—Jamás los había visto por aquí —confieso mirándolos con disimulo.
—Escuche decir que vienen de Somtbers —cuchichea antes de que me aleje de la barra.
«¿Qué hacen seis hombres de un pueblo tan lejano como Somtbers aquí en Coulant?»
—Aquí tienen —aviso colocando las cervezas llenas en la mesa y retirando las botellas vacías—. Sus nachos estarán listos en unos minutos.
—Gracias.
Me alejo de la mesa y de inmediato me acerco a Milka.
—¿Sabes por qué están aquí?
—Sí, es más mira esto —Milka saca un periódico con la fecha de anteayer y lo pone frente a mí.
«Tres mujeres y dos hombres desangrados sin causa aparente a las afueras de Eisenberg».
—¿Esto qué se significa? —pregunto sin comprender aún a lo que quiere llegar.
—Mira estos dos también —coloca otros dos periódicos frente a mí.
«Cuatro víctimas encontradas sin vida en Somtbers, la policía no tiene muy claro que atacó a estas mujeres, pero se sospecha que es el mismo agresor que asesino a los cinco jóvenes de Eisenberg»
Aparto el periodo con fecha de ayer y leo el de hoy.
«Una pareja hallada muerta en Wolfgang, de forma desconocida. Se encontraron múltiples perforaciones en su piel. La policía aún no tiene pistas de el asesinato doble, pero se especula que tiene relación con los demás anteriores decesos ocurridos en Eisenberg y Somtbers».
—¿Qué tienen que ver esos hombres con esto?
—Al aparecer son cazadores —levanto mis cejas sorprendida—. Vienen de Somtbers en busca de lo que sea que esté atacando a las personas. Según sé, están de paso en la cabañas de Dorian, mañana parten a Wolfgang.
—¿Cazar a qué o qué? Esto es extraño —suelto.
—No lo sé, pero lo único que espero es que lo que sea que esté allá afuera matando personas, no se aparezca por Coulant o en tu caso en Lonberg —expresa mirando a los seis hombres—. Aunque por alguna extraña razón aquí no a ocurrido nada, es más párese como si a estos dos pueblos se los hubieran saltado de la lista.
—Tal vez nos están dejando para el final —enfatizó ganándome un codazo—. ¿Qué? Hay que tener en cuenta todas las posibilidades, no es como si hubiera algo especial en estos dos pueblos.
—No lo sé, pero no voy a mentir diciendo que esto no me asusta —asiento con la cabeza comprendiendola.
—Tranquila, Ethan está contigo —le susurro al oído al verlo venir hacia nosotras.
—Hola de nuevo —saluda, dando una mirada seductora a Milka.
—Orden grande de nachos, lista —me giro y tomo de la ventanilla rectangular la orden.
—Gracias, Sulay —la madre de mi amiga me regala una sonrisa antes de volver a su cocina.
—¡Esos nachos se ven deliciosos! —exclama Ethan, con los ojos brillosos.
Le sonrió y salgo a la entrega de la orden gigante de Nachos con queso.
—Su orden ya está aquí —informo a los cazadores, quiénes agradecen.
Suspiro por tercera o cuarta vez en el noche. Observó a Ethan flirtear con Milka y niego con la cabeza sin borrar la sonrisa de mi cara.
—¡Oye! Disculpa —me detengo de golpe y miro la mano femenina que me retiene.
—¿Si?
—¿Sabes si el chico de la barra tiene novia? Me encantaría tener su número de teléfono —enarco una ceja al escucharla.
—Le preguntaré —la escucho agradecer a mis espaldas y luego soltar gritillos con sus amigas.
En cuanto llego al lado de Ethan lo miro unos segundos antes de soltar las pregunta de la chica.
—Ethan, la chica de la mesa cuatro, ¿quiere saber si tienes novia y si le das su número de teléfono?
Ethan deja de mirar a Milka para mirarme a mí. Nos mantenemos la mirada unos segundos. Ambos sabías que una sola palabra que dijera mal, podría arruinar todo con Milka.
—Dile que no tengo novia, por ahora —suelta girándose hacia la mesa de las chicas—. Y aúnque es linda…
Deja la frase sin terminar para volver nuevamente la atención a la mujer frente a él, tomar su mano y dejar un beso en el dorso de esta.
—Ninguna es tanto como mi hermosa Milka —le miro con evidente sorpresa, mientras que la nombrada parece que va a evaporarse en cualquier momento—. Dile que mi número de celular solo esta disponible para un grupo selecto de personas y que mi corazón ya tiene dueña. Una hermosa dueña.
