Epílogo
Un mes después...
Equilibrio y quietud. Eran términos que habían desaparecido de mi vocabulario desde que me había mudado al sur, y más aún, desde que había descubierto que era una Lobizona y que formaba parte de un mundo sobrenatural donde la luz y la oscuridad entretejían intrincadas redes, mucho más complejas y delicadas que en el mundo normal. Tanto que, a veces, era difícil establecer dónde empezaba el bien y terminaba el mal.
No obstante, en ese momento, Lobizones y Cazadores estábamos en una especie de tregua, una paz no declarada de manera formal, que duraría hasta que transcurriera el periodo de duelo, o hasta que las facciones opositoras se reorganizaran.
Ambos grupos debimos cubrir las huellas de lo acontecido en el bosque.
La justificación de las muertes no fue tarea fácil.
Los lobos fuimos los primeros en levantar a los caídos y armar el montaje que excluiría a la manada de una investigación oficial e incluía una fuga de gas, seguida de una gran explosión mortal.
El bando de Cazadores, por su lado, montó un escenario similar al fingir un accidente automovilístico, que terminó con el estallido del vehículo y la mortandad de todos los pasajeros.
Ambas noticias se dieron a conocer a través del periódico local "El Campanario", que las catalógaba como una de las tragedias más grandes de las últimas décadas que ensombrecieron la ciudad por la violencia y el número de muertes ocasionados.
La sociedad estaba conmocionada, al igual que aquellos que conocíamos la verdad. Pero nosotros llevábamos el peso de unas muertes que no fueron producto de la fatalidad, sino que fueron provocadas a priori y eso era mucho peor.
No estaba segura de cuál sería el rumbo del destino, ni tampoco podía asegurar cuánto tiempo pasaría antes de que los Cazadores volvieran a convertirse en una amenaza latente, pero sí estaba determinada a emprender negociaciones de paz con las familias que estuvieran abiertas al diálogo. No quería volver a pasar por una situación semejante nunca más.
En la Logia todavía se sentía la ausencia de Greg. El luto enmascaraba los rostros de los miembros más antigüos que habían perdido, no solo a su maestro, sino también a un amigo. Esa aura sombría se reflejaba en los Protectores de Nahuel que habían experimentado la partida de un padre.
Tal vez esos motivos justificaran, en un principio, mi renuencia a ascender. A pesar de que los miembros del Consejo habían votado en unanimidad para que ocupara aquel sillón vacío, no me sentía capaz de asumir tal responsabilidad. Apenas estaba comenzando a asimilar el hecho de que era una elegida de los dioses, de que mi historia formaba parte de una leyenda ancestral: "La leyenda de María Irupé" como la había bautizado Dana. Pero asumir también ese rol tan importante y determinante, en una manada ya conformada, acostumbrada a una forma de trabajo, a una dinámica que se había moldeado casi a imagen y semejanza de Gregory, era una locura.
¿Qué pasaría si mis sugerencias no eran tenidas en cuenta por los demás miembros? Tan solo era una adolescente que estaba aprendiendo a batallar contra los primeros signos de acné como para también tener que controlar a una manada de lobos temperamentales. Sin mencionar que eso parecía un estado patriarcal, porque todos eran machos.
Tampoco es que hubiese podido protestar demasiado.
La decisión se había tomado y esta misma noche se llevaría a cabo la ceremonia que simbolizaba mi consagración en la "Logia de la Luna". ¡Con lo que amaba ser el centro de atención!
Me sentía agotada después de la fiesta de egresados de mis hermanos, Yaguatti y Katu, que había acontecido el día anterior, y también estaba cansada por tener que lidiar con el drama que Yagua había causado por el plantón que Karen le había hecho.
Intenté calmarlo, argumentando que lo más probable era que la rubia aún estuviera llorando la pérdida de su padre y eso significaba que no estaba con ánimo de festejo, pero en el fondo intuía que no la veríamos en largo rato. Para mí era algo bueno, ya que por más que Karen estuviera al margen del secreto de su progenitor, llevaba la sangre de los Cazadores en sus venas y....era una odiosa insoportable. Pero, podía ponerme en el lugar de mi hermano, que lamentaba la ausencia de su novia.
Referido a eso, en cuestiones del corazón podría decirse que era una favorecida.
Tobías y Nahuel habían llegado a la conclusión de que no se preocuparían por el otro, en tanto mi amor por ambos se mantuviera de la misma manera. Y así era. Amaba a ese par tan dispar a tal grado que, tras la "Ceremonia de Consagración", les tenía preparada una sorpresa un tanto más personal.
