Eclipse (20) +16.


Y es que si hubiera una forma más horrible de mirar con odio a alguien quiero saberla en ese mismo instante, para pulverizar a Eiden de la forma más dolorosa que existiese. Es el único medio que tengo para mostrarle que en cuanto llegue el momento de desatarme y quitar la cinta de la boca, lo mandaré al diablo, y muy, muy probablemente le terminaré por romper la misma lámpara que iba a utilizar con la ventana, en su cabeza.

—Eira, iré por comida. Son casi las cuatro, debes de tener hambre. —Pongo los ojos en blanco al ver como sale y cierra la puerta tras de él.

«Maldito seas Eiden, maldito seas».

Aparto mis ojos de la puerta y los pongo en la ventana. El eclipse está apunto de empezar.

De pronto un aullido solitario y melancólico se escucha a solo unos metros de la casa. Reaccionó moviéndome en la silla en un intento de aflojar las cuerdas, pero para mí desgracia, están tan bien atadas que me lastiman al más mínimo roce.

Intento por todos lo medios no llorar, no pienso darle el gusto a Elliot.

Llevando mi cabeza de golpe al escuchar como alguien abre la puerta y lanza una mochila a mi lado.

—No hagas ruido, vengo a desatarte y Ethan abrirá la ventana para que puedas salir por ahí —siento con la cabeza al escuchar a Ravenna.

La prometida de Eiden me saca la cinta de la boca con cuidado y luego se encarga de liberar mis piernas y manos. Segundos después entrada Ethan con la bandeja de comida que estoy segura es para mí, pero la deja en la cama y camina hacia la ventana para abrirla rompiendo el seguro.

—En la mochila hay mantas, agua y una linterna. No la enciendas hasta entrar en el bosque —aconseja Ethan mirando por la ventana con una sonrisa—. Me debes una, loca.

Le devuelvo la sonrisa al tiempo que me coloco la mochila con prisa.

—¿Por qué me ayudan? —pregunto con una pizca de desconfianza.

—Sé lo difícil que puede ser estar lejos de la persona que quieres, es más ambos los sabemos —Ethan me tiende una mano para ayudarme a subir al filo de la ventana—. Él está a los alrededores esperando olerte, en cuanto entres al bosque no pares de caminar. Alix va a encontrarte pase lo que pase.

Le abrazo llena de agradecimiento y le sonrió a Ravenna quien se encuentra en la puerta vigilando.

—No es por interrumpir, pero nos escucharon y ya vienen —avisa Ravenna cerrando la puerta con seguro—. Es hora de que te vayas y corras.

—Esta algo alto, pero te voy a sostener hasta donde mis brazos lleguen y luego​ voy a soltarte. No te preocupes abajo hay una colchoneta vieja para amortiguar el golpe —comunica Ethan con seriedad—. Solo procura no romperte un tobillo.

—Gracias, ahora eres mi favorito —le digo arrancándole una sonrisa.

—Eso siempre lo he sabido.

En cuanto estoy fuera de mi habitación, Ethan me toma de las manos y comienza a bajarme con cuidado, sin dejar que los gritos furiosos de su padre detrás de la puerta lo desconcentren.

—A la cuenta de tres voy a soltarte —habla apresuradamente—. Uno, dos y tres.

Ethan me suelta y yo caigo sobre la colchoneta de espaldas.

—¿Estás bien? —grita desde arriba.

Le hago una señal de que si lo estoy, por que lo menos que quiero es que los demás sepan que ya estoy afuera.

Miro la ventana aun abierta unos segundos antes de comenzar a correr en dirección al bosque lo más rápido posible.

—¡Eira! —Eiden grita mi nombre como si yo fuera a contestar.

Respiro de forma frenética con mis pulmones al límite. Los gritos para dar con mí paradero no terminan, pero por ningún motivo pienso detenerme.

En cuanto entró al bosque me permito descansar recargada a uno de los pinos. Todo ésta oscuro, sinónimo de que el eclipse ya a empezado. Más tranquila reposo la mochila en el sueldo y saco la linterna que Ravenna a puesto para mí, no estoy muy segura de dónde está Alix y ahora tampoco a dónde me dirijo yo. Todos los sonidos de animales nocturnos comienzan a escucharse más perturbadores que nunca al igual que lo es no sentir el calor ni la presencia de Alix por ninguna parte. No me gustaría arrepentirme de haber escapado, pero la verdad es que el bosque no ayuda en lo absoluto.

