El lado oscuro (21)


Abro mis ojos, y siento el frío traspasar a mis huesos. El calor abrazador que me mantenía caliente de a ido. Estoy desnuda y no veo a mi amante nocturno por ninguna parte. Busco con la mirada mi ropa y al encontrarla me coloco mis bragas y mi blusa. No me preocupa no ir vestida completamente, sé que en el bosque no abra nadie a kilómetros.

—¿Alix? —pronunció su nombre, pero no recibo una respuesta.

Continúo mi avance un par de metros más, hasta que entre los árboles y arbustos, diviso un pequeño lago. Un calor que ya conozco a al perfección me invade y sonrió. Veo a mi alrededor tratando de encontrarle, pero es inútil, aúnque sé que está por ahí. 

—¿Así que quieres jugar, eh? Muy bien.  ¿Qué tal si jugamos a darnos un baño? —propongo, sacándome la blusa.

Me adentró al agua ignorando el frío que siento mínimo. Chapoteo tratando de llamar su atención, puedo sentir su mirada sobre mi cuerpo.

Como la primera vez que nos encontramos en el lago Cobog, me sumerjo unos minutos. Al salir siento el movimiento del agua y al abrir mis ojos le veo frente a mí, mirándome con la cabeza ladeada.

—¡Mira, quién a decidido aparecer! —exclamo, acercándome.

Me abrazo a él en busca del inmenso calor que posee. 

—Te quiero —susurro, pegando mí frente a la suya.

Cierro mis ojos.

De pronto como si se tratase de algún tipo de película, comienzo a ver los recuerdos y memorias de Alix. Un hermoso niño de ojos heterocromáticos se mira en un espejo sin camisa. Después continúa otro recuerdo en donde una mujer de ojos café le besa las mejillas repetidas veces. En el siguiente​ un hombre con un gran parecido a él se adentra en el bosque y este al perseguirlo se encuentra con un lobo negro.
Los recuerdos de su niñez son reemplazados por unos de su adolescencia, en donde de le ve luchando y sufriendo la pérdida de sus padres.
En los que se ve más maduro, su mano va atada a la de otra mujer de extraordinarios atributos, pero todo la felicidad del momento se cambia por la aparición de Koray. Reconozco a Elliot a su lado el día del engaño de primera única. Su momento de enfermedad y la celda en la que permaneció encerrado por setenta años, sufriendo agresiones por su propia familia.

Y para terminar, los sucesos más nuevos. Es increíble cómo puedo ver como él me miraba a mí por mi ventana y me seguía, estoy viendo todo esto de su perspectiva a través de sus ojos y nuestro mejor momento juntos en la cueva haciendo el amor.

Me alejo de él, algo aturdida. Le miró anonadada sin saber que decir. Alix se encuentra paralizo y sin mediar palabra me da la espalda.

—¿Viste algo? Yo vi tu vida —expreso, tocándole la espalda.

Se voltea y me mira con un rostro de piedra, y unos ojos llenos de sombras. No entiendo que se significa, hasta que me muestra como la cicatriz que antes no observe en su brazo izquierdo desaparece poco a poco.

Entonces recuerdo las plantas de los gemelos en la bodega el día que les conté de él.

«Esta maldito, no podrá reconocerla».

—Es imposible, no podría ser una coincidencia tan...

Alix me interrumpen abalanzándose sobre mí, hunde su rostro en mi cuello y este no pierde su tiempo en inhalar profundamente.

—Eres tú, siempre has sido tú —susurra, aún en mi cuello—. No importa cuántas maldiciones tenga, siempre pude reconocerte.

—No es posible eludir al destino y el nuestro era encontrarnos sin importar nada.

—Te he visto con tu familia —confiesa.

—Así, pues yo he visto a un niño muy guapo mirarse en el espejo —admito, antes de besarlo.

De pronto un ruido a la lejanía que sería imposible de interpretar con mi oído nos desconcentra.

—¿También lo has escuchado? —pregunta y yo solo asiento con mi cabeza—. Tus sentimientos también han mejorado

Logro escuchar como lobos corren entre los árboles y como uno​ en especial vine con decisión.

—Vienen por nosotros —suelta, sacándome del agua—. Viste y corre a esconderte, yo tratare de confundirlos.

Mientras me pongo mi ropa con mucha rapidez le pierdo de vista entre los árboles. Seguía escuchando a los lobos venir hacia nosotros de forma voraz, estoy casi segura de que puedo sentir su odio. Al salir de la cueva con mi mochila en la espalda me paralizo al sentir una presencia a mí alrededor, me giro sobre mi eje en busca de lo que me esta perturbando, pero al no lograr mirlo por ninguna decido que lo mejor es correr.

Corro entre los pinos sin saber a donde me dirijo, Alix me ha dejado y no tengo forma alguna de orientarme en este inmenso bosque. Hace mucho frio y mis extremidades se entumecen, sin mencionar que la nieve fresca me dificulta mi huida.