Mi larga túnica, que asemejaba la tonalidad opalina de la luna, se arrastraba por el suelo del bosque, cubierto por los pétalos de las flores, los cuales llovían desde los taciturnos Amancay.
Mis pasos eran lentos y firmes, cuando atravesaba el claro, donde la platina luz de los astros ungía el entorno volviéndolo más especial, casi mágico.
Nahuel y Tobías estaban vestidos con la ropa del guerrero, trajes confeccionados para el combate e identificados con la insignia de nuestra raza, mismo que habían usado todos los Lobizones para la "Ceremonia de Consagración". Porque aquella simbolizaba mi ascenso y mi indisoluble vínculo con la Logia, pero también el suyo. Ese día en el que asumía el mando, todos los miembros se elevaban conmigo. A partir de ese momento, con la ingesta de mi esencia "modificada", volvían a ser coronados como los poderosos guerreros de antaño y sus dones perdidos les habían sido devueltos.
El lago sonaba, al contacto con las rocas de las orillas, entonando una melodía arrulladora, mística, matizada por los acordes propios de la brisa.
—Estás hermosa—susurró Nahuel, cuando llegué a su encuentro. El sitio para nuestra ceremonia no podía ser más perfecto, ni más nuestro—Como una novia.
—O como una novicia—añadió Tobías. ¡Siempre tan oportuno!—Digo, por la túnica blanca...
—No aclares que oscurece—Nahuel lo observó entrecerrando los ojos.
—Creo que mejor empezamos—me apresuré a decir, para romper la tensión. Ya se sentían gruñidos bajos.
—Entonces, ¿lo vamos a hacer acá?—preguntó Nahuel.
—A menos que prefieras una suite en el Llao Llao*—ironizó Tobías. ¡Ahí iban de vuelta!
Ya me empezaba a arrepentir de aquello y eso se tradujo en mi rostro.
—Lo mejor va a ser que empecemos—se adelantó el pelinegro, ignorando el comentario del castaño—¿Quién va primero?
—Pensaba ambos a la vez—señalé y, por primera vez, los dos estuvieron de acuerdo.
En breves instantes los Lobizones se habían despojado de sus prendas superiores dejando sus torsos musculados al descubierto.
Mis colmillos emergieron destellando en la noche, los sentí deslizarse por mis encías, cortar el aire y atravesar la carne...una, dos veces.
La sangre brotó. Seguía siendo asquerosa, con su sabor ferroso, pero no la sentí ajena, sino propia. Tal vez producto de mi esencia, que ya corría por sus venas, quizá porque a partir de esa mordida la pertenecía se hacía más notoria.
Por un instante, las palabras de Nahuel flotaron en mi mente: "te ves como una novia" Y tal vez lo era, porque en el mundo lobuno la "Ceremonia de la Mordida" era una especie de casamiento, un vínculo de por vida.
Cuando fue el turno de los chicos, el viento nos trajo el jolgorio de la fiesta que se había armado dentro del templo de la Logia, donde participaban tanto Lobizones como Protectores y conocedores del secreto de la especie, como mi familia.
No supe por qué, pero su alegría fue mi fortaleza (mentiría si dijera que no estaba temblando) ¿Me dolería?
"La primera vez siempre duele" La voz de Carla sonó en mi cabeza y su recuerdo me dio confianza y algo de risa.
Cerré mis ojos, no sin antes captar la imagen de ambos jóvenes acercando, de manera cuidadosa, sus labios hacia mi cuerpo. Ahora que lo pensaba, yo había sido demasiado brusca y descuidada. Mis mordidas se mostraron más...efusivas, pasionales. En cambio, las de ellos fueron suaves...Y sí, para los que se lo preguntan, también muy excitantes.
¡Dos Lobizones buenazos y semidesnudos mordiéndome el cuello al mismo tiempo! ¡Supera eso Stephenie Meyer!
Y así fue como en lo profundo del misterioso bosque, con los aullidos de nuestros hermanos cantando a la diosa Arasy, que asomaba al mundo vestida de luna, silente y vigilante en las alturas, el ciclo se cerraba, y Tobías y Nahuel se volvían uno conmigo, y yo, con ellos, una.
*Llao Llao: Es el Hotel cinco estrellas de Bariloche, en la provincia Argentina de Río Negro.
Famoso a nivel internacional y sitio de hospedaje preferencial de célebridades y presidentes.
(Próximamente también de Irupé 😜)
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