Camino llena de desconfianza entre los árboles, procurando no pisar una serpiente o algo mucho peor en el trayecto. Al final no se cuánto tiempo sigo avanzando, pero tampoco puedo solo voltear y regresar, por que para mí mala suerte mi siquiera tengo idea de donde me encuentro, solo hay tierra, árboles y nieve por todas partes.

Y una cueva.

Sí, la cueva frente a mí parece​ estar habitada, pero al alumbrar hacia el interior no hay nada. Solo se aprecia que algo ha estado cavando en la tierra por lo menos treinta centímetros y luego relleno hasta la mitad con nieve fresca.

Dejo caer la mochila al suelo y e inicio a girar sobre mí eje apuntado la luz de la linterna entre lo árboles. No hay nada, estoy sola, con una linterna y mantas. Muerdo el interior de mis mejillas nerviosa, no tengo idea de si Alix de verdad va a encontrarme o si yo debo de gritar su nombre para que sepa en donde estoy.

—No me hagas esto, Alix —susurro aún observando a mi alrededor.

El sonido de una rama romper tras de mí, hace que me giré de inmediato con mi corazón apunto de salir por mi boca. Suelto un jadeó y aparto mis ojos de él lo más rápido que puedo.

«¿Cómo es que no lo sentí?».

Su calor me abraza opacando el frío y su respiración agitada me hace saber que muy probablemente a corrido hasta aquí. Aún que me pregunto, ¿A qué se debe que se encuentre desnudo?

Trato de hablar, pero las oraciones no se ordenan en mi mente y lo único que puedo hacer es mirar su rostro fijamente, evitando bajarla la mirada hacia cuerpo.

—Así que ya llegaste, espero que estés bien —digo tratando de sonar casual—. Oye sé por estoy aquí y también sé lo que quieras hacerme.

Alix me mira con la cabeza ladeada.

—Te agradecería que dijeras algo —suelto, sintiendo como el calor comienza a volverse más intenso que nunca.

—Eira —Alix pronuncia mi nombre con lentitud y cautela.

—Sí. ¡Hola!

Contengo la respiración al ver como se hacerca a mí, como si yo fuera su presa y él, el cazador hambriento. Se detiene unos centímetros​ frente a mí, sus ojos ahora parecen tener luz propia. Hago un intento por apuntar mi linterna en su dirección, pero en ese mismo instante se apaga, para ya no encender más.

—¡Mierda! —musito levantando la cabeza.

Sí, antes me encontraba nerviosa, ahora estoy apunto de entrar en pánico.

Los ojos bicolor de Alix ya no están frente a mí, han desaparecido y eso hace que sienta escalofríos en todo mi cuerpo y mi estómago piense seriamente en devolver mi almuerzo.

Grito horrorizada al sentir la respiración de Alix en mi cuello y su presencia tras de mí.

—Oye, ¿podrías dejar hacer eso? —pregunto inquieta.

—No —responde rozando su nariz contra mí cuello.

—Genial, hablas en monosílabos. Como sí el hecho de que tenga que tener sexo contigo no me tuviera nerviosa —le digo dando paso al frente para alejarme de él.

—¿Sexo? ¿Qué es? —su voz suena llena de curiosidad.

—¿No sabes que es sexo? —pregunto atónita— ¿De dónde eres?

—He pasado más de la mitad de mi vida en una mazmorra, no creo que en un lugar así te permitan adquirir conocimientos —sus palabras suenan tan fluidas que temo que no sea él—. Y los libros no hablan mucho de lo que se siente estar con una única, solo ponen su atención en la forma básica de reproducción biológia humana.

—Un momento. ¿Eres virgen? —pregunto de una forma tan rápida que dudo pueda haberme entendido.

—No sé a qué te refieres con ése termino, pero en mí familia se practica la castidad como regla fundamental —dice, con tono firma—. O bueno, es lo hacían antes.

—Quieres decir: ¿qué tú nunca, ya sabes, has estado con una mujer?

—No. He esperado la correcta, sin embargo fui engañado más de una vez, supongo que fue mi culpa. Me equivoqué, tal vez la soledad y el anhelo por compañía me nublaron los sentidos de alerta —su voz se escucha en alguna parte a mi alrededor, pero no puedo verle—. Hasta mí propia familia me traicionó por ambición. Yo creí que todo era parte de una pesadilla, pero enferme y fué el impulso perfecto para encerrarme, y no dejarme ver la luz del día por más de setenta décadas.

—¿Cuántos años tienes?