—Claro —digo alargando la pronunciación de la letra “L”.
Me alejo del él y caminó en dirección hacia las chicas.
—El chico de la barra a dicho que no tiene novia, sino que está comprometido con la mujer al otro lado de la barra y que no le dará su número de celular a mujeres que no respetan las relaciones de otros —la chica que anteriormente pidió el celular de Ethan, me mira con la boca abierta—. Con permiso.
Contengo una carcajada, alejándome de ella. Si yo fuera esa chica, me abría metido debajo de la mesa.
—¿Le has dicho lo que te dije? —pregunta Ethan.
—Claro —evito mirarle a los ojos porque sé que en cualquier estallare a carcajadas—. Lo han entendido perfectamente.
—Genial, iré a visitar a mi hermano —comunica alejándose.
Rodeo la barra y me pongo de pie al lado de Milka, quién mira a Ethan como si fueran la octava maravilla.
—Me temo que si alguna otra mujer llega a mi bar con la intención de frecuentar a Ethan, me veré en la obligación de cometer asesinato —le miro, pero sus ojos siguen sobre las chicas de la mesa cuatro—. Créeme no es la primera vez que tengo el deseo primitivo de golpear en la cabeza con una bandeja a cada mujer que intenta algo con mi hombre.
—¡Wow, que violenta! —exclamo—. Ah, y no te preocupes si se escucha un rumor de que tu y Ethan están comprometidos.
—Te mereces el cielo, corazón. Ahora estaré más tranquila —reconoce alejándose hacia la cocina—. Iré a ver a mamá, dice que la exploto, pero bueno en parte es lo que hacemos lo hijos. Vuelvo en minutos.
Me quedo sola, con los codos apoyados en la barra y mis manos en mí mejillas.
—¡Eira, un par de cervezas y dos gaseosas! —Kenneth grita sobre las demás voces de los clientes, agitando su mano derecha.
—¡Claro! —grito de vuelta.
De inmediato me dirijo hacia los refrigeradores y de uno de ellos saco las dos cervezas, y de otro las gaseosas.
Lista para ir a la entrega de la cuatro botellas, me giro y levantó mi vista.
—¡Mierda! —susurro al ver a un chico desconocido apoyado de espaldas a la barra.
Me quedo hay de pie sin moverme, como si la presencia de ese hombre me congelará.
No entiendo cómo es que no escuché cuando entro al bar.
Aparte de sus frívola apariencia, tiene algo que lo hace sobresalir de entre todos los chicos que he visto antes. No sé si era por el perfecto peinado hacia atrás de su cabello rubio o la postura que le hace verse y no dudo, que sentirse superior a todos los que nos encontrámos aquí.
Miro en dirección a la puerta en busca de la campanilla para verificar que sigue ahí. Anonadada vuelvo a mirar al desconocido y me encuentro con una mirada gris oscura. Le retengo la mirada por unos minutos, hasta que nuevamente escucho a Kenneth llamarme.
Paso la barra tratando de ignorar al nuevo cliente, pero aún así puedo sentir su mirada sobre mí espalda.
—Dos cervezas y dos gaseosas, espero que las disfruten.
—Gracias, eres la mejor —halaga William, el hermano de Kenneth.
—De nada —me dispongo a girar, pero me detengo—. Kenneth, ¿crees podría pasar mañana por tu taller?
—Claro, ve a las ocho. Estoy libre a esa hora —dice tomando un trago de su cerveza—. Necesitas cambiar las ruedas antes de el invierno, ¿no?
—Sí, en dos semanas pasaremos de lluvias a nieve y no quiero terminar estrellada contra un árbol —los dos hermanos ríen junto a sus esposas.
—Es loco, ¿no? El clima de todo este sector, pasamos de invierno a invierno —comenta Lucie, la esposa de Kenneth—. ¿En dónde quedan las demás estaciones? Ni siquiera en la ciudad hay un clima normal y eso que Eisenberg esta lejos, de Coulant, Wolfgang y Lonberg. De hecho Somtbers es el pueblo más cercano a ella y no creo que le influya para tanto.
—Qué te pudo decir, cariño. El clima de todos estos sectores, sin dejar de lado a Freulant, es un misterio —habla Kenneth—. Jamás sabremos por qué tanto desequilibro con él, pero lo que si diré, es que el bosque tiene que ver con todo ese caos clínico del que hablas.