Desconozco cuanto tiempo deambule entre la vegetación, pero al salir de ella entre en una inmensa pradera blanca con una extensión tan grande que no logro ver el final. De inmediato el recuerdo de la pesadilla en la que era perseguida por alguien al tiempo que yo corría dejando huellas de sangre se cuela en mi mente logrando que una pizca de miedo se cree en mi interior. Sin pensarlo dos veces inicio a correr nuevamente a lo lejos escucho un aullido que desata muchos más, reconozco el primero como el de Alix, esta tratando de atraerlos a él.

Dejo de caminar al ver a un hombre desnudo a escasos metros de mí, no tengo idea de quien pueda ser, pero por la forma tan fría en que me mira deduzco que no es muy bueno que me haya topado con él. Doy un paso hacia tras en un intento por comenzar mi escape, sin embargo, mi espalda se golpea contra una superficie dura, por lo que me giro de golpe.

—Así qué tu eres Eira. No sabes cuantos problemas me has dado —retrocedo, mirando fijamente al hombre de ojos grisáceos frente a mí—. Sé que tienes algo que me pertenece.

No suelto una palabra, sé perfectamente de lo que me esta hablando. El collar que cuelga en mi cuello es lo que quiere. Sin aviso se acerca a mí y me toma por el cuello bruscamente, llevo mis manos a sus muñecas y le clavo mis uñas como método de defensa, pero esto solo hace que su agarre se intensifique. Una sonrisa ladeada aparece en su rostro, mientras que con la mirada me reta a seguir dañándole con mis uñas para yo recibir mas presión en mi cuello.

—Suéltame, hijo de puta... —Su risa me cabrea aún más.

—Deberías estar agradecida de que no te haya roto el cuello humana —suelta, fingiendo decepción—. Apestas al bastardo de mi primo.

Dejo de respirar por un momento.

Es él.

Es el malnacido que intenta robarle lo que le pertenece a Alix.

Él es Ameth.

—Por tu cara deduzco que ya sabes quien soy, ¿no?

—Sé que eres el hijo de puta mas grande con el que me he topado en toda mi  vida.

—No deberías ser tan grosera, no cuando tienes a quien puede exterminarte de frente —dice, aspirando con fuerza—. Es otra de irnos Eira.

—No irte contigo a ninguna parte —respondo, entre dientes.

—Que lastima que esa decisión no te corresponda a ti, dulces sueños.

Un golpe en mi cabeza me hace ver todo negro.

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Despierto sintiendo un fuerte dolor en mi mejilla izquierda, de inmediato recuerdo que el carbón me ha golpeado. Intento moverme de donde estoy, pero rápido caigo en cuenta de que mis muñecas están atrapadas entre unos grilletes anclados a la paren. Poco después reconozco el lugar en donde me encuentro, como si ya hubiese estado aquí, es la mazmorra en la que vi a Alix ser golpeado gracias a el collar que ya no traigo en mi cuello, porque estoy muy segura de que el hijo de puta debió quitármelo mientras estaba inconsciente.

Jaloneo las cadenas que me atan a la pared en un intento por conseguir liberarme.

—Deja de hacerlo. Solo te provocaras más daño. —Busco con la mirada de donde proviene la voz femenina.

—¿Quién eres? —le interrogo, aun sin ubicarla.

—Soy Mérida.

—¿Y por qué estás aquí?

—Me negué a traicionar a mi futuro rey —contesta, despertando mi interés.

—¿A Alix? —pregunto, aun sabiendo que la repuesta muy probablemente es sí.

—A mi primo Alix Christopher Loren Edam Cobognerworf —responde, con orgullo—. Soy la hermana de Ameth, llevo aquí casi la misma cantidad de años que Alix.

—¿Eres la hermana de ese hijo de...de ese traidor?

—Media hermana, gracias a la luna —dice—. Soy su hermana mayor y estoy en la celda frente a la tuya.

Miro hacia donde me a indicado que esta y en definitiva la veo acercarse, y luego sentarse en el suelo al lado de la verja que la encierra. Es bellísima, igual que Ravenna. Su cabello dorado y su piel blanca le hacen ver como la perfección personificada.

—Sé quién eres —informa, con voz alegre—. Distingo su esencia en ti. Eres su única, pero no sé tu nombre.

—Soy Eira.

—Su majestad Eira Cobognerwotf. No suena mal, para ser la primera reina en casi cien años.

—No soy una reina —suelto, con tono nervioso.

—Tienes razón, pero Alix si será un rey.

—¿Cómo lo sabes? —pregunto, recordando los ojos bicolor de Alix en la oscuridad de la cueva.

—Ver el futuro a veces te hace saber cosas —responde, con voz quebrada—. Algunas buenas y otras que te destrozan.

—¿Ves mi futuro con Alix? —suelto con curiosidad—. Estaremos juntos de nuevo.

Le veo por la poca luz, pero ella evita mi mirada y eso solo hace que un agujero inmenso se hospede en mi pecho. ¿Cómo debería tomar que evite mi mirada?

—Mérida, no importa lo qué hayas visto solo dímelo. Sabré soportarlo —digo, conteniendo un nudo en mi garganta.

—No puedo ver su futuro. No puedo ver tu futuro, es como si te hubieras borrado de la faz de la tierra, como si...