—Cumpliré ciento veintidós en la próxima luna —contesta para después hacer una breve pausa—. El día en que nos encontramos por primera vez, yo estaba huyendo. Unos de los guardias dejo la puerta sin seguro, pensando que estaba muy débil. Corrí durante horas, me sentía confundido y temeroso, estaba escapando de mi famila y de mi hogar, sin saber a donde ir.

»Los olores me aturdían y la tierra se sentía extraña bajo mis patas. Me asuste mucho cuando llegue a la parte donde la tierra ya no era tierra normal y tendía líneas amarillas —lo siento moverse a mis espaldas—. Unas luces me segaron y después solo sentí que me golpearon, me levanté del suelo aterrado y corrí en busca de refugio entre los árboles.

»Entonces te ví. Mi padre siempre me dijo que mi única llevaría con ella un olor magnífico e indescriptible, pero yo no lo olí en tí. Estoy maldito, eso me lo impide, pero si sentí otra esencia muy embriagadora. Tú olías a libertad, tranquilidad refugio y compañía, y yo, yo quiero eso.

—¿Por eso me empezaste a seguir? —interrogo dando un paso hacia atrás, chocando mi espalda con su pecho.

—Me llenaste de curiosidad y mi opción mas favorable fué mantenerme en las sombras —su aliento golpea una de mis orejas y esto provoca que me estremezca—. El eclipse hace que mi libido y la lujuria aumenten de una forma desbordante en mi interior, y durante todo este tiempo he deseado que esté día llegará, para tenerte aquí conmigo.

—No vas a envejecer —murmuro recordando mi conversación con Elliot.

—Eso ya no me importa, lo único que quiero es tu compañía —susurra—. En los libros dice que para poder completar un acto de acopló con una mujer el hombre debe de entrar en su interior.

—Lo sé, no es necesaria la clase de sexualidad —hablo, para después soltar un resoplido.

—Pero no dice que más debo hacer, sin contar que los libros de varias décadas atrás, carecen de ilustraciones —añade Alix, haciendo que ría—. No quiero hacerte daño, pero siento muchas cosas y mí claro libido no...

Me giro de golpe y con mis manos busco su rostro. Sus ojos me ayudan y en cuanto localizo sus labios, no pierdo tiempo en unirlos con los míos. Para mi sorpresa Alix no hace ningún movimiento para responder mi beso, es más se aleja.

—No sé cómo hacerlo —confiesa con un hilo de voz—, pero me gusta.

—Debo de estar loca, pero yo también quiero tu compañía y todo lo que dicen tus libros sobre el acopló humano —reconozco, mientras froto muestras narices—. Solo​ debes de copiar lo que hago.

Uno nuestros labios una vez más y succiono su labio inferior suavemente. Alix vacila un poco, pero después de uno minutos sus labios también empiezan a moverse sobre los míos. Sus brazos me rodean y atraen a él, hasta anular cualquier espacio entre nosotros.

Cierro mis ojos, olvidalo donde estamos y concentrándome en el movimiento de sus boca que cada vez se hace más rápido e intenso. Paso mis manos por su torso sintiendo lo duro y firme que es. Alix padece perder el control con mi tacto y sus labios abandonan los míos, para hundir sus cabeza en mi cuello y comenzar lamer, morder y besar hasta mí clavícula. Todo parece haber entrado en una fase frenética, porque sus manos toman mi sueter con exceso de fuerza, dandome a entender que él ya no está dispuesto a conformarse con mis labios y cuello.

Sin decir nada me alejo de él y me saco mi suéter de un tirón, provocando que su calor impregne de forma directa mis brazos. Nuestras respiraciones agitadas se mezclan de una forma maravillosa y ahora no solo el está exitado. Ahora yo también estoy deseosa de más.

Atacó sus labios otra vez con más pasión y me abrazo a su cuerpo logrando sentir su exitación contra mi vientre. Mis dedos se enredan en su cabello y las suyas se cuelan bajo mi blusa, para comenzar a ascender hasta llegar al borde de mi sujetador.

—¿Quieres que me desnude? —pregunto sin rodeos.

—Sí —susurra besando mis labios con voracidad.

—¿Aquí?

—En la cueva. Estaremos a salto ahí, la he preparado para nosotros —contesta tirando de mí.

—Espera, en mí mochila tengo mantas —me safo de su agarre para ir y tomar mi mochila—. No creo que se sienta bien acostarse en la nieve fría, contigo sobre mí.

—Yo te daré calor —dice de inmediato.