—Me retiro, les dejo con su discusión sobre el clima.
Sin levantar la vista del suelo, vuelo a la barra, dispuesta a entrar a la cocina y no salir de ella hasta que el desconocido se valla.
—Ya nashel tebya unikal'nym[1] —me detengo de golpe al escuchar esas palabras desconocidas.
Me doy la vuelta y lo miro, con el pulso desenfreno, y mi respiración errática.
—¿Disculpa?—mi voz sono mejor dentro de mi cabeza.
—Un White Russian —su increíble acento me desencaja por un instante, pero rápidamente retomó mi postura.
—La preparadora de tragos vendrá en un momento —comunico, tomando mi abrigo del perchero.
Me coloco el abrigo y me dirijo a la cocina.
—Milka, hay un hombre en la barra, que pide un White Russian —específico—. Yo saldré a tomar algo de aire.
—Okey.
Salgo de la cocina como rayo y de igual forma del bar. No quería seguir viendo ni sintiendo la presencia de ese hombre a mi alrededor.
La enigmática campanilla avisa a todos a mi alrededor de mi salida, pero no me importa, lo único que quiero es escapar de este lugar.
—Así que tengo el honor de que la Única me siga —ahogo un grito al verlo de pie junto a la barandilla—. Lamento si la asuste, ledi volkov[2].
Su sola presencia me perturba y el que estuviera hablando en otro idioma que no conozco, me pone peor, pero lo más extraño de todo es que era la segunda vez que escucho la palabra única.
Guardo silencio y retroceso con la idea de entrar de donde hace solo unos segundos quería escapar, pero sin esperar una mano me toma del antebrazo y me hala hacía atrás.
—¿Por qué irse tan rápido? —pregunta forzando más el agarre—. Podemos ser buenos amigos. Hablemos tranquilamente.
—No hablo con desconocidos —contesto—. ¡Suéltame!
—O si no, ¿qué? —desafía—. ¿Vendrán y me arrancarán la cabeza de un mordisco?
—Si es necesario sí —la voz de Eiden se escucha llena de irá—. Aléjate, ella no tiene nada que ver con tu mundo.
Ethan se une a la discusión saliendo por la puerta, con una caja de cervezas vacía.
—¿Qué mierdas hace este aquí? —su voz es igual de tosca que la de su hermano—. ¡Sueltala!
Ethan camina hacia mi y me zafa del agarré del desconocido, que ya había empezado ser doloroso.
—Eira, ve a dentro. Nosotros resolveremos está situación —ordena Eiden, posándose frente a mí.
El hombre de piel más blanca que la mía, soltó una carcajada aterradora.
—¿Ahora soy una situación, eh? —inquiere, mordiendo su labio inferior—. Siendo de este modo, nos vemos quería Eira o debería llamarte…
—Ve a descansar, Eira —asiento y hago caso a la orden de Eiden.
Me alejo de los tres hombres lo más rápido que puedo y me adentro al bar.
—¿Eira, estás bien? Te vez pálida —Sulay me mira preocupa.
—Necesito descansar — demando.
—Claro, ve arriba. Sabes que no tienes que pedir permiso para subir —agradezco y me muevo hacia las escaleras a un lado de la barra.
Tomo mi bolso del perchero y subo los escalones lentamente.
Empujó la puerta de madera tinta y entró en la casa de Milka y su madre. Cierro la puerta tras de mí y me encamino hacia la antigua habitación de Ágata, que ahora es la mía.
Me saco mis botas rápidamente. Tranco la puerta del acogedor cuarto, y me lanzo sobre la cama. Miro el cielo totalmente oscuro, sin su luna y sin sus estrellas.
No sabía cómo tomar lo que lo había sucedido allá abajo, pero de lo que si estaba totalmente segura era que todo estos eventos extraños que me han estado sucediendo no son de ignorar y que talvez ya no era viable confiar en cualquiera.
Esta noche no solo fue el cielo el que pasó la noche sin sus luces, a mi también me hacía falta algo. Me hacía falta el increíble calor que emanaba mi misterio visitante cada noche.
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Nota:
[1]Te encontré única.
[2]Dama de los lobos.
¡Hola! Espero estén todos bien en sus casas.
¿Quién es ese chico de ojos gris obscuros y apariencia frívola?
¿Extrañara el desconocido a Eira, tanto como ella extraña su presencia y calor?
Nos vemos pronto. Disfruten el nuevo capítulo.
M.C.Moreno.
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