—Hubiera muerto. —finalizo por ella.

—Pero cuando veo el de Alix, le veo tomar todo lo que le pertenece y... feliz —revela, con pesar—. Mis visiones pueden cambiar dependiendo de los hechos, creo... Creo que algo va o está sucediéndote y evita que vea tu futuro para protegerte.

—¿Protegerme de qué? ¿Qué va a pasarme? —pregunto, alterada.

—Lo siento, pero no puede verlo.

Antes de que logré preguntar algo más, unos pasos me hacen callar. Una luz naranja hace que la sombra del par de hombres que se dirige hacia nosotros se vea cada vez más grande. Miro a Mérida, pero esta se hunde en la esquina más oscura de su celda, dejándome sola.

El rostro del usurpador aparece frente a mí celda. Su sonrisa me dan ganas de escupirle en la cara. El hombre tras de él evita mirarme como si supiera que su amo esta cavando su propia tumba al tenerme aquí encerrada.

—¿Qué tal te a parecido la linda habitación que te asigne my lady? —pregunta, Ameth, entrando a la mazmorra.

—Todo lo que viene de ti es una mierda —replico, mirando el collar que le pertenece a Alix, colgar de su cuello.

—¿En dónde están tus modales? Con un gracias, basta.

—Están en la mierda, el mismo lugar en donde terminarás, bastardo con bajo autoestima —informo, haciendo que la ira se cuele en su rostro—. ¿Qué? ¿Te dolieron mis palabras traidor?

En minutos se encuentra​ agachado frente a mí y una de sus manos se asegura en mi cuello.

—¡No eres más que una zorra que va a terminar dejándolo como la anterior! ¡No eres nadie!¡Nadie! —grita, apretando mi cuello.

—No puedo ver el futuro de ella, hermanito —la voz de Mérida le distrae de mí.

—¿Y eso en qué podría afectarme? Si no ves su futuro es porque pronto va a estar muerta —dice el hombre, con una sonrisa que casi me da lástima verle creer que está vez ganará.

—O algo grande va a pasar, porque tampoco puedo ver el tuyo después de que Alix ponga sus pies en su hogar.

—Si crees que vas a asustarme con tu charlatanería de bruja, no lo estás logrando Mérida.

Río y esto lo pone nervioso. Sé que sabe que su hermana no miente, aúnque Mérida no pueda ver tampoco mi futuro, nada me complace más saber que talvez él también se irá al infierno.

—¿Eso que veo en ti es miedo? No pensé que, no creer te pondría tan nervioso —comento, observándo al hombre que lo acompaña mirar a Mérida con una sonrisa, casi podría jurar que con amor—. Al contrario de ti, no tengo miedo. No importa lo que pase conmigo si Alix conseguirá destriparte.

—Confías mucho en el futuro como para ser alguien que talvez, quien sabe, este muerta en días. —Ruedo los ojos y suelto un resoplido.

Lo que me faltaba. Un idiota mencionado que me voy a morir a cada rato.

—No se trata de confianza, se trata de tener seguridad y créeme hermano, Alix la ama más que a su propia vida, eso se significa que quien se interponga en su camino perescerá —revela, Mérida, al tiempo en que se hacerca a la verja que la mantiene cautiva y desliza su mano por el brazo del acompañante de Ameth—. Lo mejor de ver el futuro,  es ver el tuyo y con quién lo compartirás. ¿No es así Emir?

Su hermano mira como el soldado sede a su toque y en un intento de ir hacia ellos, el hombre dando un movimiento estratégico y pone su cuchilla en el cuello de Ameth.

—Muevete y la hoja de plata te va a degollar —avisa, el rubio con odio—. ¿Creíste que estába contigo? Jamás traicionaria a Alix, el me saco de la miseria y me puso delante del amor de mi vida, que para tu desgracia, es tu hermana.

—Pagaras por eso, Emir —dice, Ameth entre dientes—. Mi padre...

—Tu padre me importa una mierda, Alix está en camino y les va a arrancar la cabeza a cada uno de ustedes. ¿O como crees que logró escapar de aquí? —Emir lo empuja y le pone el cuchillo justo en su corazón—. Mejor ve a esconderte en la torre más alta, pero todos aquí sabes que ni siquiera eso va a ayudar.

—¡Hijo de puta! —grita Ameth.

—Preparate hermano, tienes a una reina encadenada que te odia, un Beta molesto y una vidente de su lado —recomienda, Mérida—. La guerra ya a estallado y tú mismo cavaste tu tumba. 

Ameth, niega con la cabeza. Sabe que ya a perdido. Son una media sonrisa y mirándole con malicia le digo:

—¿Estas listo para morir rey?

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Hola, he vuelto.
Perdón por a tardanza, pero la universidad no me deja tiempo para casi nada.

Estamos en los capítulos finales de está historia.
¿Qué le está o va a pasar a Eira?
¿Volverá a estar con Alix?
¿Quién va a gustar está guerra?

Espero comenten y dejen su voto.

Nos vemos pronto.

Los ama,

Celeste.

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