—Lo sé, pero también es bueno algo de comodidad —destaco acercándome al él—. Estoy lista.

Una de sus manos se enreda en uno de los mechones de mi cabello.

—Yo no veo nada. Así que espero tú si —digo a la espera que me indique por donde ir.

Sin aviso me levanta de suelo y comienza a caminar en medio de las espesa oscuridad.

—¿Qué paso con tu ropa? —pregunto reprimiendo una risa.

—No la nesecito —responde, para después déjarme en el suelo.

—Claro —murmuro—. Creo que lo mejor es acolchar el suelo con una manta. ¿Te importaría ayudarme? Estoy ciega actualmente.

Los ojos de Alix siguen mis movimientos detenidamente. Aparto mi atención de él y la pongo en buscar en cierre de la mochila, en cuanto lo encuentro, tiró de el abriéndole paso a mi mano hacia el interior, para sacar una manta. Al sentir una tela suave en mis dedos jalo de ella, hasta sacarla de la mochila.

De golpe Alix me arrebata la manta de las manos antes de que pueda decir algo más.

—O bueno, esperaré —aviso al percatarme de como su preferencia se aleja de mí.

Masajeo mi sien a la espera de de Alix terminé de hacer lo que sea que este haciendo con mi manta. Siento como las estúpidas mariposas en mi estómago revolotean provocando que en cualquier momento comienze a tener arcadas.

—Respira profundo, no pasa nada —me digo tratando de entrar en calma.

Ni siquiera cuando perdí la virginidad me sentí tan nerviosa. Tal vez era porque ahora todo estába siendo al revés. Se supone que la chica siempre es la virgen y el chico el experimentado, pero ahora yo estoy aquí, con un hombre que práctica la castidad y leé libros de reproducción.

—Me pone nerviosa no saber en donde estas —admito al no escucharlo moverse.

Una mano calida me jala así el frente, pronto me doy cuenta que ya me encuentro en el interior de la cueva, al parecer todo dentro es mucho más grande de lo que​ se predice la entra. Alix me suelta y solo puedo ver cono sus ojos me miran a un metro de distancia, con mucha atención.

—¿Puedes verme? —pregunto sacándome las botas.

—Sí —contesta alargando la s.

—Entonces estás viendo lo que estoy haciendo —determino, mientras bajo la cremallera de mis jeans, para liberar mis piernas de el.

Mis sentidos se encuentran divididos. Una parte de mi esta deseosa de experimentar con Alix lo que se siente hacerlo en un cueva y la otra me dice que esto es una locura que muy probablemente tenga consecuencias.

Avanzo poco a poco hasta que mi pies pisan una tela suave. En la cueva se oye el eco de la respiración pesada y acelera de Alix. Si no supiera que es él el que está frente a mí, de inmediato pensaria que es cualquier otro animal escondido en el interior dispuesto a casarme. Con cautela me siento en la manta calculando quedar frente a él y con morosidad me saco mi blusa quedando​ en bragas y sujetador.

—Pues acercarte, yo no veo nada —pido y de inmediato lo tengo a milímetros de mí—. Puedes preguntarme lo que quieras.

—¿Tengo que tocarte? —rio al escuchar la forma tan dulce con la que habla, como si temiera decír algo mal.

—Sí, puedes tocarme.

Con lentitud levanto mis manos y las coloco en el arco de su cuello, para después deslizarlas por sus robustos brazos. Me arrastro hasta sentarme sobre él, mi acción lo toma por sorpresa e instintivamente sus manos se colocan en los laterales de mi cuerpo, haciendo que me estremezca y cada fibra de cuerpo tiemble. Muerdo mi labio inferior mientras mis manos se aventuran en su pecho y estómago. Alix suelta un profundo jadeo al sentir como mi dedos bailan sin temor en el límite de su cadera.

—Tocame en donde quieras —susurro en su oído al tiempo en que le doy un suave mordisco.

Sus dedos suben por mis costados hasta llegar a unos de los tirantes de mi sujetador.

—¿Debo quitarlo? —pregunta con voz ronca.

Como respuesta llevo mis manos a los broches y los safo liberando mis pechos.

—Puedes tocarlas, pero con suavidad —musito a la espera de su siguiente movimiento.

Sin negarse, las manos de Alix se posan sobre mis pechos y les da un suave apretón. Suelto un jadeo al sentirlas tan cálidas y plancenteras.

—¿Te duele? —pregunta deteniéndose.

Recargo mi cabeza en su hombro izquierdo buscado las palabras correctas para describir lo que siento cuando sus manos me tocan con tanta delicadeza.

—No, no duele. Me da placer —respondo dudosa de que pueda entender.

—¿Es bueno?

Lentamente bajo mis mano derecha por su torso hasta llegar a su miembro erecto. Alix se remueve al sentir mi mano en su parte más íntima.

—Esto es placer —le digo empezando a deslizarla mi mano con suavidad sobre su miembro.

Las manos de Alix se posan en mis muslos y los aprieta jadeando.

Levanto mi cabeza y busco sus labios en la oscuridad. Le beso con pasión y fuerza. Toda la confusión y el miedo que había en mí, a desaparecido por completo. Ahora mi cuerpo y mente solo quieren al inexperto hombre frente a mí, sobre mí.

Dejo de masturbarlo para abrazarlo por el cuello y profundisar nuestro beso todo lo posible.

—¿Cómo sabes todo ésto? —me paralizo al escuchar la pregunta que me a hecho—. Alguien más estuvo contigo.

Levando mi cejas llena de sorpresa. Las palabras se quedan atascadas en mi garganta y antes de que logré decir cualquier cosa, Alix pregunta:

—Tu no me esperaste —murmura dolido.

«Mierda».

—Alix creme que si hubiera sabido que un día iba a encontrarme contigo y que me harías sentir todas estas cosas, yo te habría esperado —hago un pausa, para después decir—: No importa si hubo alguien más, ahora solo te quiero a tí.

—¿Me quieres? —pregunta en un susurro casi inaudible.

Suelto un suspiro, cada vez que Alix abre la boca hace que mi corazón amenace con derretirse. Su preguntas tan llenas de dudas y desconocimiento me hacen olvidar que ahí afuera hay cosas horribles pasando​, parece que en vez de estar con un hombre, estoy con un niño asustado y dulce que teme cometer cualquier error.

—Te quiero, Alix Cobognerwotf. Te quiero.

Bajo de su regazo y me siento en la manta, para después jalarlo hasta que su voluptuoso cuerpo queda sobre mí y mi espalda choque contra la manta. Estoy encantada con la sensación que provoca tenerlo en está pose tan íntima, sintiendo su respiración y el calor arrasador que nos envuelve.

—Tus ojos son preciosos, son lo más increíble que he visto en mi vida —confieso al tiempo en que arrastro mis bragas por mis piernas—. Siento que puedes ver mi alma con ellos.

—Tu eres lo más hermoso que he visto en toda mí vida, tus ojos me cortan la respiración y tus labios son como rubíes carnosos que me hacen desear no querer alejarme de ellos jamás —siento como un nudo en la garganta me dificulta tragar—. Y tú cuerpo es una obra de Arte que me descontrola hasta el punto en me hace perder la cordura, si es que aún poseo un poco de ella.

—Nunca nadie me había dicho cosas tan bonitas —admito acariciando su rostro—. Definitivamente hombres como tú, están en peligro de extinción.

—¿Extinción?

—Olvidalo, estoy segura de que ahora hay algo mucho más importante —destaco, dispuesta a comenzar de una vez por todas.

Bajo mi mano serpenteando entre nosotros hasta llegar a su miembro, tomarlo y ponerlo justo en mi entrada humeda.

—Entra despacio —le susurro acariciando sus cabello.

Alix gruñe recordándome que en su interior hay un animal. Con suavidad se desliza dentro de mí robándome un jadeo al experimentar su tamaño prominente, que casi llega a dolerme conforme avanza. Cuándo su pelvis se encuentra con la mía, sé con exactitud que ya está totalmente en mi interior.

—Puedes moverte, pero lento —aviso enredando mis piernas alrededor de su cadera.

Alix jamás había estado así con ninguna mujer, el nunca había experimentado su sexualidad a pesar de tener más de la edad normal de un humano. Él no sabe nada sobre lo que es el sexo o lo que es hacer el amor, pero por esa clara razón de ignoráncia suya, logra que el equilibrio entre nosotros sea más genuino y fluido.

La intensidad de sus embestidas es perfecta, todo se trasnforma en momento dulce a uno más caliente. Es intenso, esperado y lleno de ansia. Su labios buscan los míos y torpemente intenta besarme. Unas de sus manos busco mis pechos, caderas y piernas, y las acaricia como si supiera que eso solo agrandará la deliciosas sensaciones que recorren mi cuerpo como​ una corriente eléctrica.

Y entonces otra Eira sale a las luz.

Una que yo desconocía.

Dejo escapar pequeños gemidos de forma inevitable. Algunas partes de mi cuerpo que creía poco funcionales para la ocasión, despiertan en un leve dolor satisfactorio lleno de goce. En ese instante comprendí que jamás había estado tan exitada y conectada con alguien. Quería que Alix nunca detuviera sus delirantes movimientos. Quería que su respiración en mí oreja no se detuviera y que sus toques nobles y gentiles, se quedarán tatuados en cada centímetro de mi piel.

Su aliento mezclándose con el mío.

Su piel contra la mía.

Mi mente solo repite su nombre como si no hubiera otra palabra.

Mi cuerpo responde al suyo como si él fuera lo que le dirá vida.

Y mi mundo, mi mundo jamás se ha sintió tan real.

Parece que encajábamos a la perfección, como si estuviéramos hechos el uno para el otro.

Inesperadamente Alix apoya su frente sobre la mía, luego sin pedir permiso aumenta más sus movimientos entrando en otra nivel, así que me aferro a su cuello y si antes trataba de contenerme ahora bien todos podrían escucharme gozar si estuviéramos en otro lugar que no fuera en un bosque.

No sé porque todo con él está siendo tan diferente, tan especial y caótico para mí, tal vez es el hecho de que él no es humano y que el lodo que se encuentra en su interior a salido a completar todo lo que él es en el exterior.

Su respiración se vuelve más rápida y sus músculos casi de piedra. No supe en que momento dejo que importarme el hecho de estar haciendo el amor con Alix en una cueva, bajo un eclipse y a ciegas, ahora solo sentía su vaivén dentro y fuera de mí, y su cuerpo golpeando sonoramente contra el mío. Él es poderoso y se encarga de demostrarlo en cada empuje, en cada gota de sudor y en la forma que toma mi muslo derecho.

La idea de querer quedarme con él en la cueva para siempre se afinca en mi mente sin dejarme pensar más allá en la posibilidad de abandonarlo. Somos diferentes, pero nunca me había sentido tan complementada con alguien, es como si toda mi vida sin yo saberlo, estuviese esperándolo a él. Es un suceso sin razón o válida explicación, queremos todo lo que el otro puede darnos aún cuando no sabemos si es lo correcto o lo mejor.

La primera en terminar soy yo. Un ola se sensaciones me arropa extendiéndose por cada parte de mi cuerpo. Un orgasmo que me robó el poco aliento que me quedaba.

Él por otro lado, acelero sus embestidas contra mi cuerpo, con más desesperación, con más fuerza, logrando que al final un gruñido jadeante y librador llene por completo la cueva.

La mejor​ expresión de satisfacción para mí.

La primera vez que un organismo verdadero lo golpea.

Y mí primera vez en experimentar la sensación de una descarga caliente en mi interior dando casi el fin a las últimas gotas de placer en mi cuerpo.

Me quedo inmóvil, con las piernas temblorosas, tratando de recuperarme y volver a la realidad. Aún hay una nebulosa espesa a nuestro alrededor, llena de calor y pasión. No puedo verle, pero la forma relajada de su cuerpo echado sobre el mío, sin llegar a aplastarme, junto con su respiración agitada, me dan la certeza de que ha sido igual de bueno para él.

—Me gusta tu cuerpo y su interior —admite con su cabeza escondida en mi cuello.
—-A mí me gusta hacer el amor contigo —admito, acariciando su espalda con mi uñas.

Cierro los ojos aún sintiendo su miembro en mi interior, al parecer Alix no tiene la más mínima intención en salír y yo no tengo la intención de pedírselo. Me apetece tienerle así de cerca para siempre aún cuando afuera yo he puesto mi firma para la guerra que tanto quería evitar Elliot.

Pero como le dije por la mañana. Estoy más que disputa a pelear en una guerra en donde Alix es uno de los protagonistas.

-----------------------------------------------------------

¡Hola! ¿Cómo están? Yo bien, con toda mi inspiración agotada.

Este capítulo me a dado mucho trabajo. Es la primera vez que escribo algo así, para una historia publicada y la verdad es que me da pavor su reacción al leerla​.

Pero gracias a una linda persona decidí continuar y dar lo mejor de mí. No esperaré que lo amen, pero que tampoco lo odien. Solo quiero que por fin todas podamos morir en paz con el esperado eclipse que tanto problema me dió.

Me encantaría que comentarán que les pareció. Eso sí, si son malas y crueles críticas, sugiero que se las guarden para ustedes.

Nos vemos pronto.

Los ama,

Celeste.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top